IDENTIKIT URBANO. FRENTE Y PERFIL DE
NEUQUEN
Sznol, Florinda Eleonora (*)
En las útlimas décadas del siglo que está terminando, al compás
de los nuevos procesos sociales y económicos del capitalismo tardío, en las
ciudades se producen transformaciones globales, en el orden de sus objetos,
funciones y significados.
Dichos cambios se manifiestan de diferente modo de acuerdo a la
historia política y social de las ciudades en que se inscriben. Nos interesa
indagar cómo el modelo neoliberal se imprime sobre la ciudad de Neuquén
(Argentina), en la cual los ejes básicos que guiaron la constitución de una
ciudad moderna están dudosamente plasmados. Neuquén nunca fue una ciudad
agrícola ni industrial y, a lo largo de su poco menos de un siglo de existencia,
el crecimiento y expansión no evidencian la constitución de un proyecto urbano
tendiente a contener lo heterogéneo, formalizar los mitos sociales o los anhelos
colectivos de su sociedad.
Su razón de ser: centro burocrático de un enclave productor de
energía se materializa en un ‘vertedero de fragmentos’, que en los últimos años
se agudiza y polariza en la formación de espacios que manifiestan la creciente
dependencia respecto de actividades y recursos de la Economía Mundo y, en
contrapartida, la ampliación de sectores ‘desenganchados’ del proceso mercantil
en los que la marginalidad y la exclusión social y territorial se agiganta.
Actualmente la construcción de la ciudad se teje por una triple
alianza que agudiza sus ‘viejos’ problemas y acentúa la ausencia utópica con la
que se expandió desde los años 60: la histórica falta de proyecto urbano de su
burocracia política, el economicismo y los eficientes imaginarios de sus
sectores sociales medios.
(*) Docente e investigadora en la Universidad Nacional del
Comahue, Av. Argentina 1400, (8300) Neuquén. Teléfono 0299-4401109, E-mail
fsznol@uncoma.edu.ar
IDENTIKIT URBANO. FRENTE Y PERFIL DE NEUQUEN
Sznol, Florinda Eleonora (*)
En las últimas décadas las innovaciones urbanas nos hablan no
sólo de lo nuevo, sino que, al menos en cierto punto, parecen marcar una
dislocación respecto a las ideas (encuentros, identidades, intercambio,
pluralidad) que produjeron y narraron la ciudad moderna.
Nos interesa preguntarnos acerca de cuál es la forma específica
en que -acompañando los cambios socio económicos y culturales del fin de
siglo- se altera la ciudad de Neuquén. ¿En base a qué elementos
intentar dar cuenta de las transformaciones? ¿Hay que fijar la vista en lo más
nuevo ó en las permanencias y aún más, en lo que decae? ¿Estamos frente a una
dislocación que señala cambios radicales (en el orden de los objetos, funciones
y significados urbanos) o frente a novedades profundamente conservadoras?
La ciudad de Neuquén que está emergiendo desde fines de los
años 80, no está disociada de las peripecias históricas y políticas que la
marcaron en su poco menos de un siglo de existencia.
¿CONSTRUIR EN LA CIUDAD Ó CONSTRUIR LA CIUDAD?
Creada sobre un desierto, la ciudad de Neuquén encontró
en este hecho, hacerse de la nada, su primera y orgullosa definición.
Cuando, en 1904, se convierte en capital del territorio del Neuquén, era un
pequeño rancherío diseminado, habitado por troperos, comerciantes y
artesanos.
"Es nueva y de una hermosura original la fiesta que aquí nos
congrega: la consagración de una ciudad futura […]Neuquén será en días no
remotos una soberbia ciudad, foco de artes e industrias poderosas […] y de su
fecundidad, florecerá una sociedad nueva, sana, armoniosa y expansiva". Con
estas palabras, el ministro del interior Joaquín V. González, inaugura la
ciudad.
Poco cambió hasta que, luego de la provincialización del
territorio en 1957, el estado nacional impulsa la explotación de los recursos
naturales provinciales: el pertróleo, el gas y los ríos con miras a la
producción necesaria para el desarrollo de un modelo industrial. El sostenido
crecimiento económico y poblacional de la provincia, se refleja muy
particularmente en la ciudad de Neuquén.
