La cartografía en el aula.
Mas que un recurso, un contenido para la enseñanza de una geografía
crítica.
Héctor E.
Ramírez
Profesor Adjunto
Cátedra Espacio y Sociedad-Escuela de Historia-Fac.
Hum.-UNSa
RESUMEN
Durante mucho tiempo se concibió a la geografía y a los mapas como
componentes del mismo campo científico, la geografía implicaba la construcción y
utilización de mapas y los mapas eran la expresión visual de la geografía. Esta
relación era aún más natural en la enseñanza de la geografía, la geografía debía
enseñarse con mapas y el conocimiento primario de los mapas por parte de las
personas se debía a su uso en las clases de geografía. Antes de que el cine, la
televisión y actualmente Internet nos mostraran la superficie de la tierra en su
completitud, nuestra construcción mental del planeta se lograba a partir de la
experiencia cartográfica escolar. Además esa faceta de la experiencia escolar,
era vital para la formación de los ciudadanos; nombrar, señalar en el mapa tanto
los aspectos físicos como humanos del territorio en que se había nacido eran
parte fundamental de la
escolarización. En este trabajo se recorrerán aspectos poco analizados y
reflexionados de la cartografía y de la utilización de los mapas en la escuela,
que recién en los últimos años han sido objeto tanto de reflexión teórica,
epistemológica y didáctica. También será objeto de consideración la utilización
ideológica y política de la cartografía, que sin ser explicitados, siempre
estuvo presente tanto en la enseñanza de la geografía como en la producción
cartográfica profesional e institucional.
The cartography in the classroom. More than a resource, a content
for teaching a critical geographic
Abstract
Maps and geography have for a long time been considered elements
of the same scientific field, in which geography involved the construction and
use of maps, being the maps
the visual support of geography. This relationship used to be even more
common in the teaching of Geography: geography had to be taught through maps,
and people’s primary knowledge of maps derived from its use in Geography
lessons. Even before films, the TV or the Internet showed the entire surface of
the Earth, our mental construction of our planet had been acquired from our
school cartographic experience. Furthermore, this aspect of school experience
used to be considered vital for educating citizens: naming and pointing on the
map the physical and human aspects of the land where one has been born. This
paper goes through some aspects of cartography and the use of maps at school
which have not yet been considered in depth, though lately there has been some
analysis from the theoretical, epistemological and didactical points of view.
The present paper will also consider the ideological and political use of
cartography. These uses have always, though not openly, been present in the
teaching of Geography and in the professional and institutional cartographic
production.
Introducción
Durante mucho tiempo se concibió a la geografía y a los mapas como
componentes del mismo campo científico; la geografía implicaba la construcción y
utilización de mapas y los mapas eran la expresión visual de la geografía. Esta
relación era aún más natural en la enseñanza de la geografía, la geografía debía
enseñarse con mapas y el conocimiento primario de los mapas por parte de las
personas se debía a su uso en las clases de geografía. Antes de que el cine, la
televisión y actualmente Internet nos mostraran la superficie de la tierra en su
completitud, nuestra construcción mental del planeta era realizada a partir de
la experiencia cartográfica escolar. Además esa faceta de la experiencia escolar
era vital para la formación de los ciudadanos; nombrar, señalar en el mapa tanto
los aspectos físicos como humanos del territorio en que se había nacido eran
parte fundamental de la escolarización. En este trabajo se recorrerán aspectos
poco analizados y reflexionados de la cartografía y de la utilización de los
mapas en la escuela, que recién en los últimos años han sido objeto tanto de
reflexión teórica, epistemológica y didáctica, como de consideraciones a cerca
de la utilización ideológica y política de la cartografía, que sin ser
explicitados, siempre estuvieron presente en la enseñanza de la geografía como
en la producción cartográfica profesional e
institucional.
Orígenes de la Cartografía
Si bien se han encontrado evidencias de la utilización de técnicas
de representación del espacio en todas las culturas, es en el proyecto europeo
de la modernidad donde la representación del territorio se integra
coherentemente en la creación y consolidación del estado territorial
moderno.
Antes de que encendieran las primeras luces del proyecto
ilustrado, existían mundos autónomos relativamente aislados como es el caso del
feudalismo. El lugar –los lugares- eran resultados de territorializaciones más o
menos difusas, de relaciones legales, políticas y sociales y le otorgaban a cada
“mundo” cierta estabilidad y autonomía. La organización del espacio era en
muchos aspectos caótica (ir de un lugar a otro implicaba múltiples riesgos) y
daba origen a confusas superposiciones de derechos y obligaciones económicas,
militares, políticas.
El más allá del área extramuros conocida era el dominio de
complejas cosmologías donde se combinaban lo celestial y lo siniestro que las
mentes y los mitos podían imaginar: “el parroquianismo y la superstición
medievales eran el resultado de la percepción psico-fisiológica del espacio”
(Harvey 1998:251) consecuentemente esas cosmovisiones eran transmitidas a través
de historias espaciales plasmadas inclusive en el arte y la cartografía
medievales.
