LOS PROBLEMAS DEL
DESARROLLO TURÍSTICO
EN EL LITORAL
MARÍTIMO BONAERENSE
Facundo Martín Hernández
UNMdP (Universidad Nacional de Mar del
Plata)
CEHAU (Centro de Estudios Históricos, Arquitectónicos y
Urbanos)
Becario CONICET
Resumen:
El litoral marítimo bonaerense es el sector de mayor afluencia turística
en el país. Las localidades existentes en este ambiente han sido, en su mayoría,
fundadas para satisfacer la demanda de espacios de ocio. Desde fines del siglo
XIX hasta los albores del siglo XXI, la lógica que impulsa el desarrollo
turístico no se ha modificado en esencia, si en función de las modas, los
contextos políticos, económicos y culturales.
El modelo de desarrollo turístico incorporado en este territorio se basa
en la explotación del paisaje natural y su urbanización, la comercialización de
tierras y el trabajo temporario. Analizar cada una de estas características del
modelo de desarrollo desde un enfoque geográfico es el principal objetivo del
presente trabajo. Para ello se analizaron datos estadísticos, se incorporaron
enfoques teóricos críticos a la temática turística y, como parte de la
conclusión, se debatió acerca de si existe un desarrollo turístico sustentable
-tal como lo afirman los gobiernos municipales costeros-. Además se plantearon
las posibilidades de desarrollar un modelo alternativo donde aún es posible, en
las costas marítimas bonaerenses.
Abstract:
The bonaerense littoral maritime is the sector of biggest tourist
crowd in the country. The localities was found it for satisfy the demand of
leisure’s spaces. From end of XIX century to begin of XXI century, the logic
than impel the tourist development not to be change in essence, but to be change
in the custom, in the political context, and the economic and the cultural
context.
The model of
tourist development built in that territory base it in the natural landscape
exploitation, and in his urbanization, the lands commercialize it, and the
temporal work. Analyse each one of that characteristics of the model of
development from a geographical approach is the most important objective in that
work. For that, it was analyse statistical details, built-in it critical
theoretical looks to the tourist theme, and in the conclusion flail about if
exist a sustenance tourist development –as it say the municipal governments of
the coast. Besides, it was set up the possibilities of develop a alternative
model where still it’s possible, in the bonaerenses
coasts.
I Breve
caracterización del litoral marítimo bonaerense
El
litoral marítimo bonaerense se extiende desde el Cabo de San Antonio hasta Bahía Blanca. Es un sector costero donde
se alterna la costa de playa con médanos, desde el Cabo San Antonio hasta la
desembocadura de la Laguna de Mar Chiquita, y la costa de acantilados desde esta
última hasta el límite sur en la desembocadura del Río Negro. La costa de playas
con médanos está en constante construcción por el aporte de arena que hace el
mar al continente, incrementando el ancho de la playa y la altura de los
médanos. Dos factores producen este fenómeno: la baja altura de la costa que
corresponde a la llanura deprimida de la provincia y la situación de ésta en relación con
la corriente marina de dirección norte-sur que se llama deriva litoral
(Echevarria, 1987).
El
segundo sector del litoral marítimo bonaerense corresponde a la costa de
acantilados, esta fisonomía se extiende hasta el Cabo San Diego, extremidad
oriental de Tierra del Fuego. Pero la particularidad en el sector bonaerense es
la alternancia con amplias playas de médanos, muchas de ellas artificiales por
la influencia del hombre mediante la realización de obras de defensa costera, de
ampliación de playas e infraestructura portuaria. Este es un litoral en continua
destrucción, atacado por las corrientes, las mareas y las olas socavando las
barrancas entre el nivel de la alta y baja marea y que provocan
derrumbamientos de los terrenos que
lo componen (Echevarria, 1987).
Los dos
tipos de costa presente en el litoral marítimo son aptos para el desarrollo del
turismo de mar y sol (turismo balneario), que se transformó desde fines del
siglo XIX en la principal actividad de las economías locales litoraleñas. Este
turismo balneario ha atravesado diferentes etapas que conforman distintos
modelos urbanísticos, pero en todas ha primado un valor especulativo de la
tierra cercana al mar que ha impactado en el paisaje natural, transformándolo
radicalmente en algunos casos o impulsando modelos socioterritoriales exclusivos
y excluyentes.
Las
ciudades, villas y pueblos balnearios del litoral marítimo bonaerense han
carecido sin un ordenamiento y planificación territorial que contemple la
dinámica natural y la conservación
del recurso natural turístico. También es característica de este tipo de
ocupación urbana del suelo la construcción de ciudades duales, es decir se
configuran dos espacios contrastantes en ella: una la denominaremos ciudad
efímera (Mantobani, 2004) que es la ciudad preparada para el turista; son las
playas, la infraestructura turística, los barrios y centros comerciales
céntricos que reciben a los visitantes temporarios. En esta ciudad efímera es
donde se concentran las mayores inversiones públicas y privadas en desmedro de
la ciudad cotidiana (Mantobani, 2004). Esta última es el contraste de la
anterior, es la ciudad de la población permanente que está distanciada de los
sectores turísticos de la ciudad. Como esta no es la fachada que debe ser
comercializada permanece oculta a la percepción del turista que sólo circula por
los espacios efímeros. La desinversión, degradación y marginalización de los
beneficios de la economía turística forman parte de su dinámica
socio-territorial.
II Territorio,
turismo y capitalismo
El
turismo es una de las actividades económicas que genera mayor movilidad
poblacional temporaria. A partir del proceso conocido como Globalización, las
nuevas tecnologías en comunicación e información provocaron la eclosión de la
actividad turística como base de economías nacionales y regionales. Esto
benefició el movimiento de capitales multinacionales o nacionales -dedicados al
turismo- en diferentes rincones del planeta, generando no solo dependencia de
los mismos, sino también nuevas identidades y territorios. Esta actividad,
dentro de la óptica liberal, está siempre presentada como un factor de
desarrollo, ya que se nutre de un mercado en pleno auge: existe una gran
cantidad de turistas, demandantes de espacios de ocio y recreación, y otro tanto
de ofertas de lugares, sitios o destinos turísticos que crecen y se desarrollan
al mismo ritmo que la cantidad de turistas.
La visión desarrollista del turismo, a partir de los principios de
mercado capitalista, supone que esta actividad produce beneficios económicos
importantes a partir de la valorización de los recursos paisajísticos y bienes
culturales. Estos se comercializan dentro de los mismos principios del mercado
capitalista provocando un impacto positivo sobre todos los demás sectores de la
economía (Sancho, 1998: 257). Se suele incorporar el término “industria” al
turismo debido a su dinamismo y al “efecto derrame” que genera en sectores
directamente o indirectamente asociados. La característica distintiva es que los
empresarios turísticos, a diferencia de otros, llevan a los consumidores al
producto y no el producto a los consumidores.
La escasa presencia de los diferentes niveles político-administrativos en
el manejo, gestión y planificación del turismo se debe a que es una actividad
que puede alcanzar ciertos niveles de crecimiento, a partir de inversiones
privadas, si existen pocos controles. En este sentido donde hay un mayor
desarrollo turístico, hay mayor presencia de inversiones privadas y es donde hay
mayor demanda que la oferta satisface (figura 1). Esto provoca un mayor uso de
los recursos paisajísticos y culturales, presionando sobre sus condiciones,
desgastándolos sino existe una política de conservación. Estos recursos no
suelen ser renovables, ya que una vez transformadas radicalmente sus características atractivas y
recreativas, no son posibles de volver a generar las mismas
condiciones.
Figura 1.
