De
Brasilia a Cusco: la Comunidad Sudamericana de Naciones.
Prof. María Faiella.
Prof. Javier Luchetti.
Abstract.
Para noviembre de 2004, con ocasión de la III Reunión de
Presidentes de América del Sur, en Cusco, Perú, se suscribió el documento que
dio comienzo al proceso de construcción de la Comunidad Sudamericana de Naciones
(CSN). Si bien se trató de un hecho simbólicamente importante, no es una unión
sudamericana sin grietas, ni siquiera una unión política y económica, puesto que
no trata temas como compras por parte de los Estados, normas ambientales, una
política externa común, etc.. Los presidentes no firmaron un tratado de
constitución, y solo lograron coincidir en planteos generales, o frases de
compromiso como la lucha contra la pobreza y el hambre, la defensa de la
democracia, y otras. Además, muchos de los países no sólo no poseen un
territorio totalmente integrado, sino que compiten sus productos con los de
otros países sudamericanos en los mercados
externos.
El objetivo del trabajo es analizar los pasos previos, el
nacimiento y los compromisos de la Comunidad Sudamericana de Naciones, a partir
de los acuerdos firmados entre los países de la Comunidad Andina y el Mercado
Común del Sur, más Chile, Guyana y Surinam, situando la creación de la CSN
dentro del contexto de la globalización y de las necesidades de los países
sudamericanos de adoptar estrategias para ser competitivos en el ámbito
internacional. El trabajo abarca el análisis de lo acordado en las cumbres
presidenciales, es decir, desde la Reunión de Presidentes de América del Sur, en
Brasilia en el año 2000, lo acontecido en la II Reunión de Presidentes de
América del Sur en Guayaquil en el 2002, hasta finalmente la creación de la
Comunidad Sudamericana de Naciones en la III Cumbre Presidencial Sudamericana en
Cusco en el 2004.
Introducción.
En
1988, a iniciativa del presidente brasileño Itamar Franco, se firma el acuerdo
marco para la creación de una Zona de Libre Comercio entre el Mercado Común del
Sur (MERCOSUR) y la Comunidad Andina (CAN), a partir del año 2000. Dicho proceso
queda plasmado en la Cumbre de Brasilia (2000), en la que el entonces presidente
brasileño, Fernando Cardozo convoca a todos los jefes de Estado sudamericanos,
que reafirmaron su intención de unir el Mercado Común del Sur y la Comunidad
Andina mediante un acuerdo de libre comercio en el cual se incluiría también a
Chile, Guyana y Surinam. Eran tiempos de polémica sobre el proyecto de Área de
Libre Comercio de las Américas (ALCA), y la iniciativa tenía como objetivo ser
un contrapeso del proyecto norteamericano al mismo tiempo que se buscaban nuevos
mercados para las exportaciones de las industrias brasileñas.
Brasil buscaba bajar su dependencia de los mercados norteamericanos y europeos,
persiguiendo como objetivo llegar a acuerdos comerciales con países como China,
India y Sudáfrica, al mismo tiempo que se oponía al ALCA.
Aunque su éxito fue mayor en cuanto a la oposición que a la posibilidad concreta
de construir una propuesta alternativa viable y confiable para el resto de los
países de Sudamérica.
Para
noviembre de 2004, con ocasión de la III Reunión de Presidentes de América del
Sur, en Cusco, Perú, se suscribió el documento que dio comienzo al proceso de
construcción de la Comunidad Sudamericana de Naciones (CSN). Si bien se trató de
un hecho simbólicamente importante, no es una unión sudamericana sin grietas, ni
siquiera una unión política y económica, puesto que no trata temas como compras
por parte de los Estados, normas ambientales, una política externa común, etc..
Los presidentes no firmaron un tratado de constitución, y solo lograron
coincidir en planteos generales, o frases de compromiso como la lucha contra la
pobreza y el hambre, la defensa de la democracia, y otras. Además, muchos de los
países no sólo no poseen un territorio totalmente integrado, sino que compiten
sus productos con los de otros países sudamericanos en los mercados
externos.
Lo
que se deseaba era encarar la posibilidad de conseguir una agenda común
sudamericana para lograr, no solo el crecimiento de las economías, sino también
poder superar las desigualdades sociales existentes, a partir de la
profundización y ampliación del proceso de integración. Los obstáculos de la
integración dentro de la globalización son muy grandes, y todo dependerá de los
acuerdos políticos a los que lleguen los países para que los costos sean
compartidos.
Además, estamos ante la presencia de muchos organismos de integración, cuando la
realidad impone que al menos alguno funcione, y para ejemplo basta con analizar
los problemas que tiene el Mercosur, cuando se plantean cupos o cuotas de
mercado para la importación de determinados bienes.
