Cancún del auge turístico a la crisis
ambiental

Stella Maris Arnaiz Burne
Alfredo César Dachary
Introducción
Cancún, isla anclada por dos puentes a la Costa Oriental de la
península de Yucatán, la frontera Caribe de México, fue creado en la década de
los setenta en momentos en que el turismo se transformó en un modelo eficiente
para la lucha de la guerra fría en esta convulsionada
región.
Cancún ha sido tomado como el “modelo” del éxito en materia de
desarrollo turístico y, más específicamente, de centros turísticos integralmente
planeados, un logro visible pero que muestra una cara de la moneda, la que ven
los desarrolladores. La otra es la que vive la sociedad de acogida, una realidad
muy diferente.
A lo largo de estas últimas décadas, lo ambiental se ha ido
transformando de una cuestión vinculada al manejo y sus costos en los
ecosistemas a la sociedad que éstos alojan, porque los problemas ambientales son
integrales y, como tal, deberían analizarse, para no caer en la demagogia que
hacen algunas ONG, en defensa de sus territorios o lugares de
vida.
Los problemas
ambientales en la zona turística y, específicamente de Cancún y el corredor, han
dado lugar a un gran crecimiento económico distribuido asimétricamente por lo
que no podríamos hablar de desarrollo.
Estos resultados son el fruto de la combinación de diferentes
factores, que se articularon desde un Estado que planifica pero los funcionarios
no aplican, ya que ven que la
alteración de los planes y sus usos son un gran negocio para ellos, a un sector
empresarial que busca beneficios rápidos sin tomar en consideración los
costos.
Los inversionistas y los desarrolladores, estos últimos
empresarios que construyen venden y se van, aplican un modelo que se ha definido
como “modelo inmobiliario”, siendo el eje del mismo la inversión - recuperación
a corto tiempo ya que dejan las externalidades, expresadas en infraestructura y
prestación de servicios básicos, para el municipio o los operadores de hoteles,
que deben enfrentar estas costosas operaciones que deberían haber sido
solucionadas desde el comienzo de las obras.
El Estado admite esta distorsión que es natural en el modelo
capitalista de mercado que hoy domina y acepta las reglas que rompen las normas
preestablecidas con tal de “anclar la inversión” que se traduce en puestos de
trabajo, o sea, hay un rédito político además de un beneficio económico que para
los que “apoyan” o cabildean los proyectos.
El Estado, al aceptar este modelo intensivo y sin control
efectivo, permite la entrada masiva de mano de obra, verdadero motor de este
modelo que está basado en la industria de la construcción, y recibe a los
inmigrantes sin tener donde, asume la ley suprema del mercado, que las cosas se
equilibran por la oferta y la demanda, lo cual no se da en “el mercado de los
pobres”, que deben sobrevivir a base de ingenio y grandes restricciones.
Los inmigrantes se organizan como pueden, invaden o les conceden
tierras, y ellos pueblan una ciudad paralela sin servicios, la cual recién
empieza a existir para los políticos y la sociedad cuando aumenta en número y
así obtiene la capacidad de presión.
Desde el comienzo estamos hablando de dos mundos paralelos, miles
o millones de visitantes que llegan y miles de campesinos que arriban, los
primeros para vivir un tiempo irreal en el mundo del ocio y los otros para
sobrevivir, en el mundo del trabajo.
Los inmigrantes también hacen un uso intensivo del territorio pero
no para explotarlo sino para sobrevivir y, en la necesidad, generan una grave
afectación en el mismo, como es el caso de las aguas subterráneas, que derivado
de la falta de servicios de drenaje, la gente se ve en la necesidad de
transformar los cenotes, que son aberturas que generan ríos subterráneos, en
receptores de aguas negras, las cuales se expanden en todo el sistema.
De las costas al continente avanzan los desarrolladores masivamente
cambiando los usos de suelo y de la periferia urbana hacia el centro avanzan los
desposeídos buscando hacer una ciudad que no estaba pensada, la de los pobres,
la Colonia
Puerto Juárez.
Esto significa que la cuestión ambiental tiene dos extremos, uno visible
que es el de las costas a la zona hotelera y otro invisible de la selva hacia el
centro de la ciudad y justamente esta duplicidad de frentes que implica la
existencia de dos grandes problemas es la falta de perspectiva que tienen los
ecologistas y conservacionistas hoy.
Ven sólo el problema costero, la zona donde el dinero llevó a la
destrucción, donde la especulación se llevó por delante a la normatividad, pero
desconocen por una visión clasista, el otro extremo, donde los pobres contaminan
y destrozan la selva por necesidad y alteran el ambiente social por falta de
oportunidades.
Así entendido el problema ambiental no es un tema que tome sólo los
ecosistemas, sino que está profundamente anclado en la problemática social, hay
un deterioro de los ecosistemas donde están los hoteles y marinas que fue
planificado y otro deterioro ecológico social muy profundo donde están los
pobres que construyeron este “paraíso”.