Desarrollo turístico según el pensamiento liberal
Estado (garante
de las
condiciones
óptimas
para los inversores
y empresarios)
Producción
del espacio urbano
SOCIEDAD
LOCAL
Infraestructura
y equipamiento

(mano de obra)
Inversores
y empresarios de la
Industria
turística
Promoción
generan Comercialización
Oferta turística
satisface
Demanda
de sitios turísticos
ESTADO
(planificador del
SOCIEDAD LOCAL (participación
desarrollo turístico y de la distribución
en las decisiones sobre la
de
las ganancias)
planificación del turismo)
Los
análisis neoclásicos se esfuerzan para valuar monetariamente costos y beneficios
de la preservación del ambiente natural, en su función de oferente de potencial
recreacional, paisajístico, de dador de calidad de vida, banco genético, etc.
Una de las respuestas que se da en torno al problema de la degradación de los
recursos paisajísticos es que mientras exista un modelo capitalista desarrollado
no habrá problemas, pues allí existe un mercado y un sistema de precios que se
encarga de regularlo efectivamente (Gutman, 1985: 51-52).
La
regla de Hotelling (1931) es una de las más utilizadas para explicar la
presencia del mercado y la ausencia del Estado en la planificación de los
recursos naturales. Esta aplicada a los recursos turísticos establece que el
precio neto de costos de utilización, de la unidad marginal del recurso debe
crecer a un ritmo igual a la tasa de interés del mercado. Si esto sucede así, la
utilización se realiza en condiciones de eficiencia y de equilibrio en un
mercado competitivo, y la industria opera en óptimo social (Gutman, 1985: 53).
No se justificarían los llamados para un control público, basados en el supuesto
de que la explotación privada de los recursos paisajísticos tiende a
sobreexplotarlos en función de sus intereses.
En la
realidad los sitios turísticos donde el mercado es el “pensamiento único” que
planifica y gestiona el territorio, se suele traspasar las fronteras de lo
tolerable: se intervienen ambientes naturales frágiles para crear
infraestructura turística en lugares denominados “exóticos”, como selvas, playas
tropicales, oasis en los desiertos, bosques, manglares e inclusive en ambientes
marinos. También se impacta en las culturas locales, ya que se incorpora en
ellas la noción de mercado, transformando sus medios de existencia (las comidas
típicas, las artesanías, sus símbolos religiosos, sus costumbres y rituales) en
mercancías.
La “conquista” y “descubrimiento” de nuevos territorios y culturas para
el modelo capitalista, aplicado al turismo, es un factor de desarrollo, ya que
este logra imponer su lógica en el paisaje natural o cultural a ser explotado,
volviéndola útil (Reboratti, 2006: 25). Esto suscita una serie de procesos de
intervención sobre el medio natural y social, que tienen como finalidad generar
ganancias para los sectores económicos que ponen en explotación los recursos
turísticos y humanos. Las diferentes actividades económicas de las que depende
el turismo, y la dependencia que este reproduce en otras, las conocemos como
“industria turística”.
La incorporación del término
“industria” al turismo se debe entender, según nuestro punto de vista, a partir
de tres características:
a) El
turismo es una de las actividades económicas que, a partir de la Globalización y
su revolución tecnológica, creció más en los últimos 20 años generando,
inclusive, economías nacionales dependientes del turismo –principalmente en
países de menor extensión con cualidades escénicas excepcionales- (Tabla 1), y
una importante cantidad de empleos (en la mayoría de los casos precarios e
informales).
País |
PBI
(en millones de dólares) |
Ingresos
por el turismo (en millones de dólares) |
Porcentaje
de participación del turismo en el PBI |
Argentina
(2007) |
253000 |
3200 |
1,26% |
Uruguay
(2007) |
23000 |
280 |
1,95% |
España
(2007) |
1220000 |
45000 |
3,71% |
Rep.
Dominicana (2007) |
18150 |
3500 |
19,28% |
Jamaica
(2007) |
9130 |
2000 |
21,90% |
Tabla 1. Participación en el PBI de países iberoamericanos
dependientes del turismo.
b) La actividad se complejizó, ya que
está conformada por diferentes eslabones de servicios-productivos: los sectores
primarios (por ejemplo para el consumo alimenticio en las grandes cadenas
hoteleras), los sectores secundarios para la construcción y equipamiento de las
localidades turísticas y los sectores terciarios de servicios, que son en
definitiva el “espíritu” de la actividad.
c) Las
similitudes con la industria capitalista son más evidentes desde la perspectiva
socioeconómica: el consumo de los recursos naturales es directo, a diferencia de
otros servicios, y depredatorio si no se tiene un modelo sustentable basado en
el uso y no en el abuso. Existe una concentración oligopólica en cada uno de los
sectores productivos como en la construcción, los medios de transporte, la rama
hotelera que evidencian en ciudades turísticas un capitalismo “imperfecto”. La
explotación de la mano de obra local es otro factor de similitud con la
industria descentralizada de las últimas décadas producto de la Globalización
Neoliberal. Los salarios de los trabajadores del turismo en países
subdesarrollados representan una ventaja comparativa, sobre todo para las
grandes firmas multinacionales que tienen ganancias en monedas fuertes
internacionales y pagan en monedas nacionales
devaluadas.
El turismo suele ser una actividad que desarticula las relaciones
socioterritoriales preexistentes y construye una nueva identidad, un nuevo
territorio. Se apropia de las características del territorio: exclusividad,
límites, identidad (Santos, 1993: 18). Así una ciudad industrial puede
transformarse en una región turística cultural –Bilbao, por ejemplo- o un
ambiente natural en una ciudad turística. En este sentido, donde llega la
actividad turística con intensidad, el territorio es exclusivo de la industria
turística, siendo los límites hasta donde llega su influencia y su capacidad
transformadora. La existencia de regiones turísticas e inclusive países
“turísticos” son evidencias de los avances de esta actividad como un eje en la
construcción del territorio, sobre todo en la formación de nuevas identidades.
El espacio turístico no sólo se construye a partir de las cualidades
naturales, culturales, o ambas, conformando el paisaje que será valorado para la
explotación turística. Este está signado por la tendencia de que el espacio
urbano, donde se desarrolla la industria turística, se fragmenta en dos: la
ciudad turística y el resto. En el primer caso Mantobani lo define como la
ciudad efímera (Mantobani, 2004), preparada para el turismo -que es una
actividad estacional en la mayoría de los casos- donde los diferentes niveles
político-administrativos y empresariales de la industria turística concentran
las inversiones. El segundo espacio lo define como la ciudad cotidiana
(Mantobani, 2004), la que es utilizada y habitada diariamente por la comunidad
local. En ella las inversiones dependen de los diferentes niveles estatales, ya
que las empresas vinculadas con la industria turística no tienen intereses en
este sector, solamente les importa la existencia de mano de obra. La
desinversión pública es una tendencia que se prolonga en toda América Latina
(Dabene, 1999: 394) donde existen fuertes contrastes entre la ciudad “ofrecida”
a los turistas y la que vive la población permanente y marginalizada del proceso
desarrollista turístico (bastaría con analizar estos contrastes en Cartagena de
Indias, Río de Janeiro, Santo Domingo, Viña del Mar, entre otras). En las
ciudades cotidianas se viven los problemas socioambientales que impactan en las
condiciones de vida de la mayoría de la población, mientras que en la ciudad
efímera se busca optimizar los servicios urbanos y ecológicos para el
turista.
La
actividad turística está predeterminada por una lógica basada en la
competitividad para ganar mercados. En este punto está el crecimiento de la
actividad, esto se traduce, en teoría, en
mayores ingresos, puestos de trabajo, reactivación de distintas
actividades ligadas al turismo y, fundamentalmente, ser atractivo para futuras
inversiones públicas y privadas. La competencia es un generador de
fragmentaciones, los destinos turísticos que están en una misma región se
esfuerzan para ser más exitosos que sus vecinos, la costa atlántica argentina en
la provincia de Buenos Aires es un claro ejemplo de ello. En esta no hay una
planificación del turismo que encuentre en la idea de complementación, una
política más distributiva, solidaria y, por ende, menos competitiva entre las
localidades.
