DEGRADACION Y RIESGO AMBIENTAL EN ALGUNOS BARRIOS DEL EJE NORTE DE LA REGION METROPOLITANA DE BUENOS AIRES.
Resumen
La presente ponencia se enmarca en la investigación denominada “Situación y percepción de los habitantes de los barrios populares adyacentes a las urbanizaciones cerradas de la Región Metropolitana de Buenos Aires ¿efecto derrame o derrame de defectos?” que forma parte del Programa de Estudios Geográficos de la División Geografía de la Universidad Nacional de Luján. El proyecto como objetivo general se propone indagar los efectos manifiestos en el orden social, económico, ambiental, laboral, de servicios públicos, entre otros, que reciben o impactan sobre los habitantes y las familias de los barrios populares adyacentes a las urbanizaciones cerradas (UC) y a su vez uno de los objetivos específicos intenta identificar situaciones de riesgo ambiental asociadas a la polarización barrios populares/urbanizaciones cerradas en las áreas de la RMBA seleccionadas. En este contexto, la ponencia plantea la problemática de las situaciones de riesgo y deterioro ambiental que se vienen manifestando en algunos barrios del eje norte de la región de estudio, en particular los barrios San Miguel de Escobar y Las Praderas de Campana.
Marco conceptual
La degradación
ambiental como síntesis de la salud
urbana, aportes conceptuales para su interpretación
El crecimiento urbano
y el estilo de desarrollo representan algunos de los factores que ejercen e incrementan la presión sobre el
espacio geográfico y con ello sobre el mismo ambiente. Alguna de sus
manifestaciones son los cambios en los patrones de uso de la tierra, los
procesos de producción urbana, ausencia de planificación como también déficit de
infraestructura. Las ciudades se convierten en centros de atracción de población
que en muchos casos proviene de áreas rurales u otras áreas urbanas periféricas
y aumentan el número de pobres urbanos. Para Lavell (1996) la ciudad combina lo
natural con lo social bajo patrones de centralidad y densidad. En este contexto
las ciudades intermedias que acusaron, en las últimas décadas, un crecimiento
demográfico superior al de metrópolis cercanas, presentan problemas ambientales
diversos como basurales, contaminación de recursos atmosféricos, contaminación
de recursos hídricos superficiales
y profundos, derrames tóxicos, etc. Situaciones que afectan la calidad de vida
urbana entendida como “una forma de vivir de los habitantes dentro de una
determinada realidad sociocultural, económica y de hábitat natural y construido
que se plasma en el territorio de las ciudades” (Velásquez y García, M.
1999)
Las ciudades
constituyen el resultado de un proceso de construcción social, sus problemas
expresan la relación entre la sociedad y su entorno. Los procesos de cambio
asociados a factores demográficos, políticos, económicos, culturales y sociales
adquieren diferentes velocidades que afectan de distinta manera a los ámbitos
urbanos. Entender una ciudad como
sociedad local “implica suponer que lo que en ella pasa, depende de lo que hacen
los actores que en ella inciden, depende de sus decisiones. En segundo lugar,
implica que esas decisiones surgen dentro de relaciones concretas entre actores
particulares económicas, social y culturalmente. En tercer lugar, que esos
actores deciden sobre la ciudad y lo hacen dentro, en un contexto formado por
los ámbitos globales de la realidad (nacional e internacional).” Pirez (1995:
10)
Las transformaciones
ambientales urbanas, en particular en Latinoamérica se desarrollan de manera
casi espontánea, esto significa sin un ordenamiento territorial o planificación
alguna y suelen ser el resultado de la conjunción de acciones de actores
sociales con racionalidades diferentes. En los últimos años asistimos a un
proceso de cambio a partir de la incorporación de espacios suburbanos con el
slogan “una nueva forma de vivir en contacto con la naturaleza” hecho que ha
elevado la renta del suelo y constituye la construcción de distintas.
Coexistiendo con ello, los barrios aledaños ven transformar su espacio, cerrar
las vías de comunicación, mejorar quizás la infraestructura de acceso y al mismo
tiempo, en ciertos casos, como el área que nos ocupa, elevar las cotas.