Nunca fue una ciudad agrícola, su crecimiento tampoco estuvo
centrado en la fábrica. El carácter de centro político, administrativo y
comercial que ya tenía en el período territoriano, se afianza al ritmo que crece
la estructura administrativa del estado provincial y se consolida el perfil
productivo básicamente energético.
Desde los años sesenta la suerte de la ciudad está decidida:
será el recinto de la explosión demográfica y edilicia. La ciudad se extiende
por todas partes. La demanda de viviendas era enorme y el estado correspondió
con una gran oferta de planes habitacionales emplazados en forma discontínua
(sobre los sectores norte y noroeste de la planta urbana) y desarticulados de la
zona urbanizada. El elevado porcentaje de baldíos intersticiales -producto de la
especulación- determina ‘barreras urbanísticas’ que encarecen la instalación de
infraestructura, dificultan el flujo de bienes y servicios y la movilidad de las
personas, en una suerte de materialización física de la segregación social.
Para conocer la trayectoria de las políticas estatales
referidas a vivienda popular basta circular por el territorio: conjuntos
habitacionales sin trama, unidades de vivienda colectiva cuya célula reproduce
en pequeño los mitos y ritos de la clase media en su versión a lo pobre. El
funcionalismo arquitectónico disemina horrores que se consideran parte de un
destino inevitable y por ello, en la mayoría de los barrios neuquinos no puede
realizarse ningún ritual: no hay calles, ni café, ni mercado, ni plaza…
"La obra pública se inserta dentro de una ideología precisa
llamada a cumplir determinado papel en la comunidad […], es un proceso de
transformación que comienza en una demanda y termina en un hecho funcional".
Ramón Martínez Guarino en: Temas de la obra pública, documento del Consejo para
la Planificación y Acción para el desarrollo, 1986.
Fuera de ciertas zonas privilegiadas, la ciudad es producto de
la prisa: vender los terrenos antes que los compradores protesten por la falta
de servicios, asegurar la indiferencia o la complacencia de las autoridades,
poseer casa propia aunque por un tiempo carezca de puertas y ventanas. Y esa
prisa acumula sin cesar. La ciudad aprovecha cualquier espacio: la expansión se
materializó en forma discontinua, invadiendo zonas agrícolas, ocupando áreas que
presentan riesgos ambientales, mediante loteos en zonas poco aptas para el uso
habitacional, vulnerando -vía excepciones- las normativas vigentes.
DATOS DEL CRECIMIENTO
Diez años antes de la provincialización del territorio de
Neuquén, la ciudad tenía 7.498 habitantes.
En 1960 tenía 16.738 habitantes, 176.078 en 1991 que
representaban el 15% y el 43% de la población provincial en un trazado de 662 y
2.500 hectáreas edificadas respectivamente.
La ciudad recibió grandes contingentes migratorios de distintos
puntos del país, de Chile y del interior provincial. Ello explica el elevado
crecimiento medio anual que para la serie considerada es del 60.2 por mil.
Entre 1970 y 1990 se construyeron, con fondos públicos, más de
25.000 viviendas para los sectores de menores ingresos que representan, para
este último año, aproximadamente la mitad de las existentes en la ciudad y en
ellas vive casi el 60% de la población. En estos barrios hay, en promedio, 380
viviendas y 1695 habitantes por kilómetro cuadrado.
Neuquén tiene 44 barrios, 13 en zonas de desaconsejable
urbanización, tres más a su alrededor, construídos mediante operatorias
estatales. Desmoronamientos, riesgos de aluviones, crecidas, ascenso de la capa
freática, fenómenos de subsidencia son sólo algunos de los problemas más
comunes.
En la ciudad, el 60% de las viviendas no está conectada a la
red pública de cloacas, y el 63% de la población no tiene asfalto.
POLITICA Y PROYECTO URBANO
Neuquén creció mostrando desprolijamente las exigencias de sus
sectores socio económicos hegemónicos, indicando en pocos edificios el vigor del
estado y depositando el sentido de la ciudad en la credulidad de los sectores
medios. La ciudad será promisoria y logrará el objetivo de su dirigencia…
La fe en el ‘progreso’ (la ciudad más pujante de la
patagonia, Neuquén: una ciudad para todos) desestima cualquier ordenamiento.
El optimismo es tan excesivo que nadie se detiene en pensamientos negativos, hay
problemas pero no son centrales, ya se resolverán… el valor que se pondera es
‘lo nuevo’, ‘lo siempre nuevo’.