Sin
embargo, no se puede dejar de mencionar la dimensión económica, política y
social del nuevo emprendimiento en el marco de una cooperación a largo plazo
entre los países de la región que presentan dificultades como su escasa
participación en el comercio internacional, los preocupantes niveles de pobreza
y exclusión social. También “en su dimensión económica, los países sudamericanos
alcanzaron en el 2003 un nivel de exportaciones que ascendió a 181.856 millones
de dólares, un producto interno bruto de 973.613 millones de dólares y un
ingreso per cápita de 2.697 dólares, para una población de 361 millones de
personas que representan el 6% de la población del mundo. (...) Se calcula
además que la Comunidad Sudamericana de Naciones sería poseedora del 3.71% de
las reservas de gas natural del mundo, el 8.61% de las reservas del petróleo
crudo y el 20% de agua dulce del planeta”.
Otros aspectos a favor tienen que ver con que es una región desnuclearizada, con
un bajo gasto militar y muy pocos problemas limítrofes que pudiesen transmitir
inseguridad a la región y al mundo.
Igualmente
a pesar de su extensión geográfica, la economía sudamericana alcanzó para el año
2004 sólo el 3% de la economía mundial, lo cual es bastante poco. Brasil posee
más del 50% del Producto Bruto Interno sudamericano seguido por Argentina con un
13%, lo cual denota una gran asimetría. Sudamérica presenta con relación al
mundo un peso mayor en cuanto a la agricultura, ganadería y, minería, y un menor
peso respecto a servicios, exhibiendo diferencias en el peso de las actividades
según el país, por ejemplo mayor importancia de la agricultura en Paraguay y de
la minería en Venezuela. Por otra parte, la participación en el 2004 en el
comercio mundial de bienes es de un 3% en el caso de las exportaciones y del 2%
en las importaciones, y un porcentaje aproximado en los servicios, advirtiendo
que en el caso de las exportaciones más del 80% corresponden a Brasil,
Argentina, Chile y Venezuela, y en las importaciones más del 75% corresponde a
esos países, siendo Brasil el mayor participante con un 40% del comercio de la
región.
Las
tres cuartas partes de las importaciones y de las exportaciones son
extra-regionales, por lo que esto demuestra la urgencia de vincular los mercados
de los países sudamericanos como una forma de lograr la colocación de productos
en una región histórica y geográficamente vecina. También el nuevo intento de
cooperación e integración serviría para atraer nuevas inversiones puesto que con
respecto a la inversión extranjera directa la región se encuentra en cuarto
lugar detrás de la Unión Europea, los países integrantes del Tratado de Libre
Comercio de América del Norte y China.
El objetivo del presente trabajo es analizar los pasos previos, el nacimiento y
los compromisos de la Comunidad Sudamericana de Naciones, a partir de los
acuerdos firmados entre los países de la Comunidad Andina y el Mercado Común del
Sur, más Chile, Guyana y Surinam, situando la creación de la CSN dentro del
contexto de la globalización y de las necesidades de los países sudamericanos de
adoptar estrategias para ser competitivos en el ámbito internacional. El trabajo
abarca el análisis de lo acordado en las cumbres presidenciales, es decir, desde
la Reunión de Presidentes de América del Sur, en Brasilia en el año 2000, lo
acontecido en la II Reunión de Presidentes de América del Sur en Guayaquil en el
2002, hasta finalmente la creación de la Comunidad Sudamericana de Naciones en
la III Cumbre Presidencial Sudamericana en Cusco en el
2004.
La
cumbre de Brasilia.
Después
de los cambios ocurridos en la economía mundial en los años ochenta y noventa,
luego de la recuperación democrática de los ochenta, y de las políticas
neoliberales de los años noventa, los gobiernos concordaron en que no era
posible abstraerse del mundo con los diversos sectores de la economía mirando
solamente al mercado interno, por lo que a pesar de distintos problemas como la
deuda externa, los conflictos sociales, la inestabilidad política, etc.,
comenzaron a buscar la cooperación e integración económica y política. La
integración podría mejorar la competitividad externa, apoyando el desarrollo de
economías de escala, sustituyendo importaciones extra-regionales, aprovechando
la capacidad ociosa de las empresas, generando fuentes de trabajo, dejando de
lado conflictos fronterizos o geopolíticos, desarrollando recursos tecnológicos
y humanos y, tratando de enfrentar las barreras arancelarias y paraarancelarias
existentes en los países desarrollados que perjudicaban las exportaciones
regionales.
La
integración debía servir para la inclusión en la economía internacional con
industrias competitivas y con alta productividad, “debería ser dinámica,
realista, flexible, articulada con una apertura selectiva al mercado mundial,
pero debería tener también un cierto grado de idealismo, sustentado en la utopía
del desarrollo. Su perfil estratégico, derivado de los programas de desarrollo
industrial, tecnológico, de infraestructura y servicios, debe tener su
equivalente político que haga de ella un instrumento de ‘solidaridades
colectivas’, que surgen de la propia concepción autonómica del modelo”.