Esta perspectiva permite ubicar a los actores que se han llamado a sí
mismos a ejercer el rol de defensores del medio ambiente en la perspectiva ya
obsoleta de limitarlo a los ecosistemas, sin tomar en consideración al hombre y
la sociedad.
Esta visión lleva al origen de las ideas ecologistas occidentales
modernas, la era del nazismo, período en el que se promulgaron las primeras
leyes orientadas a compaginar un proyecto ecológico, que protegía a la
naturaleza pero era crítico con el hombre (Ferry
1994).
Es coincidente ver que durante el nazismo se protegió el bosque, se
crearon las primeras leyes de ordenamiento ambiental e impacto ambiental, se
dictó la más completa ley de protección a los animales y también se exterminó a
más de 6 millones de personas. La Alemania Nazi era un país perfecto, con
grandes bosques, plazas, no se veían negros, árabes ni otras razas, ni mendigos,
todos habían sido exterminados; era el paisaje “puro, sin
alteraciones”.
El caso de Cancún es muy revelador porque permite entender cuáles son las
ideas que sirven de guía a los
movimientos ecologistas y conservacionistas en México y muy especialmente en el
Estado de Quintana Roo, donde la construcción de este polo se hizo a costa de
descampesinizar a más de 500,000 mayas que sobrevivían en la selva luego de la
crisis forestal y del henequén (César y Arnaiz 1998).
Lo primero que se puede observar es que estos grupos, sin representación
efectiva en la sociedad local, son verdaderos grupos de presión, que pretenden
hacer negociar a las autoridades y a los inversionistas, lo cual siempre termina
en una situación generalmente poco clara, más cuando los proyectos siguen
adelante.
Desconocen o ignoran los grandes problemas que genera ese desarrollo
inmobiliario, cuyo impacto visual más impactante está en la zona hotelera, pero
el mayor impacto, el más grave está oculto tras la miseria, que ya se considera
como algo “natural” y que de él derivan: el suicidio, violencia contra las
mujeres, drogadicción y una serie de enfermedades sociales, que ponen en
“peligro de extinción” a miles de personas.
De allí que en Cancún, como en todo el corredor, la cuestión ambiental ha
sido un tema tangencial que se ha concentrado a reducir ciertos impactos muy
evidentes, pero que toman más fuerza una vez que la isla de Cancún y la laguna Nichupté ya están
irremediablemente e irreversiblemente afectadas.
El enfrentamiento por la cuestión ambiental afecta a determinados grupos
empresariales pero no a otros que son tan o más voraces que éstos, por ejemplo
Xcaret y los parques temáticos no son sujetos de crítica, y como éste y otros
emprendimientos hay duda sobre la parcialidad de los cuestionamientos no por ser
reales sino porque se limitan a ciertos casos y no a
todos.
La defensa o la búsqueda de un desarrollo racional o sustentable debe ser
integral, pero ello implica un cambio de modelo, que no cuadra con el que hoy
domina en México y que se reproduce rápidamente por toda la geografía del país,
un neoliberalismo donde rige el mercado por encima de los intereses nacionales y
mucho más, de las grandes mayorías.
Hasta los noventa, los enfrentamientos por la cuestión ambiental no eran
frecuentes, en Cancún el eje de la polémica fue la laguna Nichupté, la cual fue
rellenada en una parte importante y la polémica no pasó de la denuncia, algo que
no afectó a estos proyectos, como fue el caso de Isla
Dorada.
La denominada batalla muellera de la isla de Cozumel, de la mitad de la
década de los noventa fue un parteaguas en materia de estos enfrentamientos, ya
que se llegó a un tribunal internacional que ve las cuestiones ambientales que
se dan en los países firmantes del Tratado de Libre Comercio de América del
Norte (TLCAN).
En este conflicto ambiental se empieza a vislumbrar un sesgo sobre
cuáles son los proyectos que se cuestionan y cuáles no, el final fue muy claro,
se construyeron grandes muelles, se hizo una parodia de replantar arrecifes
blandos ,y en pocos años Cozumel llegó a recibir cerca de 1,500 cruceros, la
capital caribeña, luego de Miami.
El tema ambiental a comienzos de los noventa era aún incipiente y Enrique
Leff, un referente obligado en el tema en México, sostenía que “…la respuesta
del Estado a los procesos de deterioro ambiental ha sido tardía, sobretodo ante
su acelerado ritmo y su carácter acumulativo” (Leff
1990).
La cuestión ambiental es fundamental para lograr un desarrollo
equilibrado, pero no puede ser vista de manera parcial porque se termina
distorsionando el problema real, aunque una visión integral se enfrenta con el
inmediatismo del Estado y el hambre de tierras que tiene el mercado: la fórmula
del denominado “modelo turístico inmobiliario”.
