Aprendiendo a enseñar: de alumno a futuro docente.
Rescatando experiencias y problemáticas frecuentes en alumnos
practicantes del Profesorado en Geografía y E.G.B
Prof. Picciani, Ana Laura
Universidad Nacional
de Río Cuarto
Resumen
La fase
de iniciación o inserción profesional en la enseñanza involucra
desafíos.
Estos desafíos
comienzan a
presentarse por medio de dudas y
tensiones, debiendo el profesor novel adquirir
un adecuado conocimiento y competencia profesional en un breve período de
tiempo. Las tareas básicas
que debe desempeñar el principiante, y que muchas veces se convierten en
exigencias, llevan a cuestionar el rol del docente por parte del nuevo
profesional. Cuestionamientos que, de no ser respondidos y/o resueltos a tiempo,
pueden incidir en aquellas actuaciones didácticas potencialmente favorecedoras
de la motivación y la creatividad de sus alumnos, así como de la propia.
A través del relato de experiencias de los llamados “alumnos
practicantes” y opiniones de profesionales y encargados de las áreas de
enseñanza de la didáctica, se intentará lograr una aproximación acerca de cuáles
son los sentimientos y expectativas que experimenta el futuro profesor y, -de
acuerdo a la mirada del experto-, cuales son los principales obstáculos y
errores que comete el docente principiante al entrar en escena; insistiendo en
la responsabilidad que asume el formador de formadores ante la realidad “de que
mucho del aprendizaje de los profesores ocurre sin ninguna formación
intencionada y que las experiencias educativas de los mismos conforman sus
conocimientos (…) el pensamiento práctico necesario para la profesión no se
enseña, se aprende” (Imbernón, F.1998).
Summary
The phase of initiation or professional insertion in the education
involve challenges.
These challenges begin to present by means of doubts and tensions,
owing the novel professor purchase a felicitous knowledge and professional
competition in a brief period of time. The basic tasks that has to exert the
apprentice, and a lot of times convert in demands, carry to question the role of
the docent by part of the new professional. Themes that, of not being answered
and/or resolved to time, can be an influence in those didactic performances
potentially favoring of the motivation and the creativity of his students, like
this as of the proper.
Through
the narrative of experiences of the called “students practitioners” and opinions
of professional and attendants of the areas of education of the didactic, will
try attain an approximation about
which are the feelings and expectations that experiences the future professor
and, -of agreement to the look of the expert-, the main obstacles and errors
that commits the docent apprentice when going in scene; Insisting
in the responsibility that assumes the expert in front of the reality “that a
lot of the learning of the professors occurs without any intentional training
and that the educative experiences of the same conform his knowledges (…) the
practical thought necessary for the profession do not teach ,
learn.
Problema, fundamentación y propósito
Al
estudiar una carrera docente existen muchas cuestiones que no son contempladas
en el trayecto de los primeros años. Sí, por el contrario, al final de la misma:
cuando el rol que se quiere cumplir –saber enseñar- se encuentra cada vez más
cerca de llevarse a la práctica y debe, además, ser demostrable.
Aprender a enseñar, o bien, la fase de iniciación o inserción
profesional en la enseñanza, constituye una etapa que se caracteriza por ser, en general, un
proceso de intenso aprendizaje —del tipo ensayo-error en la mayoría de los
casos—, determinado por un principio de supervivencia y por un predominio del
valor de lo práctico; mediante el cual los nuevos profesores aprenden e interiorizan
las normas, los valores, las conductas que identifican a la cultura escolar en
la que se integra y, sobre todo, a enseñar.
(Imbernón 1998:60)
lo define como un proceso para nada simplista: “Es
una etapa de socialización, en la que el nuevo profesor se integra como miembro
activo y participante en el colectivo profesional, constituyendo así un proceso
dialéctico entre la actividad profesional nueva y las influencias socializadoras
del contexto en el que se sitúa esa actividad”.
Hablar de la carrera docente no es más que reconocer que los
profesores, desde el punto de vista del "aprender a enseñar", pasan por
diferentes etapas que representan exigencias personales, cognitivas,
profesionales, organizativas, contextuales, psicológicas, etc., específicas y
diferenciadas.