Los
jefes de estado de Argentina, Brasil, Bolivia, Chile, Colombia, Ecuador, Guyana,
Paraguay, Perú, Surinam, Uruguay y Venezuela, se reunieron en septiembre de 2000
en Brasilia, con la Secretaria Pro Témpore de Brasil, más allá de las
dificultades y de los desafíos de la agenda común que se planteaba en el nuevo
siglo. Apoyados por el reconocimiento que la paz, la vigencia de las
instituciones democráticas, la participación de los ciudadanos y de las
organizaciones civiles, y la integración constituyen elementos para el
desarrollo económico, apreciaron que la democracia, el desarme y la no
proliferación de armas de destrucción masiva eran bases esenciales para la
cooperación e integración sudamericana.
Se
pretendía combatir a la corrupción por medidas administrativas, legales y
políticas, tener gobiernos transparentes, reformar la justicia, que la población
tuviera libre información sobre las autoridades, etc., lo que demuestra dos
cosas: primero que estos temas siempre están presentes, lo que nos lleva a la
segunda cuestión: si están presentes es porque se ha fracasado en
solucionarlos.
Los presidentes coincidían “en la evaluación de que la estabilidad política, el
crecimiento económico y la promoción de la justicia social, en cada uno de los
doce países de América del Sur, dependerán en buena medida de la ampliación y de
la profundización de la cooperación y del sentido de solidaridad existente en el
ámbito regional y del fortalecimiento y de la expansión de la red de intereses
recíprocos. Identificaron en ese sentido, una serie de temas cuyo tratamiento
podrá beneficiarse de un enfoque específico de cooperación suramericana:
democracia; comercio; infraestructura de integración; drogas ilícitas y delitos
conexos; información, conocimiento y tecnología”.
Los
presidentes decidieron iniciar las conversaciones para establecer una zona de
libre comercio entre el Mercado Común del Sur y la Comunidad Andina,
incorporando a Chile, Guyana y Surinam en la formación de un espacio económico
ampliado. Se pretendía fortalecer la identidad sudamericana para que otros
mecanismos de integración se vieran también beneficiados en un contexto de
globalización en donde era primordial para esta parte del continente americano
insertarse en la economía internacional: “Los desafíos comunes de la
globalización – sus efectos desiguales para diferentes grupos de países y,
dentro de los países, para sus habitantes -, podrán ser mejor enfrentados en la
medida en que la región profundice su integración y continúe, de forma cada vez
más eficaz, actuando coordinada y solidariamente en el tratamiento de los
grandes temas de la agenda económica y social internacional”.
No
se cuestionaba la globalización como tal, sino que se esperaba que a través de
compromisos políticos y acciones del sector público y privado, se pudieran
elevar la calidad de vida de los habitantes (apuntando al mismo tiempo a
mercados libres y criticando los subsidios agrícolas de los países
desarrollados), porque consideraban que la globalización “(...) puede generar
para los países de la región beneficios tales como la ampliación del comercio,
la expansión de los flujos de inversión y la mayor divulgación del conocimiento
y de la tecnología”.
La estabilidad interna de cada país era vista como algo necesario que se podría
conseguir con políticas macroeconómicas adecuadas, algo que podría parecer de
los noventa, aunque, en ese sentido critican a los países desarrollados en
cuanto a que “los presidentes recordaron que sus países adoptaron programas
valerosos de apertura comercial en los años noventa, al mismo tiempo que
persisten importantes barreras impuestas por los países desarrollados a
exportaciones de productos suramericanos”.
Más
que valerosos los planes de apertura comercial de los años noventa fueron
calamitosos, por las graves consecuencias económicas y sociales que trajeron.
Tal vez por ello, más adelante se reconoce que la pobreza en amplios sectores de
la población no ha dejado de aumentar, careciendo los mismos de acceso a la
salud, la educación, la vivienda y a un empleo, por lo que se exige la ejecución
de programas que mejoren los Índices de Desarrollo Humano de cada país. Se
reconoció que se debía realizar un programa de acción regional con distintos
actores para contribuir a hacer frente al desequilibrio en la distribución de la
riqueza. Esto demuestra que a pesar de las declaraciones de los gobiernos, la
pobreza no ha dejado de aumentar.
En
cuanto al comercio, coincidieron en que los esfuerzos de integración de los años
noventa habían sido sustanciosos, pero subrayaron que era necesario la
participación de los empresarios, de los trabajadores y de la sociedad en los
mismos,
en el proceso de formación de un espacio económico ampliado, en donde se
cuestionaba el proyecto de Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA),
pretendiéndose “que las negociaciones del ALCA, para lograr resultados
comprensivos y equilibrados, que satisfagan los intereses de todos los países
involucrados, deberán tener en consideración las diferencias en los niveles de
desarrollo y en el tamaño de las economías de los actores involucrados”.
