UNA
PROXÉMICA VIAL: LOS CASOS DE LA CIUDAD DE MÉXICO Y PARIS
Juan
Mario Morales de la Torre
Universidad
Nacional Autónoma de México
RESUMEN
Se realizó un estudio
cuyo objetivo fue integrar y analizar conceptos teóricos de la
proxémica para el estudio de 14 cruceros en la ciudad de Paris, Francia y 12
cruceros en la Ciudad de México. El trabajo de campo comprendió entre el 26 de
noviembre al 19 de diciembre de 2008 en Paris y del 2 al 5 de junio de 2009 en
México. Cuatro categorías
propuestas (Sujeto, sujeto-objeto, territorial, institucional) fueron analizadas en 6 dimensiones
(Peatón,
Unidad humano-vehículo, Senda, Turno, Planeación-diseño, Regulación). Se
concluye que cada ciudad demuestra en varias formas aspectos proxémicos ligados
a la conformación respectiva de estas categorías, que se distinguen entre
dimensiones de superficie del terreno, leyes y reglamentos, población, número de
vehículos, educación vial, configuración de los cruceros, que así como la
historia que está detrás de la configuración vial de cada lugar.
ABSTRACT
A
research was realized which objective was to integrate and analyze theoretical
concepts of the proxemics in a study of 14 intersections in Paris, France and 12
intersections in Mexico City. The fieldwork took place between November 26 and
December 19, 2008 in Paris and from June 2 to June 5, 2009 in Mexico City. Four categories were proposed (subject,
subject - object, territorial, institutional) and were analyzed in 6 dimensions
(pedestrian, human-vehicle unit, path, turn, design, regulation). In conclusion,
every city shows in several proxemic characteristics tied to the respective
conformation of these categories, which differ among the terrain dimensions of
the area, laws and regulations, population, number of vehicles, road safety
education, intersections configuration, as well as the history behind the
street, road and highway
configuration of every place.
INTRODUCCIÓN
El presente trabajo
tiene la tarea de abrir un punto de encuentro y discusión entre diversas
aproximaciones ligadas a la proxémica, y con ello se plantea que tanto el
vínculo teórico como la investigación de éste texto tengan una utilidad para dar
respuesta a inquietudes que se han desarrollado en torno a la problemática vial.
Sin embargo, aunque esa sea la aportación más tangible y específica, persigue
igualmente el objetivo de integrar diversas perspectivas en ciencias sociales y
ponerlas a discusión, usando el espacio vial como eje
temático.
Para el presente
caso, se observaron las conductas territoriales en los cruces de caminos y la
proxémica fue vista desde el aspecto de la configuración humano-vehículo, que es
uno de los principales objetos de análisis. En este caso la posición teórica que
planteo es que la
proxémica a este nivel o escala funciona de manera distinta a la interacción
cuerpo a cuerpo, ya que se parte del supuesto de que en este caso es un producto
cultural en mayor medida que biológico, por pertenecer a un espacio creado
artificialmente, de mayor escala, regulado por normas humanas de una cultura
particular y usado a través de mecanismos artificiales (vehículos) y no por el
contacto directo del cuerpo humano con otros.
El
punto por el cual se observó tal condición es el comportamiento territorial de
defensa y apropiación de un espacio vial, esencialmente del vehículo en
movimiento. Se recurrió a metodología cualitativa de registro observacional de
la conducta de los automovilistas, desde la perspectiva de peatón. Para ello se
requirió de análisis de video de los puntos estratégicos, así como de la
exploración de campo de la zona. Con base en ello, se hizo un registro de
conductas, así como de situaciones que fueran del criterio proxémico,
especialmente aquellas que tienen que ver con conductas territoriales de
apropiación y defensa del espacio vial.
Estos registros se
hicieron desde la perspectiva del peatón hacia los vehículos. Con base en el
marco anterior, se plantea que la proxémica, la cuál es una forma de utilización
del espacio, es muy importante para poder comprender cómo son las formas de
apropiación del mismo, reflejadas en una conducta territorial tanto de grupos
humanos en zonas urbanas de la vialidad, así como del espacio que existe
alrededor del vehículo en una zona de cruces.
La investigación
persigue la finalidad de explicar el espacio vial con categorías basadas en la
proxémica. Dichas categorías se crearon de acuerdo a la información teórica
previa como con los estudios de campo. Se trata de dar nombre y sentido a hechos
cotidianos que suceden en la vialidad. Por esa parte se recurre a una
metodología cualitativa que ha sido utilizada con ese fin, de encontrar el
sentido de las acciones.
Este análisis
reflexiona que el espacio vial es uno de los escenarios que pueden ser óptimos
para el estudio de la proxémica, puesto que brinda un ejemplo de un espacio
donde las interacciones sociales se dan con mucha frecuencia. El enfoque
geográfico del presente trabajo pertenece a la rama cultural de la disciplina,
la cual trabaja metodologías similares a otras ciencias sociales como la
psicología, antropología y sociología. Por ello se plantea hacer una unión con
la investigación en otras áreas.
Se concluye que cada
ciudad demuestra en varias formas aspectos proxémicos, que se distinguen entre
dimensiones de superficie del terreno, leyes y reglamentos, población, número de
vehículos, educación vial, configuración de los cruceros, que así como la
historia que está detrás de la conformación vial de cada lugar. Dentro de las
delimitaciones se puede mencionar que el
espacio de análisis de Paris como de la Ciudad de México no fueron cubiertos en
su totalidad, ya que se redujeron a la observación de puntos estratégicos como
lo son los cruceros, en donde se tienen como objetivo observar y delimitar las
conductas proxémicas de territorialidad y apropiación de espacio en la
interacción que existe entre vehículo-vehículo, así como de
vehículo-peatón.
MARCO
TEÓRICO
La proxémica y el
espacio en las ciencias sociales
El término proxémica
es algo inherente al espacio social, cuya definición parece fácil de entender
aunque difícil de explicar. Edward T. Hall, antropólogo estadounidense, fue
quien lo introdujo el término en su obra The hidden dimension en 1966,
donde acuñó la palabra proxémica
“para designar las observaciones y
teorías interrelacionadas del empleo que el hombre hace del espacio, que es una
elaboración especializada de la cultura” (Hall, 2003: 6).