En la vorágine, el orgullo estético fue condición prescindible
ante la razón de ser de la ciudad: centro burocrático de un enclave productor de
energía. La ciudad crece, se expande y moderniza huérfana de discurso deseable,
imágenes, ideas, tramas de ciudad futura. No debe extrañar, por tanto, que el
soporte físico donde se asienta, se manifieste como una concatenación
indiferenciada de archipiélagos urbanos, donde la convención poética del habitar
apenas se hace viable. Ello explica porque Neuquén carece de espacios
significantes y porque su arquitectura es una abierta expulsión a toda fantasía
cultural.
Con excepción de algunas propuestas (en la zona céntrica) que
alientan el trato real y simbólico de la sociedad con el espacio, el resto de
las intervenciones urbanas son edificios para educación, salud y seguridad
social que no dotan al territorio de hitos representativos que hagan físicamente
posible el encuentro y el intercambio.
El amplio protagonismo estatal no se manifestó en la
preocupación por el espacio público, la acción política no conformó una argamasa
capaz de promover la integración, acentuando la fragmentación social producto
del modelo económico.
Visualmente la ciudad es desparramo y amontonamiento. En la
catástrofe intervienen varios factores:
- La ausencia de un proyecto urbano. El pensamiento político oficial
aceptó la idea desarrolllista de alcanzar el crecimiento y, como correlato,
el desarrollo. Luego de las viviendas, llegarían las escuelas, el pavimento,
los servicios y el equipamiento. En el camino de su concreción, los
políticos aseguraron su futuro en la política provincial. Junto con los
nuevos habitantes y las casas, los votos garantizaron la permanencia en el
poder.
- Por otra parte, las redes que enlazan el aparato estatal con los
empresarios permitieron edificar en sitios prohibidos, destruir zonas
agrícolas, edificar grandes complejos habitacionales -generalmente de
monoblock- en lugar de pequeños conjuntos de viviendas unifamiliares que
promuevan la integración comunitaria.
- A los sectores populares, con sus urgencias y carencias, nada los lleva
a la apreciación de la belleza urbana. Sólo creen en una meta: hacerse de
una propiedad, la que sea y en función de esa angustia se desentienden de
toda pretensión de armonía.
Es importante señalar que la fuerte imbricación de los grupos
económicos con el estado provincial, adquirió en Neuquén la forma de una fuerza
política, el Movimiento Popular Neuquino (M.P.N.) que gobierna la provincia (con
excepción de los períodos militares) desde 1963 y que, de acuerdo a la
Constitución que rigió hasta 1995, a la primera minoría le corresponde mayoría
absoluta en la legislatura unicameral.
Ya en su primer gestión se esboza el perfil de ‘obra pública’
acompañada por un amplio abanico de políticas orientadas a la reproducción
colectiva que fueron financiadas por el flujo creciente de fondos en concepto de
regalías con que la nación compensa a la provincia por la provisión de gas,
electricidad y petróleo.
Durante todas las gestiones de gobierno del M.P.N. el estado
absorbió las crecientes demandas de una población siempre en aumento,
compensando -en parte- la debilidad de la economía poco diversificada y cuyas
principales actividades, intensivas en el uso de capital, favorecen la
concentración del ingreso conformando un modelo claramente inequitativo en
cuanto a distribución de la riqueza.
Esta orientación estatal, logró la adhesión popular hacia el
partido provincial que al legitimarse en todas las contiendas electorales,
reforzó su autoimagen como el verdadero artífice del proceso de crecimiento
nequino.
LA CIUDAD EN LOS NUEVOS TIEMPOS
A partir de los años 90, bajo el influjo de las políticas
neoliberales, la provincia se encuentra en un proceso de transformación de su
estructura socio-económica tendiente a lograr la ‘modernización’ de la economía
en función de la transnacionalización. Estas políticas incluyen el
desmantelamiento del rol histórico del estado y una marcada tendencia hacia la
concentración de la riqueza y, en consecuencia, la polarización del entramado
social que condena a la marginación y exclusión a amplios sectores de la
población.