Realidades que redundan en un nuevo patrón de riesgos que modifica las
relaciones pre-existentes. Algunos de los factores de cambio que se suman a los
ya expresados como el crecimiento urbano, son los cambios en las funciones
urbanas, en sus estructuras internas y en su composición poblacional, nuevos
tipos de amenazas producto de los cambios ambientales globales, nuevas
combinaciones de amenazas naturales y tecnológicas como también desconocidas.
Por lo tanto, podemos afirmar como Blaickie, et al (1996) que los procesos de
transformación urbana suelen generar causas de fondo que configuran presiones
dinámicas y por lo tanto, las convierten en condiciones inseguras para la
población generando escenarios propicios para la manifestación de amenazas,
vulnerabilidades y potenciales riesgos o desastres urbanos. Es este, el
denominado modelo de presión y liberación de desastres.
La “degradación
ambiental urbana” es el elemento clave para comprender la salud de la
ciudad, ya que según Herzer (1996) la degradación se manifiesta en “una
reducción de grado a un rango menor” que representa la compleja relación que se
configura entre lo social y lo natural en el proceso de construcción social del
riesgo. Durante la década del ’90 el contexto internacional de la globalización
ha dejado claras muestras de las fortalezas y debilidades que se advierten en
particular en los países del sur, en la que la racionalidad económica dominante
es la clave en los procesos de ocupación y utilización del espacio. Los
obstáculos para la gestión ambiental adecuada prevalecen ante un mercado de
tierras urbanos de carácter avasallador y motor de múltiples proyectos y demanda
de mano de obra. Si la gestión ambiental urbana se halla debilitada, es de
suponer que la gestión urbana del riesgo aún más y es una de las grandes
ausentes en los estamentos de planificación urbana. Según Lavell (1996) este
tema no ha sido incorporado a las agendas de investigación urbana como
prioridad, sólo desde una mirada tradicional o fisicalista.
Los síntomas que
refleja la “degradación ambiental urbana”, expresan un proceso de cambio
en un sistema complejo, cuyas consecuencias pueden resultar desconocidas. Este
proceso de cambio podría entonces definirse como el riesgo que es la
probabilidad del desarrollo de una amenaza con consecuencias relativamente
graves. Podríamos decir que la degradación ambiental urbana incrementa la posibilidad de desastres. Los
componentes del riesgo, son la amenaza y la vulnerabilidad. Por amenaza
entendemos a la probabilidad de ocurrencia de un evento potencialmente
desastroso durante cierto período de tiempo en un sitio dado (Cardona, 1996). La
vulnerabilidad es definida como la incapacidad de una comunidad para
absorber, mediante el autoajuste, los efectos de un determinado cambio en su
ambiente (Wilches Chaux, 1996). Por lo tanto, la relación Amenaza y
Vulnerabilidad configuran la posibilidad del riesgo. Es necesario entonces hacer
mención al desastre que
constituye la actualización del riesgo, y expresa una situación de crisis o
stress social. Los paradigmas en materia de riesgo interpretan y conciben al
desastre como producto y como proceso. En primer lugar entenderlo como producto,
implica no reconocer los elementos que han constituido su antesala, sus síntomas
previos y sólo comprender que emerge de la exclusividad de una amenaza natural, por lo tanto, el
énfasis de la gestión del riesgo estará puesto en atender la emergencia, esta
situación es propia del paradigma fisicalista, en la cual se profundiza sobre la
amenaza y la vulnerabilidad física desconociendo el rol de la sociedad en la
manifestación del mismo. El interpretarlo como proceso implica una visión
sistémica de las variables espacio y tiempo en la construcción social del riesgo
y desde una visión holística encarar los pasos adecuados para la gestión
integral del riesgo abordando un conjunto de actividades: prevención,
mitigación, preparación, alerta, evacuación, atención de la emergencia,
rehabilitación y reconstrucción. El identificar cuáles son los riesgos a los que
una sociedad está expuesta contribuyen a planificar su gestión, y en este marco
todas las actividades posibles de realizar contribuyen a disminuir las acciones
en la etapa subsiguiente, esto significa
disminuir el efecto cascada o dominó.