No será hasta principios del siglo XV, que comenzará la ruptura
con la conceptualización y visualización de la imagomundi enraizada en la
tradición cristiana-occidental, que considera al mundo centro del universo y
ubicaba Jerusalén en el centro de los mapas existentes hasta esa época. Estos
son los mapas conocidos como T en O, en los que el Este u Oriente eran ubicados
hacia arriba – de allí la expresión orientarse, es decir ubicar el oriente-
hacia abajo el mapa incluía la península ibérica y el Mar Mediterráneo y en
sentido Norte Sur representaba desde la península escandinava hasta el Nilo. En
lo mas alto del dibujo solía ubicarse el objetivo de la vida medieval; el
paraíso (figura1). A principios del siglo XV, son redescubiertos por los sabios
europeos antiguos escritos que se convertirían en el umbral de la ruptura con
aquella cosmovisión; esta nueva perspectiva epistémica, conllevaría importantes
consecuencias políticas en la conformación del mundo
moderno.
Figura 1:

La
perfección y simpleza de los mapas T-O de la Edad Media. Resultado de la impregnación
del dogma cristiano en todas las esferas de la vida.
Si bien ya en el siglo III A.C. Eratóstenes de Siena, dedujo la
forma esférica de la tierra (Hagget 1998), estimando de manera notablemente
precisa el tamaño de su circunferencia y confeccionó el primer mapa que no
partía de la concepción de la tierra como un disco rodeado por agua, su idea no
prosperó lo suficiente y durante los siglos siguientes esta última concepción,
coincidente con la cosmovisión cristiana del mundo, es la que
prevaleció.
Otro hito trascendental es el mapa de Tolomeo del año 170 D. C.
Tolomeo recuperó los conocimientos matemáticos y astronómicos griegos y los
volcó en su mapa del mundo, el cual se convertiría en obligada fuente para todos
los cartógrafos posteriores. A partir del siglo III la concepción bíblica del
mundo fue la que se impuso, especialmente con el mapa de Lactancio, y
fundamentalmente con la autorizada versión de Isidoro, arzobispo de Sevilla, del
siglo V la cual se impondría, luego de la quema de los testimonios paganos de la
biblioteca de Alejandría por los siguientes mil doscientos años. Otro legado de
este censor científico es el nombre propio “Mediterráneo” a los mares que en
conjunto los romanos denominaban mare nostrum; “nuestro
mar”.
Tolomeo fue reconocido negativamente por su concepción geocéntrica
del universo, más que por sus positivos aportes al conocimiento de la tierra,
entre ellos la utilización de las líneas de latitud y longitud. Justamente, en
lugar de seguir a Eratóstenes en lo referente al tamaño de la tierra, prefirió asignar unos 80 km a cada grado de longitud con lo
que la circunferencia ecuatorial se reducía en más de 10.000 km. Sin embargo
dejó abierta la posibilidad de que el mundo estuviese conformado por mas tierras
que las hasta entonces conocidas, no obstante, el dogma cristiano impuso a la
cartografía la concepción de un mundo cerrado, finito e inmutable; los únicos
márgenes con que trabajaron los cartógrafos serían la ubicación y extensión que
debía dársele al paraíso y el embellecimiento de sus
obras.
Además del disco plano de tierra que debía estar rodeado por solo
un séptimo de agua, otro aspecto de la centralidad impuesta a la cartografía por
la Biblia se
puede apreciar en las características asignadas a los pobladores de los lugares
alejados del “Centro del Mundo” (Jerusalén); etíopes de cuatro ojos, negros sin
nariz e indios con ocho dedos en cada pie. Más allá de Etiopía habitaban hombre
simios con cabeza de perro gobernados, como era lógico, por un rey perro
(Boorstin 1989). La aberración con que era imaginado el mundo más allá de
Jerusalén, el pretendido centro cultural de la humanidad, aumentaba con la
distancia.
Muy especial fue el aporte de Julio Solino -250 D.C.- para la
consolidación de la mirada etnocéntrica y profundamente prejuiciosa que
aportaría la cartografía y también la geografía medieval para con el resto del
mundo (Boorstin 1989). Despreciaban la ciencia pagana, pero no dudaban en
recurrir a su rica mitología para rellenar todo el espacio que quedaba en blanco
más allá de la ecúmene cristiana que la fe no les permitía explorar. Esa
cosmovisión plena de temores y prejuicios hacia lo desconocido mantuvo su
vigencia hasta fines del siglo XIX
Paradójicamente, la iglesia fomentaba el trabajo cartográfico, no
porque estuviera interesada en promover el conocimiento, sino como instrumento
para afianzar el dogma bíblico al sumar un arma más en la lucha contra paganos y
herejes. En estas luchas por imponer la visión teológica del mundo, la
cartografía tuvo sus propios Galileos; es el caso de, por ejemplo Virgilio,
obispo de Salzburgo quien por defender la idea de la tierra esférica, tuvo que
enfrentar en el año 748 un Concilio en Roma donde el Papa Zacarías lo desposeyó
de la dignidad sacerdotal y condenó sus enseñanzas a cerca de la esfericidad de
la tierra por falsas y sacrílegas.