Hay una definición amplia de turismo que sintetiza los alcances reales
del mismo y que sostiene que “el turismo es una compleja e importante actividad
económica que depende, más que ninguna otra del medio ambiente pero considerado
éste en una perspectiva amplia. Esto se debe a que el mismo abarca la biosfera,
los ecosistemas que lo componen y los elementos introducidos en ella por la mano
del hombre, contando entre éstos los aspectos socioeconómicos y los culturales”
(OMT/ PNUMA 1983).
En estos últimos años se ha dado un enfrentamiento con nuevos
desarrollos masivos, que son parte del modelo; los más graves siguen adelante,
como son el caso de Puerto Cancún y el malecón costero originalmente denominado
San Buenaventura, en ambos se arrasan con grandes áreas de manglar y lo que es
más, se sigue sobredimensionando la carga inmobiliaria en esta frágil
zona.
En una interesante y realista visión, el geólogo Wiese analiza los
impactos del turismo en Cancún y de la impresión que obtiene, plantea una
interpretación a partir de otras teorías sobre impactos, ciclos de vida del
turismo de Buttler o el trabajo clásico de Plog y concluye con la teoría de la
autodestrucción del turismo (Wiese 2000).
En este trabajo habla de cuatro etapas y Cancún estaría
concluyendo la tercera etapa, que es cuando domina el turismo de masas de bajo
nivel económico y comportamiento social, lo que lleva a la degradación social y
deterioro medio ambiental del sitio turístico.
La última etapa, y ya no parece predicción, es cuando el destino
se hunde bajo el peso de los conflictos sociales y la producción de basura y
contaminantes, y empiezan a huir los turistas, dejando la infraestructura
abandonada (Wiese 2000).
Las aguas bajan turbias
Los temas de la deuda social vinculada a la calidad de vida son
cada vez más evidentes, un basurero sin control de ningún tipo, aguas costeras
contaminadas por la falta de drenaje, lo cual fue reconocido por los análisis
que realizó Greenpeace y que luego fueron comentados y admitidos por Alfredo
Arellano, titular de la
Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Noticaribe
28/06/2007).
Esto era conocido, ya que la ciudad genera y manda a sus aguas
subterráneas la contaminación anual de 14,000 toneladas de heces fecales y 11
millones 250 mil metros cúbicos de aguas residuales, según un estudio realizado
por el Centro de Investigación y Estudios Avanzados del Instituto Politécnico
Nacional (CINVESTAV) (Cedillo 2006).
Desde el año 2000, el agua de subsuelo de Benito Juárez, no sirve
ni para lavar la ropa dado el grado de contaminación que presenta. Sin embargo,
miles de familias sin poder contar con el servicio de agua corriente se ven
obligadas a usarla con
consecuencias graves para la salud.
Este gran problema es conocido por la Comisión Nacional del Agua y
por la concesionara del agua en Cancún, Aguakan, debido a que desde hace unos
años ya se sabe de muchos casos de
enfermedades gastrointestinales y de la piel.
Las protestas se dieron primero en la región 222, la zona de
Rancho Viejo, y los asentamientos como Tres Reyes, El Pedregal, El Milagro,
Valle Verde, Avante, Las Pencas, Santa Cecilia y todos los asentamientos
irregulares que hay en la zona.
En Cancún hay más de 200,000 personas sin drenaje, cuyas heces
fecales van directamente a la freática a través de los pozos o cenotes que
utilizan y allí se hace la cadena, sale del hombre y regresa a él.
Según el investigador del CINVESTAV, en las 200,000 personas sin
drenajes está el 29,92% de la
PEA y sus ingresos son de uno a dos salarios mínimos, son los
marginales, los que no tienen drenaje ni agua, o sea, son doblemente
castigados.
El Municipio de Benito Juárez es una especie de gran delta de los
ríos subterráneos de la península, donde se ubican los mayores afluentes de la
península y debido a la porosidad del subsuelo lo hace sumamente susceptible a
contaminarse como se ha descrito.
Esta situación se agrava debido a que Aguakan está rebasado en sus
tres plantas de tratamiento de las regiones 94 y 237 y la Caribe 2000, por lo
que debe arrojar las aguas crudas, sin tratamiento a un pozo de absorción.
A ello hay que agregar que las aguas negras que corren por estos
ríos más los lixiviados del basurero municipal sin control, no sólo contaminan
las playas turísticas sino zonas aisladas como es el caso de la laguna Manatí y
el sistema lagunar Chacmochuc, intercomunicados y pertenecientes al Municipio de
Isla Mujeres, lugar donde estará una parte del proyecto Playa Mujeres (Caballero
2007).
Para 1997, ya el problema de un crecimiento rebasado era evidente,
Cancún generaba 1.1 kilo de basura por habitantes cuando la media nacional era
de 800
gramos, o sea, para esa época se generaban diariamente 480
T de basura, 80% eran recolectada y el resto entre tiraderos “habilitados” y
otros lugares (Martín L. 1997).