Hall afirma que en su
obra su interés es el espacio personal y social, y la percepción que se tiene
del mismo. Él pone énfasis en la percepción por influencia de la etología, del
estudio del comportamiento animal, por lo que el empleo que el hombre hace del
espacio es ante un nivel perceptual, de los sentidos, siempre regulados por la
cultura. Para estudiar a la cultura en el sentido proxémico se hace hincapié en
cómo utilizan las personas el aparato sensorial en diferentes estados
emocionales, durantes actividades diferentes, en relaciones diferentes y
diferentes ambientes y contextos. Y es la cultura la dimensión oculta a la cual
se refiere su libro, “la que determina el modo que él [el humano] tiene de
percibir el mundo” (Ibid: 231). La
dimensión cultural es la dimensión que el humano ha creado, de la cual la
proxémica es sólo una parte (Idem: 10). Se puede entender que la dimensión
cultural de Hall surge de la relación del moldeamiento mutuo en el cual
participan tanto el humano como su medio.
Hall señala que ha
sido un error pensar al humano y a cada una de sus creaciones por separado. A su vez, el humano como individuo no
debe ser lo más importante en el estudio del mismo, sino el humano en su plano
cultural. Para entender un poco más, el autor incorpora la concepción de las
prolongaciones del organismo humano (Idem: 9). Con las prolongaciones el humano
ha podido mejorar o especializar diversas funciones; por ejemplo la
computadora como una prolongación
de una parte del cerebro, el teléfono de la voz, la rueda de los pies y piernas,
el lenguaje de la experiencia del tiempo y el espacio, y la escritura del
lenguaje. Sin embargo, todas ellas se inscriben en un carácter que tiene sus
raíces en la naturaleza humana.
El autor señala la
utilidad de observar al humano como un organismo que ha elaborado y
especializado a tal punto sus prolongaciones que éstas han tomado el mando y
están reemplazando a la naturaleza.
Entiende la relación entre el hombre y sus prolongaciones como la
continuación y la forma especializada de relación de los organismos con su
medio. Pero cuando un órgano o un proceso son prolongados, la evolución se
acelera a tal punto que resulta posible que su prolongación los remplace (Idem:
231).
Hall plantea
cuestionar entonces las ideas sobre la relación entre hombre-medio y relación
hombre-hombre. Esto contribuiría a la resolver los muchos problemas urbanos que
existen, ya que las ciudades crean diferentes tipos de personas. Sería
entendible que las ciudades forman parte del biotopo que Hall menciona y las
ciudades como creaciones humanas
crean a su vez al humano, y en esa relación se encuentra la dimensión
cultural.
Esto implica
adentrarse en esa dimensión, por lo cual no hay técnica de investigación
suficientes por sí sola para abarcar en toda su amplitud un tema tan complejo y
multidimensional como la proxémica (Idem: 222). El procedimiento empleado
depende del aspecto particular de la proxémica que se examine en determinado
momento. De acuerdo al autor, la proxémica posee tres aspectos: Rasgos Fijos,
Rasgos Semifijos y Rasgos Informales. El espacio de caracteres fijos incluye
manifestaciones materiales y normas interiorizadas que gobiernan la conducta
cuando el hombre se desplaza por el terreno. Este espacio puede ejemplificarse
en edificios, casas, diseño de ciudades y pueblos, ya que son espacios diseñados
bajo un plan y cambian a través de las épocas.
Los caracteres
semifijos están basados en los términos sociópeto y sociófugo de Humpry Osmond
(1978) psiquiatra estadounidense que propuso analizar el espacio y la estructura
de las construcciones con base en si acercan y favorecen las relaciones
interpersonales (espacio sociópeto) o si las desalienta o las impide (espacio
sociófugo); e indican aquellos
caracteres que pueden cambiar de lugar dependiendo de su utilidad y de la
cultura. Ejemplo de éstos son sillas, muebles, puertas, entre otros. Por otro
lado, el espacio informal incluye las distancias que el individuo mantiene con
los demás. Hall considera a esta categoría como informal, no porque no tenga
forma o importancia, sino porque está sobreentendida por las personas que
interactúan.
El aspecto
sociológico
Si la proxémica se
forma en la interacción de personas en el espacio, no hay que dejar de lado ese
aspecto interaccional. Ese fue uno de los principales temas del el
interaccionismo simbólico, término acuñado por el sociólogo Hebert Blumer en
1937. Esta corriente de pensamiento basada en las ideas de George Hebert Mead y sostienen que la
concepción que se hace sobre el mundo social constituye, en el fondo, es el
objeto esencial de la búsqueda sociológica. Blumer se aleja tanto de un
determinismo estructural funcionalista, así como del reduccionismo de la
psicología conductista. No acuerda en la utilización de cuestionarios,
entrevistas, escalas de actitud, cálculos ni tablas estadísticas por que crean
distancias en el propio investigador, por tener objetividad del mundo social; lo
cual produce un modelo donde el actor o la persona no tienen relación alguna con
la realidad social en la que vive.
Es
el conocimiento sociológico auténtico el que se nos revela a través de la
experiencia inmediata, en las interacciones de todos los días. Para ello es
necesario el punto de vista de los actores, sea cual sea el objeto de estudio,
porque precisamente a través del sentido que dan a los objetos, a las personas,
a los símbolos que les rodean, los actores fabrican su mundo
social.
El
interés del interaccionismo simbólico es considerable, no sólo por insistir en
el papel creativo desempeñado por los actores en la construcción de su vida
cotidiana, sino también por su atención a los detalles de esta construcción. Se
apoya en la tradición de la construcción de objetos sociales. La significación social de los objetos
proviene del hecho de dar sentido al curso de nuestras interacciones y si
algunas de estas significaciones son estables en el tiempo, tienen que ser
negociadas en cada nueva interacción. La interacción se define como un orden
negociado, temporal, frágil, que debe ser reconstruido permanentemente con el
fin de interpretar el mundo (Coulon, 1988: 19).
