
PROYECTOS DE DESARROLLO LOCAL EN LOCALIDADES PEQUEÑAS.
SUDOESTE BONAERENSE. ARGENTINA.
Lic. María Cecilia Martín
Departamento de Geografía
Universidad Nacional del Sur *
Introducción
Una de las características fundamentales del sistema urbano
argentino es su marcada tendencia a la concentración de población y actividades
económicas en un reducido número de ciudades que polarizan el crecimiento de las
regiones circundantes. Este fenómeno estuvo ligado, en principio, a la
aplicación del modelo agroexportador que, hacia fines del siglo pasado, permitió
la inserción de la Argentina en el sistema capitalista mundial, conforme al rol
asignado por la división internacional del trabajo.
En este contexto tuvo lugar un doble proceso: en primer lugar,
un afianzamiento económico de la región pampeana, en detrimento de las economías
regionales del interior del país; en segundo término, profundas diferenciaciones
en el ámbito mismo de la región, al favorecer la conformación de una red urbana
marcadamente asimétrica y polarizada, que otorgó supremacía a las
ciudades-puerto, concentradoras de capital, actividad comercial y financiera,
servicios e innovaciones. Ellas reunieron la mayor parte de la población
inmigrante, contribuyendo al crecimiento demográfico de las mismas. La actividad
agropecuaria promovió la fundación de pueblos en la región pampeana, muchos de
los cuales surgieron a partir del tendido ferroviario, que los unió con las
ciudades-puerto. De esta manera, la jerarquía de estas últimas se vio reforzada
por el carácter convergente de las redes de comunicación interna.
Durante el período sustitutivo (1930-1970), esta situación fue
reforzada por las políticas estatales que, en concordancia con las teorías
keynesianas, asumieron un rol activo en materia económica, estimulando el
proceso de industrialización, invirtiendo en sectores estratégicos, organizando
los procesos productivos y regulando la participación de capitales extranjeros
en la economía nacional. En materia social, el Estado orientó políticas
destinadas al sostenimiento del empleo y el fortalecimiento de las redes de
seguridad social, lo cual llevó a generar un importante crecimiento del sector
público y un incremento notable de los gastos fiscales.
En su intento por planificar el desarrollo y atenuar las
disparidades regionales, el Estado propició además un conjunto de políticas e
incentivos que intentaron beneficiar a las áreas más postergadas. En el sudoeste
bonaerense, bajo la tutela estatal, las localidades urbanas de rango menor
experimentaron, en general, un importante crecimiento en materia de
infraestructuras y equipamientos básicos. Por otra parte, la nacionalización de
los transportes y servicios públicos, permitió incorporar a un buen número de
trabajadores urbanos en las oficinas ahora estatales, mientras que en las áreas
rurales, los pequeños y medianos productores pudieron acceder a nuevas
tecnologías mediante créditos subsidiados por el mismo Estado.
Paradójicamente, este intento por reducir los desequilibrios
regionales y moderar los flujos desde las áreas rurales a las grandes ciudades,
tuvo un efecto contrario. Y es que fueron precisamente estas últimas las
beneficiarias directas de los procesos de industrialización y modernización,
viéndose favorecidas por una mayor disponibilidad y variedad de empleos, con
salarios más altos y una mejora sustancial de la calidad de vida.
Debido a esto, se registró un incremento progresivo de la
población urbana, polarizándolo en favor de los centros de mayor rango primero,
y los intermedios después. Las áreas rurales y los asentamientos de menor
jerarquía (menos de 10.000 hab.) fueron perdiendo población ininterrumpidamente
contribuyendo a desequilibrar aún más la estructura territorial.
A partir de los años ’90, se inaugura en la Argentina un nuevo
modelo que pone fin al período keynesiano y que tiene como ejes la
desregulación y la apertura económica, como "condiciones
necesarias y suficientes para el desarrollo" (Russo, C. 1997).
Las políticas implementadas tienen su base en los procesos de
globalización y buscan readaptar la economía argentina para su inserción en el
Sistema Económico Mundial que opera siguiendo las pautas de un Capitalismo
remozado que asume un papel monopólico al concluir la Guerra Fría. El
Estado abandona su función de contralor dejando al Mercado como "única
institución que regula y reasigna los recursos de la sociedad" (Russo, C. 1997).