Esta
forma de pensar la actividad turística deviene de un fuerte sesgo capitalista,
ya que se instala una competencia salvaje que conlleva a una sobreocupación y
sobreutilización del paisaje natural y cultural. En su núcleo el capitalismo
impone al mundo lo cuantitativo, el régimen de la cantidad y de manera
equivalente es intolerante con la necesidad (Kovel, 2001: 169), no puede
incorporar la idea de sustentabilidad debido a su propia lógica.
También
debemos analizar, como producto del turismo en su manifestación capitalista,
importantes impactos ambientales y culturales negativos. Son muchas las
ciudades, pueblos, paisajes naturales, arquitecturas, obras de arte que han
sufrido un fuerte desgaste de sus condiciones atractivas. Esto es debido a una escasa planificación y la
sobreexplotación o sobreexposición de las mismas para lograr una mayor tasa de
ganancia en el corto plazo. En el medio social la explotación de los
trabajadores temporarios es una constante: salarios bajos, trabajo en negro,
jornadas extensas, nulos derechos, generando una plusvalía apropiada por las
empresas y grandes comercios que trabajan con el
turismo.
En resumen, definimos capitalismo
turístico al modelo de explotación de recursos paisajísticos y culturales
basado en las leyes de mercado, con la competencia como motivación de desarrollo
y la escasez de controles normativos ambientales y laborales como atracción de
inversiones. La privatización del patrimonio cultural y natural, la construcción de nuevas identidades y
la desarticulación de las preexistentes es su sesgo territorial. Esto conlleva, en conjunto, a la
concentración de beneficios en unos pocos sectores que conforman la llamada
“industria turística” (Hernández, 2007).
La
capacidad de adaptación del sistema capitalista a cada territorio y actividad,
genera “capitalismos territoriales” con características específicas. Así como
podemos definir un capitalismo turístico siguiendo el criterio de las distintas
actividades, también podemos plantear un modelo de ocupación y explotación
turística para diferentes territorios. En el litoral marítimo el paisaje natural
explotado, la sobrevalorización de las tierras costeras y la mano de obra
informal son los tres “procesos progresivos” para desarrollar los núcleos
turísticos. Estas son la piedra angular de la fundación de los balnearios, que
originó un modelo particular: el turístico-balneario. Esto no habría sido
posible sin la promoción e inversión privada, y sin la financiación de los
estados provinciales y nacionales.
III La dialéctica
del paisaje costero
El
primer elemento de los procesos progresivos para el desarrollo turístico
costero, a analizar, es el paisaje. Este dentro del paradigma posibilista es
planteado como un objeto de estudio de la ciencia geográfica que comienza a
tener relevancia. Se traduce en las interacciones entre los distintos elementos
físicos y las sociedades que lo habitan. La concepción paisajística del
posibilismo se preocupa por el resultado material de las interacciones, por otra
parte cada región conforma un paisaje, y este se transforma en un factor de
diferenciación espacial (Capel, 1985). En este sentido el paisaje era
considerado análogo a la región.
Uno de los aportes más
interesantes en la teoría del paisaje proviene de Carl Sauer (1925). Este
planteaba que la diferenciación espacial no debía ser el objeto de estudio de la
geografía sino comprender el cambio del paisaje natural al cultural determinando
las diferentes fases de la transformación, hasta llegar a la paisaje actual. Es
una reconstrucción histórica del paisaje. Diferencia el paisaje natural
(factores físicos que generan formas) y el paisaje cultural que es el modelado
del primero por un grupo humano (Capel, 1985: 63-64). La cultura es el agente,
el paisaje cultural el resultado.
El paisaje costero del litoral marítimo es un paisaje que ha atravesado
por diferentes etapas, desde su etapa “natural” (la Primera Naturaleza) hasta su
completa transformación a medida que se afianza lo que hemos denominado
capitalismo turístico- balneario, que representa un paisaje cultural que se
construye en función de los intereses de los empresarios del turismo. En este
sentido, bastaría con analizar el paisaje resultante del modelo en las playas de
las localidades turístico-balnearias, donde las carpas sobre la arena
representan el modelo privatizador sobre las costas y de la imposición de lo
privado sobre lo público (Foto 1). También podemos identificar la lógica de
mercado en la configuración del paisaje a partir de las nuevas formas de
urbanización en sectores costeros en donde no se debería edificar, por crear
espacios exclusivos y estéticos se crean escenarios de riesgo (Foto 2 y
3).
A partir del análisis de las nociones de Spinoza de natura naturans y
natura naturata Milton Santos plantea la idea de la dialéctica del espacio. La
natura naturans es la naturaleza tal y como es ahora y la natura naturata es la
naturaleza tal y como se presenta en el tiempo inmediato. La primera no es
inmóvil y su destino inexorable es transformarse en natura naturata (Santos,
1990: 187). Hay siempre una primera naturaleza presta a transformarse en la
segunda; una depende de la otra, porque la naturaleza segunda no se realiza sin
las condiciones de la primera, y la naturaleza primera está incompleta y no
puede perfeccionarse sin que la naturaleza segunda se realice (Santos, 1990:
188). Este es, para Santos, el principio de la dialéctica del espacio.

Foto 1. Titulo: “¿El mar?”. Autora: Andrea Alejandra Hernández
(2005).

Fotos 2 y 3. Escenarios de riesgo en Rocas Negras, partido de
General Alvarado
En el presente trabajo para responder a las cuestiones sobre los cambios
introducidos en el paisaje costero, en función del modelo de desarrollo
incorporado, vamos a desarrollar lo que denominamos la dialéctica del paisaje
costero bonaerense, que nos ayuda a entender los cambios suscitados en el
territorio a partir de la construcción histórica del mismo. En este sentido
nuestro análisis parte a principios del siglo XIX, mientras comenzaban los
procesos emancipatorios en el Virreinato del Río de la Plata, cuando el ambiente
costero bonaerense no existía como tal. Este era un territorio habitado por
pueblos originarios de la pradera pampeana, de influencia mapuche. Estos tenían
una cosmovisión basada en el mantenimiento del orden del universo y todas las
cosas, que sólo es posible en la medida que el actuar del hombre sea el
correcto. Caso contrario, ese orden establecido se quebrará desatando el
conflicto entre las fuerzas positivas y negativas en relación con la Che o Ce (personas). La
filosofía de los pueblos originarios se enmarca en respeto a las fuerzas
naturales y a una convivencia armónica con el
entorno.
A
mediados del siglo XIX con las sucesivas guerras en contra de los pueblos
originarios –la llamada “Conquista del desierto”-, a estos se los desplaza de su
territorio y se implanta un régimen de tenencia de la tierra privada que
conforma la oligarquía terrateniente. Los campos linderos a la playa eran
considerados improductivos, por lo que no tienen uso hasta fines del siglo XIX.
Es en esta etapa cuando se fundan los primeros centros turísticos-balnearios
transformándose la playa en el principal recurso natural
atractivo.
El
pasaje de un ambiente costero prístino a un ambiente costero antropomorfizado,
inicia lo que hemos definido como el proceso dialéctico del paisaje costero La primera ley de la dialéctica es la
del “cambio dialéctico”, que nos dice que nada queda donde está, nada permanece
como es (Politzer, 1957). El cambio dialéctico de la playa se da en función de
las modificaciones introducidas al medio natural en las diferentes etapas
históricas: se parte de un paisaje natural que a fines del siglo XIX se
transforma en un espacio de sociabilidad exclusiva sustentada por una
urbanización dispersa, creando la primera transformación de la playa. A partir
de la masificación del turismo en la década de 1940 se intensifica la
intervención en el paisaje, siendo agresivo el modelo urbano que se desarrolla
para albergar a los turistas y una mayor infraestructura turística en la playa
misma, este sería un segundo cambio. Por último, el resurgimiento de espacios
exclusivos en la década de 1990, a partir de los nuevos proyectos urbanos
privados, que valoriza el paisaje costero forestado artificialmente, suplantando
al cemento.