Para ese año, sólo el 40% de la ciudad tenía drenaje, sin contar
la franja ejidal y asentamientos irregulares, por lo que aguas negras y
pluviales, además de basura, van al mar o la laguna Nichupté ayudando así a la
contaminación.
El tema sigue en boga, ya que en julio del 2007, Greenpeace
nuevamente abrió el caso de la contaminación de las aguas de la zona de playas,
debido a que según sus datos el 31.55% de las aguas negras se vierten sin
tratarse, lo cual la Directora de Ecología del Ayuntamiento admitió en
parte.
Laguna Nichupté: la contaminación
pionera
Desde los ochenta, la laguna es un problema permanente en el
corazón de la zona turística, primero se comenzaron a eliminar canales de
comunicación con el mar y con los grandes rellenos se redujo la superficie de la
laguna, como fue el caso de Isla Dorada y disminuyó el intercambio de agua de
mar y de la laguna.
Luego vino una agresión mayor, ya que se ubicó sobre su ribera un
relleno sanitario a cielo abierto y luego vinieron las marinas y las aguas
negras que éstas generaban por la falta de drenaje, aunque estaban ubicadas en
plena zona hotelera y para completar el cuadro las aguas negras de la ciudad,
por carencia de drenaje también llegan a contaminar esta laguna.
La primera afectación directa a la laguna Nichupté fue el club y campo de golf Pok Ta Pok,
que llevó a que se drague una parte de la laguna y se rellene para hacer el
campo, y así se siguió rellenando la laguna para hacer el estacionamiento de
plaza Caracol y los comercios cercanos.
A partir de estas obras comenzaron a instalarse marinas,
restaurantes, centros comerciales y todos iban rellenando y afectando a la
laguna, que ya resentía la pérdida de intercambio con las aguas del mar y el
impacto de aguas negras, aceites y otros desperdicios que debería digerir esta
afectada laguna.
A mediados de los ochenta comenzó a percibirse un fuerte olor en
la laguna y empezaron los problemas de culpas y responsabilidades entre los
diferentes niveles de gobierno, y allí comenzaron las quejas del grupo
ecologista Gema, pero nada frenó el proceso de ocupación y afectación de la
laguna.
En los noventa se preparó un plan de ordenamiento y en paralelo se
dan autorizaciones para que se construyan y operen un total de 23 marinas, con
lo cual se da una doble contaminación: la de la edificación y la de las lanchas,
motores de dos tiempos.
En 1993, se crea el programa de protección ambiental de Cancún, en
el cual se plantea respetar uso del suelo, ampliar los drenajes hasta un 70%,
construir nueva planta de tratamiento de aguas negras, reubicar el basurero
municipal, alcantarillado en Bonfil y recuperar las 783 has de sascaberas y
reforestar el boulevard Luis D. Colosio (Próspero
2001).
En 1996, el presidente Zedillo, aprueba un plan muy amplio
denominado Aguas Cristalinas 2000, para hacer un saneamiento integral de la
laguna, un plan cuyo costo estaba calculado en 832 millones de pesos, pero los
conflictos entre el gobierno estatal y Aguakan, frenaron el proceso y éste quedo
reducido a un plan estratégico.
En medio de ello está el doble discurso del sector empresarial
entre el problema y la búsqueda de soluciones, pero que no ha podido llegar a un
acuerdo para sacar todas las descargas irregulares que hay hacia la laguna, 132
para el año 2000 hoy posiblemente sean más del doble; los negocios son
incompatibles con la protección del medio ambiente.
El caso de laguna Bojorquez parte del sistema lagunar de Nichupté,
se puede solucionar con un sistema de bombeo por energía de oleaje ideado por un
grupo de investigadores del Instituto de Ciencias del Mar y Limnología de la
Universidad Nacional Autónoma de México (Morales 2007).
Esta bomba puede introducir a la laguna 500 litros por segundo, o
sea, 40,000 metros
cúbicos en 24 horas y de ese modo en dos a tres meses se
renueva toda el agua de la laguna y con ese aporte masivo de agua limpia y
oxigenada se eliminaría el material orgánico acumulado, causante de los malos
olores y la turbiedad. Así el sistema seguiría funcionado indefinidamente para
mantener un adecuado flujo de agua y lograr que la laguna se conserve (Morales
2007).
Reforestar el manglar afectado por la tala, contaminación y los
ciclones como fue el caso del Wilma es otra acción que se viene planteando para
mejorar el entorno de la laguna, y darle más
protección.
Así mismo, se adjudicó el Plan de Manejo del Sistema Lagunario a
una empresa consultora de Cancún, el cual costará un millón y medio de pesos y
estaría terminado en el 2008.
Los investigadores del Instituto de Ciencias del Mar y Limnología
han hecho otro llamado de atención respecto del deterioro en aumento del sistema
lagunario de Nichupté que ha permitido constatar, además de las ya existentes,
una nueva de contaminación por plomo.