El período de inserción profesional se configura como un momento
importante en la trayectoria del futuro profesor porque, ni más ni menos, los
futuros docentes deben realizar la transición de estudiantes a profesores. Por
ello, surgen todas aquellas dudas y tensiones –en un principio no contempladas-,
debiendo adquirir un adecuado conocimiento de tipo procedimental práctico, y
competencia profesional, en un breve período de tiempo. En este primer año, los
profesores son principiantes, y en muchos casos, incluso en su segundo y tercer
año, pueden todavía estar luchando para establecer su propia identidad personal
y profesional.
¿Cómo “se hace” para demostrar que sabe enseñar- requisito de
aprobación en los trayectos de práctica docente-, cuando es esta experiencia, la
primera en posibilitar un acercamiento entre el “profesor novel”- o estudiante,
futuro docente- y el educando?
El
objetivo de este trabajo es reflexionar acerca de los principales desafíos con
los que se encuentran los futuros profesores a la hora de dar el gran paso.
Aportando así
una mejora en la reflexión y en el entendimiento sobre la situación
del “profesor nuevo”, desde el presupuesto de que es
imprescindible cuidarlo, en todo sistema educativo, sí se
quiere que el mismo llegue a ser
una herramienta de transformación social.
A
través de relatos de experiencias por parte de los llamados “alumnos
practicantes” del
Profesorado en Geografía de la Universidad Nacional de
Río Cuarto y del Profesorado en E.G.B del Instituto Terciario “Monseñor
Orzali”.; y opiniones expuestas por profesionales y encargados de las áreas de
enseñanza de la didáctica del Profesorado de Geografía de la Universidad
Nacional de Río Cuarto, se intentará lograr una aproximación
acerca de cuáles son los sentimientos y expectativas que experimenta el futuro
profesor y, -de acuerdo a la mirada del experto-, cuales son los principales
obstáculos y errores que comete el docente principiante al entrar en
escena.
Marco teórico
En el presente trabajo se entenderá por “profesores
principiantes”, “nóveles”, “nuevos”, “alumnos practicantes” o “futuros
profesores”; a aquellos alumnos que encontrándose en el último año de la carrera
de grado de Profesorado en Geografía o de estudios Terciarios de la Enseñanza General
Básica, deben demostrar en la práctica
que saben enseñar.
También se considerará al “formador de formadores” cómo a aquel
profesional que asesora y supervisa a los futuros docentes a lo largo de las
prácticas que integran su formación inicial.
Los profesores principiantes tienen dos tareas que cumplir: deben
enseñar y deben aprender a enseñar.
Independientemente de la calidad del programa de formación inicial
que se haya cursado, hay algunas cosas que sólo se aprenden en la práctica y
ello repercute en que la primera vez sea una instancia de supervivencia,
descubrimiento, adaptación, aprendizaje y
transición.
Los llamados alumnos practicantes se ven a ellos mismos en
situación de evaluación permanente, y esto, como consecuencia, genera emociones,
y el peso de las mismas -durante el trayecto- puede jugar a favor o en contra.
Esta situación plantea que aprender a enseñar una ciencia no sólo implica
autorregular las ideas cognitivas y las prácticas de enseñanza sino también las
emociones que se generan en tal situación evaluativa; y la forma en que éstas
intervienen en las instancias de actuación del futuro
docente.
Las principales tareas, (constituyen a su vez competencias y
capacidades a alcanzar), que tienen que enfrentar y desarrollar los profesores
principiantes son las de conocer la propia disciplina y estructura de la misma:
“exigencia científica y epistemológica”; adquirir conocimientos sobre los estudiantes: “exigencia
psicológica”; sobre la propia personalidad del docente: “autoestima”; sobre el currículo, su diseño y
aplicación: “formación didáctica”; sobre la
institución en la que se desempeña y por ende sobre el contexto
socio-político-económico; y crear, a su vez, un ambiente de aprendizaje en
el aula, y desarrollar una identidad profesional. Todos estos factores hacen que
se piense la práctica como un proceso natural y necesariamente de ensayo –error, propendiendo al
futuro docente como un agente donde, progresivamente, vaya primando el ensayo
certero por sobre el error.