La
segunda ley de la dialéctica es la “acción recíproca” que plantea que todo
influye sobre todo (Politzer, 1957). El paisaje costero es el resultado de una
serie de hechos que desencadenan la
intervención y transformación del mismo. Una moda europea de mediados del
siglo XIX, que consistía en bañarse en el mar, origina nuevas formas de
ocupación urbana sobre el frente costero que no respondían exclusivamente a la
creación de un puerto, sino que se basaba en la lógica del ocio. En la Argentina
esta moda es incorporada por las altas esferas sociales de fines del siglo XIX y
funda sobre el litoral marítimo bonaerense las localidades balnearias de Mar del
Plata (1876), Necochea (1881), Miramar (1888) y Mar del Sud
(1890).
Las
villas balnearias decimonónicas transformaron el paisaje costero natural, pero
se intensificó a partir de la apertura (llamada “democratización”) de las villas
balnearias exclusivas. Esto se dio en el contexto sociopolítico de la década de
1940 que llevo a la creciente clase obrera y media a las playas, ya que dentro
de las luchas reivindicativas estaba el derecho a vacacionar. La masividad del
turismo transformó por completo el paisaje costero natural y urbano
preexistente, la ciudad se verticalizó, las playas fueron ocupadas por el
cemento, se crearon obras de defensa costera para evitar que el mar avance
naturalmente sobre las playas –transformadas en un importante recurso
económico.
La
tendencia de las clases altas a autosegregarse y buscar nuevas formas estéticas
urbanas que las distinga de la “otredad” en la década de 1990 con la
incorporación plena del país en el modelo neoliberal, influyó en el paisaje
costero. En efecto quienes “ganaron” con el modelo crearon su propio gueto: los
barrios privados y los countries. A nivel turístico se están fundando nuevos
emprendimientos balnearios con esta lógica de la trascendencia de lo privado.
Para lograr este objetivo los “desarrolladores urbanos”, nuevo actor social en
el proceso de producción de espacio urbano privado, han creado un nuevo paisaje
caracterizado por una sobreforestación y parquización de la playa, para que sea
el ambiente ideal para urbanizaciones exclusivas. Además la presencia de
alambrados y tranqueras en zonas que antes no existían, garitas de seguridad,
campos de golf, tenis, etc., son nuevos elementos que dan cuenta de los cambios
dialécticos del paisaje costero.
La moda
europea de mediados de siglo XIX, el “populismo” de mediados del siglo XX y la
incorporación del neoliberalismo en todas las fases de la economía y de la
sociedad argentina son procesos que influyeron en la composición del paisaje
costero y su transformación de Naturaleza Primera, prístina, a Naturaleza Segunda (Marx, ed. 1984).
También esto generó procesos contradictorios -la tercera ley de la
dialéctica-, debido a que en las diferentes etapas de construcción del
paisaje natural los elementos que las componen no están de acuerdo con ellos
mismos, porque hay lucha entre fuerzas, entre los antagonismos (Politzer, 1957).
Así como se nombra el proceso fundacional de ocupación de la playa como de
descubrimiento, también se inicia el proceso de destrucción de la misma. En
determinadas zonas costeras, donde aún no se ha impuesto el modelo privatizador
de la arena, se construyen complejos hoteleros en los médanos –el caso del
balneario Reta en el partido de Tres Arroyos- apoyados por sectores político y
empresariales locales, y en el mismo espacio se oponen turistas y pobladores
locales que quieren que las playas y los médanos sigan siendo
públicos.
Figura 2. La dialéctica del paisaje
costero
IV El avance de la
frontera urbana
El
segundo elemento que forma parte del desarrollo turístico en el litoral marítimo
es la tierra y su transformación en mercancía debido a la actividad
turística-balnearia. En este sentido ninguna actividad económica puede ser
llevada a cabo si carece de un espacio adecuado situado en el lugar apropiado
(Mantobani, 2004: 167). En el turismo, equipar de infraestructura urbana, el
ambiente natural a explotar se transforma en la base para el desenvolviendo de
la actividad. En la ciudad producto del capitalismo turístico, la tierra urbana,
al igual que otros bienes se produce como una mercancía y en consecuencia tiene
su propio mercado. Lo que se distingue es la cualidad de producir “espacios
fracturados”: mientras las tierras en cercanías a la playa son utilizadas para
emprendimientos urbanos, en zonas alejadas de la costa se utilizan tierras
marginadas de los servicios del desarrollismo turístico, para el asentamiento de
población con escasos recursos materiales. Ambas tienen una dependencia mutua
dentro del modelo: el asentamiento del turista y el de los trabajadores del
turismo, ya que directamente o indirectamente todas las familias dependen de
esta actividad en las localidades turístico-balnearias.
Las ganancias que se obtienen con la renta de la tierra son estudiadas
por las teorías marxistas, estas reconocen que la renta del suelo urbano depende
de la situación (cercanía a la playa), ventajas comparativas (paisaje),
accesibilidad (infraestructura) y
potencialidad para su uso e incorporación de capital. Estos cuatro
elementos componen la renta diferencial (Clichevsky, 1990), y es la motivación
para ampliar el espacio urbano turístico en el territorio. Se crea una lógica de
especulación ya que los inversores, propietarios y los sectores inmobiliarios
retienen las tierras hasta el momento en que la venta de la misma sea más
redituable, la renta absoluta (Mantobani, 2004: 173-174). A medida que este
proceso se intensifica se encarece la tierra, en el litoral marítimo las tierras
incultas –por su arenosidad- linderas a campos cultivados –de los más fértiles
del mundo- son más costosas.
Es inevitable en base a esta lógica que se desarrollen núcleos urbanos
constantemente en la costa, aún donde no es aconsejable realizarlo debido a su
impacto ambiental. En este negocio de la industria turística los primeros
sectores en beneficiarse son los que lucran con la tenencia de la tierra. Los
actores sociales territoriales y extraterritoriales que se benefician con este
modelo son los inversionistas de tierras, los inmobiliarios y los llamados
“desarrolladores urbanos” (planificadores y promotores de los nuevos modelos
urbanos privados). Los gobiernos locales de los municipios planifican y ordenan
el territorio en función de los intereses de los sectores que se benefician con
la renta del suelo y los empresarios de la industria turística, muchas veces en
connivencia con estos.
El
modelo de desarrollo turístico tiene como resultado una urbanización del
ambiente costero con nula planificación ambiental, aspecto contradictorio
(tercera ley de la dialéctica) si se tiene en cuenta que el sustento de la
economía es el paisaje natural. De esta forma la urbanización costera ha
avanzado potencialmente sobre tierras agrícolas, sobre campos de médanos, que
actúan como reservorios de arena y del paisaje prístino. Son también prácticas
habituales de producción de espacio urbano el asfaltado de calles en zonas
costeras arenosas; el trazado de caminos y la edificación (muchas veces en gran
altura) cerca de la línea de retroceso de costa; la construcción de bajadas
artificiales cortando médanos y acantilados; la inversión de las líneas de
drenaje, llevando agua de lluvia mezclada con los desechos urbanos al mar. Estas
acciones aumentan la erosión de las costas, impiden la recarga de los acuíferos
y deterioran la calidad escénica (Dadon, 2002: 27).
Al
proceso de comercialización de tierras y su posterior urbanización para el
desarrollo turístico, en el litoral marítimo bonaerense, lo denominamos “avance
de la frontera urbana”, entendiendo por este el crecimiento de las
urbanizaciones, sobre el medio natural litoraleño marítimo, de tal forma que
modifican radicalmente el ecosistema costero, ocupa sectores de riesgo y
modifica la estética paisajística a partir de infraestructuras en la playa
misma. También establece nuevas relaciones entre los habitantes permanentes
cercanos a los nuevos proyectos urbanos por ser mano de obra potencial para el
desarrollo urbano, la estacionalidad de los puestos de trabajo creados y la
discontinuidad propia de los trabajos de servicios turísticos o de la
construcción (Hernández,
2007).