El aumento de las construcciones que terminan de cerrar todas la
venas de intercambio con el agua de mar, los rellenos y la saturación de
embarcaciones, entre otros, además de las descargas de aguas contaminadas
provocan una contaminación por plomo
y un exceso de nutrientes, lo que podría llevar a que ésta sea una laguna
muerta.
Pero pese a esta situación el Fondo Nacional de Turismo (FONATUR)
y la Secretaría de Comunicaciones y Transporte (SCT) plantean la construcción de
puentes sobre la laguna a fin de reducir el tráfico en el boulevard Kukulkan,
habrá así un puente sobre la laguna
Bojorquez y se plantea un segundo puente más largo que atravesará la laguna
Nichupté con 9
Km. de largo (Varillas 2006).
El proyecto ya generó diferentes reacciones en la sociedad por lo
cual se logró parar en el 2007, pero no anular el proyecto, ya que hay un gran
interés de grupos empresariales en que se haga realidad.
El problema es que no hay una sociedad activa frente a estos
problemas, están los actores con intereses directos en el turismo y los grupos
ecologistas que tratan de limitar estos proyectos, pero la verdadera sociedad no
demanda una participación ni siquiera por los partidos políticos.
Son acciones de gobernadores o presidentes los que mueven este
problema central en la zona turística, así se espera que por decreto
presidencial se cree una área de protección de flora y fauna de manglares de
Nichupté (Novedades 2007).
El área para protección tendría una superficie de 4,259 hectáreas de manglar y
humedales, propuesta que ha sido ampliada de una original que pretendía proteger
3,400
hectáreas.
Basura y contaminación
Cancún ha tenido durante su construcción una serie de errores que
van más allá de lo que es la planeación, está en duda si hubo soberbia o
ignorancia, sólo dos ejemplos nos dan la razón. Uno, no prevenir la existencia
de miles de trabajadores inmigrantes que necesitarían una gran colonia, y ello
llevó a la construcción de la colonia Puerto Juárez, una obra realizada a la luz
de los enfrentamientos con los colonos.
La otra es el basurero, que debería ser para una ciudad moderna un
verdadero relleno sanitario y cuya primera ubicación fue frente a la laguna
Nichupté, el eje del ecosistema donde se aloja el centro turístico y de allí se
pasó a un gran tiradero cercano a la zona costera y a lagunas interiores donde
hoy su existencia genera una gran contaminación.
En medio de ambos, otro “olvido”, los drenajes y ello junto a otro
“error”, cenotes, ríos subterráneos, un sistema que integra toda la
contaminación desde aguas negras a lixiviados y los lleva al mar, ¿errores de
principiantes u omisiones de burócratas?
El problema ha ido creciendo mientras el municipio ha planteado
muchas estrategias y ninguna solución; hay dinero para lo que se ve como la
promoción y no para lo “invisible” a primera vista como la contaminación.
A mediados del 2005, la situación ya estaba fuera de control y se
hablaba de una potencial contingencia ambiental, estado en que viven todas las
colonias cercanas a este “tiradero”, el cual está sobresaturado por las 750 T de
basura que diariamente se tiran allí.
Cambiar el lugar lleva a una de las primeras lecciones de la
planeación urbana, la definición temprana de las áreas de servicio, porque
moverlas una vez desarrollado el destino, ningún grupo asume perder sus tierras
cercanas a un nuevo relleno, ni hay autoridad municipal capaz de pagar el daño
que este cambio le inflinge a toda esta nueva periferia.
Como Cancún estaba proyectado por etapas, se sabía como se iba a
ir ampliando la mancha urbana y
como se incrementaría la población, por lo que los cuatro servicios públicos
básicos: agua, luz, basura y drenaje debían estar dimensionados para cuando la
ciudad esté en su madurez.
La posibilidad de construir un nuevo relleno en las cercanías de
Puerto Morelos, zona de expansión turística o en la parcela 215, cercana al
aeropuerto, enfrentó a la población de esa localidad y a la burocracia estatal y
municipal por la segunda opción.
En el 2006, se habilitó un tercer relleno sanitario muy cercano al
anterior, el cual se saturó en siete meses y el problema se agudizó porque la
gran masa de basura cada vez afecta más al sistema lagunario de laguna Manatí y
Chacmochuc.
Se aprueba una celda más a este relleno ubicado en el Km. 3 de la
carretera a Rancho Viejo en la parcela 1113, la cual va a alojar las casi 900
toneladas diarias de basura de Cancún e Isla Mujeres.
En forma paralela, la batalla por el saneamiento del antiguo
relleno ha llevado todo el 2006 y parte del 2007, un tema que aparentemente,
dada la batalla que se libra, generaría grandes beneficios a los que lo operen y
mucho más a las poblaciones cercanas.
Hacer un relleno sanitario con 900 toneladas diarias de basura
será una acción titánica, buscar nuevos mecanismos para procesar la basura sería
lo más lógico en una región donde la fragilidad del suelo basada en la
permeabilidad y las aguas subterráneas no garantizarían un relleno seguro.