Un
autor muy influenciado por ésta corriente fue el sociólogo Erving Goffman, quien
también buscaba investigar las interacciones. Un concepto importante para él es
self, el cual es la posibilidad de la
persona de ponerse en el lugar de otros, bajo una forma de actuación, donde
trata de reflejarse a sí mimo como lo ven los demás. Asimismo, encontramos
en Goffman una propuesta sobre el espacio de la persona, la más explícita en sus
estudios son los territorios del self, que en español nuevamente fueron
traducidos de forma diferente, como territorios del yo (Goffman, 1979).
Estos
territorios son reservas, entre ellas encontramos el espacio de
uso,
el cual es el territorio inmediatamente en torno o frente a una persona, del
cual se requiere de no obstrucción para poder utilizar ese espacio para realizar
alguna tarea. Asimismo, está turno es el orden en que una persona
recibe un bien (objeto o estado deseado) de algún tipo en relación con otras
personas en la situación, por ejemplo el lugar de una fila. El turno marca
también la temporalidad de un uso u ocupación de un espacio.
El papel de estas
reservas para el autor remarca más la importancia que tienen en el papel
sujetivo del individuo que la forma en cómo son usadas, ya que la importancia de
las reservas no recae en la forma en que se defienden, se comparten o se
renuncia a ellas, sino en el papel subjetivo que juegan en el individuo. Al
igual que Hall, Goffman hace notar inmediatamente los alcances de su propuesta,
conciente de que sólo se trata de una metáfora y cuyo propósito es más
didáctico, o bien, como solo un marco de análisis de la
cotidianeidad.
Una geografía del
individuo
La geografía cultural
podría englobar en parte estas propuestas, ya que se orienta a entender la
diferenciación en áreas de la superficie terrestre, pero destacando el
componente cultural en su morfología. La geografía cultural es concebida como
una manera de estudiar el espacio y no necesariamente una rama de las ciencias
geográficas, una posición desde la cual observa el
investigador.
El comportamiento
humano cobra importancia al vincularse, no a la racionalidad abstracta sino a la
particular percepción vivencial del sujeto. Se configuran las geografías de la
percepción, relacionadas a las imágenes que la experiencia construye, fundamento
de los particulares mapas mentales que cada individuo transporta como guías, con
los que sustituye el mapa geográfico objetivo. Las configuraciones espaciales
aparecen condicionadas por el conocimiento particular que el sujeto tiene,
verdadero o erróneo, del entorno en que actúa (Ortega Varcárcel,
2000).
Esta incorporación
del otro, es decir, la introducción de la alteridad en la geografía, así como el
hecho de que el investigador trabaja bajo una escala humana, ya que es la cual
delimita el paisaje, requiere de trabajo de campo. Dentro de los métodos más
recurrentes se encuentran la observación participante, siendo así, tanto teórica
como metodológicamente, una posición similar en geografía como lo fue el
interaccionismo simbólico en sociología, bajo sus respectivos márgenes
diferenciales, ya que la geografía cultural busca la relación humano-medio y el
interaccionismo simbólico la relación humano-humano.
En geografía, existe
una proposición llamada la teoría de Territorios apilados de Yves Lacoste, que clasifica por orden de
magnitud los tamaños y ordenarlos desde lo local hasta lo planetario como planos
superpuestos (Giménez, 2000). Esta
propuesta contempla un cambio de percepción más allá de aquellos vistos hasta
ahora, pero podría ejemplificarse bajo la metáfora de los nichos territoriales
del hombre, constituidos por capas superpuestas pertenecientes a diferentes
escalas.
Propuesto por Moles
(Moles y Romer, 1998) los nichos territoriales (coquilles) ilustran las diversas escalas y sus ritmos
temporales propios y específicos bajo cuatro envoltorios: el barrio, la ciudad
entrada, la región y el vasto mundo vagamente conocido. Es interesante puntar la
propuesta de Moles, pues trató de acercarse a la proxémica, estableciendo una
tipología, o la teoría de las coquilles (o nichos territoriales). Comprende ocho
zonas, desde el espacio corporal hasta el vasto mundo. Las distancias son
creadas por su propio logaritmo, pero lo que interesa es que la experiencia es
diferente para el individuo, diferente de su barrio y diferente de su ciudad.
Las coquilles son creadas por los mecanismos de apropiación y los modos de
acción, pero sin dejar de ser determinadas socialmente, siendo así un fenómeno
psicosocial (Ibid: 14).
Moles llama a la
proxémica la ley de bronce de la psicología del espacio. Ésta última definida
por él como el estudio de la relación del hombre con el espacio, con un interés
particular en el mecanismo de apropiación. La proxémica está fundada por una ley
de la “perspectiva” según la cual la importancia de los eventos, de las cosas
decreta con la distancia al punto de aquí. (Idem: 12, 14).
El interés de Moles
se orienta más hacia la libertad del individuo y los mecanismos por los cuáles
la sociedad ejerce límites. Moles precisa que la reducción de la distancia
espacial conduce a un aumento de la distancia psicológica, fenómeno que Hall y
Goffman enuncian igualmente, cada uno a su manera. Es interesante apuntar que
Moles tuvo una formación como ingeniero e introduce su teoría con una
cuantificación y medición típicos de ese marco, pero tratando de lograr un punto
sociológico que incluso tiene bases fenomenológicas.

Figura 2. Los nichos
territoriales de Moles y Romer (tomado de Giménez,
2000)
Con este diagrama la
percepción del individuo o grupo es representada en entornos próximo, mediato y
lejano; aunque próximo podría entenderse dentro de los marcos de la proxémica de
Hall. Regresando hacia la escala humana, ponemos como ejemplo andar a pie:
una
caminata de 5 horas (de ida y 5 de regreso) en terreno relativamente plano
permite recorrer un radio de 25km, cuya área posible abarcable sería de casi
2000 km², de forma hipotética, pues no se toman cuenta obviamente las
implicaciones físicas de la persona como su velocidad y carga, así como
geofísicas como los obstáculos, la pendiente, al altitud y condiciones
atmosféricas, entre otros, del área circundante (Fernández Christlieb, 2006).
Sin
embargo, la cuestión a señalar aquí es el medio de transporte, que sin duda
cambia notablemente la percepción de la escala. Un asno o un caballo tienen una
escala similar a la de un humano, pero tan pronto la velocidad se incrementa,
como en un tren o un avión esta percepción dista mucho de su contraparte a pie.
Estos transportes incluso requieren de cierta coordinación entre el punto de
partida y el punto de llegada.