Luego de la ejemplar
condena, inmediatamente, el mismo Papa confeccionó su propio mapa circular con
la versión “correcta” de la tierra (
Peters 1991) advirtiendo
simultáneamente, a aquellos que en secreto especulaban sobre las “antípodas”;
sobre lo cual ya Lactancio había sido categórico: “ ¿puede alguien ser tan necio
como para creer que hay hombres cuyos pies están más altos que sus cabezas o que
hay lugares donde las cosas están colgadas cabeza abajo , donde los árboles
crecen al revés hacia abajo, o la lluvia cae hacia arriba?” (Boorstin 1989:
115). ¿Cómo podían haber seres de la misma raza que Adán más allá del círculo de
fuego que cerraba el mundo por el ecuador?; la fe cristiana consideraba a las
antípodas una herejía y por tanto también a su fundamento: la redondez de la
tierra.
Mientras la iglesia se empeñaba en convencer a Europa de esa
concepción correcta del mundo; en el tolerante mundo árabe florecían las
ciencias y, gracias a sus matemáticos como Al Idrisi, cosmógrafos y geógrafos
como Al Biruni y viajeros como Ibn Batuta quienes podían pensar sin dogmas,
desarrollaron conocimientos geográficos que iban desde el mediterráneo oriental
hasta China.
En realidad, estaban
obedeciendo la voz del profeta tanto cuando este había dicho a sus fieles “busca
la sabiduría hasta China”, pero también le obedecían cuando les decía “Dios ha
separado los dos mares con una barrera que el hombre no debe pasar”
(Boorstin
1989:197) Mucho antes que los
portugueses se atrevieran más allá del cabo de Buena Esperanza, los árabes
comerciaban desde Mozambique hasta Cantón y Corea. Aquí la historia reservaba
una ironía ya que sería Ibn-Majid autor de la más exacta guía náutica del Océano
Índico y patrono de los navegantes árabes quien conduciría en
1498 a
Vasco Da Gama desde Malindi hasta Calicut lo que significaría la derrota de los
árabes en el Índico (Boorstin
1989:197).
Los integrantes de distintas culturas han considerado a la propia
como punto de partida para referenciar el resto del mundo. La disputa de
cristianos y musulmanes por Jerusalén la colocaría en el centro del interés
europeo durante el siglo XI. La cartografía árabe pudo recurrir a su nuevo
centro; La Meca. Los
grandes desarrollos cartográficos, al igual que muchas otras ciencias y artes
tuvieron su epicentro en Alejandría y Oriente Próximo, poco a poco se
incorporaría la costa mediterránea europea, el norte de África, medio oriente y
la India. Si bien el
dogma cristiano impediría desplazarse de esa mirada, el mayor conocimiento de
la Europa
nórdica y central por parte de los cartógrafos medievales perfeccionarían los
mapas de la época, paulatinamente los informes de viajeros por tierras y
continentes extraños fueron tenidos en cuenta en la realización de los sucesivos
mapas del mundo.
Otro pueblo que desarrollo su propia cartografía
independientemente de los conocimientos europeos fueron, por supuesto, los
chinos si bien, a diferencia de los antiguos griegos que dedujeron una tierra
esférica, partían de una tierra plana. La unificación china del siglo III AC.
Requirió del desarrollo de una amplia burocracia, que entre otros aspectos
estaba encargada del relevamiento del extenso territorio, cuyo cabal
conocimiento, al igual que el censo de la población, eran vitales para el
dominio del imperio. El cartógrafo imperial Chang Heng, en el siglo I DC. Había
desarrollado un sistema de líneas perpendiculares –paralelos y meridianos-(antes
que Tolomeo) para hacer el mapa del imperio, trazar los límites de las antiguas
provincias y las que se iban a crear, localizar los feudos, trazar los ríos,
montañas, carreteras, y en definitiva, ubicar a quienes tenían que pagar
impuestos. Hacia el año 800, en la dinastía Tang, los gobernantes disponían de
un detallado mapa de diez por nueve metros a escala precisa de todo el
imperio
China, el Imperio Celestial, era superior a todos los demás,
habían construido su propia ecúmene, su propia Jerusalén, y los emperadores eran
“hijos de cielo” esta cosmovisión –también etnocéntrica- les permitió definir a
sus vecinos como bárbaros. Solo China era una nación civilizada, y por tanto la
única soberana. No necesitaban nada de los demás pueblos, se consideraban
autosuficientes, y el comercio era considerado algo indigno. La conjugación de
estas dos concepciones llevaba los dirigentes a ver al pueblo chino de tal
manera que el resto del mundo tenía muy poco que ofrecerles. Este etnocentrismo
y el hecho de que el confucianismo permitía amplia tolerancia para con otras
religiones tendría consecuencias negativas para los chinos al enfrentarse a la
voracidad de conquistas y riquezas de los occidentales y a su intolerancia
cristiana.