La reconversión estructural modifica las bases sobre las cuales
la ciudad se constituyó. El estado abandona su papel de regulador del
territorio, pasando a desempeñar un rol subsidiario de los capitales que sobre
él actúan, posibilitando la inversión privada para la realización de obras de
alto impacto, aprobando la construcción de barrios cerrados, alentando el
padrinazgo en las plazas…
La ciudad banal
Es notorio el avance de la apropiación de la ciudad por parte
del sector social hegemónico. El denominado Alto, la zona bancaria,
financiera y administrativa de la ciudad se enmarca una secuencia de ‘objetos’
que caracterizan la empresa moderna: tiempos cortos de duración en sus usos, de
cambio permanente de imagen que permitan una rápidad renovación y donde el valor
del suelo es el factor encargado de multiplicar los altos beneficios económicos.
En su pequeña superficie, continuamente maquillada, se encuentran los mejores
‘logros’ de la cultura modernizante, los mejores patrones de infraestructura y
equipamiento y los únicos espacios de uso común: calles, plazas, teatros… .
Bajo el prestigio de la americanización se construyen y
proyectan grandes emprendimientos que tienden a manifestar, a través de sus
formas tecnológicas y del carácter ritual de los nuevos espacios consagrados, el
modelo político: grandes centros de compra y de esparcimiento se emplazan en los
vacíos de la ciudad fragmentada.
Las preferencias estatales priorizan zonas ligadas al capital
auspiciando espacios de privilegio para los sectores de altos ingresos. Esto es
notorio al comparar los balneario Municipal y Río Grande. Ambos con acceso
gratuito y a siete cuadras de distancia son visitados por grupos sociales de
ingresos bajo y medio/alto respectiva y casi excluyentemente. Recientemente el
balneario Río Grande fue beneficiado por una serie de obras públicas que
alentaron la iniciativa privada, conformándose en lugar predilecto para el
consumo y el esparcimiento de estos grupos. En tanto, en el balneario Municipal,
apenas se mantienen en regular estado las viejas instalacciones.
Mientras la municipalidad local evalúa autorizar la
construcción de selectos barrios cerrados, no figura en sus propuestas la
construcción de un edificio de importancia que se constituya en lugar de reunión
y reciprocidad. Los emprendimientos puntuales (traslado de la terminal de
micros, edificios para el tribunal de justicia y del consejo deliberante, plan
de recuperación de la costa del río Limay) no se inscriben en un proyecto global
para la ciudad.
El malestar urbano
Hacia el fin de siglo, la ciudad sin prestigio, la del
anonimato y las carencias se ha agigantado. A partir de las políticas de ajuste,
se produce un empeoramiento generalizado de las condiciones de vida de gran
parte de la población. Junto al deterioro generalizado de las remuneraciones al
trabajo, se comprueban altos índices de desocupación y subocupación y procesos
de informalización y terciarización. La ausencia del estado para garantizar
políticas sociales de carácter universalista agrava la inequidad en la
distribución del ingreso.
"Hemos cambiado el enfoque […]Es necesario desterrar el
asistencialismo como forma de hacer política en la provincia de Neuquén. La
función de los gobernantes no es repartir, sino acompañar la solución de los
problemas". Jorge Sobisch (Gobernador de la provincia), Diario Río Negro, 4
de Abril de 1992.
"Este modelo concebido sólo y exclusivamente a partir de la
función del Estado está agotado". Jorge Sobisch, Mensaje a la Legislatura
provincial, 1° de Mayo de 1992.
Víctimas de la "ciudad sin ciudad" muchos habitantes se acojen
al poder de lo posible, aguardando una realidad menos hostil. Los grupos
excluídos que ya no cuentan con alternativas dentro del mercado de trabajo
formal ni en las políticas sociales forman los "asentamientos espontáneos", una
secuencia inhabitable de moradas que pone de manifiesto, las fisuras entre las
promesas de progreso y la realidad social de amplias zonas que -como una
vidriera- exponen sus más variadas traiciones.
La ciudad dualizada asume las proporciones de una ceremonia.
Grandes centros de consumo, shopping, edificios inteligentes, invasión de
entidades financieras con sus arquitecturas de fachada, son metáforas de los
cambios productivos… y en contrapartida, la proliferación de asentamientos
sintetizan la coexistencia y colisión de contrarios dibujando una ciudad más
radical y ¿más definitiva? Estamos frente a una ciudad que acompasa un orden
exclusivo, que ofrece incrustaciones de modernidad en la voluminosa
marginalidad. ‘La ciudad del capital’ es una utopía de orden para pocos, y no es
que el capital no haya tenido siempre una intervención decisiva, es que la menor
presencia estatal facilita una acción sin mediaciones.