Pero ni esta opción ni la propia de procesar los anteriores
rellenos llegan a buen término, porque el verdadero conflicto es de carácter
político y ya va camino a cerrar una década de graves enfrentamientos a nivel
del Ayuntamiento de Benito Juárez.
Las playas: el recurso ausente
Cancún como destino de sol y playa, tiene sus recursos principales
doblemente afectados; por un lado, por la contaminación de las aguas de baño
derivadas de la contaminación de las napas y freática que llegan al mar y, por
el otro, por la pérdida de arena.
En el mes de septiembre 1988, entra a Cancún el destructor ciclón
Gilberto cuyos destrozos paralizaron por varios meses este centro turístico,
siendo uno de los daños más importante la pérdida de las playas del lado oeste
de la isla de Cancún.
Esta situación alarmó a los hoteleros al afectar el recurso
bandera y en el mes de octubre, se crea un Comité para enfrentar el problema y
determinar cual sería la estrategia más adecuada y los costos que
implicarían.
Pero como todas las comisiones en la que conviven las autoridades
y los empresarios no terminan sus acciones previstas y ésta apenas duró dos
meses hasta que en diciembre del mismo año dejó de operar, pero el problema
seguía existiendo, pero se entraba en la temporada alta y se pretendía recuperar
parte de la grandes pérdidas que habían tenido que
asumir.
Entre los años 1995 y 1997 una vez más la ciudad y la zona
hotelera de Cancún sufrieron los efectos de dos importantes ciclones el Opal y el
Roxanna, los cuales profundizaron la falta de medidas para recuperar las playas
desde el Gilberto, incrementando el problema.
Según el investigador Manuel Castro, el sentido de las corrientes
es de sur a norte y al existir dos puntos sólidos como Punta Cancún y Nizuc, se
dan playas amplias, pero el problema se comienza a presentar cuando arrancan las
construcciones masivas y
monumentales sin un plan efectivo.
La construcción de grandes hoteles muy cercanos entre sí frena la
velocidad del aire, lo que da origen al fenómeno de la “socavación”, con cual se
corre el riesgo de perder las playas (Martín 1997a).
En 1997, los primeros hoteles en tomar medidas fueron el Sheraton
Beach Palace, Meliá Turquesa y Pirámide de Cancún, todos en la playa brava, la
con más impactación directa de vientos, y contrataron a la empresa Control de
Erosión, la cual está autorizada por Secretaría del Medio Ambiente y Recursos
Naturales (SEMARNAT) para realizar acciones en las playas.
Se trataba de muros rompe olas de 30 a 40 metros de la playa, con los
cuales se podría confinar arena dentro de grandes contenedores y, con ello, se
iniciaría el proceso, cuyo costo final se estimaba en 50 millones de pesos.
Para el geógrafo José Luís Juanes Martí, del Instituto de
Oceanógrafa de Cuba, el tema del deterioro de las playas en el Caribe es un tema
al que se debe prestar especial urgencia.
El científico es
coautor del informe Diagnóstico de los procesos de erosión de las playas
arenosas del Caribe, que se publicó en el 2003 y en él se analizan los casos de
Cuba, pequeñas islas del Caribe, Riviera Maya en México, Guatemala y Colombia.
Estos estudios arrojan como resultado que la erosión es un
problema generalizado en las playas
de la región Caribe con intensidades que van de 1 metro por año a 9 metros y no se excluye que haya aún ritmos
mayores.
Entre las principales causas naturales de este fenómeno están las
mayores frecuencias e intensidades de los ciclones, la elevación del nivel del
mar, el déficit de ingresos de arena y fenómenos
tectónicos.
Las causas de origen antrópico son las actividades mineras y
extractivas en dunas, ríos y playas, la destrucción de la duna costera por las
construcciones turísticas, puertos deportivos, torres, incorrecta ubicación de
obras de protección costera, daño a los arrecifes y pastos marinos (Juanes y
Trista 2004).
Para mitigar esta erosión los autores plantean la aplicación de un
Programa de Manejo Integrado de las Zona Costera, que asegure un verdadero
desarrollo sustentable.
El fenómeno de la pérdida de playas sigue siendo una realidad y
con la llegada del ciclón Wilma se transformó en una tragedia, ya que no sólo se
llevó la arena y destrozó grandes hoteles sino que dejó verdaderos campos de
rocas donde antes eran arenas, algo que no podría digerir el turismo; se llevó
programas de regeneración de playas, volviendo éstas a un estado
precario.
Los programas de recuperación de las playas en la zona más
afectada, el frente de mar abierto entre Punta Cancún y Punta Nizuc, quedó
listo, pero a los pocos meses un fuerte oleaje comenzó a llevarse la arena, a lo
cual las autoridades sostuvieron que se tenía previsto este tipo de problemas.