El
empuje para ampliar el MERCOSUR se observó con la idea brasileña de la creación
de un Área de Libre Comercio Sudamericana (ALCSA), para expandir la integración
a toda América del Sur.
Esta acción pretendía frenar las tentativas expansionistas norteamericanas en la
zona en temas tales como patentes, militares en cuestiones de seguridad, etc., y
prevenirse ante una posible pérdida de un porcentaje del mercado estadounidense
por la avalancha de productos mexicanos dentro del marco del Tratado de Libre
Comercio de América del Norte (NAFTA). Por otra parte, el ALCSA podría servir
para negociar en conjunto ante el bloque que defiende el ALCA. Ante esta
situación, a fines del siglo XX tanto la CAN como el MERCOSUR, más Chile,
inician las conversaciones para concebir una zona de libre comercio entre los
estados. Las negociaciones fueron muy complicadas, y si bien se pretendía firmar
un acuerdo de libre comercio que comenzara a funcionar el 1 de enero de 2000,
esto no fue posible por diferencias en diversos temas económicas (aranceles,
acuerdos bilaterales, etc.).
Con
respecto a la infraestructura de integración, se le otorgó fundamental
importancia a la integración transfronteriza, en realidad, lo más importante que
se quería discutir, era la construcción de obras de infraestructura para la
libre circulación de bienes y personas, atrayendo capitales nacionales y
extranjeros,
puesto que el estado solo no era capaz de hacerlo, porque “por su volumen, la
financiación de los proyectos de infraestructura de integración deberá ser
compartida por los gobiernos, por el sector privado y las instituciones
financieras multilaterales, entre las cuales se destacan el Banco Interamericano
de Desarrollo, la Corporación Andina de Fomento, el Fondo Financiero para el
Desarrollo de la Cuenca del Plata y el Banco Mundial”.
Se creó un Plan de Acción para la Integración de la Infraestructura Regional en
América del Sur, IIRSA.
La iniciativa tenía por objetivo la modernización y ampliación de la
infraestructura física de energía, transportes, y comunicaciones, para lograr
ejes de integración en el espacio económico ampliado, articulando la utilización
de las vías terrestres, fluviales, marítimas y aéreas para aumentar el comercio
y las inversiones en la región.
El sector privado iba a cumplir un rol muy especial, “(...) con miras a la
modernización y al desarrollo de la red de infraestructura de integración en
toda la región, destacando, en ese sentido, el papel fundamental del sector
privado en dicha empresa”.
Esto
será motivo de críticas de quienes dicen que la integración física solo sirve
para beneficiar los negocios de empresariales, y no para beneficio de los
pueblos por donde pasan las obras, porque consideran que la IIRSA está pensado
para los inversores que pertenecen a los sectores mineros, forestales,
transporte, energía eléctrica, gas, etc., es decir, para beneficio de los
organismos internacionales de crédito y las empresas multinacionales. En cuanto
al tema de las drogas ilícitas, se las relaciona con el contrabando, el tráfico
ilícito de armas y el terrorismo, amenazando a los países sudamericanos, que
acordaron estrechar la cooperación en acciones de inteligencia, en el control
del tráfico de armas y el lavado de dinero, y plantearon la búsqueda de la
responsabilidad compartida entre países productores y países consumidores,
interesándose en el primer caso por la exploración de cultivos alternativos para
la población vinculada a los cultivos ilícitos.
Por último, la información, el conocimiento y la tecnología, se consideraban
imprescindibles para mejorar la calidad del sector productivo, incentivando la
creación de empresas tecnológicas, y asegurando que mayores sectores de la
población pudieran tener acceso a la nueva sociedad de la información, por
ejemplo, mediante Internet. Para ello era esencial instaurar redes cooperativas
de investigación en áreas estratégicas para mejorar la competitividad de los
países.
Esto debería haber sido un incentivo para que todos los gobiernos y en nuestro
caso el argentino subiera en una gran proporción, el porcentaje de presupuesto
dedicado a ciencia y tecnología.
Debido
a que se buscaba una mayor inserción internacional, y como los países
desarrollados han eliminado casi las barreras arancelarias, existiendo ahora
obstáculos paraarancelarios, los presidentes repararon en que “el progreso
científico y tecnológico demanda cada vez más laboratorios y estructuras
complejas, operadas por personal de alto nivel científico y superior en todos
sus niveles. A mediano y largo plazos, solamente será posible una inserción
superior de los países suramericanos en la economía internacional con la
incorporación permanente de innovaciones tecnológicas, que eleven el valor
agregado de las exportaciones y mejoren la competitividad regional”.