Desafíos que se presentan a la hora de llevar a cabo cada una de
estas tareas.
Con
respecto a la exigencia científica y epistemológica, podría afirmarse que se ha
instalado la creencia de que para enseñar lo único que se requiere es conocer lo
que se enseña: el contenido o materia a enseñar.
Muchos
docentes consideran que con tener bien afianzados los conceptos de su asignatura
ya basta y sobra, pero la enseñanza no sólo implica esto. Existe la necesidad de
formar docentes que conozcan los contenidos de las asignaturas académicas que
enseñan, pero que también tengan suficiente conocimiento de la
pedagogía y la
didáctica para enseñarles a los estudiantes a aprender. La discusión se centra
en cómo enseñarle al docente a utilizar con sus estudiantes los conocimientos
teóricos adquiridos durante su formación.
Esta
creencia mencionada ha llevado aparejado un déficit de consideración social
respecto al valor y complejidad que la tarea de enseñar representa. Pues bien,
parece que para ejercer como formador cualquiera puede valer, muestra de ello
sobra al encontrar en aulas de nivel medio especialista en alguna disciplina o
profesionales sin formación en el ámbito educativo.
“Lo demás”, como lo es la formación pedagógica, se da como algo
natural, como aquello que sobrevendrá con sólo esperar a que transcurran los
años de experiencia.
Pero en realidad, conocer la
disciplina que se enseña implica a su vez tomar un posicionamiento, es decir, tener en claro desde que paradigma de la ciencia a la
que se pertenece se va a orientar la práctica - que no implica que sea uno solo,
se puede recurrir a todos pero siempre habrá uno que conduce el proceder – y qué
paradigma didáctico-pedagógico prevalecerá y permitirá llegar al alumno para que
éste realmente logre construir un nuevo conocimiento. Es decir, aquel
instrumento que facilitará el acceso al saber de una
disciplina.
Quizá no va a ser
fácil de definirlo inmediatamente ya que implica, como bien se mencionó
anteriormente, un
proceso de práctica, un proceso de ensayo- error.
De esta
manera los futuros docentes al pasar de su etapa de alumno a la de iniciación a
la práctica, de la enseñanza tienen la sensación de que “chocan con una realidad práctica y compleja: la vida cotidiana del
centro y del aula, en la cual hay que estar tomando decisiones constantemente,
pero sin tener unos parámetros de actuación a los cuales acogerse ni una
formación que les facilite la reflexión sobre su actuación práctica
diaria” (Imbernón; 1998); caen en la cuenta de que durante su propio
proceso de aprendizaje se hizo demasiado hincapié o se apostó a una enseñanza
más de tipo teórica, en su mayoría dejándose de lado la cuestión práctica, en otras
palabras, el alumno aspirante a profesor, practicó o ensayó muy poco su
habilidad y capacidad de transmitir a otra persona – su futuro alumno- lo que
aprendió.
Es por ello que el egresado cuestiona la formación obtenida en
la
Universidad (no así en institutos terciarios no universitarios,
donde las aproximaciones al aula se van concretando en talleres progresivos
desde el primer año de la carrera o en distintos niveles de prácticas- Práctica
I, Práctica II, etc.), por ser demasiado teórica y facilitarse de manera muy
parcializada y fragmentada, ofertando solamente conocimientos y menospreciando
la formación práctica que hace al aprender a enseñar. Así, el educador es
formado por el modelo curricular positivista, donde se llega a delimitar dos
situaciones fragmentadas, diferentes y hasta contradictorias: primero la teoría
y luego la práctica. Eso significa que, una vez egresado, tiene que construir
una concepción pedagógica muy distante de la teoría adquirida en la Universidad, originando
un complejo empirismo que lo desfasa de su realidad
educativa.
Los
planes de formación de profesores presentan un fuerte acento en las disciplinas
de la especialidad, ocupando las asignaturas pedagógicas -aplicadas a cada ciencia,
como Didáctica de la
Geografía, Didáctica de las Ciencias Sociales y otras de esta
índole- un lugar secundario, en bloques no articulados con los contenidos
disciplinarios, siendo este lamentablemente el modelo que aún sigue vigente en
la formación universitaria.