El proyecto de recuperación de las playas iniciado en enero del
2006 y concluido en abril del mismo año tuvo un costo de 217 millones de pesos
los cuales fueron aportados por la Federación, sentado el precedente
que a los empresarios el apoyo y a los afectados de Chiapas y Veracruz, la
espera.
Según el gobernador de visita en Cancún en el mes de marzo del
2006, se tenía previsto que se entreguen playas de 60 metros de ancho para
que con los ajustes queden de 30 metros de ancho (Martoccia et al.
2006).
Wilma le costó a la Federación en materia de recuperación de
playas, 19 millones de dólares, para 12 Km. de costas y mover 2.7 millones de metros cúbicos
de arena, pero al año de estar terminados los trabajos, el problema volvía a
darse, porque el fuerte oleaje se seguía llevando la
arena.
En la desesperación, los empresarios y las autoridades plantean
todo tipo de salidas, siempre y cuando no les cueste al sector privado, que está
acostumbrado a la postura paternalista del Estado, un verdadero populismo
inverso porque en vez de darles a los pobres se apoyó con todas las medidas a
los más poderosos.
Entre las diferentes opciones que se dan, están las que plantean
la formación de un arrecife artificial frente a la segunda barrera arrecifal del
mundo, el Arrecife Mesoamericano, pero por el otro lado, se siguen promoviendo
grandes torres junto al mar con lo cual cambian los vientos y las playas quedan
más expuestas.
Sobre la hora de la llegada de los huracanes, la empresa Control
de Erosión S.A. de C.V. está colocando las estructuras para detener la pérdida
de la arena.
El 20 de agosto de 2007, el huracán Dean nuevamente impactó y
afectó las playas de diferentes maneras; las más afectadas fueron las playas
Delfines, Gaviota Azul, Ballenas, Martín y Chac Mool, dejando al descubierto la
placa de piedra en lugar de la arena que había
antes.
La Secretaría Estatal de Desarrollo Urbano y Medio Ambiente
realizó un estudio sobre el impacto del huracán Dean en las playas, en el cual
se especificó los diferentes grados de afectación por playas y como corolario de
estos impactos, el municipio está planteando una contribución adicional para
poder mantener las playas, a los vecinos de las zonas de playa o costeras.
La
Asociación de Hoteles asumió
una posición éticamente incorrecta al plantear que sea toda la sociedad la que
pague la recuperación de las playas, en una ciudad donde más de la mitad de la
población vive en la pobreza.
Esta postura quebró la unidad empresarial ya que el presidente de
la Confederación Patronal de la República Mexicana (COPARMEX) la rechazó porque
ellos no viven del turismo y obligó al municipio a buscar una salida negociada,
la cual combinaría apoyos privados con los que el Estado percibe por la zona
federal marítimo terrestre.
Así se prevée una inversión a futuro de más de 200 millones de
pesos para mantener y recuperar playas, lo cual ha llevado a que se organice una
estructura que se haría responsable de este problema, en el cual está en juego
el turismo en la ciudad de Cancún.
El tema toma otra dimensión cuando algunos grupos hoteleros como
la empresa Servicios de Operadora Hotelera S.A. de C.V. que opera el hotel Blue
Bay Getaway, presentó su proyecto propio y espera la autorización de las
autoridades ambientales para comenzar sus acciones.
Esto significa un riesgo mayor, ya que no se lleva adelante la
recomendación que se hace a nivel mundial de un programa de manejo integrado de
la zona costera, en este caso cada hotel intentará su estrategia que
generalmente termina afectando al inmueble vecino.
Pero la Federación termina dando los apoyos al sector hotelero,
pero esto no hace nada para controlar el uso y abuso del suelo de la zona
hotelera una de las causas fundamentales de este grave
problema.
La extracción de arena de un banco junto a Isla Mujeres agrega un
nuevo elemento de conflicto al considerar los isleños que no tienen arena para
recuperar sus playas y los efectos de la extracción de la misma para Cancún lo
podrían afectar.
De igual manera, los habitantes de Isla Blanca y Punta Sam denunciaron la drástica pérdida de
playas que están sufriendo a partir del dragado que se realizó para llevarle
arena a Cancún.
El buzo Pedro Amieba que realiza tours muestra videos tomados en
el 2006 luego del paso del Wilma y los arrecifes y la vida marina se ven en muy
buenas condiciones, luego mostró otros videos realizados después del dragado y
no veía vida marina y las áreas están cubiertas de arena. (El Quintanarroense
2007).
El problema se complica porque así como la contaminación se
comunica por la red de ríos subterráneos, estos grandes ecosistemas marinos
guardan un equilibrio que cuando es alterado afecta al otro, y comienza así un
complejo enfrenamiento entre diferentes grupos de inversionistas en esta región
del Caribe mexicano.
Conclusiones: el modelo inmobiliario y el conflicto
ambiental
Cancún ya hace mucho tiempo llegó a su límite de crecimiento,
luego de dejar impactada brutalmente las principales zonas de influencia desde
el espacio costero al sistema de lagunas y la zona de selva o el área
continental.