En síntesis, la cumbre de Brasilia se convirtió en una oportunidad para
enfrentarse a los desafíos imperantes y tratar de buscar ventajas en el contexto
de la globalización. El principal resultado fue la creación de la Iniciativa
para la Infraestructura Regional en América del Sur, IIRSA, necesaria para
lograr la integración física de Sudamérica, más allá que el comunicado final
abarca cinco áreas principales: la democracia, el comercio, la infraestructura
de integración, las drogas ilícitas y delitos conexos, y la información, el
conocimiento y la tecnología.
La
reunión de Guayaquil.
En
julio de 2002 en Guayaquil, se produjo la II Reunión de Presidentes de América
del Sur, donde reiteraron su voluntad de seguir en la configuración de un
espacio económico común en América del Sur. Señalaron que la crisis financiera y
la escasez de recursos podían socavar las bases de la democracia, algo que está
presente en todos los documentos, junto con la lucha contra la pobreza, la
protección del medio ambiente, la no proliferación de armas de destrucción
masiva, etc.. Sin embargo, en la declaración, habla de propender a una
progresiva liberalización comercial, si bien se espera que esto lo hagan los
países desarrollados, los cuales evidentemente hablan de apertura económica en
países subdesarrollados, pero no en sus propios países. Por algo los jefes de
estado exhiben “su preocupación por el mantenimiento e incremento de los
subsidios agrícolas de los países desarrollados, los cuales distorsionan las
condiciones de competencia en el mercado internacional”.
Esto
no era todo, puesto que otras de las dificultades con que se encontraban era que
Sudamérica era vulnerable a los problemas externos, al mismo tiempo que entre
las exportaciones, los recursos naturales ocupaban la mayor parte de ellas
(soja, banana, café, cobre, petróleo, etc.), mientras que las exportaciones de
bienes con alto valor agregado lo habían hecho en menor medida. Lo señalado
demostraba que la competitividad sudamericana dejaba mucho que desear, y que
América Latina es la región del mundo con los peores resultados en distribución
de la riqueza entre el sector más rico y los más pobres, al mismo tiempo que
presentaba una situación desventajosa respecto a la economía internacional: “La
asimetría en el comercio se manifiesta en el hecho de que mientras América del
Sur ha tenido en los últimos quince años una política de gran apertura en
materia de reducción de aranceles o de tratamiento a la inversión extranjera,
(...), enfrenta una serie de disposiciones para-arancelarias que afectan el
acceso de diversos productos, tales como, acero, textiles, banano, etc. (...) la
región tiene ventajas comparativas, como por ejemplo agricultura y textiles,
donde existe una serie de barreras de entrada a los mercados internacionales”.
Nuevamente
hacen mención a la lucha contra la corrupción y contra el problema mundial de
las drogas,
y como una forma de limitar los gastos armamentísticos y para atraer inversión
extranjera directa, se realizó una Declaración sobre la Zona de Paz
Sudamericana, al mismo tiempo que movidos por el recuerdo de lo acontecido con
el atentado terrorista en Estados Unidos un año antes, condenan al terrorismo en
todas sus formas.
Siguieron insistiendo con el tema de la integración física en el nuevo espacio
integrado para que “la región participe más ampliamente en las corrientes
internacionales de capital, bienes, servicios y tecnología, ya que su geografía
constituye una extraordinaria base física para la intensificación de los
esfuerzos de integración productiva, comercial y de infraestructura”.
En
este contexto realizaron un reconocimiento de los principios básicos que se
necesitan para la integración del espacio económico de América del Sur: “a)
perspectivas geo-económica; b) sostenibilidad social; c) eficiencia económica;
d) sustentabilidad ambiental; y e) desarrollo institucional”.
La integración física debía ayudar a la movilización de los recursos logrando la
especialización en sectores estratégicos, mejorando los niveles de ingreso de
los pueblos, con una distribución de la riqueza y una descenso de la pobreza. Es
decir, se pretendía el acceso de materias primas e insumos a centros de
producción, y la llegada de la producción a centros de consumo nacionales e
internacionales.
En este aspecto se pretendía que la IIRSA, fuese un mecanismo para comunicar el
Caribe, el Atlántico y el Pacífico y así: “a) promover y facilitar el
crecimiento y desarrollo económico y social de América del Sur; b) mejorar la
competitividad internacional del a región, incrementar su participación en la
economía mundial y enfrentar mejor los desafíos que impone la globalización; y,
c) fortalecer la integración y cooperación regional mediante la ampliación de
mercados, la convergencia de políticas públicas y el acercamiento social y
cultural de Sudamérica”.