Por otra parte, adopta una política pública que tiende al desmantelamiento de su
capacidad asistencial y compensatoria en lo social y en lo espacial, reduciendo
el gasto público y rediseñando el sistema tributario. Inicia, a su vez, un
proceso de descentralización de responsabilidades, atribuciones y funciones en
favor de los estados provinciales y municipales, sin descentralizar recursos, lo
cual obliga a estos últimos a racionalizar el gasto social de una manera
drástica (Etulain, J.C. 1997).
La apertura económica adopta la exportación como nueva
estrategia de desarrollo e introduce nuevas formas de competencia. El Estado
renuncia a su rol histórico de regulador económico, abandonando a su suerte a
las economías provinciales y a la industria en general, quien ya no cuenta con
financiamiento estatal para iniciar un proceso de reconversión que les permita
competir en el Mercado.
Por otra parte, se abandonan las políticas de promoción
industrial. No obstante, las nuevas tecnologías dotan al capital industrial de
mayor movilidad y esto favorece la desconcentración que en principio se
pretendía lograr. Sin embargo, esto no opera necesariamente para reducir el
desequilibrio regional.
Otro de los rasgos fundamentales de este proceso es la
participación creciente de agentes privados en la economía nacional, promovida
desde el discurso oficial que aboga por reducir el déficit y lograr una mayor
eficiencia.
A nivel territorial, la consecuencia más inmediata es la
consolidación definitiva de un patrón de crecimiento desigual y desequilibrado
que genera mayor diferenciación y fragmentación territorial, aunque con nuevas
formas de polarización. Por otra parte, el Estado ya no articula políticas
territoriales ni arbitra los mecanismos necesarios para promover el desarrollo
de las regiones menos favorecidas.
El objetivo de este trabajo consiste en analizar puntualmente
algunas de las características y problemáticas específicas de la dinámica
territorial en el suroeste bonaerense, en relación a los distintos modelos de
desarrollo que fueron sucediéndose a lo largo del siglo y reflexionar sobre las
posibilidades y desafíos que se plantean en los pequeños municipios de la
región, en el logro del desarrollo endógeno local.
1. La dinámica urbana en el suroeste bonaerense.
En el sudoeste bonaerense, Bahía Blanca experimentó un fuerte
crecimiento que se vio acompañado de un conjunto de factores que reforzaron
progresiva y definitivamente su primacía en el conjunto regional. La ciudad
creció en infraestructura y servicios, asumiendo nuevas e importantes funciones
en el plano educativo, militar, sanitario, reforzando el equipamiento portuario
e iniciando de esta manera una etapa de desarrollo comercial e industrial que
reflejaba las características básicas del proceso sustitutivo dominante.
Esta etapa de desarrollo económico adquirió un fuerte dinamismo
presentando cuatro características básicas (Gorenstein, S. 1996):
- continua vinculación con las condiciones de funcionamiento socioeconómico
del complejo agropecuario,
- dinámica socioeconómica complementaria, sustentada sobre el desarrollo de
una estructura comercial, industrial y de servicios que en gran medida
abastece las demandas extrarregionales,
- localización de establecimientos industriales de envergadura como
Frigorífico CAP (exponente del primer período agroexportador), Talleres
Aeronavales Centrales, Complejo Petroquímica Bahía Blanca y empresas
agroindustriales de orientación exportadora,
- experiencias particulares de actividades de I+D (Investigación más
Desarrollo), que expresan la relación entre las industrias de mayor
envergadura y los centros de investigación básica y aplicada dependientes de
la Universidad Nacional del Sur y el CONICET.
Este crecimiento de Bahía Blanca, que en parte se logró a
expensas de los centros urbanos de menor tamaño y de las áreas rurales
circundantes, ejerció un fuerte impacto sobre la estructura regional, hecho que
se tradujo en un desmesurado desequilibrio demográfico entre la ciudad y su
entorno.
A partir de los años ’90, las políticas de desregulación y
reforma del Estado, han contribuido a acelerar los procesos de estancamiento de
los pequeños asentamientos urbanos, que en general funcionan como centros
prestadores de servicio ligados a las actividades agropecuarias de su entorno,
fenómeno que va acompañado, por una disminución progresiva de la población
rural. A ello contribuyen además, los procesos de privatización que han
provocado la desactivación de buena parte de los ramales y la merma en los
flujos, dejando a muchos de estas localidades en condiciones de aislamiento.