Se van
creando de esta manera lo que denominamos externalidades negativas turísticas,
que surgen debido a esta lógica de ocupación del territorio. A las
externalidades las entendemos como las problemáticas provocadas por las
actividades sociales y aquellas que guardan relación con la naturaleza, producto
de la actividad turística, que escapan al mecanismo de mercado y no tienen
expresión monetaria (Bifani, 1997).
Estas por lo general son costeadas por la sociedad local y los mismos
turistas, al degradarse por un lado el recurso paisajístico, para estos últimos,
y las condiciones de trabajo, para los primeros.
V La explotación
laboral “efímera”
Así como la playa representa el negocio para muchos, para otros es
el lugar donde son explotados, esta constituye una contradicción dialéctica en
el mismo espacio. En la costa atlántica el predominio de un capitalismo
turístico (Hernández, 2007), se construye sobre la base de la explotación de los
dos recursos básicos: los brindados por la naturaleza –el paisaje- y los humanos
(Reboratti, 2006: 25). El tercer elemento que forma parte de la base del
desarrollo turístico es la fuerza laboral durante la temporada estival,
enmarcada dentro de una lógica de explotación.
Debido a que los empresarios de la industria turística tienen
básicamente dos meses para generar ganancias extraordinarias, se intensifica la
necesidad de obtener una plusvalía de los trabajadores contratados. La forma en
que se realizan los trabajos de temporada, por lo general, no responden a las
legislaciones sobre el trabajo vigentes: los contratos laborales no son legales,
los pagos son en “negro”, las jornadas extensas, las condiciones insalubres,
etc.
A medida que el turismo se constituyó como la principal actividad
económica en muchas localidades costeras, también se afianzó el trabajo
precario. En una primera etapa la creciente demanda de espacios turísticos y la
cantidad de turistas superó ampliamente la capacidad de la población local de
atenderlos. Esto generó un proceso migratorio temporario de trabajadores de
otras provincias –principalmente del norte argentino-, que eran ocupados tanto
en actividades de la construcción como en la atención al turista (hoteles,
restaurantes). Como algunas villas balnearias se fueron transformando en
ciudades, incrementando la población permanente, la mano de obra temporaria se
fue convirtiendo en local.
En las villas balnearias en las que actualmente la población
permanente no alcanza para absorber la oferta de trabajo son las ciudades
vecinas, Buenos Aires y La Plata las que proveen mano de obra (principalmente
joven). En este caso se establece una simbiosis territorial entre las
localidades demandantes de mano de obra joven: Montehermoso, Claromecó, Miramar,
Villa Gesell, Pinamar, San Bernardo, Mar de Ajó y San Clemente del Tuyú, entre
otras, y las oferentes Bahía Blanca, Coronel Dorrego, Tres Arroyos, Necochea,
Tandil, Mar del Plata, General Madariaga, Chascomús, Dolores, La Plata y Buenos
Aires, entre las principales. Solo las localidades turísticas que han alcanzado
el rango de ciudad se “autoabastecen” de empleo joven.
Los jóvenes tradicionalmente son la principal fuerza de trabajo
temporario. Según un informe del Ministerio de Trabajo de la Provincia de Buenos
Aires las experiencias de los primeros trabajos temporarios suelen ser, en la
mayoría de los casos, traumáticos. Esto se debe a la falta de garantías
laborales expresadas en jornadas que exceden el tiempo previsto por ley, a
cambio de ínfimas remuneraciones, y que suelen ser abonadas en "negro". Estas
características del mercado laboral temporario no tienen ningún tipo de
regulación y los controles no son lo suficientemente
eficaces. Según expresó el delegado -en la ciudad de Mar del Plata- del
Ministerio de Trabajo de la Provincia de Buenos Aries, José San Martín, al
diario La Capital, "la experiencia del primer empleo en Mar del Plata no es
buena. La gran mayoría de los empresarios se aprovechan: tienen a los pibes en
negro, los hacen trabajar más horas de lo que corresponde, les hacen firmar
recibos que no son reales y en el mejor de los casos les pagan por medio jornal,
aunque también son muchísimos los que directamente no les
pagan"
Según un relevamiento de diciembre realizado por el Sindicato de
Mecánicos y Afines del Transporte Automotor (Smata), actualmente la
desocupación, en Mar del Plata, alcanza un 12.5% mientras que el índice de
subocupación llega al 7.5%. Teniendo en cuenta esto, habría en la ciudad
alrededor de un 20% de la población con inconvenientes laborales. No sólo son
los jóvenes los que esperan la ampliación de la oferta laboral del verano,
sumados a ellos está la masa de desocupados que posee la ciudad, conformando así
el grupo de aspirantes a cubrir los nuevos empleos temporales -precarios en su
mayoría-. A esta situación se le debe agregar las pasantías estivales, conocidas
como “summer jobs”, este sistema es utilizado por todo tipo de empleadores,
desde pymes hasta multinacionales. El beneficio para el empleador es que este
"practicante" será un trabajador por el cual no tendrá que abonar cargas
sociales y que según se estipula en el artículo 9º de la Ley 25.165/99 que regula el sistema de
pasantías. En este sentido la situación de pasantía no generará ningún tipo de
relación jurídica entre el pasante y el organismo o empresa en la que aquel
preste servicios. Incluso no se prevé ningún tipo de remuneración mínima,
quedando esta decisión en los empresarios.
Otro dato que forma parte de la situación laboral en las localidades
costeras es Villa Gesell y Mar del Plata que son, después del Gran Buenos Aires,
las ciudades con mayores niveles de explotación laboral infantil. Según un
informe de la Comisión
Provincial para la
Prevención y Erradicación Progresiva del Trabajo Infantil
(Copreti), en Villa Gesell existen menores subcontratados por los recolectores
de residuos, durante la temporada, en una tarea conocida como “achique” que es
juntar todas las bolsas para facilitar el trabajo del recolector. También
es necesario destacar el crecimiento de trabajos ligados al negocio de la
prostitución, que implica la existencia de trabajo infantil agravado por el
abuso y esclavitud, de los empleos ofrecidos. En los diarios, revistas y
buscadores de trabajo electrónicos, de las principales localidades turísticas
costa atlántica, durante la temporada más del 30% de los empleos ofrecidos son
para ejercer la prostitución.
Estas modalidades de trabajo –el empleo informal, subempleo, trabajo joven
explotado, las pasantías, el trabajo infantil, la prostitución-, con sus
respectivas diferencias y gravedades, constituyen uno de los pilares más
importantes del desarrollo turístico y de la concentración de las riquezas
generadas.
El
modelo de desarrollo turístico en el litoral marítimo no permite que los
trabajadores temporarios (locales o inmigrantes) puedan iniciar proyectos
independientes de un empleador. Para esto cada vez se necesita un mayor capital,
si bien en otros tiempos era posible iniciar un negocio propio, en la actualidad
se constituye un “proletariado temporario”, una clase trabajadora –generalmente
joven- poseedora únicamente de su fuerza de producción en el seno de las
sociedades turísticas-balnearias. El marxismo, que acuñó el término en el siglo
XIX, definía al proletariado como una clase alienada por la pobreza y por la
imposibilidad de alcanzar los medios de producción, y necesaria para el
mantenimiento del sistema económico capitalista, que obtiene sus beneficios a
partir de la plusvalía generada sobre el valor de los productos por el trabajo
del proletariado asalariado (Marx, “El manifiesto comunista”). El subempleo, la
informalidad, la explotación, las pasantías “legales”, conforman la identidad
laboral turística. La necesidad y la competencia que se establece por un
trabajo, se manifiesta en largas filas para conseguir un empleo que solo
beneficiará al empleador.