El paradigma
fisicalista como se advierte profundiza en la amenaza y en la vulnerabilidad
física, por lo tanto sus prevenciones se orientan en el sentido ingenieril y no en las acciones de la sociedad. El
paradigma proveniente de la sociología norteamericana enfatiza en el rol activo
de la vulnerabilidad como parte de la detonación de desastres. Es evidente que a
ello se suma la segregación social y espacial existente al momento de un evento
peligroso, en los que la degradación ambiental urbana es un elemento clave en la
construcción social del riesgo.
Las amenazas que
pueden afectar a una ciudad son: naturales, socionaturales, antrópico
contaminantes y antrópico tecnológicas. Las primeras son producto de las
manifestaciones de la naturaleza, son de origen geotectónico, geodinámico,
meteorológico o climático e hidrológicas. En estos casos no hay intervención
humana directa. En cambio en las Amenazas socionaturales implican que son
socialmente inducidas, es decir hay intervención humana, las situaciones de
riesgo y desastre en ciudades son un claro ejemplo. Las antrópico contaminantes
tienen una intervención humana pero están representadas por los procesos de
transformación de elementos de la naturaleza como el agua, el aire y la tierra.
Las antrópico tecnológicas se asocian a la actividad industrial y al transporte
de productos potencialmente peligrosos que se hallan en cercanías de centros
urbanos, implican riesgos de seguridad. Se asocian a “accidentes” consecuencia
de negligencia, falta de controles, fallas, etc. Aquí es clave el efecto
sinérgico o de amenazas concatenadas que pueden derivarse.
Distintas dimensiones
de la vulnerabilidad componen a la vulnerabilidad global, siendo éstas la
física, política, económica, social, institucional, educativa, biológica,
ideológica, técnica, cultural. La
vulnerabilidad física se refiere a la ubicación de asentamientos humanos
en zonas de riesgo con deficiencias en estructuras físicas para poder
absorberlos. La vulnerabilidad política está representada por la autonomía que
posea una comunidad. La vulnerabilidad económica se expresa en el nivel de
ingreso de una sociedad y los indicadores son: desempleo, limitaciones en el
acceso a salud, educación, vivienda, servicios básicos, etc. La vulnerabilidad
institucional se manifiesta en la burocracia, la rigidez institucional, la falta
de coordinación, etc. La vulnerabilidad social está en directa relación con la
incapacidad de una comunidad para organizarse y hacer frente a la situación de
riesgo. La vulnerabilidad educativa
se traduce en el desconocimiento de una comunidad sobre los riesgos a los
cuáles está expuesta. La vulnerabilidad cultural se vincula en la percepción del
riesgo, como también en el
tratamiento de la información por parte de los medios de comunicación sobre
desastres. Por último la vulnerabilidad técnica puede vincularse a la ausencia de
elementos que permitan prevenir como también al desconocimiento de respuestas
para combinaciones de amenazas producto de los cambios globales.
Otros de los aspectos a analizar son: la acumulación
espacial de vulnerabilidades y la acumulación temporal de vulnerabilidades. Para
Maskrey (1994) los cambios locales provocados por la globalización implican
modificaciones de los procesos económicos, políticos y sociales y estos
repercuten en las formas de ocupación del espacio, el crecimiento de
asentamientos marginales, la transformación de las economías rurales y un éxodo
rural urbano creciente. Las ciudades entonces se traducen en escenarios
vulnerables, a los que se suman las industrias como factores de riesgos. El
carácter temporal de las vulnerabilidades se advierte al analizar a través del
tiempo los procesos por los que ha atravesado una ciudad, el contexto de
ocurrencia, los factores de cambios, como también las velocidades y turbulencias en que se han desarrollado no
permitiendo considerar la información sobre amenazas y vulnerabilidades. Por lo
tanto, la racionalidad económica dominante constituye un alto factor de
riesgo. Esto se asocia a
situaciones de desastre que actualmente representan síntomas de mayor gravedad
en países pobres o del sur y demuestran lo expresado por Wikjman y Timberlacke
(1985) al establecer que “los desastres son problemas no resueltos del
desarrollo”.