Atlas Catalanes
Aún cuando continuaba vigente en la cartografía el férreo dogma
católico, poco a poco lograba hacerse paso una concepción empírica de los mapas,
especialmente a medida en que se sumaban datos, relatos y confirmaciones por
partes de los navegantes, quienes ampliaban progresivamente el conocimiento del
mundo, a la vez vital para las ambiciones europeas de riquezas y conquistas. En
esta empresa fue de suma importancia el aporte de la escuela mallorquina, en
donde un grupo de cartógrafos judíos, todavía al amparo de la tolerancia del
reino de Aragón en 1370, concretaría en el Atlas Catalán de Abraham Cresques, la
más completa y segura información cartográfica desde Portugal hasta más allá de
la India (Rey 2005). La nueva concepción del trabajo cartográfico empezó a hacer
retroceder -y en muchos casos borrar- a las fabulosas bestias y los seres
antropófagos que habitaban hacia el sur, el horror al vacío era reemplazado por
la leyenda “terra incognita”.
Enrique el Navegante
Portugal, privado de costas en “el mar en medio de la tierra”
luego de cierta estabilización política y de sus fronteras hacia 1250, quedó
volcado hacia el aterrador Atlántico y hacia el misterioso continente “donde no
hace frío” [África]. Progresivas incursiones sobre esa masa de tierra del cual
solo lo separaba el estrecho de Gibraltar, pondrían en conocimiento de los
portugueses las inmensas posibilidades de apropiación de riquezas que ese
continente y más allá les deparaban. Esto empujaría a la corona portuguesa a una
empresa de larga duración la cual llegaría a su punto culminante con la creación
a inicios del siglo XV por parte del príncipe Enrique de la escuela cartográfica
y de navegación ubicada en el mítico promontorio sagrado
[Sagres].
El orden feudal europeo poco a poco empezará a ser desestabilizado
y desestructurado a través del intercambio y la monetización. En un primer
momento este intercambio se produce entre comunidades cercanas, pero luego el
intercambio se autonomiza de los lugares y se convierte en comercio con cada vez
mayor alcance espacial. Esta progresiva expansión empezará a limpiar de
imaginación geográfica los territorios y reemplazarla por representación
objetiva. A mayor escala, los sucesivos viajes de “descubrimiento” darán lugar a
un poderoso flujo de conocimientos sobre un vasto mundo, aunque finito,
cognoscible.
Mientras que en la sociedad se va imponiendo el insaciable lucro
basado en la continua expansión y generalización del comercio, se hace
necesario, justamente para que el comercio no se detenga, contar con información
geográfica precisa y actualizada. Poco a poco, esa información se va a ir
plasmando y utilizando en forma de mapas. Aquí la exactitud y “objetividad” de
la información representada, progresivamente, se convertirán en requisitos
rigurosos de la naciente cartografía, no obstante esta necesidad, el cambio
sobre las concepciones sociales del tiempo y del espacio sucedió muy
lentamente.
La perspectiva
Otra necesidad
renacentista, la de construir edificios cada vez más grandes, especialmente
catedrales, incentivó la creatividad de matemáticos y geómetras, que empezarían
a “calcular” y a diseñar en “planos” las estructuras y las formas de las
catedrales en reemplazo de los procedimientos constructivos por aproximación
utilizados hasta entonces
(Burucuá-Glatsman 1996). No tardaría demasiado
en trasladarse los principios de la perspectiva a la confección de mapas; la
vista a vuelo de pájaro y la desproporción entre los elementos representados,
fueron reemplazadas por puntos de vista ubicados mas allá de la percepción
sensorial y por la escala matemática, otorgándole al espacio una representación
geométrica y sistemática. Con este aporte, que se enmarca dentro de la búsqueda
de racionalidad y objetividad del proyecto ilustrado, los mapas adquirirían las
cualidades modernas de objetividad, factibilidad y practicidad que los
convertirían en imprescindibles instrumentos para la determinación de derechos
de propiedad, trazar con precisión las rutas comerciales y para la planificación
de las campañas bélicas: desde aquí representar y conquistar el mundo se
fundirían en un solo objetivo (figura29): “Los mapas, despojados de todos los
elementos de la fantasía y de la creencia religiosa, así como de toda huella de
la experiencia comprometida en su producción, se habían convertido en sistemas
abstractos y estrictamente funcionales para el ordenamiento fáctico de los
fenómenos en el espacio. La ciencia del diseño de mapas, y las técnicas de
medición catastrales los convirtieron en descripciones matemáticamente
rigurosas. Ellos definían los derechos de propiedad de la tierra, las fronteras
territoriales, los dominios de la administración y del control social, las rutas
de comunicación, con creciente precisión. También permitiría que la población de
la tierra, por primera en la historia humana, se ubicara dentro de un marco
espacial único” (Harvey 1998: 272).