(Lucarelli 1994) a su vez, manifiesta
la disociación que existe entre clases teóricas y clases prácticas, las cuales
se desarrollan con estructuras didácticas diferentes y, a veces, escasamente
relacionadas. De esta manera el docente principiante se encuentra con
dificultades
a la hora de transferir el conocimiento adquirido en su etapa de formación y
adaptarlo a la capacidad de entendimiento del educando.
En lo
que respecta a la exigencia psicológica, los docentes no pueden desconocer los
aportes que la pedagogía y la Psicología les brindan, y es por ello que el mismo
debe tener en cuenta lo que los alumnos han comprendido, que han retenido y de
qué manera pueden reconstruir los conocimientos (Giacobbe; 1998:36). Al mismo
tiempo tener presente el tipo de pensamiento que poseen los alumnos según su
desarrollo intelectual.
Una de
las principales cuestiones que se presentan en la actualidad es que los futuros
docentes han sido formados en un ámbito académico moderno y éstos en cambio
deben hacerlo en un ámbito escolar postmoderno (no en el trasmitir valores, sino
la rapidez de las decisiones, la conciencia sobre un nuevo contexto en
permanente dinamismo, etc.), dónde se presentan innumerables instancias en las
que el docente principiante toma conciencia de que debe dejar muchas prácticas
que le fueron enseñadas al constituirse las mismas como prácticas
decadentes, y
debe comenzar a ponerse en el lugar del alumno preguntándose a sí mismo acerca
de las cuestiones que pueden atraer su atención; es decir, cómo
motivarlo.
Paralelamente tiene que conocer qué
contenidos desarrollar y cómo debe desarrollarlos de acuerdo a la edad del grupo
escolar; teniendo presente las individualidades y el no dejarse embargar por la
primera impresión, colocando un rótulo al alumno que lo caratule para
siempre. Por esto,
el futuro docente debe estar capacitado para el
tratamiento
de las diferencias individuales en la enseñanza a niños y jóvenes con
problemas de aprendizaje, situación en la cual debe evitar que el alumno se
sienta aislado del grupo por lo que debe buscar la mejor estrategia que le
permita al docente enseñar y evaluar a cada alumno de manera
distinta.
Los
pedagogos y didactas consideran que el alumno debe ser participante de un
diálogo intersubjetivo, que elabore sus propios significados a través de una
reconstrucción activa y progresiva del conocimiento crítico. Debe apelar a la creatividad y a la
construcción dinámica de su propio conocimiento, el mismo no está exento de
equivocaciones y confusiones. ¿Cuántas veces logra ensayar el desarrollo de
estas capacidades básicas y prioritarias el futuro docente, antes de sus
prácticas (trayecto mismo en el que le exigirán
demostrarlo)?.
Pero a
su vez el futuro docente debe
conocerse a sí mismo, un docente con baja autoestima no actúa en las mejores
condiciones para con la formación de sus alumnos, ni para su propio desarrollo
profesional. Concretamente, la baja autoestima docente parece actuar como fuente
generadora de dificultades de aprendizaje del propio profesor, relacionadas con
su propio desarrollo profesional y la práctica de la enseñanza. De un modo
especial incide en aquellas actuaciones didácticas potencialmente favorecedoras
de la motivación y la creatividad de sus alumnos, así como de su propia
motivación y creatividad, lo cual puede cerrar el bucle en el que transcurre su
vida profesional cotidiana.
Es
preciso tener en cuenta que la autoestima se articula sobre el autoconcepto, de
ahí su relación directa con ella. Tiene lugar, por tanto, sobre la autoimagen,
la autoaceptación, la identidad, las características personales, la competencia,
etc., y sobre la representación que la persona se hace de lo que los demás
(figuras relevantes o sujetos del propio sistema de pertenencia) piensan o
sienten. La práctica educativa requiere de la mejor formación docente posible.