La
iniciativa contaría con el financiamiento del sector estatal, el sector privado
y de los organismos multilaterales de crédito y los mandatarios le otorgaron
importancia al sector energético, buscando la cooperación e integración
energética, sin barreras que limiten el libre comercio de energéticos, y
llamando a la inversión extranjera directa, favoreciendo la acción conjunta del
sector estatal y del sector privado. Además, subrayaron la importancia de la
ciencia y la tecnología, por lo que se dispuso la profundización de la
cooperación entre los países de la región. El ALCA también estuvo presente,
tomándose en consideración que las negociaciones que se llevaban a cabo debían
tener en cuenta las necesidades y las condiciones económicas de los países de
economías más pequeñas.
La
creación de la Comunidad Sudamericana de Naciones.
En
diciembre de 2004, en la ciudad de Cusco, los representantes de los países, de
acuerdo a la declaración final, (un texto breve de tres páginas, puesto que no
llegaron a firmar un tratado por las divergencias existentes), consideraron que
‘sus pueblos les pedían la integración’, por lo que decidieron conformar la
Comunidad Sudamericana de Naciones, tomando en consideración los “valores
comunes tales como la democracia, la solidaridad, los derechos humanos, la
libertad, la justicia social, el respeto a la integridad territorial, a la
diversidad, la no discriminación y la afirmación de su autonomía, la igualdad
soberana de los Estados y la solución pacífica de controversias”.
Se
hablaba de Sudamérica y no de América Latina, porque las relaciones con los
países de América Central no eran muy importantes, excepto en el caso de
Colombia y Venezuela. México, más allá de su cultura, estaba vinculado política
y económicamente con Estados Unidos a través del Tratado de Libre Comercio de
América del Norte, por eso es que se pensara primordialmente en una integración
sudamericana. Además, porque los brasileños precursores de la idea, sabían que
los productos mexicanos iban a competir con los de ellos.
México
dirige más del 90% de su comercio hacia Estados Unidos, mientras que Brasil, al
promover la CSN, mantiene un objetivo geoeconómico y geopolítico, puesto que
pretende que América del Sur llegue a ser una potencia económica, con los
brasileños como locomotora. Los países firmantes fueron Argentina, Bolivia,
Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, Guyana, Paraguay, Perú, Surinam, Uruguay y
Venezuela, mientras que México y Panamá adhirieron en calidad de observadores.
Sin embargo, los presidentes de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva y el
presidente de Venezuela, Hugo Chávez, fueron los que realmente respaldaron esta
firma, puesto que algunos presidentes preferirían un acuerdo bilateral con
Estados Unidos como era el caso de Chile y Colombia. Además, pese a que en esta
instancia se mantenían controversias comerciales entre los países del Mercosur,
se fomentaba la creación de la CSN siendo que para algunos jefes de Estado
primero había que fortalecer el Mercosur. Cabe aclarar que los presidentes que
no asistieron a la cita fueron los de Argentina, Paraguay, Uruguay y Ecuador,
justamente en los dos primeros casos, grandes socios comerciales de
Brasil.
Brasil,
mediante la CSN puede tener mejores accesos al Océano Pacífico, a través de
Bolivia y Perú, y al Mar Caribe, a través de Colombia y Venezuela, al mismo
tiempo que puede controlar mejor la región amazónica con Surinam y Guyana, junto
con los países andinos, y aprovechar el potencial hidrológico, gasífero y
petrolífero de los países andinos y de Guyana. Para la Comunidad Andina como
para el Mercosur permitiría, más allá de situaciones específicas, una ventaja
para ambos, no solo en términos comerciales, sino también para negociar con la
Unión Europea, para atraer inversiones, y manejarse colectivamente en las
negociaciones internacionales. Esto no significa que por arte de magia todos los
problemas internos de los países se van a solucionar, pero también es cierto que
el desarrollo económico individual en un mundo dividido en bloques comerciales
enfrenta enormes dificultades. A esto se le suma el grado de desarrollo de
nuestros países y su dependencia comercial y financiera extra regional, y las
condiciones de inestabilidad que presentan algunos de ellos, que podían ser
solucionadas con el diálogo y mecanismos de concertación
política.
La
CSN se formó tomando en consideración que la convergencia de intereses
económicos, sociales, políticos, de seguridad y culturales serviría para
conseguir varios objetivos en el ámbito regional: mejorar la inserción
internacional, adoptar una conciencia ambiental responsable, promover el
desarrollo económico, asegurar una distribución más justa del ingreso, acceder a
la educación, lograr la inclusión social, promover el desarrollo sostenible y,
mejorar la calidad de vida.
Aunque en lo social se habla de que los pueblos asuman el rol protagónico que
les correspondía en este proceso, puesto que “la integración sudamericana es y
debe ser una integración de los pueblos”, esto se producía en el marco de una
iniciativa del mayor país sudamericano donde las desigualdades sociales eran
escandalosas.