Figura 2:

Planisferio de Abraham Ortelius de 1570 La imagen del mundo como
teatro. Las modernas técnicas de proyección abrirían las posibilidades de su
conquista.
Estados y Cartografía
Estas nuevas
posibilidades de control de lo que nace, vive, muere en la tierra, no tardaría
en ser capitalizado por los incipientes estados europeos tanto como para hacer
la guerra como para proceder al relevamiento catastral, conocer la base fiscal
del Estado, distribuir el poder económico, facilitar el comercio dentro del
territorio, fijar los límites de este y promover el comercio con los territorios
vecinos, o conquistarlos si esto era factible. Esto requería del desarrollo de
varios aspectos inherentes a la “estatidad”: consolidación institucional del
aparato administrativo centralizado, organizar y/o construir la infraestructura
en los territorios como forma de demostrar la real dominación, diseño e
implementación de estrategias de expansión, tanto defensivas como ofensivas y
finalmente, pero no menos importante, legitimación material y simbólica tanto
interna como externa de la soberanía del Estado (Escolar 1997). Si bien este
proceso comienza a desplegarse conjuntamente con el periodo de los estados
absolutistas europeos, esa forma de gestión se consolidaría en los
estados-nación (democráticos o dictatoriales) modernos en todo el mundo: por
tanto todos los estados reproducirían y desplegarían la misma lógica
territorial, todos los grupos sociales o “pueblos” “exitosos” en ese proyecto se
verían involucrados en las mismas coordenadas espacio-temporales de la
modernidad ilustrada primero y del capitalismo posteriormente; el tiempo[social]
sería sometido al reloj y el espacio [social] al mapa para ambos ser puestos a
producir, de manera sincronizada y conjunta. Todas las burocracias estatales
conformarían oficinas de catastros, censos [estadísticas] y cartográficas; si
bien las dos primeras áreas actualmente suelen encontrarse en los ministerios de
economía, muchos países adoptaron el modelo Ratzeliano
(Taylor 1994) de la relación
estado-territorio y militarizaron la generación y publicación de los
conocimientos geográficos-cartográficos del país en sus ejércitos al considerar
dichos conocimientos estratégicos y por tanto secretos de estado
(Quintero 2006). Se puede afirmar
entonces que hay una relación significativa entre poder y cartografía, como así
también podemos reflexionar sobre la cartografía del poder
(figura3).
Cartografía en Argentina
La
República
Argentina es uno de los países
que siguió ese modelo militarizado de proyecto cartográfico oficial,
monopolizando la producción de mapas que representan su territorio divulgando un
único discurso territorial legitimo, a la vez que convertía dicha tarea
científica en misión patriótica
(Lois 2004). Al igual que en el
resto del mundo, la producción de mapas debe entenderse como parte de las tareas
que los estados desarrollan para diseñar los instrumentos y símbolos necesarios
para la generación de los sentimientos de identificación y pertenencia del
“pueblo” con la “nación” y el “territorio”
(Anderson 1993).
Figura 3:

Los cambios políticos resultado de la Revolución Francesa
requerían una nueva concepción y representación del espacio. El mapa de arriba
incluye las divisiones territoriales vigentes durante la monarquía. En 1789
la Asamblea
Nacional propone una nueva división del territorio; Los
departamentos, con la finalidad de romper los vínculos políticos
tradicionales.
El Estado argentino creó en 1904 el Instituto Geográfico Militar a
partir de la
Oficina Topográfica Militar fundada en 1879 durante las
campañas del general Roca a los “Territorios Indígenas del Sur”. Como es sabido, el Estado Argentino fue exitoso tanto en la
anexión de la
Patagonia como del Chaco Austral (figura 4). Luego de la
ocupación militar de estas extensas áreas y de proceder a la demarcación exacta
de los nuevos límites con los países vecinos a través de complejas negociaciones
diplomáticas y arbitrajes de terceros países, tarea casi completada hacia
comienzos del siglo XX, Argentina incorporó a su dominio 1,2 millones de
kilómetros cuadrados
(Benedetti 2003). Sin embargo, como
también es sabido, el discurso emanado del organismo cartográfico- también de la
geografía- difundió la idea que la Argentina era la heredera
“legitima” del Virreinato del Río de La Plata y que “sufrió desmembramientos”
merced a las apetencias expansionistas de sus vecinos. Esta forma de interpretar
la historia del territorio argentino era compartida, por la historia “oficial”,
y por la geografía “oficial” divulgada y escolarizada por el Instituto
Geográfico Militar; así como la historia argentina era iniciada aún antes del
Virreinato del Río de La
Plata, la geografía y la cartografía compartían,
coherentemente, la misma fecha de nacimiento; es decir mucho antes de
la
Constitución del Estado Argentino
(Romero 2004).