Interpretar las
implicancias del riesgo ambiental urbano nos lleva a vislumbrar cuál es el
comportamiento de las instituciones encargadas de su gestión, por lo tanto
garantes de la seguridad ciudadana. Para ello Lavell (1996) identifica desde las estructuras estatales
existentes elementos a considerar como:
1.
grados de
centralización y descentralización del estado
2.
jerarquía otorgada a
organismos responsables de riesgos
3.
ideologías y
prácticas existentes en materia de gestión participativa
4.
nivel de continuidad
y profesionalismo existente en organismos estatales, de manera de otorgar
permanencia más allá de cambios políticos.
5.
permeabilidad técnico
– política que permiten la llegada de la información a los puestos o cargos
donde se toman decisiones.
6.
el papel e injerencia
de los estamentos militares en la política y el quehacer estatal, legitimidad
frente a la población.
La gestión del riesgo
urbano se nutre de múltiples actores sociales, procesos, velocidades, soportes
territoriales y ambientales como también contextos políticos, económicos,
demográficos y sociales diversos. Siendo estos procesos locales, regionales e
internacionales, por lo tanto cada estudio de caso, permitirá indagar cuáles son
los efectos que surgen de los distintos imaginarios formales y
reales.
El aporte teórico nos
lleva a delimitar el desarrollo metodológico y aquí es necesario como clave el
trabajo de campo, que nos permite observar, explicar, comprender e interpretar
“caminando el terreno” de manera de separarnos de las abstracciones teóricas
para buscar comprender socialmente, las experiencias, las circunstancias, el
entorno y las complejas relaciones que se establecen entre la sociedad y su
ambiente en la construcción social del riesgo.
De la teoría a la
realidad
La cuestión teórica
se enriquece y se completa con la empiria de los trabajos de campo. En principio
podemos comentar el caso del Barrio San Miguel,
ubicado en la localidad de Ingeniero Maschwitz, dentro del Partido de Escobar
(provincia de Buenos Aires), un barrio originado a partir de la ocupación de
tierras fiscales, organizado informalmente, con un alto grado de hacinamiento,
con viviendas precarias y recurrentes problemas de inundaciones por causas
mixtas (desborde y anegamiento), configurando, junto a la situación
socioeconómica, una acumulación progresiva
de vulnerabilidad física, social, económica y ambiental, generando una situación
de riesgo.
Caso Nº 1- El barrio
San Miguel (Partido de Escobar)
El Barrio San Miguel, como muchos barrios de la
zona, formaba parte de la estancia Villanueva, frente a la estación ferroviaria
y que la firma Adolfo Bullrich y Cia. (Beliera, 2007) remata en 1936, en subasta
pública, parte de los terrenos que dieron origen a la organización del barrio, y que
alrededor de la década de 1960 comienza su expansión, dividiéndose en San Miguel
1 y San Miguel 2, debido al crecimiento por agregación de nuevas familias de
acuerdo a los procesos de urbanización carentes de planificación, resultando un
barrio informal, cuyo emplazamiento se realizó en una gran zona de
bañados (ver plano 1).
Plano 1 AUTOPISTA DEL SOL (Acceso Norte)

Fuente:
http//www.aca.org.ar/servicios/turismo/vial/mapa-norte.html
Las
inundaciones como amenaza principal
Durante su recorrido
presenta distintas características en su morfología: variación del ancho de su
cauce, profundidad, modificaciones antrópicas, desviaciones, obturaciones
naturales (por acumulación de sedimentos), distintas especies vegetales, etc.
Debido a la carga abundante de materia orgánica en agua, presenta signos claros
de eutroficación: espesa vegetación, ausencia de fauna
acuícola.