Se
apunta entonces al automóvil como medio de desplazamiento por excelencia en la
mitad del planeta, es un vehículo que presenta ambas escalas. Por ejemplo, en la
ciudad existen tramos que son igualmente recorribles por una persona, pero en
circuitos de alta velocidad, en las carreteras y autopistas, la escala humana se
va perdiendo conforme a la aceleración.
Tomando en cuenta la experiencia sensorial como una forma de producción
del paisaje, En una velocidad mayor a 10 o 15 km/h los sonidos, la vista y los
aromas cambian a menor percepción, mientras que el tacto prácticamente es nulo
fuera del alcance de las manos del conductor.
Siendo
éste el paisaje urbano, puede ser visto como una red de flujos y puntos de
encuentro, ajustado a un terreno de dimensiones más o menos precisas. Este
paisaje puede bien ser concebido como un territorio. La apropiación,
personalización y defensa de ese territorio es bajo el punto de vista proxémico
la territorialidad.
La
proxémica en el espacio vial
Es
preciso apuntar que mi propuesta sobre la proxémica trata más que de
contraponer, complementar las visiones aquí dadas. Los límites explicativos
basados en cada marco no deberían ser obstáculo si se piensa en que el estudio
del espacio social es parte de la teoría social y que precisamente se trata de
romper con las visiones fragmentadas de los objetos de estudio del ser humano.
Hall
impulsó el estudio, pero traía consigo una teoría aun mayor detrás de él, de la
cual no volvió a escucharse de ella, es decir, explicar la cultura. Goffman es
quizás el creador de categorías más dinámico, pero finalmente su interés era la
interacción social. Moles se acercó mucho a lo que éste estudio sobre el espacio
y la proxémica quería en un principio, pero definió muy bien sus límites y
preferencias teóricas hacia la cuantificación.
Lo
que interesa para el presente estudio es pensar al ser humano como una entidad
de muchas formas y que cada forma refleja un aspecto del mismo; sin embargo,
puede ser que tanto en los autores, como en sí las disciplinas sociales, cada
forma significa sólo un objeto de estudio, fragmentando la esencia del ser
humano. El espacio social (y entiéndase que también el tiempo, aunque menos
reflexionado aquí), es condición, producto, sustento y asimismo, modificado por
el humano.
EL
cómo quiero ejemplificar ésta cuestión, esa forma que trato en éste trabajo, es
en el vehículo, especialmente el automóvil, así como otros vehículos urbanos sin
olvidar a los peatones. Mi interés más profundo no es resolver la problemática
en las calles de una manera práctica, precisa e instrumental, sino de darles un
nuevo significado y con ello a la vez ejemplificar una faceta del espacio
social.
Hall (2003: 214), ya
desde un inicio comienza a introducir propiamente un análisis del automóvil,
viéndolo como un aparato técnico implantado en nuestra cultura que difícilmente
nos imaginamos la vida sin éste. A su vez, es el mayor consumidor de espacio,
personal y público, creado por el hombre hasta ahora. Por ejemplo, los
estacionamientos siguen la lógica de la circulación y no resuelven el problema
(Marcadon, et al ; 1997: 156)
Al caminar al menos
miramos a las personas, pero no en el auto. Además, la degradación que el
vehículo ocasiona a las calles, como la suciedad, el ruido, los escapes, los
vehículos estacionados y el smog evitan que la gente salga a pasear. Encuentra, sin embargo, excepciones a la
regla en un ejemplo de ciudad donde el pasear por la calle es placentero,
refiriéndose a Paris, una ciudad que en sus palabras “es para la gente” (Hall,
2003: 215).
No obstante, la
cuestión aquí es saber también cómo el autor concibe al automóvil. Citando a
Hall:
El automóvil no sólo
encierra a sus ocupantes en una concha de metal y vidrio y los aparta del resto
del mundo, sino que además reduce la sensación de desplazamiento por el espacio.
Esta pérdida del sentido del movimiento no se debe sólo al aislamiento del ruido
y las superficies del pavimento: es visual igualmente. El que maneja en
supercarretera o camino de acceso limitado se mueve en una corriente de
transito, y la velocidad le nubla la visión de los detalles a corta distancia
(Ibid: 216).
Notamos cómo la
visión de Hall es similar a la cuestión escalar de la geografía cultural, donde
la calidad del paisaje se va perdiendo en la percepción conforme la velocidad
aumenta. Estas ideas son apoyadas igualmente por otros autores como Michel Roche
(1983: 76) y Federico Fernández Christlieb (1992: 38, 41). Hall nos menciona
cómo esa velocidad altera la relación del individuo con la naturaleza, cuando la
participación sensorial decrece o se priva y quitan el sentido de lo que se
recorre. Por tanto, los automóviles aíslan al hombre no sólo de su medio sino
también del contacto humano, limitando la interacción a un aspecto competitivo,
agresivo y destructivo. Esta
relación humano-medio, o bien sujeto-objeto podría ser más óptima si se hallaran
formas de solucionar la problemática del automóvil.
Existe también un
código en la vía, el código de circulación. Así que con ello este objeto tiene
su código: el Código de Circulación. Éste código “es el prototipo de los
“subcódigos” coactivos, cuya importancia enmascara la ausencia de sentido y de
código general de la sociedad” (Lefebvre, 1972: 129). Este código de circulación también está
presente en la literatura de Goffman (1979), principalmente entre
peatones, entre ellos la manera de evitar chocar unos con otros, pero también de
peatones con autos. El autor habla de cómo las pautas de conducta callejera
hasta su momento no habían sido objeto de estudio de observaciones naturalistas.
Goffman va creando categorías de análisis para sus estudios y es importante
notar una similitud con Hall y su forma de hablar del automóvil como una concha
de metal. Goffman habla del mismo como una unidad vehicular. Con sus propias
palabras:
Una unidad vehicular es
un caparazón de algún tipo controlado (por lo general desde dentro) por un
piloto o navegante humano. Un código de circulación es un conjunto de normas
cuyo mantenimiento permite a las unidades vehiculares utilizar de modo
independiente una serie de avenidas con objeto de desplazarse de un punto a
otro. Las cosas están dispuestas de modo que se eviten sistemáticamente el
choque o la obstrucción mutua mediante determinadas limitaciones al
desplazamiento que se aceptan voluntariamente. Cuando se respeta el código de la
circulación se establece una pauta de paso seguro (Ibid:
26).