Durante tres décadas, se han atropellado sin límite alguno y, en
contubernio con las autoridades, todos los planes y programas existentes y el
resultado es una verdadera ciudad caótica, con una sociedad en crisis y
ambientalmente muy afectada, pero entendido lo ambiental desde una perspectiva
holística, hoy la ciudad tiene los records lamentables de tener el mayor índice
de suicidio, jóvenes de menos de 30 años, de niños explotados laboralmente y el
de mujeres abusadas y golpeadas.
Hoy en el 2008, los conflictos ambientales vienen a ser una contra
conciencia de lo que no se hizo, en un extremo, de lo que se permitió a costa de
grandes impactos y de ambos, una sociedad totalmente asimétrica y
contradictoria.
Puerto Cancún, el Malecón Cancún y la tercera etapa de Cancún sintetizan
la última etapa de un proyecto fallido cuyos arreglos no pasan ya por cuidar lo
que queda del manglar sino por detener la violencia social que se da sobre los
inmigrantes y los grandes grupos marginales que viven en la miseria
absoluta.
Pero el tema ambiental tiene cartel y además es hoy un modus
vivendi de ciertos grupos que no quieren entrar al tema social y pretenden un
protagonismo desde la cuestión ambiental; es una forma novedosa de hacer
política que se considera “progresista”, desde una perspectiva eminentemente
clasista y racista, ya que hoy izquierda y derecha son definiciones obsoletas.
En el 2007, se dan una serie de enfrentamientos derivados de la
cuestión ambiental entre los que destacan, la Ley General de Vida Salvaje, una
puja entre empresarios y los dos grupos que han tomado la función de fiscales
ambientales.
El tema central son
los humedales y más específicamente los manglares, lo que queda de ello, una
zona de alta plusvalía en las regiones costeras turísticas, cuya lógica sería no
utilizar esos espacios, pero la especulación inmobiliaria no tiene
límites.
Ello se debe ubicar dentro del auge inmobiliario basado en el
modelo del segundo hogar, y dominado por los inversionistas españoles, que ya
tienen una larga experiencia de sobredimensionar y destruir el ecosistema y
paisajes costeros de los grandes corredores españoles.
A esto se le puede sumar la crisis interna en los organismos que
administran la cuestión ambiental, la SEMARNAT, Procuraduría del Medio
Ambiente y los organismos estatales de igual función junto a los municipales que
también tienen participación y para el caso de Cancún, FONATUR, el arbitro y
principal responsable de la implementación de los mega proyectos comenzando por
la tercera etapa de Cancún.
El Plan Maestro ya está totalmente superado y el Plan de
Desarrollo Urbano ya ha presentado grandes cambios como sería el de la clave THE
(Turístico hotelero especial), que sirve de marco para sobredimensionar los
nuevos proyectos.
Esto ha llevado a que se esté preparando un proyecto de “Nuevo
Cancún” , para regular el uso del suelo en la zona hotelera, tarea que realiza
el Ayuntamiento y FONATUR a fin de reemplazar el Plan Maestro de la década de
los setenta, un último intento por salvar lo que fue el mayor éxito turístico en
los ochenta y noventa.
La dupla agua potable – aguas negras enfrenta al destino con su
mayor problema, y ante la imposibilidad de dotar toda el agua que se necesita en
5 años ya que se va a duplicar en el 2012 y, con ello, se duplicará el
potencial de aguas negras, ambos sistemas están en crisis, es un reto que
difícilmente se pueda superar.
Y si a todo ello le sumamos los incendios forestales, que en el
2006 hicieron que se perdieran 80,000 hectáreas, la
situación es de emergencia y como tal hoy se plantea a nivel del
Estado.
El modelo tiene sus límites dentro del crecimiento, y es por ello
que la generación de empleos es el único aliciente social visible operado a
partir de la industria de la construcción, de la cual viven todos los proyectos
de la zona turística.
Quintana Roo depende totalmente del turismo que genera el 80% del
PIB estatal, lo que ha llevado al gobernador estatal a salir a buscar
inversionistas para el sector turístico a partir de hacer todo tipo de
concesiones que para cumplirlas hay que violar la ley.
Pero esto es sólo la parte visible del problema, las otras son la
pobreza, las drogas, los suicidios, la otra cara del mismo, al cual no llegan ni
el Estado ni los ambientalistas, porque ésta es la parte invisible de esta gran
ciudad, y porque en el capitalismo global la solidaridad ha sido remplazada por
el individualismo.
Pero éste no es caso extraño ni de excepción, es la regla media de
muchos destinos masivos, construidos a partir de grandes excedentes de mano de
obra barata y paisajes bellos en países donde la necesidad regula el modelo
dominante del turismo inmobiliario.
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Ponencia presentada en el Décimo Encuentro
Internacional Humboldt. Rosario, provincia de Santa Fe, Argentina. 13 al 17 de
octubre de 2008.