En cuanto a los
aportes de los efluentes líquidos, los mismos están representados por vuelcos
clandestinos provenientes desde las viviendas próximas (fuentes puntuales). Las
fuentes difusas están dadas por pendiente y escorrentía, situación que se ve
magnificada con las precipitaciones. Este curso natural
fue modificado por los ocupantes del barrio, esto hizo que el arroyo fuera
adquiriendo la forma rectilínea que hoy se observa en las imágenes satelitales
(Imagen satelital Nº 1). La
cercanía de las viviendas al arroyo - apenas unos pocos metros de distancia-
convierte a este barrio en un amanzanado altamente
vulnerable.
En
este sentido la
Ley Provincial de Conservación de los Desagües
Naturales (6253/60) establece que la zona comprendida dentro de los
50
metros a cada lado de un curso de agua, es considerada
“zona de conservación de desagües naturales”, no pudiéndose efectuar ningún tipo
de construcción dentro de ella hasta tanto se
habiliten obras que aseguren las mínimas condiciones de seguridad y sanidad.
Según esta Ley (6253/60), el Barrio San Miguel estaría asentado sobre una zona
de conservación de desagües naturales.
Por
otra parte, los fuertes vientos del sudeste un freno hidráulico evitando el
drenaje normal de los ríos que desembocan en el Río de la Plata, entre ellos el Río Luján y sus
afluentes los arroyos Garín y Escobar. Si a esto se le suma el proceso de urbanización, todo el paisaje
natural de la zona se ha ido modificando, produciéndose también alteraciones en
el normal escurrimiento de las aguas. La cota de las costas NO del arroyo
Escobar ha sido elevada para la construcción de emprendimientos inmobiliarios.
Con el mismo objetivo, se han elevado los terrenos del NE, lindantes al arroyo
Garín. Como consecuencia, el Barrio San Miguel ha quedado asentado en una
especie de olla, en la que el agua es retenida por más tiempo ante desbordes
(Gráficos 1 y 2).
Gráfico
1- Drenaje normal de los cursos de agua de la zona de estudio,
con sentido NE, hacia su desembocadura en el Río Luján
antes del asentamiento de los countries.

Fuente: Selva, María op.cit. (2006).
Gráfico 2- Modificación del drenaje de los cursos de agua de la
zona
de
estudio tras la elevación de la cota de los terrenos lindantes.

Fuente: Selva, María op.cit. (2006)
Consecuencia de los desbordes y el
anegamiento: las enfermedades
Entre las
enfermedades más comunes que se pueden identificar después de una inundación,
figuran: gastrointestinales, respiratorias agudas, Enfermedades de la infancia
tales como sarampión, varicela, etc., lesiones dermatológicas, dengue,
leptospirosis, hepatitis A, etc. En todos los casos se trata de enfermedades
relacionadas con la contaminación del agua y los alimentos, la falta de higiene
y el hacinamiento, o enfermedades infectocontagiosas.
Es decir, las
condiciones propias de la región tales como las características del suelo
(escurrimiento lento, humedad persistente) y el clima (húmedo con temperaturas
cálidas), sumadas a factores como el hacinamiento, la falta de higiene, los
animales domésticos y los residuos, hacen que, después de las inundaciones, el
escenario resulte favorable para la proliferación de virus y bacterias causantes
de enfermedades.
La gestión de
desastres a nivel municipal se encuentra íntegramente bajo la coordinación de
Defensa Civil de Partido de Escobar. En el Municipio de Escobar, esta gestión
está orientada a la respuesta ante la emergencia. No existe una estructura
involucrada en el momento de gestión anterior al desastre, por lo menos en
materia de inundaciones.
En el caso concreto
de la problemática que presenta el barrio San Miguel, no existen antecedentes en
cuanto a la aplicación de medidas de tipo preventivas. Esto da la pauta de una
gestión orientada a la conceptualización del desastre sólo como producto y no
como proceso.