VI Capitalismo
turístico-balneario
A medida que hemos analizado los tres elementos básicos del desarrollo
turístico estamos en condiciones de definir el modelo de desarrollo turístico.
En apartados anteriores hicimos una definición del capitalismo turístico,
también destacamos la capacidad del sistema capitalista de adaptarse a los
territorios y generar “capitalismos territoriales”.
Como el
distintivo del litoral marítimo bonaerense es el truismo balneario, definimos el
modelo como capitalismo
turístico-balneario. Este es el capitalismo turístico que se desarrolla en el
litoral marítimo, compuesto por diferentes etapas históricas, centrado en la
explotación del turismo de “sol y playa” durante la denominada temporada alta
(verano). Las localidades son
dependientes del modelo debido a su escasa diversificación económica,
susceptibles a las sucesivas crisis sociales de los países que influyen en forma terminante
en el comportamiento del mercado y con un continuo avance de la frontera urbana
sobre el frente costero, sin planificación ambiental, a causa de la especulación
inmobiliaria (Hernández, 2006).
Este
modelo lo hemos clasificado en tres estadíos o fases, que no representan cambios
radicales entre uno y otro sino todo lo contrario conviven en el mismo contexto
temporal:
Va) El
primer estadio lo denominaremos Capitalismo turístico-balneario
exclusivista que se extiende desde fines del siglo XIX (con el
“descubrimiento de la playa”) hasta la década de 1940. El predominio ideológico
estaba marcado por el positivismo: las elites latinoamericanas, compuestas por
la oligarquía terrateniente y la naciente burguesía nacional, consideraban que
el orden y progreso sólo podía conseguirse mediante una conducta científica en
los asuntos políticos (Dabene, 1999: 394). El poder económico se centraba en las
actividades primarias –el modelo agroexportador de fines de siglo
XIX.
Las clases de poder en el contexto poscolonial tendían a incorporar en
sus costumbres las modas que provenían de la cuna del mundo occidental. El
turismo de playa, como una actividad de ocio a la que sólo ellos podían acceder,
marcó una tendencia sociocultural en esos años. Las localidades, que se fundaron en la
costa para tal fin, estaban caracterizadas por una ocupación urbana extensiva y
dispersa (no concentrada) del litoral marítimo, con edificaciones de estilo
arquitectónico (normando, neoclásico, ecléctico) con amplios parques,
reproduciendo el modelo europeo de villas balnearias. En esta etapa se realiza
la fundación de los primeros balnearios de Argentina como espacios de
sociabilidad exclusivista. Se urbanizan las playas a partir de la construcción
de paseos y avenidas costeras, y del equipamiento de servicios para los
turistas.
Vb) El
segundo estadio lo denominaremos Capitalismo turístico–popular. Este
nace con los movimientos populares y progresistas y su paulatina participación
en la estructura de un turismo que sea accesible para la creciente masa obrera
principalmente concentrada en el Gran Buenos Aires. La ocupación urbana sobre el
medio natural es intensiva y concentrada -debido al turismo masivo- generando
fuertes impactos ambientales, degradando el paisaje natural. Para reducir
riesgos se diseñan y construyen obras de defensa costera con escaso conocimiento
de la dinámica natural litoraleña, que modifican radicalmente -por acción
antrópica- el espacio ocupado por la playa. Los sectores que representan los
intermediarios del capitalismo (inmobiliarias e inversionistas) monopolizan los
beneficios de las nuevas urbanizaciones turístico-balnearias
“democráticas”.
Mar del Plata, Miramar, Necochea, y posteriormente, Villa Gesell,
Pinamar, Mar de Ajó y San Bernardo son las ciudades balnearias que incorporan
distintos sectores de la sociedad argentina al turismo de sol y playa. Esto es
debido a la mayor participación de gremios en los gobiernos populares y
progresistas de la década de 1940, 1950 y 1960 –constantemente asediados y
derrocados por gobiernos de facto- que lograron que se instaure el derecho a
vacacionar, fundándose una importante cantidad de hoteles gremiales en la costa
atlántica.
Vc) El
tercer estadio lo definimos como Capitalismo turístico-balneario
neoexclusivista. Este se inicia en la década de 1990 con la entrada
definitiva de los países del Cono Sur al neoliberalismo global y la
incorporación de las medidas del Consenso de Washington (1985). Dicho estadio se
caracteriza por una nueva forma de exclusivismo en cuanto a la producción de
espacio urbano, tanto a nivel temporario (nuevas villas turísticas, clubes de
campo, balnearios exclusivos) y permanente (countries, barrios privados, barrios
chacras, megaemprendimientos). El nuevo tipo societal, que trajo como
consecuencia la instalación de un modelo de exclusión social, está definido por
el aumento de las desigualdades y la polarización social (Svampa, 2005). Esto se
manifestó en el litoral marítimo a partir de un intenso dualismo entre la
creación de nuevos espacios exclusivos para los turistas beneficiarios del
modelo y el empobrecimiento de los residentes permanentes debido al desempleo,
el paro productivo y la recesión.
Cariló, Mar de las Pampas, Las Gaviotas y Mar Azul son las villas
balnearias representativas del modelo neoexclusivista, que a partir de la década
de 1990 tuvieron un impulso inmobiliario a partir de la venta de lotes para la
edificación de complejos de
spa-resort, cabañas y casas de veraneo de estilo. A esto hay que agregarle los
nuevos proyectos de countries y barrios privados turísticos en diferentes puntos
de la costa atlántica impulsados por los desarrolladores urbanos.
La destrucción del paisaje, el reemplazo del paisaje original por
urbanizaciones de estilo, las problemáticas ambientales que se generan, el
problema de la accesibilidad a partir de la privatización de la playa, la
contaminación de las arenas y el mar, las horas de sol reducidas por la
edificación de altura, el riesgo por la erosión en espacios urbanizados, son
resultados del modelo capitalista turístico-balneario, a esto se le suma la explotación laboral y la usura. Estas
características que presenta el avance de la frontera urbana, tanto su lógica
ambiental como socioeconómica, se encuadran dentro de la “segunda contradicción
del capitalismo” planteada por James O`Connor (1992) La causa de ésta es la apropiación y el
uso autodestructivo por el capitalismo de la fuerza del trabajo, del espacio y
la infraestructura urbana, y de la naturaleza o el medio ambiente externo
(O`Connor, 1992: 111-112), lo que generaría, por degradación, agotamiento y
destrucción del recurso paisajístico costero y sobreexplotación de los recursos
humanos, una crisis en el modelo a mediano y largo plazo. Esto llevaría a pensar
este modelo como factor crítico para el desarrollo, y optar por alternativas al
mismo que se encuadren dentro de lógicas menos destructivas y más integradoras.
Los pueblos balnearios del sudeste bonaerense (localizados en partidos
predominantemente agropecuarios), que no se han incorporado a este modelo de
desarrollo, son los que pueden incorporar un modelo turístico distinto -más
adelante explicaremos las potencialidades de estos
sitios-.
MODELO |
Etapa en la que
surge |
Contexto
sociopolítico |
Urbanización |
Tipo de establecimiento en la
playa |
Localidades turísticas más
representativas |
Exclusivo |
Fines del siglo XIX |
Conservadurismo
Modelo
Agroexportador |
Dispersa. Villas de estilo
arquitectónico. |
Balneario exclusivo |
Mar del Plata, Miramar,
Necochea |
Populista |
Década de 1940 |
Populismo, progresismo
Industrialización |
Concentrada de fuerte impacto
paisajístico |
Balneario, playas públicas
urbanizadas |
Mar del Plata, Miramar, Necochea, Villa Gesell, Pinamar, Mar
de Ajó, San Bernardo. |
Neoexclusivista |
Década de 1990 |
Neoliberalismo
Aperturismo |
Dispersa, tendencia hacia urbanización
privada |
Paradores |
Cariló, Mar de las Pampas, Las Gaviotas, Mar
Azul |
Pueblos que no se han incorporado al capitalismo
turístico-balneario |
Década de 1950 |
Populismo, progresismo
Industrialización |
Dispersa.