Pero esa formación entronca necesariamente con algunos factores de la
personalidad que pueden ser especialmente relevantes en la práctica de la
profesión: la autoestima docente es uno de ellos, y de notable importancia,
porque su satisfacción pudiera comprenderse como buena condición para emprender
procesos didácticos, de desarrollo profesional y personal con mayores garantías
de éxito. Un docente con una autoestima bien articulada está en muy buenas
condiciones iniciales para favorecer la formación de sus alumnos, en cualquier
etapa y sin solución de continuidad.
De
igual manera, otra de las cuestiones que los docentes principiantes deben
comprender es la importancia del currículum y su rol en la perspectiva educativa
elegida. Es una construcción social subsidiaria del contexto socio-histórico. Se
construye a partir de la diversidad de experiencias y bagajes culturales de los
participantes. No se basa únicamente en los aspectos intelectuales de la cultura
sino en todos los componentes de la interacción incluyendo sentimientos. Debe se concebido como una “situación
superadora” entre la prescripción y el deseo del accionar individual por parte
del docente. Esta síntesis, coincidiría con lo que se denomina en su generalidad
“currículum real”, reinterpretado y re-construido por el docente. Por ello éste
durante su etapa de formación debe aprender a realizarlos, a adquirir la
capacidad de planificar su
actividad ajustándola a los requerimientos y sucesos que pueden presentarse de
forma inesperada.
Como se
menciono en párrafos anteriores el contexto aúlico, institucional y
socio-político y económico tiene una gran influencia sobre el curriculum y por
ende sobre la práctica docente geográfica, por lo tanto no puede el docente
considerarlos ajenos a la misma.
El
docente novel y el “dominio de grupo”
En la práctica profesional se observa una fuerte necesidad de
mantener la situación en el aula “bajo control”- de hecho, es una de las
principales preocupaciones manifiestas en los relatos de los alumnos
practicantes del Profesorado en Geografía-, como si tal logro fuera el indicador
de un docente “completo”. Tal situación genera sentimientos de inseguridad,
falta de control o dudas. Mientras que es posible percibir una especial
seguridad y confianza sobre los conocimientos, habilidades y condiciones puestos
en juego en la enseñanza del contenido específico o para elaborar diversas
estrategias didácticas que favorezcan el aprendizaje de los estudiantes, la
disciplina y el modo de ejercer la autoridad resultan especialmente
controversiales para los profesores.
En efecto, desde la teoría y la bibliografía especializada, se
registra en los docentes un conflicto entre modelos de ejercicio de la autoridad
presentes en diferentes momentos de su historia vital y su formación, el cual
invita a reflexionar sobre el contexto sociopolítico en que tuvo lugar la
formación y en el que se desempeña la tarea educativa, en especial en las
décadas de 1970, 1980 y 1990 (Caffarelli, 2007), nos hallamos ante una tensión
entre modelos de docencia. Por un lado, se critica y rechaza al docente
autoritario, apegado a formalismos y rituales y que ejerce el poder
unidireccionalmente, imponiendo sus criterios personales a rajatabla y
cercenando la participación de los estudiantes. Por otro, en especial desde el
retorno a la democracia, se insiste en la necesidad de que el docente se
preocupe y ocupe de la construcción de un ámbito de convivencia, resultado de la
participación propia con igual peso a la de los
estudiantes.
Estas situaciones se constituyen en problemas que no logran
pensarse con claridad y ante los que se interviene con abordajes que oscilan
entre acercarse a los estudiantes, ser más permisivos y tolerar el desorden o,
por el contrario, enojarse y sancionar con métodos
varios.
Se observa, en general, la preocupación por definir un modo de
actuación en el que se conjugue el respeto hacia el pensamiento de los
estudiantes, la participación y cercanía afectiva con ellos con la imposición de la normativa que
regula el funcionamiento del aula. Pero lo cierto es que no resulta una tarea
fácil para el docente novel, por el contrario, como ya se dijo, una de las
principales preocupaciones.
Condicionamientos
heterogéneos
Existen problemas que se le presentan a los futuros profesores en
sus prácticas, que son de carácter muy heterogéneo; por ejemplo el hecho de que
es fácil enseñar si el contexto de enseñanza y de aprendizaje es favorable, y
cuando se va obteniendo éxito. Contrariamente se vuelve difícil si se debe atender a una diversidad de
estudiantes – mucho de los cuales no quieren aprender-, y en el marco de un
mundo que cambia social, cultural y tecnológicamente a gran
velocidad.