Estas unidades
vehiculares transitan por avenidas que pueden ser aéreas, terrestres, acuáticas,
submarinas, de hielo o nieve y ultra espaciales. Las unidades vehiculares varían
según sus dimensiones. Cuanto más proteja el caparazón más se limita la unidad a
desplazamientos sencillos (sin embargo, el autor no explica a qué se refiere con
desplazamientos sencillos). Asimismo, existen lugares como las carreteras, donde
diversas unidades vehiculares de distintos tipos de caparazones (como coches,
bicicletas, carretas y peatones) conviven. Para Goffman el peatón también es una
unidad vehicular, cuyo caparazón es el más blando e indefenso, consistiendo
principalmente en ropa y piel.
Las categorías de
análisis
Con
ello entonces propongo una serie de categorías a analizar, basado en lo
anterior, para crear una dimensión proxémica en el espacio
vial:
Categorías
sujeto y sujeto-objeto
En
la categoría sujeto-objeto, es
necesario explicar su unidad, la unidad humano-vehículo (UHV).
La
UHV es producto de la
interacción del conductor con su vehículo. Es una entidad temporal que posee
características propias sólo analizables en la temporalidad de su existencia. Es
temporal porque sólo es una UHV cuando el vehículo está en pleno control de su
movimiento por un ser humano en su interior.
Antes de que la
persona aborde y encienda el vehículo, y justo cuando este último es estacionado
y apagado la UHV
no tiene existencia. La persona fuera de su vehículo actúa como persona usando
su cuerpo como medio inmediato de desplazamiento e interacción con otros y con
el medio, un peatón, el cual es la categoría propia del sujeto. El vehículo sin
un ser humano que lo controle es sólo un producto de la creación humana pero
como objeto inerte, lleno de los símbolos de consumismo y status que giran en
torno a su ideal.
Los comportamientos
de la UHV
comienzan en esa interacción de control interno y movimiento. Un humano que se
encuentra dentro de su vehículo pero cuando éste no está encendido no es posible
concebirlo como una UHV, sería mas apropiado pensar en ello como un espacio o un
territorio fijo como el de una oficina o un cuarto, pero si no existe la
posibilidad de movimiento entonces no podríamos hablar de una UHV.
Aunque podríamos
pensar que la UHV
puede comportarse teniendo como mínimos requisitos un ser humano que sea el
conductor y un vehículo que sea conducido, en realidad se necesita de un espacio
vial. La conducta de una UHV responde a la cultura de cada espacio vial en donde
se encuentre. La conducta de una UHV es en general proxémica, puesto que implica
el movimiento y el desplazamiento dentro de un espacio; y si tomamos en cuenta
que ese espacio tiene una cultura particular, la conducta de la UHV es propiamente proxémica.
Hasta ahora he
hablado de una UHV como si sólo tratara de explicar el automóvil, lo cual en
gran medida así es, pero ésta categoría va más allá. Goffman comentaba que una
unidad vehicular podría ser hasta un peatón; bajo su análisis eso es correcto,
pero para el análisis de la
UHV el peatón es el humano sin vehiculo que se desplaza en
espacios comunes a las UHV, pero no es una UHV.
Para el presente
estudio, los ciclistas si conforman una UHV, aunque de manera sencilla pues las
personas al estar bajo un medio de transporte, independientemente de que su
nivel de seguridad sea casi el mismo que el de un peatón, conforman una UHV.
Siguiendo ésta lógica, las personas que usan sillas de ruedas son las UHV con
características más cercanas a las de un peatón, tanto en escala como en
seguridad, antes de los ciclistas.
Existen otro tipo de
UHV de una escala similar a la de un peatón o silla de ruedas como lo son niños
y adolescentes jugando con patines, patinetas y cualquier otra forma de
transporte de autopropulsión y de alcance pequeño, cuyo nivel de riesgo es igual
al del peatón, pero conforman una particular forma de desplazamiento, incluyendo
dirección e impulso que los difiere de los peatones.
Sobra decir que un
motociclista es una UHV, cuyas dimensiones y seguridad son cercanas a las de un
ciclista, pero cuya escala, status y riesgo son más similares a las de un
automóvil. Otro tipo de UHV es el transporte público sujeto a un carril o vía
especial para su uso, como lo son el metro, aunque no mantiene tiene contacto
alguno con UHV viales y este particular tipo de UHV no nos ocupa en el
estudio.
En el espacio vial
encontraremos comúnmente estos tipos de UHV más los peatones. Otro tipo de UHV
como aviones, helicópteros, barcos, submarinos o transbordadores espaciales no
son analizados en éste estudio por corresponder con otro tipo de espacios
sociales, aunque puedan estar presentes en un espacio urbanizado. Ellas
corresponden a una escala mayor y generalmente no crean conflictos viales salvo
algunas excepciones en ciertas partes del mundo donde su campo de acción se
comparta directamente con la vialidad en una calle. Igualmente, cada ciudad
cuenta con cierto tipo de transporte público y por lo tanto su diseño,
tecnología, reglamentación y por ende, interacciones, dependerán de cada
una.
Categoría
Territorial (espacio – temporal)
En el espacio vial
existe un cierto grado de control y/u organización, expresado entre otras cosas
en señalamientos, semáforos y designación de carriles. Sin embargo, éstos son
sólo ejemplos de otro tipo de categorías, que a manera de expresar lo espacial y
lo temporal, me permito clasificarlas según estas dimensiones mas basado en la
organización y uso que se les da.
Para analizar esta
idea, el término de territorio es uno de los más adecuados. La calle es un
territorio a su vez dividido en múltiples territorios compartidos
simultáneamente. En las calles los automovilistas, quienes se desplazan en un
espacio público, tienen derecho a una porción de ellas, a la que es imposible
trazar límites como una propiedad, ya que estos “territorios” son móviles y
extensibles. Éstas se pueden separar por medio de líneas para indicar la
categoría de usuarios; si estos territorios llegan a sobreponerse, pueden
ocurrir accidentes (Roche, 1983: 67).