DATOS DE LA CATASTROFE
En la ciudad de Neuquén, en 1997 vivían 223.315 personas,
54.000 tienen Necesidades Básicas Insatisfechas.
El desempleo era 4.1% en 1985, diez años despúes 16.7% aunque
en los barrios periféricos la desocupación está muy por encima de esos índices:
25%.
En 1983, 2.000 personas vivían en ‘asentamientos espontáneos’.
En 1996, 1500 familias compuestas por 5 ó 6 integrantes, mayormente sin empleo
ocupaban terrenos públicos o privados. A partir de entonces, se ha procedido a
la regularización de tierras o a la relocalización de los habitantes sin que las
"soluciones habitacionales" brindadas por el estado, signifiquen cambios
importantes en cuanto a las condiciones de habitabilidad en estos ‘barrios’ de
realidad urbana inexistente: falla el transporte, falla el drenaje, no hay
servicios de salud ni educación, son inexistentes los estímulos culturales, no
hay lugar para el sentimiento de bienestar.
"De vez en cuando los gobiernos municipal o provincial -a
veces al calor de una interna partidaria o de una elección- deciden tomar cartas
en el asunto y regularizar asentamientos o crean planes de vivienda por
autogestión. Bajo estas modalidades se pretendió dar por solucionada la
problemática de 16 asentamientos en los que vivían aproximadamente 1500 familias
que se hallan en situación de riesgo social: población joven en su mayoría, sin
trabajo, con un promedio de 4 hijos, altos índices de desnutrición infantil,
violencia familiar". Revista CALF, Año 18, N° 192, 1997.
Entre 1997 y 1999 cerca de 250 familias ocupan terrenos
baldíos, instalados en chozas a las que por cariño les dicen casa, en zonas de
baja o nula aptitud para uso habitacional. Al respecto "no hay una
planificación con una propuesta global para la problemática que defina las
direcciones de cambio deseables". Sergio Lardíes. Reflexión crítica acerca
de una experiencia de gestión planificada. Informe de maestría, Facultad de
Ingeniería, Universidad Nacional del Comahue, 1996, inédito.
El Registro Único de Inscripción a la Vivienda del Instituto
Provincial de Vivienda no recibe solicitudes pero, por entrevistas mantenidas,
se sabe que la demanda actual oscila en 16.000 unidades.
UNA UTOPIA PARA LA CIUDAD
En los últimos años observamos que la ciudad de Neuquén está
socialmente orientada a perseguir, controlar e intercambiar los beneficios
acumulados por las nuevas relaciones de producción.
El estado, falto de recursos y carente de ideología política
sobre la ciudad, permite la triangulación del espacio bajo el determinismo
económico pues, si bien es cierto que el poder político se legitima en las
urnas, quien mantiene la maquinaria de la democracia es el capital en los
círculos financieros.
El capitalismo neoliberal tiende a reducir la construcción de
la ciudad a un criterio pragmático carente de componente utópica, pero no es
igual el avance de la acción mercantil allí donde hubo proyectos que postulen
modelos para el ‘habitar del hombre’, que la explosión de lo nuevo en un
territorio que no tuvo propuestas para contener lo heterogéneo, formalizar los
mitos sociales o los anhelos colectivos de la emergente sociedad.
La ciudad de Neuquén nunca tuvo el vigor de un sueño, creció
agregando casitas y el cuadrado perfecto se transformó en pesadilla cada vez más
inconexa. Actualmente la construcción de la ciudad se teje por una triple
alianza que acentúa la ausencia utópica con la que se ha expandido desde los
años sesenta: la histórica falta de proyecto urbano de su burocracia política,
el economicismo y los aún eficientes imaginarios de los sectores populares.
La ciudad donde se harían realidad los espacios de la
convivencia colectiva se presenta como un bricolage distante de los débiles
esfuerzos que pretendieron convertirla en imaginario por donde decurrir el
progreso. En medio de cifras que presagian nuevos problemas, muy pocos se van.
Para la mayoría, lo peor ya pasó, porque lo peor era inevitable y
entonces por el mero hecho de no irnos (invadidos por la resignación o la
esperanza), sus habitantes nos manifestamos como optimistas.
Sin embargo, frente a la obstinación neoliberal, creemos
imprescindible el desarrollo de una teoría crítica que sostenga que el espacio
no debe legitimarse como mercancía, junto a una política de la ciudad que haga
posible que el territorio sea cada vez menos un negocio privado y más un bien
social.
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