Caso Nº 2 -
Barrio Las Praderas (Partido de
Campana)
El barrio Las
Praderas se origina en la década de 1960 en tierras “ocupadas de hecho” ubicadas en el Km. 70 de la Ruta Panamericana
y a pocas cuadras de lo que hoy es la calle colectora de la ruta. Adyacente a
este barrio, se encuentra la urbanización cerrada “el Bosque”, ambos barrios
sólo se visualizan una vez penetrada la calle de acceso o por la señalización
que es poco destacable (foto 1). Las Praderas está compuesto por familias de muy
bajos recursos –muchas de las cuales se encuentran bajo la línea de pobreza-
(foto 2) El trabajo de campo nos posibilitó constatar que la población subsiste
a través de planes sociales; los hombres realizan changas o cartonean y algunas
mujeres se desempeñan como empleadas domésticas en el country El
bosque. Otra actividad que se
pudo detectar es la fabricación familiar de ladrillos con hornos a cielo
abierto (foto 3). También se
detectaron cavas convertidas en basurales con los consiguientes riesgos de
contaminación ambiental. La población del barrio Las Praderas, no sólo no tiene
ningún servicio sanitario por red, sino tal como se registra en la foto 2, gran
parte del agua se obtiene de canillas generales que se encuentran en las
veredas.
Sin embargo, más allá
de la propia contaminación que genera la pobreza, tanto en reuniones científicas
como en presentaciones formales de los vecinos (de ambos barrios y en conjunto)
ante el municipio, preocupados por la
continuidad de los malos olores y la posible contaminación de la napas
subterráneas (1) por la empresa Landnort (imagen satelital 2) que tiene
52
hectáreas destinadas al tratamiento y disposición final de
residuos industriales que recibe de toda la Provincia de Buenos Aires (Diario
La Auténtica
Defensa). A pesar de haber
sido clausurada por contaminación por la Justicia Federal (2), y de
plantearse la reubicación de la misma, la empresa sigue funcionando, y se siguen
registrando los malos olores, afectando a una población aproximada de 7000
habitantes comprendida entre las urbanizaciones de Otamendi, San Jacinto, Albizola, Las
Praderas y El Bosque. Por otra parte, ante el reclamo de los vecinos por el no
cumplimiento de la relocalización, tanto la Dirección de Medio Ambiente y
la
Secretaría de Política Ambiental (SPA), se comunicaron con los
vecinos para informar que el Municipio no dispone del predio que se había
comprometido a conseguir para la reinstalación de Landnort.
Según la información
recabada en la página Web del diario La Auténtica Defensa,
los propios vecinos movilizados, informan que la contaminación no sólo afectará
a los barrios populares sino que:
"Los
malestares ocasionados por los malos olores, serán en breve compartidos por los
futuros vecinos del megacountry náutico que se está construyendo en el km 64 de
la ruta 9, o por los huéspedes del hotel 5 estrellas proyectado dentro del
megacountry”.
Los
vecinos autoconvocados de Las Praderas y El Bosque, ya en el año 2005 informan,
a través de la publicación del diario local, desconocer “si la Municipalidad de Campana
advirtió a los inversores de tan importante desarrollo, de las precarias
condiciones de confort en que se desarrollaran las actividades de los
propietarios o huéspedes cuando la empresa Landnort vuelque sus efluentes a
escasos 3
Km. de su emprendimiento".
Por su parte, en
la Revista El Monitor
(2007) La Biblioteca Ecológica de
la Escuela
Nº 18 de Campana
advierte a las autoridades del municipio y de
la SPA que, luego de estudiar los niveles
topográficos de la zona, el agua de lluvia que cae sobre los terrenos de
Landnort y que arrastran sólidos contaminados o los disuelve, terminan en la
laguna de Otamendi con posibilidades que tarde o temprano se genere una
catástrofe ecológica, siendo dicha reserva un santuario de la vida silvestre de
la comunidad de Campana.
CONCLUSIONES
A modo de conclusión,
se considera importante señalar que el crecimiento de las ciudades intermedias
en las últimas décadas, sumado a procesos de la globalización e
internacionalización del capital, como la apertura económica de nuestro país,
han generado cambios en la estructura urbana, en su funcionalidad, como también,
la introducción de nuevos actores sociales que frente a un Estado casi ausente
y, la carencia de legislación, en algunos casos y débil aplicación en otros,
incrementan los síntomas de la degradación urbana afectando la calidad de vida
de la población.