Figura 4:

La
geografía tradicional trabajó con una imagen congelada, a-histórica del
territorio, producto de cierta concepción militarista, que poco a poco es
reemplazada por su problematización como construcción política y
social.
De esta manera, nada impedía que al escribir la historia de la
institución referida, sus autores referenciaran los antecedentes de la
cartografía argentina en los exploradores del siglo XVI que ya habían recorrido,
el contorno de “nuestras costas” (Lois 2004). Por otro lado se identificaba, en
esas formas discursivas, el territorio pretendido, con la geografía como
discurso científico, que se plasmaban objetivamente en los mapas; acción
estatal, cartografía y geografía quedaban legítima e indisolublemente unidas
(Zusman- Minvielle 1995). El instrumento legal que rige la publicación de mapas
en nuestro país, el cual obliga a solicitar autorización al IGM para publicar
cualquier mapa que represente el territorio argentino, la ley 12696 tiene sus antecedentes en decretos de las primeras décadas del
pasado siglo, con los que, para evitar “desfiguraciones intolerables”,
“arbitrariedades”, “mutilaciones” o “representaciones incompletas” del
territorio empezó la regulación estatal de la producción cartográfica (Lois
2004).
Esto primero alcanzaba solo a los libros escolares, luego hacia
1950 el poder de censura alcanzó a toda publicación con mapas hasta incluir
,además de los territorios en disputa con el Reino Unido, áreas como la
Antártida, donde la cuestión de la soberanía aún está irresuelta en los foros
internacionales
Algunos mitos de la cartografía
A
diferencia de otros discursos textuales o gráficos, que son leídos y analizados
con múltiples recaudos gramaticales, sintácticos, semánticos estéticos, dando
incluso referencias al contexto político, histórico, social, ideológico en que
han sido producidos, los mapas son leídos y utilizados de manera absolutamente
lineal y a-critica, como si se tratara de un mensaje totalmente transparente,
sin que nos merezca desconfianza alguna y dando por evidente, objetiva, y real
la información que transmite; el mapa es tratado como un espejo no problemático
de la naturaleza (Quintero 2000). Al ser concebido y utilizado de esa manera,
los mapas han fundado algunos mitos
sobre el espacio y la superficie terrestre (Peters 1991). Quizás entre
los mas difundidos se encuentren el planisferio en proyección Mercator, la
ubicación del norte hacia arriba del mapa y el meridiano de Greenwich (figura
5). El planisferio Mercator data de comienzos del siglo XVI y fue diseñado por
el cartógrafo Holandés, primero para romper definitivamente con la concepción
bíblica de la tierra y luego como instrumento de navegación marítima, al
encontrarse el Norte siempre directamente sobre la vertical, y al representar el
Atlántico Norte en su totalidad, área de interés en la época, dejaba los bordes
del mapa para las áreas con menor interés o que aún no habían sido exploradas en
detalle. El objetivo de mantener constante la ubicación del norte, derivó en la
disposición paralela de los meridianos, obligando a mantener hacia los polos, la
misma extensión de los paralelos que en el Ecuador. La extensión real de 1 grado
de longitud es de 111
km. en el Ecuador -0 grado de latitud-;
78,8
km. a los 45 grados de latitud; 55,8 km a los 60 grados de
latitud. En los polos, a los 90 grados de latitud, la extensión de un grado de
latitud es cero. Esto redunda en el mayor problema de la proyección Mercator;
las deformaciones de las distancias y las superficies hacia los polos, además de
otras distorsiones igualmente importantes tales como la posición “central” de
Europa con respecto al resto del mundo y al no dividir mediante la línea
ecuatorial el mundo en partes iguales lo que deja para el hemisferio sur solo el
tercio inferior del mapa, transmitiendo visualmente la preeminencia del norte.
Aquí aparece el otro mito: la de la ubicación “natural” del Norte hacia arriba y
el Sur hacia abajo. Debe recordarse que en los mapas antiguos se colocaba el
Este hacia arriba; de allí la palabra “orientar”. En realidad no hay aspectos
geodésicos o astronómicos que obliguen a dibujar todos los mapas del mundo de
esta manera (Raisz 1970) esto no es sino el resultado de convenciones impuestas
por los estados europeos al resto del mundo desde fines del siglo XIX, es decir
durante el imperialismo primero y luego a través de las sociedades geográficas y
cartográficas, instituciones estatales copiadas a partir de los modelos de las
potencias europeas.