Me parece que un
nombre apropiado para estos territorios es el término de sendas que utiliza
Kevin Lynch para ejemplificar el modo de percibir la ciudad. Comenta que las
sendas “son los conductos que sigue el observador normalmente, ocasionalmente o
potencialmente. Pueden estas representadas por calles, senderos, líneas de
tránsito, canales o vías férreas” (Lynch, 1974 : 47-48). La calle, siendo en si
una senda, posee en sí misma varias sendas, designadas según el
usuario.
Las sendas son los
territorios designados en la superficie, pero en la calle también existe un
factor importante, el turno; otra unidad esencial de éste estudio y en la cual
el tiempo se hace más manifiesto en el espacio. Goffman (1979) ya había
establecido el turno como una de sus categorías al referirse al orden en que las
personas obtienen un bien o un estado deseado con respecto de otras. El turno
para este trabajo es la organización por la cual se hace uso del mismo espacio
por peatones y por UHV en diferente tiempo. Así como las líneas o letreros son
señalizaciones de una senda, los semáforos son los señalizadores de los
turnos.
Categoría
institucional
Una categoría que
esta presente es la institucionalización del espacio vial, es decir, cuando éste
es planeado, construido y reglamentado. Básicamente me refiero a la planeación
urbana y las políticas públicas. Esta institucionalización tiene por objeto
guiar la conducta y apropiación de las unidades que componen éste espacio. Es la
encargada de crear las sendas y turnos oficiales; de construir el espacio en
movimiento del espacio estacionario; y por supuesto, está en constante cambio
produciendo y reproduciendo el espacio.
La
institucionalización está en un constante juego de ajustes, cambiando conforme
la ciudad crece; la tecnología evoluciona; el conocimiento se incrementa; a los
intereses del poder y del pueblo (sean afines o no respectivamente); la
posibilidad económica de la sociedad en cuestión; y a su vez a cómo varía el
comportamiento de las UHV y peatones, sus usuarios.
Uno de los aspectos
de ésta categoría es la versión oficial de los códigos de circulación, los
reglamentos de tránsito. Comenta Roche que la reglamentación no ayuda mucho a
comprender la conducción ni a enseñarla, sino a simplificar la decisión del aparato
jurídico de los responsables de un accidente y categorizar los errores de
manejar para poder aplicar infracciones, con el fin de mejorar la seguridad vial
(Roche, 1983: 95-96).
En resumen, las
categorías pueden esquematizarse de la siguiente forma:
Categoría
del sujeto
1.
Peatón
Categoría
sujeto-objeto
2.
Unidad
Humano Vehículo:
a.
Vehículos
de escala y riesgo peatonal propulsados por humanos o
motor:
b.
Bicicleta
c.
Motocicleta
d.
Auto
e.
Autobus
f.
Tranvía
y vehículos de carril confinado
Categoría
territorial:
Subcategoría
espacial-superficial: Senda
Subcategoría
temporal: Turno
Categoría
institucional
3.
Planeación
y diseño
4.
Regulación
METODÓLOGIA
Para
comprender como interactúan estas características en el espacio vial, se hizo
una investigación de carácter observaciónal. El área geográfica fue la Ciudad de Paris, Francia y la Ciudad
de México. Para el estudio se eligieron 14 cruceros en la ciudad de
Paris, investigados entre el 26 de noviembre y el 19 de diciembre de 2008 cuya
elección se realizó por los siguientes factores: por un lado los cruceros se
piensan mantienen condiciones que favorecen mayores interacciones, una especie
de espacio sociópeto, contrario al
espacio sociófugo de Humpry Osmond
(1978) quien propuso analizar el espacio y la estructura de las construcciones
con base en si acercan y favorecen las relaciones interpersonales (espacio
sociópeto) o si las desalienta o las impide (espacio sociófugo).
Por
ello, los cruceros son consideraros sociópetos por ser el punto de encuentro de
varia vías para unidades humano-vehículo; asimismo, todos los cruceros
analizados tenían acceso a una estación de metro y parada de autobus lo cual
garantizaba un flujo constante de peatones. La elección de los cruceros se basó
en su dispersión en la ciudad, pero no se tomó en cuenta si dichos cruceros eran
conflictivos. Ya que el propósito de la investigación era crear un modelo
proxémico que se pueda construir a partir de las interacciones, no quiere decir
que la conflictividad encontrada en los cruceros no haya sido importante
analizarla.
Para el área
geográfica de la Ciudad de México, el
trabajo de campo comprendió del 1 al 5 de junio de 2009, donde se eligieron doce
cruceros cuya selección consideró criterios diferentes a la ciudad de Paris, ya
que resultaron doce cruces de vías con saturación en horas de mayor demanda
(SETRAVI, 2009), las cuáles corresponden a 3 horarios: matutino (de 06:30 a
09:30 hrs.), vespertino (de 12
a 15 hrs.) y nocturno (de 18:30 a 21:30 hrs.). Se
consideró que la saturación es un factor que garantiza la interacción en la
vialidad; asimismo, no se consideraron las vías con mayor índice de accidentes
por que los mismos no son el objetivo de este estudio y basta sólo la
interacción para el análisis, sin embargo, si hubiesen habido accidentes en el
estudio de campo se hubieran considerado sus implicaciones.
Al igual que en
Paris, la selección también se basó en su dispersión en la ciudad, pero a
diferencia de ésta última, si se tomaron en cuenta las vías conflictivas y no si
tuvieran acceso a alguna estación del metro; y aunque la mayoría de los cruces
se encuentran cerca de alguna, no fue un criterio que haya sido decisivo en la
selección de los propios cruces.
La metodología
utilizada en éste trabajo es etnometodológica, la cual consistió en un proceso
de recopilación de datos de campo, manteniendo una aproximación de observación
participante. La observación participante consiste en ir construyendo un modelo
de cultura, no diciendo la verdad acerca de los datos, puesto que hay numerosas
verdades, en particular cuando se presentan desde el punto de vista de cada
participante individual (Kawulich,
2006:18).