Es probable que esta problemética que hoy afecta a los pequeños
centros urbanos de la región, tenga su raíz en la dependencia casi absoluta que
éstas han tenido respecto de las políticas estatales y a la incapacidad de las
mismas por promover actividades alternativas que propicien la diversificación
económica en función de los recursos y potencialidades de cada lugar. Esta
situación "ata" necesariamente el desarrollo local al devenir de las
cosechas.
Por otra parte, la proximidad a Bahía Blanca, en especial a
partir de las mejoras realizadas en infraestructura vial y comunicaciones,
sumado al crecimiento experimentado por aquella, son factores que contribuyen a
reforzar esta situación, hecho que se manifiesta en una mayor emigración hacia
la ciudad (especialmente jóvenes y adultos con su grupo familiar), un incremento
de los flujos pendulares, el progresivo abandono de ciertas actividades y
funciones locales ante la imposibilidad de competir con los productos y los
precios de la ciudad y la destrucción progresiva de los elementos que configuran
la identidad local.
2. Posibilidades y desafíos en el logro del desarrollo endógeno
local.
Los intensos cambios que se producen desde los años ‘90 y que
afectan profundamente las estructuras económicas, políticas y sociales a
diferentes escalas, provocan profundas transformaciones en el espacio local.
Estas representan fuertes impactos, alterando profundamente la organización
anterior y planteando grandes desafíos, oportunidades y riesgos que exigen a
ciudadanos y gobernantes hacer frente a sus propias realidades y participar
juntos en la construcción del futuro.
Dentro de las nuevas orientaciones de la industria, por
ejemplo, los procesos de descentralización empresarial que favorecen la
instalación de plantas de procesamiento alejadas de los centros de control,
pueden representar oportunidades para los pequeños centros urbanos que
proporcionen condiciones favorables a las nuevas empresas que decidan radicarse
en la región.
En efecto, "las empresas innovadoras han ido adoptando formas
de organización más flexibles y han ido abandonando las estrategias de carácter
funcional, en las que el territorio era un lugar en el cual localizar sus
plantas, sustituyéndolas por estrategias espaciales que persiguen una mayor
adaptación de las unidades operativas a los contextos locales, (...) guiados por
la necesidad de reducir costos, mejorar la eficiencia en la producción, las
compras y las ventas, mejorar sus productos y procesos y asignar eficientemente
sus recursos para enfrentar los desafíos de la competitividad". (Vázquez
Barquero, A. 1997 : 8)
El proceso de globalización y la irrupción de adelantos
tecnológicos e informacionales, introducen nuevas perspectivas y desafíos en la
vida de cada lugar, generando además, profundos impactos en la organización
social de cada comunidad y en las relaciones entre los diversos actores.
Las decisiones tienden a alejarse de las realidades cotidianas,
de manera que "nuestras sociedades aparecen cada vez más entrampadas en la
paradoja de poderlo casi todo y a la vez muy poco en relación a las necesidades
y demandas pendientes de solución." (Rubens Bayardo, 1997 : 18)
Hasta hace muy poco tiempo, el Municipio había tenido un rol
pasivo en los asuntos relacionados con el desarrollo local y la calidad de vida
de sus habitantes, dependiendo casi de manera exclusiva de niveles estatales
superiores, como también de políticas que superaban incluso el marco nacional.
En la actualidad, los procesos de reforma que afectan al Estado, reducen
notablemente la injerencia de las políticas oficiales "macro" en las cuestiones
inherentes a las problemáticas de cada comunidad local.
Por todo esto, los Municipios están llamados a ser los actores
fundamentales que tengan en sus manos los instrumentos para la gestión orientada
al logro del desarrollo humano en las comunidades locales. Y a su vez, éstas se
constituyen como los ámbitos más propicios para la implementación de estrategias
de desarrollo y promoción humanas.
Son ellos quienes están más capacitados para interpretar la
realidad local, el desenvolvimiento de sus habitantes y sus prácticas sociales,
sus reclamos y sus comportamientos espaciales. Y son los habitantes quienes
mejor conocen "lo local" desde sus propias experiencias cotidianas, los que
construyen día a día los espacios que habitan, los que "viven" la realidad,
padeciendo o beneficiándose de sus múltiples circunstancias.