Figura 5:

El
planisferio Mercator de comienzos del siglo XVI continúa siendo de uso masivo en
las escuelas. Construido como instrumento de navegación marítima, conlleva
varias deformaciones resultado del sistema de proyección; el área destinada a
los hemisferios Norte y Sur, y la proporción entre los continentes se exagera a
medida que se alejan del Ecuador. Además de la ubicación central de
Europa.
Sus respectivos congresos internacionales progresivamente fueron
imponiendo y legitimando una única manera de representar el mundo. La
utilización del meridiano de Greenwich como meridiano “Principal” es otro mito
impuesto por el planisferio Mercator. Las coordenadas geográficas que permiten
ubicar con exactitud localizaciones en la superficie terrestre son la latitud y
la longitud; la latitud de un lugar se determina por su distancia al Ecuador, el
cual es una línea imaginaria dictada por el movimiento de rotación de la tierra
alrededor de otra línea imaginaria que une los polos y es llamada eje de
rotación. Este aspecto astronómico de la tierra convierte al Ecuador en el
paralelo principal. No sucede lo mismo con los meridianos; estos tienen que ver
con la determinación del mediodía solar –la mitad del día- de un lugar y aquí
volvemos a unicidad de espacio y tiempo; para determinar la longitud a la que se
encuentra un barco es necesario determinar con exactitud ese mediodía en dos
lugares al mismo tiempo; el de la posición del barco y el de un lugar que se
toma como referencia, la diferencia horaria entre ambos puntos nos indica la
longitud del punto en que nos encontramos. Por eso no se podía determinar la
longitud hasta que no se construyeron cronómetros de precisión, esto fue en 1750
aproximadamente en que un relojero inglés propuso dicho método, contra la ortodoxia académica de la época
(figura 6). Hasta avanzado el siglo XIX cada potencia europea tomaba como
meridiano de referencia el de su observatorio astronómico principal para la hora
oficial, para la determinación de la longitud de los barcos mercantes desde 1634
se utilizaba el meridiano de la Isla de Hierro-la más occidental de Las
Canarias
(Peters 1991); primero la
expansión de los rieles obligaría a la sincronización continental de los relojes
y luego la conferencia internacional de la hora realizada en Washington en 1884
impuso, con la presencia de veintidós países, la adopción del meridiano de
Greenwich como hora de referencia mundial. Por tanto la línea que pasa por
Londres fue impuesta al mundo como la longitud cero. Para ese momento, el
servicio oceanográfico inglés había confeccionado más de cuatro mil mapas de
todo el mundo orientados a partir de Greenwich, demostrando la hegemonía
británica tanto en los mares como en los mapas.
Figura 6:

Harrison, el carpintero-relojero que se enfrentó a los científicos
de su siglo –el XVII- como Newton y Halley al proponer un reloj como instrumento
para medir la longitud. En el retrato posa con su HN-1 en la mano derecha. El
cronómetro, con un error inferior a un segundo en un mes, y pese a la
resistencia de los académicos, se impondría en la batalla del mayor desafío
científico de su siglo.
Con estas características “mitológicas” de los mapas; naturalidad
de líneas imaginarias, naturalidad del norte arriba y del sur abajo, naturalidad
de Europa en el centro del mundo, se legitimó la percepción que del mundo
tenemos a través de ellos; el mapa de Mercator nos mostraba el mundo fiel y
objetivamente, inclusive a pesar de existir otros planisferios, que sin
pretensión de objetividad, descentran la representación hegemónica, como el
planisferio de Arno Peters de la década de 1970 en el que el Ecuador si divide
el mundo en dos hemisferios iguales al ubicarse en la mitad del mapa y en donde
las proporciones entre continentes se acerca más a sus dimensiones reales
(figura 6). En suma podemos concluir que la cartografía poco se interrogó a si
misma, a cerca de su lenguaje, de sus instrumentos, o por el lugar desde donde
habla (M EC y T 2002)
Figura 7:

Planisferio Peters. La
línea del Ecuador se ubica en el medio del mapa, Europa retoma su real
proporción con respecto a Sudamérica, al igual que Groenlandia y la península
escandinava comparadas con China.
Los mapas en el aula
Los mapas son el
recurso didáctico por excelencia en la enseñanza de la geografía; señalar
montañas, indicar “correctamente” el curso de un río, la ubicación de países,
sus capitales, trazar las líneas imaginarias principales. Estas son algunas de
las actividades que se realizan con mapas en las aulas, además de funciones
ilustrativas de los temas estudiados (D´Angelo 2004). Esto se relaciona con los
fundamentos teóricos en que se apoya la concepción tanto de la geografía como de
la cartografía como campos de conocimientos: la ubicación y descripción objetiva
de los elementos físicos y humanos que se encuentran sobre la superficie
terrestre (Quintero
2000).