Pueblos |
Playas públicas |
Marisol, Reta, Orense, San Cayetano, Arenas Verdes
|
Tabla 2. Las fases del capitalismo turístico balneario y los
pueblos balnearios.
VI Debate en torno
al desarrollo turístico sustentable
En las últimas décadas ha surgido el
término sustentable o sostenible como sinónimo de un desarrollo conciente, de
manejo a largo plazo. La comisión de Brundtland fue
la primera en definir desarrollo
sustentable, que consiste en: “Satisfacer las necesidades del presente sin
comprometer la posibilidad de satisfacción de las generaciones futuras” (WCED,
1987: 43). Aplicada esta teoría del desarrollo al turismo podríamos plantear la
existencia del desarrollo turístico sustentable que la OMT lo define como
aquel que reconoce las necesidades
actuales de los turistas y de las regiones locales, protegiendo y mejorando las
oportunidades para el futuro. Se prevé que conduzcan a la gestión de todos los
recursos de manera tal que, los derechos económicos y sociales puedan ser
cumplidos, al tiempo que se mantiene la integridad cultural, los procesos
ecológicos esenciales, la diversidad biológica y las condiciones de
vida”
Todos los gobiernos municipales de la costa atlántica mencionan en su
planificación turística el término “sustentable”. En primer lugar, debemos
cuestionar la idea de que existe desarrollo dentro de lo que hemos denominado
capitalismo turístico-balneario. Como ya lo analizamos este se basa en la
explotación del recurso natural paisajístico, la especulación inmobiliaria y la
explotación laboral. Según nuestra visión el desarrollo y el crecimiento no
siempre es lo mismo. El desarrollo, incorpora la capacidad distributiva de las
riquezas y beneficios generados en el territorio, esto tiene su mayor
manifestación en la creación de fuentes de trabajo genuinas y permanentes. Para
que esto ocurra debe existir un proyecto social y político que dé prioridad a
las condiciones de vida de la población, en este caso el crecimiento económico
sufre lo que Celso Furtado llama una “metamorfosis” y se convierte en desarrollo
(Furtado, 2008)
En segundo lugar debemos cuestionar la utilización del término
sustentabilidad: en su núcleo el capitalismo impone al mundo lo cuantitativo, el
régimen de la cantidad y de manera equivalente es intolerante con la necesidad
(Kovel, 2005), no puede incorporar la idea de sustentabilidad debido a su propia
lógica. Si lo que abunda en el litoral marítimo son las problemáticas
ambientales, sociales y económicas, vinculadas a una mala gestión territorial y
a un deficiente ordenamiento del territorio, el resultado es la erosión costera, la contaminación
visual del paisaje, la reducción de playas públicas, la urbanización de campos
de arena y barrancas, la reducción de la biodiversidad, etc. ¿Es dable mencionar
el desarrollo turístico sustentable en Mar del Plata cuando en un estudio,
realizado por la Licenciada Guzzi, indica que en las principales playas de la
ciudad el mar está contaminado porque sobrepasa la cantidad de coliformes
aceptados por la OMS?. La respuesta lógica sería negativa, si el principal
recurso sostén de la actividad del turismo de “sol y playa” es perjudicado por
el modelo de “desarrollo”, este no puede ser sustentable.
En
tercer lugar las localidades que desarrollan una fuerte actividad-dependiente
del turismo, por lo general, presentan una fuerte dicotonomía entre la ciudad
destinada al uso de los turistas y la utilizada (y vivida cotidianamente) por
los pobladores locales. En una se asegurarán los mejores servicios urbanos,
ambientales, sanitarios, financieros, etc. La otra será la excluida del proceso
de “inversión turística desarrollista”, ya que sólo se valora que exista allí
una fuerza de trabajo capaz de llevar adelante el motor de la industria
turística.
Si los
trabajadores temporarios del turismo son explotados y las ganancias de los
empresarios del turismo son elevadas, quiere decir que no existe una política
distributiva, y por ende no hay “desarrollo real”. Si no hay inversiones públicas para
mejorar la calidad de vida de los barrios empobrecidos, alejados de la costa,
tampoco podemos aceptar el término desarrollo para las localidades
turístico-balnearias.
Una
última mención sobre el desarrollo turístico sustentable en el litoral marítimo
bonaerense es la idealización del ecoturismo como una actividad turística que
critica el deterioro ambiental y el alto grado de artificialización que el
turismo tradicional provoca. El ecoturismo plantea desarrollar el interés por
conocer mejor la “naturaleza” y poder disfrutar de un contacto directo con ella
(Bertoncello, 1997). Esta es una definición aceptada por diferentes organismos
internacionales, de gobierno, ONGs y empresarios del turismo. En el litoral
marítimo donde se plantea el ecoturismo –también el turismo “slow”- suelen ser
sitios de carácter exclusivo que, en la práctica, ocultan la supremacía de los intereses
económicos y culturales de una clase social y de los que dominan la llamada
industria turística, por sobre el ambiente natural.
A nivel
cultural el capitalismo, en su actual estadío, apunta a transformar a la
sociedad en adicta al consumo de mercancías (Kovel, 2005: 81). Esto construye las culturas populares
capitalistas (García Canclini, 1995) que brindan al turismo una situación
“ideal” para los negocios y “mala” para las ecologías y la culturas locales
(Kovel, 2005). El turismo de “sol y playa” ha trasladado históricamente las
prácticas urbanas a la playa. En la última década los llamados “paradores”
incorporaron ciertas prácticas culturales, como recitales, discoteques, que no
habían ocupado espacialmente las playas. En Villa Gesell, Pinamar y la zona sur
de Mar del Plata, son los lugares de la costa donde se ha incorporado el modelo
“parador”, donde los dueños de los espacios de playa
alquilan los espacios de ocio a concesionarios que representan radios FM
pertenecientes a grandes grupos económicos nacionales e internacionales, a
marcas de bebidas (desde aguas a gaseosas, cervezas, champagne, vinos,
energizantes, etc.), marcas de ropa informal y deportiva, telefonía celular,
servidores de Internet, etc. (Ordoqui, 2008:
4).
El
capitalismo turístico-balneario no puede ser visto como un factor de desarrollo,
ya que en su lógica está la concentración de las riquezas generadas, el
agotamiento de los recursos paisajísticos, la especulación -a partir de la renta
de las tierras costeras- y el impacto cultural. No se respetan los principios
del desarrollo sustentable, ya que no existe un manejo adecuado de los recursos
naturales, siendo insostenible su conservación a mediano y largo plazo. Tampoco
está el respeto por la diversidad cultural ya que impone formas específicas de
consumo y prácticas culturales que transforman la playa en un verdadero basural.
VII Pensar otra
filosofía de gestión y desarrollo turístico en los pueblos balnearios del
sudeste. Hacia el desarrollo endógeno y
sustentable.
¿Es posible transformar el capitalismo turístico-balneario en un de
desarrollo turístico sustentable? Existen formas de amortiguar las
externalidades negativas del modelo, pero hay una dependencia sistemática de
algunas características del mismo que hace dificultoso pensar en cambios
radicales. En un trabajo anterior se mencionaron algunas propuestas básicas que
serían una transición hacia un modelo más distributivo y sustentable. Las que
resaltamos en este trabajo son una mayor calidad paisajística haciendo cumplir
(sin excepciones) las nuevas leyes y normas sobre el ordenamiento territorial en
el frente costero, reglamentar el loteo de nuevas tierras costeras que estén
sobre médanos o barrancas para conservar los relictos naturales que sobreviven,
que exista una mayor inversión de las ganancias de los gobiernos en los barrios
relegados y un estricto control laboral de los empleos temporarios, con una
política rígida en cuanto al cumplimiento de las leyes y los derechos del
trabajador.