El gobierno municipal no actúa como un ente aislado o cerrado
sobre sí mismo sino que comparte acciones de gestión y prestación de servicios
con otras organizaciones intermedias tales como las sociedades de fomento,
organizaciones no gubernamentales, instituciones locales de base, etc. Éstas han
tenido una creciente y positiva participación en la elaboración e implementación
de políticas y en la multiplicación e innovación de prestaciones a la comunidad.
Todo ello apunta a una nueva concepción del desarrollo,
sustentado en un nuevo papel del Municipio cuya capacidad "debe ser desarrollada
e incrementada para movilizar recursos de todo tipo a nivel local y, muy
especialmente, en la posibilidad de contribuir a la organización y la
participación activa de la población, integrando participación política con
eficacia y eficiencia en las prestaciones". Por ello es fundamental "... crear
espacios de difusión, intercambios y evaluación de experiencias que permitan
elevar la eficiencia de las acciones de los Municipios y romper el aislamiento
de los actores locales". (Informe Argentino sobre Desarrollo Humano, 1997 :
27)
Consideraciones finales
Quizá uno de los mayores interrogantes se plantea en torno a la
capacidad de estas pequeñas localidades por impulsar estrategias de desarrollo
endógeno. Si "la política económica debería tener como función principal
contribuir a generar un ámbito macroeconómico propicio para la mejor
revalorización privada del capital" (De Mattos, 1997 : 16), ¿de qué manera estos
pequeños centros urbanos pueden activar su potencial endógeno para hacerse "más
atractivos" a las nuevas empresas?
Es indudable que la principal dificultad está asociada a la
disponibilidad de recursos económicos para lograr estos objetivos, teniendo en
cuenta que ya no existe un Estado patrocinador de políticas que pudieran
impulsarlos. Por otra parte, las resistencias internas actúan necesariamente
obstaculizando los proyectos de desarrollo local que introducen innovaciones en
los sistemas productivos o nuevas formas de organización.
En este sentido, adquieren singular importancia las ideas
centradas en las gestión participativa, como un intento por planificar desde
abajo, "como núcleo de condensación de esfuerzos en el intento de ampliar la
sociedad civil y recrecer la autonomía personal y colectiva frente al sistema
(...), suponiendo la existencia de espacios huecos en el Mercado que pueden ser
llenados desde el aprovechamiento de las potencialidades y recursos locales
endógenos." (Rodríguez Gutierrez, F. 1993: 106)
Guiados por estas metas y atendiendo particularmente a la
problemática planteada en relación a las localidades pequeñas del suroeste
bonaerense, es necesario que los actores sociales asuman un rol activo hacia el
logro de un desarrollo endógeno que de respuestas a las demandas locales y
encuentren, mediante el consenso, soluciones alternativas para ampliar y
diversificar la economía y encaminarse hacia un uso más racional de los
recursos. En este camino, será fundamental que cada localidad se aboque al
diseño de propuestas que tiendan a:
- fortalecer las funciones específicas, favoreciendo la complementariedad
con otros centros de la región,
- promover la radicación de pequeños emprendimientos industriales asociados
a los recursos y potencialidades de cada lugar,
- promover el desarrollo de actividades no tradicionales como vías
alternativas de desarrollo local,
- propender a la difusión de innovaciones y a la capacitación de los actores
locales,
- impulsar la organización de formas asociativas para la producción,
tendientes a un mejor aprovechamiento de los recursos disponibles.
Todo lo expuesto alude a una nueva forma de gestión que
compromete a la participación de los más diversos sectores -públicos y privados-
en relación a la toma de decisiones en ámbitos de concertación.
"En un mundo marcado por la complejidad y la incertidumbre, es
central poder desarrollar una capacidad estratégica local [...] que puede ser el
resultado de la articulación de distintas estrategias de los actores sociales
que, siendo proposiciones parciales, pueden transformarse en insumos de una
propuesta general [...].
El desarrollo de esta mirada estratégica sobre la sociedad
local es mucho más una tarea sociocultural y política que técnica, que excede el
papel de los expertos. Es un desafío amplio e interdisciplinario para aumentar
los márgenes de concertación entre los distintos actores para que la ciudad se
oriente por un proyecto propio [...] logrando nuevas formas de asociación y
cooperación en la sociedad civil y entre ésta y el gobierno local". (Informe
Argentino sobre Desarrollo Humano, 1997 : 29-36)
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