Las prácticas de enseñanza aún vigentes en las aulas conciben a los mapas como
producto científico incuestionable basado en la pervivencia de la visión
positivista de la realidad, especialmente de la realidad geográfica. Todavía no
se incluye el análisis del mapa como un texto, como discurso social con las
características que se han venido analizando en este trabajo, quizás lo más
elemental es el hecho de que el mapa no tiene la capacidad de reproducir todos
los fenómenos observables en la superficie terrestre y por ello el cartógrafo
debe seleccionar los elementos a representar, codificarlos -mediante
procedimientos de abstracción- para hacerla comprensible y legible a través del
diseño de la imagen y la escala y proyecciones adecuadas.
En este último aspecto, quizás se encuentre uno de los aspectos
que mas atención merece la utilización didáctica de la cartografía; la
utilización hegemónica de la proyección Mercator y sus consecuencias en la
percepción del mundo que los alumnos construyen. El otro aspecto es el de
naturalizar la relación entre Estado y cartografía, transmitiendo implícitamente
la legitimidad de esta relación, infiriendo a su vez, la imagen “correcta” de un
territorio y, consecuentemente, deduciendo la “inexactitud” de los mapas de los
“otros”; en algunos casos, llegando a invalidarlos, por no ser “oficiales”. Debe
decirse con respecto a este tema que todos los estados actuales utilizan los
mapas y la cartografía como un medio y un campo de disputa de territorios
(Rekacewicz 2005).
Utilización de mapas en las aulas
MODELO TRADICIONAL
CONTENIDOS A
ENSEÑAR
FUNCION DEL MAPA
DISTANCIA
RELACIONAR INFORMACION
COORDENADAS
UBICAR OBJETOS
LOCALIZACION
DIRECCION
Supuesto didáctico:
El mapa refleja fielmente la realidad y la información que
contiene no se problematiza
MODELO CRÍTICO
CONTENIDO A ENSEÑAR
FUNCION DEL MAPA
DISTANCIAS
TEXTO
A DECODIFICAR
LOCALIZACION
COORDENADAS
DISCURSO A SER INTERPRETADO
CARTOGRAFIA Y ESTADO
EXPLICAR
EL CAMBIO DE
ESCALA
SIGNIFICADO cambiante según LAS PROYECCCIONES
CARTOGRAFIA Y PODER
CARTOGRAFIA Y CONFLICTOS
Supuesto didáctico: Los mapas son la representación de una
representación del mundo, no es el mundo. El contenido del mapa es resultado de
un complejo proceso de selección de información, su codificación. En su diseño
intervienen factores geométricos, matemáticos, semánticos, políticos e
ideológicos
Reflexiones finales
Una concepción constructivista y crítica tanto de la ciencia en
general como de la enseñanza, nos debe llevar a extenderla e incluir dentro de
estos supuestos a todos los recursos que utilizamos durante la enseñanza;
conceptos, procedimientos, ejemplos. Esto nos permitiría por un lado, convertir
a los mapas y a la cartografía como campo de conocimiento y producción
científica en objeto mismo de problematización, relacionándolos con los aspectos
sociales que les da origen; objetivos económicos, políticos, ideológicos etc.
Por otro lado, nos permitiría hacer significativa su utilización áulica,
proponiendo la comparación entre sistemas de proyección, cambios de escala.
Pueden incluirse contenidos que vayan más allá de la lectura de los símbolos y
colores convencionales, como por ejemplo poder trabajar a cerca de cuando, quien
y para qué hizo tal mapa. Esto nos permitiría convertir a los mapas en una
importante herramienta para la construcción de significados socialmente
relevantes.
Bibliografía:
D´Angelo, M. L., et al. (Dir.) (2004). Problemas y
propuestas en la enseñanza de la geografía. El uso de materiales cartográficos.
Santa Fe: Editorial de la Universidad
Nacional del Litoral.
Hagget,
P. (1988). Geografía. Una síntesis moderna
Barcelona: Ediciones Omega
Harvey, D. (1998). La condición de la posmodernidad.
Investigación sobre los orígenes del cambio cultural. Buenos Aires: Amorrortu
Editores.
Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología,
República Argentina (2002).
Reestructuración capitalista y transformaciones territoriales. Curso de
capacitación docente en Ciencias
Sociales.
Peters,
A. (1991). La nueva cartografía.
Barcelona: Vicens Vives editores.
Raisz, E. (1970). Cartografía general. Barcelona:
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Sobel, D. (1997). Longitud. Madrid: Editorial
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Taylor, P. (2002). Geografía política;
Economía-mundo, Estado- Nación y localidad. Madrid: Trama
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Zusman, P., Minvielle, S. (1995). Sociedades
geográficas y delimitación del territorio en la construcción del Estado-Nación
argentino.
Ponencia presentada en el V encuentro de geógrafos de América Latina, La Habana,
Cuba.
Ponencia presentada en el XII Encuentro Internacional
Humboldt "El Capitalismo como Geografía", La Rioja, Argentina - 20 al 24 de
setiembre de 2010.