Éste método está
basado en una metodología propuesta por Hall para realizar investigación
proxémica, pero al cual se hicieron ciertas modificaciones. Con base en el marco
teórico se crearon categorías de análisis, y a su vez Hall propone crear
dimensiones a observar y registrar. Además de las notas de campo, se utilizó una
micro cámara de 2.5 megapixeles de resolución. Dicha cámara puede denominarse
subcam. Su tamaño la hace flexible de dirigir así como de una casi total
discreción (Lahlou, 2006)). El archivo de video se utilizó como registro
videográfico que ayudó en el proceso de memoria del escenario y de las conductas
dimensionadas.
Se construyeron tales
dimensiones a través de las interacciones entre peatones y UHV con las 6
unidades propuestas (incluyendo a ellas dos) por las categorías proxémicas del
espacio vial:
- Peatón
- Unidad
humano-vehículo
- Senda
- Turno
- Planeación y
diseño
- Regulación
Las dimensiones entre
las cuáles se propusieron para analizar las categorías fueron las
siguientes:
- Registro
de conductas donde los peatones crucen fuera de turno
- Registro
de conductas donde las unidades humano-vehículo crucen fuera de
turno
- Registro
de conductas donde los peatones crucen fuera de su
senda
- Registro
de conductas donde las unidades humano-vehículo crucen fuera de su
senda
- Registro de la
presencia de policía y su labor en la vía
- Registro de
turnos
o sendas ambiguos
- Registro
de formas de cruce: ceder el paso / entre espacios / en
grupo
- Registro
de señales de transito en ausencia de semáforos
(turnos)
HALLAZGOS Y
CONCLUSIONES
En el espacio vial
existe una proxémica particular en la cual la apropiación y el cruce de peatones
y UHV son la principal forma de interacción. Las conductas pueden estar normadas
por un reglamento de transito, pero a su vez estas normas no necesariamente son
las que rigen en su totalidad la conducta proxémica de una UHV o un peatón, ya
que las leyes no controlan el comportamiento de toda persona, ella puede
romperlas.
Y quizás más que
romper las normas, existe un comportamiento que se va gestando en cada cultura,
dependiendo de los atributos espaciales de la vialidad, los valores simbólicos
de los vehículos (incluyendo el valor económico de los mismos, el estatus que
denotan según su marca, modelo y tamaño, entre muchos otros), así como las
capacidades físicas del vehículo (caballos de fuerza, motor, cantidad de
combustible, etc.) y los atributos conductuales y culturales de las personas que
viven en dicho espacio vial, incluyendo tanto conductores como
peatones.
Los pasos peatonales
marcan la senda por la cual los peatones pueden cruzar de un lado a otro de la
calle; los carriles designan las sendas entre vehículos; y en algunos casos,
existen sendas para ciclistas. La banqueta es una senda primordialmente
peatonal, pero no excluye en algunos casos el cruce de diversas UHV.
Existe sin embargo
excepciones, o más que excepciones, características que añadir. Los peatones,
como las UHV no necesariamente pueden respetar el uso designado de sus sendas,
pueden cruzar en sendas contrarias e ir creando nuevas sendas informales. Un
ejemplo es cuando los peatones cruzan la calle por en medio y no por el paso
peatonal. Éste tipo de conductas podrían ser propiamente territoriales, formas
de apropiación del espacio que están basadas en otro tipo de motivos que no
necesariamente siguen la reglamentación oficial y que están ligados a la
seguridad ante un cruce en la orilla de la calle o una economía de
espacio-tiempo.
Las sendas
constituyen la característica de espacialidad geolocalizada; es decir, los
territorios que pueden marcarse en las superficies de la calle, aunque
igualmente pueden no marcarse por líneas o señalizaciones sino por el propio
comportamiento de los peatones y UHV. La calle, por su diseño, representa un
tipo de escala más rectangular que circular. Las sendas son representadas por
líneas, largas superficies hacia delante y atrás, pero poco hacia los lados de
los peatones y UHV.
Son espacios en
constante movimiento. Sin movimiento su superficie podría ser más amorfa,
resultando en los territorios estacionarios. La territorialidad en territorios
estacionarios se dedica a proteger recursos o bienes (incluyendo el cuerpo) de
intrusos, así como a apropiarse de otros espacios con más recursos (donde el
mismo espacio es un recurso en sí mismo). La territorialidad en los territorios
en movimiento se dedica a proteger el espacio que permite el desplazamiento, así
como a apropiarse de otros espacios con ese fin.
En la calle, no es
tan valioso tener espacio libre, sin obstáculos o “no ocupado” a lo ancho de
la UHV que hacia
delante o atrás, principalmente hacia delante. Ese espacio es el territorio
extensible, se extiende desde el origen hasta el destino de la UHV, es un
constante espacio de uso en términos de Goffman. Los peatones pueden llegar a
tener un comportamiento similar, pero la calle ofrece otro tipo de condiciones
que les permiten moverse, si bien no con alta velocidad, si con mayor
flexibilidad y estos espacios rectangulares pueden sólo aparecer cuando
precisamente está en movimiento o con la intensión de
desplazarse.
Lo temporal designa
el uso de sendas compartidas. Cuando el semáforo indica el alto a las UVH, los
peatones pueden usar la senda de paso peatonal por unos instantes; cuando el
semáforo indica el siga para las UHV, los peatones no pueden usar su senda. Sin
embargo, nuevamente, aunque los turnos sean designados por los semáforos u
oficiales de tránsito, éstos pueden evadirse y usar una senda cuando no se tiene
el turno. Cuando las UHV se cruzan el semáforo en alto o cuando los peatones
cruzan cuando no les corresponde son ejemplos de una apropiación del espacio,
una apropiación más bien del espacio-tiempo de los otros.
El turno sin embargo
puede ser improvisado. Condiciones como el hecho de que no exista un semáforo
hace que tanto peatones como UHV organicen su utilización de sendas con base a
los códigos de circulación de su cultura. Tanto en México como en Paris, existen
formas de cruce tanto de peatones como de UHV en esas situaciones. Un cruce entre espacios, cuando los
peatones cruzan entre los espacios que hay entre los autos y viceversa; dichos
espacios pueden denominarse space cushion o “colchón de espacio”, mencionado por
Roche (1983); y el cruce ante ausencia,
sea de peatones o UHV, cuando su turno esté activo pero no haya circulación
de los mismos se aprovecha cruzar.