A esto se suma,
la
ausencia de planificación, la debilidad en los
controles en cuanto el cumplimiento de la legislación vigente, la prevalencia de
la racionalidad económica frente a la ambiental en los procesos de toma de
decisiones;
la falta de cumplimiento de los deberes de
los funcionarios públicos; la carencia de infraestructura para hipótesis de
desastres; el desconocimiento de la población acerca del riesgo al que está
expuesto; la escasa participación de la población en los procesos de gestión del
riesgo; y finalmente la desarticulación entre los diferentes actores sociales,
en cuanto roles, responsabilidades
y compromisos, entre otros
En este contexto, es
necesario generar una conciencia ambiental tanto en la población como en los
sectores de poder, incluyendo sus mecanismos e instancias, de manera que se
actúe en forma integrada, interjurisdiccional, interdisciplinaria y
participativa, es decir, formado parte de un todo dinámico desde una visión
sistémica.
A propósito de ello,
la capacidad de revisión de los paradigmas vigentes es una cuestión
imprescindible a la hora de replantear y actualizar esta problemática, a fin de
lograr la articulación, no sólo, de los diferentes actores sociales, sino
también, y en especial, de las estrategias a implementar en cada una de las
instancias de la gestión del riesgo, en tanto parte integrada en la Ordenación ambiental del
Territorio.
En este sentido, tal
como lo afirma Cardona (2001) se deben repensar de manera holística los
conceptos de amenaza, vulnerabilidad y riesgo de manera que un enfoque integral
y multidisciplinar facilite la interpretación de la dinámica compleja del
ambiente y dentro de este, las ciudades. Así pues, y siguiendo los tópicos ya
expuestos, es fundamental el reconocimiento y tratamiento del riesgo desde la
conceptualización de proceso, y no sólo como un mero producto, una simple
consecuencia.
A modo de cierre, y
de apertura para el tratamiento de la problemática planteada, se deja explícito,
y nuevamente en la cúspide del quehacer investigativo, la pregunta que denota el
título del Proyecto de base, es decir, una y otra vez, se nos presenta la
cuestión acerca de “¿efecto derrame o derrame de defectos?”, en tanto la
relación socio-urbana entre las UC y los barrios adyacentes, ahora pues, desde
la teoría y praxis del riesgo ambiental y su gestión participativa. La
culminación de la investigación nos lo confirmará.
NOTAS
(1)
Consideran que la
contaminación pueda afectar las napas de donde proviene el agua que se bebe en
los hogares, debido al método que utilizan en la empresa para tratar los
residuos (Landfarming, donde se depositan los residuos en celdas en el mismo
suelo) que no llegarían en la condición en que realmente deberían llegar en
cuanto a su pre tratamiento.
(2)
El 30 de septiembre de
2004, la Justicia
Federal de Primera Instancia dispuso la clausura preventiva y
total de la Empresa
Landnort S.A.,
previamente, La
Secretaría de Política Ambiental de la Provincia de Buenos Aires intimó a
la empresa a subsanar distintas deficiencias basándose en el hallazgo de
excesivas concentraciones de plomo, hidrocarburos y demás sustancias peligrosas
(Anzolín, 2008)
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ANEXOS
Foto 1-Calle de
acceso a Las Praderas y El Bosque

Autor: equipo de
investigación, año 2008
Foto 2– Barrio Las
Praderas- pilar con suministro de agua.

Autor: equipo de
investigación, año 2008
Foto 3 - Horno de
ladrillos

Autor: equipo de
investigación, año 2008
Imagen satelital
Nº 1 Ubicación de los barrios y trazado del arroyo
(Escobar)


Fuente: Google Earth,
2006
Elaboración: Selva,
Maria
Imagen
satelital Nº2 Ubicación de los
barrios y la empresa Landnort (Campana)

Fuente: Google Earth,
2008
Elaboración: Anzolín,
Adriana