La declaración no brinda medidas específicas, estableciéndose una secretaria pro
témpore en manos del gobierno peruano hasta que se realice la próxima cumbre en
Brasil en el 2005. Además, no se propone crear nuevos organismos que ocasionen
nuevos gastos, y no se habla de avanzar hacia instituciones supranacionales,
sino que el manejo se hace en el ámbito
intergubernamental.
De
acuerdo a los bosquejos de la cumbre, serían seis los procesos a propulsar para
la edificación gradual de la CSN: 1) Concertación en las relaciones externas
regionales; 2) Profundización de la convergencia MERCOSUR, CAN y Chile a través
del perfeccionamiento de la zona de libre comercio y su evolución a fases
superiores de la integración económica, social e institucional; 3) Integración
física, energética y de
comunicaciones; 4) Armonización de políticas que promuevan el desarrollo rural y
alimentario; 5) Cooperación en ámbitos de tecnología, ciencia, educación y
cultura y; 6) Interacción entre empresas y la sociedad civil en el espacio
sudamericano. Se habla de la lucha contra la pobreza, la eliminación del hambre,
la generación de empleo decente y el acceso de todos a la salud y a la educación
como herramientas fundamentales. Ahora bien, ¿alguien le preguntó a los pueblos
que mencionaba la declaración o qué pensaban al respecto?. Podríamos hacer una
encuesta entre los ciudadanos argentinos para conocer si realmente saben de la
CSN, si conocen sus objetivos, etc., lo que daría resultados negativos
seguramente. Igualmente, resulta paradójico que los gobiernos hablen de empleo
decente, cuando en nuestro país para tomar un ejemplo, una gran proporción de
los que se encuentran en actividad en la ciudad autónoma de Buenos Aires y el
Gran Buenos Aires, trabajan en negro.
Los
presidentes pretendían profundizar la convergencia entre el Mercosur, la CAN,
Chile, Guyana y Surinam, a través del perfeccionamiento de una zona de libre
comercio, estableciéndose progresivamente ámbitos de acción conjunta y la
convergencia de la institucionalidad vigente para evitar superposiciones y
gastos financieros. Además, hacían mención a la integración física, energética y
de comunicaciones en Sudamérica profundizando las experiencias bilaterales,
regionales y subregionales existentes, armonizando la relación entre los
estados, la sociedad civil y las empresas.
Es decir, a los sucesivos fracasos por la integración, le íbamos a sumar otro
nuevo intento que llevaría a una superposición de funciones más allá de las
declaraciones, y encima no se sabía de dónde saldrían los recursos para la
‘nueva creación’, eso sin contar que cuando algún país se siente afectado en sus
intereses enseguida a pesar de los discursos lo primero que hace es instalar
todo tipo de barreras arancelarias y paraarancelarias para proteger al sector
perjudicado, con lo cual la integración económica y la solidaridad política
quedan de lado. Es decir, la CSN se basa en la creación de un área de libre paso
de mercancías, por lo que se impone la necesidad de eliminar los impuestos,
obstáculos técnicos al comercio, medidas sanitarias etc., que impidan esa libre
circulación.
También
se emitió la declaración de Ayacucho (en conmemoración al 180 aniversario de la
batalla de Ayacucho que expulsó a los españoles de América Latina y de la
convocatoria de Simón Bolívar al Congreso de Panamá), en la cual señalaron la
consolidación de la democracia y la importancia de la Zona de Paz Sudamericana,
al mismo tiempo que saludaron la conformación de la CSN, que materializó la
voluntad que los Jefes de Estado moldearon en las declaraciones de Brasilia en
el 2000 y de Guayaquil en el 2002. Reafirmaron a la IIRSA, y a su Agenda de
Implementación Consensuada 2005-2010 (por supuesto, los negocios no se olvidan,
aunque se redujo en número de emprendimientos específicos de casi trescientos a
treinta y uno), los derechos sociales, económicos y culturales de los pueblos, y
la necesidad de enfrentar las amenazas a la seguridad ciudadana.
La
cumbre de Cusco no fue un éxito, aunque tampoco un fracaso absoluto. Por un
lado, la ausencia del presidente argentino se puede relacionar con las
discusiones generadas por las asimetrías entre ambos países, puesto que la
industria brasileña es superior a la argentina, y ambos países son competidores
en cuanto a la atracción de inversiones, las exportaciones de commodities, y su
venta a los mismos países. Otros países a su vez prefieren realizar acuerdos
bilaterales con Estados Unidos, o están resentidos por el comportamiento de los
países más grandes en la integración regional, puesto que no ayudan a reducir
las asimetrías pendientes, como es el caso de Paraguay y Uruguay con respecto a
Argentina y Brasil. Sin embargo, por otro lado, se le ha otorgado mucha
importancia, (aunque no se puede negar el escepticismo) a la consolidación
democrática, a los derechos humanos, a la paz, a la no discriminación y a la
integridad territorial.