En otras ocasiones
los turnos pueden ser ignorados si existe una afluencia de UHV aunque los
peatones no necesariamente están exentos de hacer lo mismo. En este caso, un
ejemplo lo ilustra Roche al decir cómo los conductores que tienen otros
automovilistas detrás de él suelen ser los más arriesgados en cruzar,
particularmente las intersecciones, incluso si los conductores no manifiestan
impaciencia (Ibid: 86). Esta forma
de cruce fue nombrada en éste trabajo como comportamiento
gregario.
Esto coincide con la
idea de Goffman de que las conductas provocan reacciones en cadena ante otros.
Una UHV puede dirigir en cierto momento la circulación cuando es el primero en
ocupar un turno, y será seguida por los de atrás hasta que en un momento el
territorio en movimiento permita realizar ajustes y cambiar el orden de las UHV
así como su velocidad. Por ejemplo, una UHV puede ser el segundo en arrancar
cuando corresponde su turno, pero en el trayecto puede cambiar la velocidad para
ocupar un lugar más adelante o más atrás de su lugar
original.
En el constante
movimiento de los peatones y las UHV en el espacio vial a través de las sendas y
los turnos hacen que éste espacio-tiempo sea inmediato e instantáneo para ellas,
es decir, una vez apropiados son al mismo tiempo desocupados. Cuando las UHV se
detienen para estacionarse regresan a un estado territorial fijo, la senda se
convierte en el cajón de estacionamiento. Pero en la vía, donde las unidades
están en movimiento, detenerse implica un desajuste de la dinámica en ese
espacio.
No hablo solamente de
que se detenga una UHV y esta se convierta en un obstáculo fijo, sino que cuando
se detienen todas las UHV, como sucede en el tráfico y embotellamientos, la
desesperación suele aparecer. La lógica de la circulación es nunca detenerse
hasta llegar al destino, o sólo hacerlo mientras no corresponda el turno. Pero
el espacio vial siempre debe estar en movimiento, pues es su propósito original
por el cual fue creado.
Es precisamente este
movimiento lo que crea al espacio vial y a las UHV; sin movimiento no
existirían. Las UHV producen el espacio vial a través del movimiento. El
movimiento y su aceleración son ideas de la modernidad, del consumo. Las UHV no
solamente consumen combustible, consumen espacio-tiempo. Si las UHV se detienen
en el tráfico, éstas no pueden consumir espacio- tiempo, sólo consumen
tiempo.
Como he estado
comentando, los peatones, especialmente en movimiento, también pueden llegar a
tener esta misma lógica. Sin embargo, el consumo de espacio-tiempo por lo
general trata de ser el menor posible, a consta de consumir mayormente el de
otros. Es por ello que quizás las UHV y los peatones rompen con las reglas de
las sendas y turnos. El camino mas corto y el menor tiempo es lo que se busca,
aunque implique ocupar las sendas y turnos no correspondidos. Las UHV, así como
los peatones, aunque inherentemente son entidades sociales, son más
individualistas que colectivistas, gracias a su herencia moderna, y el arreglo y
los códigos de circulación obedecen más esa lógica.
En la regulación,
existen aspectos a notar. Uno de ellos fue la diferencia que existe en la
organización y mantenimiento de las vías en las ciudades.
En Paris existe un cruce entre tiempos, que es cuando los
peatones cruzan cuando su semáforo indica que su turno ha expirado mientras el
de los autos y motocicletas se prepara a cambiar o justo está cambiando. Sin
embargo, no se puede decir que en la Ciudad de México exista un cruce entre tiempos, pues los turnos de
los peatones son designados cuando el cruce de autos se detiene ante su semáforo
en alto.
Una forma encontrada de cruce en los peatones
mexicanos fue el cruce en paralelo a las
UHV, lo cual significa que los peatones cruzan fuera de turno mientras otras
UHV cruzan igualmente fuera de turno, y que además sirven como un escudo o
protección ante las UHV que si tienen turno. Esta forma de cruce también puede
suceder, aunque de manera menos frecuente, de manera inversa.
Otra forma de la
dimensión de la regulación es La policía, sin embargo
no hubo presencia en todos los cruceros o a todas horas. No obstante, era claro
que su función en las vías no tenía el mismo impacto en ambas ciudades,
especialmente por que en Paris difícilmente se incorporan a la vía a menos que
existieran conflictos, mientras que en México mantenían una función poco
visible, hubiera o no conflictos.
Los alcances del
estudio radican en mostrar y clasificar las formas de actuar en la vía por parte
de los peatones y las UHV, darles una clasificación y forma. La aplicación del
conocimiento depende mucho de cuál sea el problema. Si se trata de solucionar el
problema vial de un crucero pueden identificarse los puntos más vulnerables para
el peatón, como la falta de señalización,
semáforos o policía de tránsito,
pero también se sobreentiende que el problema va más
allá.
Va más allá porque se
hace notar que como cultura general no hay un respeto al cien por ciento de las
reglas, pues el espacio institucionalizado, aunque regulador oficial, no regula
en forma totalitaria, sino que la regulación se da en la interacción en las
vías, basada o no en la oficial. Nada garantiza que colocar policías de tránsito
arregle el problema si éstos no hacen bien su labor.
No tiene caso colocar
un semáforo si la gente no los respeta. Si bien en cuestiones legales de los
problemas puede o no favorecer a algún implicado, su falta de obediencia
nuevamente no resuelve el problema. La solución más propia es el cambio cultural
en materia de educación vial, cuestión que aunque suene muy obvia, está ausente
de los programas de gobierno de México.
A través de éste
trabajo se puede entonces ejemplificar cómo funciona cada ciudad a nivel
proxémico en la calle. El tamaño de los cruceros, los lugares de atracción para
peatones como UHV, el tamaño de las calles así como la afluencia de peatones
como UHV, ante la presencia de semáforos peatonales, vehiculares y señales de
tránsito forman parte del proceso de configuración de esta dimensión cultural
correspondiente al espacio.
Este reporte conforma
sólo una parte de una investigación más amplia aun en elaboración que incluye un
análisis histórico del espacio vial de las ciudades exploradas, así como un
estudio de la perspectiva de los conductores de vehículos, ya que aquí solo se
mencionan los hallazgos desde la perspectiva peatonal en los estudios de campo.
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