Algunas
consideraciones –por el momento finales- que pueden contribuir a una mejor
práctica profesional docente
Desde
distintos enfoques, se asume que gran parte de la formación docente ocurre en la
práctica escolar cotidiana. Vale pensar que a caminar, se aprende caminando; a
escribir, escribiendo; por ende, a enseñar, se aprende enseñando. En esa misma
lógica radica la situación paradójica y de singular dificultad que presentan las
prácticas docentes –en la mayoría de los planes de estudios de carreras de
profesorados universitarios, no así en institutos terciarios, donde hay, en
éstos últimos, varias aproximaciones del alumno futuro docente a un aula de
nivel medio-, ya que en el momento en el cual el futuro docente debería comenzar
a aprender a enseñar, ya es evaluado.
Al
respecto (Imbernón 1998:61,62) sostiene que “mucho del aprendizaje de los
profesores ocurre sin ninguna formación intencionada y las experiencias
educativas de los profesores conforman sus conocimientos; el pensamiento
práctico necesario para la profesión no se enseña, se
aprende”.
A
continuación se exponen algunas estrategias de formación a tener en cuenta por
el formador de formadores ante el profesor
principiante:
- Aportaciones sucesivas
desde la experiencia por parte de los profesores
más experimentados (sobretodo en observación y
diagnóstico).
- Aportaciones de experimentados (o tutores formadores) en temas
claves como: tratamiento de la diversidad, motivación, material, disciplina,
relaciones con las familias, programación diaria,
evaluación.
- Seminarios de apoyo y reflexión continua y progresiva sobre los
errores y aciertos de su propia práctica cotidiana. Evaluación permanente, en
otras palabras.
- Un
periodo de socialización profesional en la que el futuro profesional vaya
incorporando y asimilando la cultura
de la profesión gradualmente. (Tanto en lo socio-afectivo como en lo
legal).
- Prácticas de simulación mediante las cuales pueden ensayarse
situaciones didácticas y analizar los efectos y las consecuencias de la toma
de decisiones.
Formar al
futuro profesor no es únicamente fijar criterios administrativos,
pedagógicos, sino establecer criterios que ayuden a reflexionar
sobre la propia práctica y proponer proyectos de acción como
es una formación basada en el desarrollo profesional, que
permita que el profesor principiante sea lo bastante profesional
para poder afrontar los retos del quehacer educativo, y capaz de concretar su
autoevaluación lo más objetivamente posible, herramienta que utilizará toda su
vida.
Hoy puede decirse que la práctica docente es fundamental,
para que el futuro profesional conozca la realidad
del trabajo docente y vea, y plasme allí, lo aprendido en las
aulas, las técnicas, métodos pedagógicos, entre otros, para un normal
desenvolvimiento del proceso de enseñanza. Al mismo tiempo aprenderá
de sus propios errores y así adquirirá mayor experiencia en el
campo específico de la didáctica.
Fortalecer al profesor principiante, cuidar ese primer salto
al ejercicio de la profesión docente, es fundamental y pieza clave
para mejorar el proceso educativo. En consecuencia se puede afirmar
que dicha práctica docente se encontrará fuertemente
influida por la trayectoria de vida del profesor, el
contexto socioeducativo donde se desenvuelva, así como las
condiciones bajo la que se encuentra la institución
escolar.
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de Educación, Número 25. Formación Docente.
"Choque
con la realidad": los profesores principiantes se encuentran con ciertos
problemas específicos de su status profesional. Los problemas que más amenazan a
los profesores principiantes son: la imitación acrítica de conductas observadas
en otros profesores, el aislamiento de sus compañeros, la dificultad para
transferir el conocimiento adquirido en su etapa de formación y adaptarlo a la
capacidad de entendimiento del educando, y el desarrollo de una concepción
técnica de la enseñanza.
Davini, M. C. 1995.
La Formación
Docente en Cuestión. Paidós. Buenos
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