Además del modelo descripto existen otros balnearios que no han
incorporado, al menos en forma intensiva, el capitalismo turístico balneario, ni
en su fase neoexclusivista, ni popular. Estos son los pueblos balnearios del
litoral marítimo del sudeste y sur bonaerense que pertenecen a municipios
centrados en la actividad agropecuaria. Estos son localidades que no superan los
300 habitantes, donde el paisaje natural está bien conservado y el tipo de
sociabilidad responde a la típica “vida de pueblo”. Estos pueblos están
localizados en los partidos de Lobería (Arenas Verdes), San Cayetano (Balneario
San Cayetano), Tres Arroyos (Orense y Reta) y Coronel Dorrego (Marisol) que
forman parte de una costa medanosa. También hay que agregar Villarino (La
Chiquita y San Antonio) y Patagones (San Blas y La Baliza), al sur de la
provincia de Buenos Aires, con una fisonomía
patagónica.
Si bien
es cierto que avanza la frontera urbana capitalista en el litoral marítimo
bonaerense, también desde diferentes sectores se debate y se plantean nuevos
modelos alternativos de desarrollo turístico, sobre todo en lugares donde –aún-
este modelo no se ha manifestado con agresividad. En estos no existe promoción
turística, no hay inversiones en infraestructura urbana necesaria para el
poblador local y los turistas, tampoco programas de desarrollo, ni políticas
referidas al ordenamiento territorial por parte del Estado Nacional, Provincial
e, inclusive, Municipal.
La relación centro-periferia es aplicable a la actividad turística de la
costa atlántica: mientras los balnearios que plantean un turismo destructivo a
nivel ambiental -que excluye de los beneficios a la mayoría de la población
local a partir de la explotación laboral- se benefician con la promoción de las
secretarías de turismo nacionales y provinciales, las inversiones a nivel
estatal y privadas, los pueblos
costeros del sudeste se ven discriminados dentro de la política turística
nacional. A los municipios que
pertenecen, al ser agropecuarios, no les interesa el desarrollo costero, el
patrimonio natural y cultural. De esta forma la relación centro-periferia no
solo se reduce a localidades con promoción turística e inversiones
desarrollistas y otros excluidos de las mismas, sino que también dentro del
mismo municipio el modelo se repite entre el sector agropecuario, al que se les
brinda todas las facilidades para su desarrollo, y el turismo, ignorado por las
autoridades municipales.
Esta situación de los pueblos balnearios del sudeste representa una
ventaja: al no existir una política de desarrollo se puede diseñar una nueva que
no sea ni el modelo neoexclusivista o el popular. En la actualidad ya es
diferente: la existencia de médanos vivos sin forestar, arroyos y ríos que
desembocan naturalmente en el mar, barrancas sin urbanizar, playas públicas, la
inexistencia del asfalto, emprendimientos turísticos realizados por familias,
entre otras características, representan la distancia con los demás modelos de
desarrollo turístico.
La idea sería gestionar un área protegida a partir de la decisión y
participación de los actores sociales locales, no como un modelo
conservacionista, sino como un modelo de desarrollo territorial, donde el
cuidado de los recursos naturales paisajísticos sea incorporado como una
política económica. La Administración de Parques Nacionales (APN) en su línea de
gestión, denominado “Plan de Gestión Institucional para los Parques Nacionales”,
menciona que todos los ambientes naturales de la República Argentina deben ser
protegidos. El único ambiente que no ha sido protegido por la APN es el ambiente
costero bonaerense. Un parque nacional puede ser un catalizador y factor del
desarrollo regional (Gutman, 1987) en los pueblos balnearios donde es posible
aplicarlo y los pobladores locales lo consideran plausible debido a que no
quieren perder la identidad que los convierte en un destino turístico diferente
en la costa.
La venta de tierras estaría restringida con un parque nacional u otra
área protegida de importancia, ya que existen en la actualidad más de 150
kilómetros de frente costero sin lotear en zonas medanosas, que comprenden
sectores de los partidos de Lobería, San Cayetano, Tres Arroyos y Coronel
Dorrego. El avance de la frontera urbana en estos sectores se manifiesta con los
valores del neoexclusivismo –urbanizaciones privadas-. En Claromecó (partido de
Tres Arroyos) ya existen dos proyectos aprobados de barrios privados turísticos
y en Reta (Tres Arroyos) está construyéndose un complejo spa-resort cinco
estrellas sobre un médano, que ha sido “amputado”. Tanto los turistas como los
pobladores locales rechazan este modelo de urbanización en sus costas: los
primeros, en una encuesta realizada en enero del 2008, manifestaron que de
proseguir esta tendencia dejarían de veranear en las costas de Reta. Los
segundos, más divididos que los primeros, no quieren que se modifique el estilo
de vida que llevan y que, además, es compartido con los turistas.
Una política integrada al manejo del paisaje, y al freno de la
urbanización sobre playas naturales, es incentivar las inversiones de los
pobladores locales. Esto se puede lograr a través de una política crediticia
blanda para emprendedores locales. En el capitalismo turístico-balneario las
ventajas fiscales e impositivas son otorgadas a las grandes cadenas hoteleras,
comercios multinacionales o grandes formas de la construcción, incrementando el
poder oligopólico de estos en la industria turística. Un modelo de desarrollo
endógeno se centra en las potencialidades de los recursos naturales y humanos, y
en la capacidad distributiva del mismo. Este aspecto el capitalismo-turístico
balneario no lo puede alcanzar.
La
sustentabilidad del recurso natural paisajístico estaría garantizada con un área
protegida que ordenara el espacio físico turístico con una lógica distinta a las
demás presentes en el litoral marítimo bonaerense (capitalismo
turístico-balneario). El desarrollo debe generarse endógenamente, a partir de la
calidad de los recursos humanos (la población local, científicos comprometidos,
sectores políticos concientes, empresarios responsables), la disposición
organizativa de los agentes (la formación de una comisión pro-parque nacional),
la calidad institucional territorial (que podría estar brindada por la APN),
donde los impulsos exógenos se complementarían insertándose en un sistema territorial
organizado (Madoery, 2001), que tendrían como núcleo un área protegida
Breve
conclusión
El
desarrollo turístico en el litoral marítimo está vinculado a la degradación del
paisaje costero, la urbanización, la privatización de la playa, la especulación
inmobiliaria, la explotación laboral.
No es acertado que todos estos efectos del proceso de desarrollo sean
definidos como externalidades negativas, estos son producto de un sistema que no
contempla lo más básico del desarrollo: la capacidad de distribución. Los
discursos de los sectores político-administrativos sobre sustentabilidad carecen
de hechos concretos, se transforman en quiméricos y solo aportan promesas en
épocas proselitistas. El modelo que hemos denominado capitalismo
turístico-balneario no puede
sustituirse, pero si es posible reducir sus impactos negativos a través de
políticas y acciones concretas.
La posibilidad de aplicar un modelo de desarrollo turístico que tenga en
cuenta lo endógeno del mismo, la sustentabilidad y la distribución de las
riquezas solo es posible donde no se ha aplicado en forma intensiva el
capitalismo turístico-balneario. La experiencia en parques nacionales, y otras
áreas protegidas, como “motores” del desarrollo pueden ser ejemplos a tener en
cuenta en la planificación territorial de este sector del litoral marítimo.
Todos los actores sociales, que intervienen en la construcción del espacio
turístico y forman parte de la sociedad local, tienen que decidir y proponer
alternativas para alcanzar las premisas básicas del desarrollo. De esta manera
también se estaría consiguiendo construir una sociedad democrática, no desde la
representatividad sino desde la participación.
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