Otro
de los problemas inherentes a esta integración es el tema de las asimetrías de
la región, puesto que a todo lo largo del siglo XX y a comienzos del XXI se han
profundizado las mismas. En cuanto a esta cuestión se pueden mencionar las
asimetrías de orden estructural y las originadas en las políticas públicas
nacionales, es decir, “las asimetrías de orden estructural tienen relación con
el tamaño de los mercados, el desempeño económico, el peso comercial, las
capacidades para crecer económicamente y los grados de competitividad de los
países y regiones. En cuanto al segundo tipo de asimetrías, se considera que son
el resultado de un uso muy discrecional de las políticas públicas nacionales en
un proceso de integración, uso que puede provocar efectos de ‘derrame’
perniciosos para las economías pequeñas ante la ausencia de una armonización de
políticas comunes en los ámbitos tanto macro como microeconómico. Algunos
ejemplos de este tipo de asimetrías son las decisiones cuya finalidad es
fomentar la producción, estimular la inversión doméstica, promover las
exportaciones e incentivar la inversión extranjera directa”.
En
el último caso, puede suceder lo contrario, por la existencia de barreras
fitosanitarias, trámites en la frontera y otros. Por otra parte, las economías
pequeñas tienen menores posibilidades de explotar las economías de escala, las
ventajas de aglomeración y las externalidades derivadas de la integración,
principalmente porque son menos atractivas para la inversión extranjera, por lo
que son menos competitivos. Las diferencias a nivel de tamaño en Sudamérica son
significativas. Basta mencionar que Brasil posee un PBI mayor que seis países
más pequeños como Surinam, Guyana, Bolivia, Paraguay, Uruguay y Ecuador.
Y que no todos los países se desarrollan al mismo ritmo, si bien en los últimos
dos años las economías han crecido más que en los años ochenta, gracias
principalmente al aumento del precio de los principales productos básicos entre
otros el petróleo, la soja, el trigo y, el cobre. Al mismo tiempo, se pueden
mencionar asimetrías en cuanto al acceso a la educación, al agua potable, a las
cloacas, a la vivienda, y a la energía eléctrica, y en este sentido, Bolivia,
Paraguay, Ecuador, Perú y Venezuela son los que presentan las mayores
desigualdades. Otros indicadores serían, las convulsiones externas y su
repercusión en Sudamérica, la estructura interna poco diversificada lo que queda
demostrado en las exportaciones de commodities, los desastres naturales, la
escasa integración energética (no por ausencia de energéticos, sino por falta de
reglas claras y de infraestructura), y la escasa distribución de carreteras y
ferrocarriles.
Se
pueden sumar a esto las diferencias en el producto per cápita, las asimetrías
regionales en el interior de los países (la región pampeana en Argentina y el
Sur de Brasil comparados con el resto del país son claros ejemplos), y que la
integración se produce entre países de ingresos medios y bajos, no como en el
caso de la Unión Europea. Por eso es que para analizar el tema de las asimetrías
es necesario que los países se tomen mayor cantidad de tiempo para promover la
integración, con un apoyo preciso de los países más desarrollados, y que los
países menos desarrollados aprovechen ese tiempo para aprender cómo insertarse
en una economía más ampliada. Para mejorar la situación de aquellos países de
menor desarrollo relativo, sería necesario la ayuda económica del más grande, en
este caso Brasil, que aspira a convertirse en una potencia con proyección
mundial. Lo que se deduce es una pregunta obvia: ¿está dispuesto Brasil a
hacerse cargo de la mayor parte del costo que significa tener que ayudar a los
países de la región que necesitan reducir las asimetrías, o esperará la
solidaridad de otros países también, o de los organismos multilaterales de
crédito?. Solo el tiempo tiene la respuesta.
Consideraciones
finales.
La
cumbre de Brasilia en el 2000 se convirtió en una oportunidad para enfrentarse a
los desafíos imperantes y tratar de buscar ventajas en el contexto de la
globalización. El comunicado final abarca cinco áreas principales: la
democracia, el comercio, la infraestructura de integración, las drogas ilícitas
y delitos conexos, y la información, el conocimiento y la tecnología. Pero el
principal resultado fue la creación de la Iniciativa para la Infraestructura
Regional en América del Sur, IIRSA, necesaria para lograr la integración física
de Sudamérica. Dos años después en Guayaquil, se impulsaron acciones para la
coordinación y cooperación sobre áreas prioritarias, preocupándose por el
financiamiento para el desarrollo de la infraestructura, a la vez que se creaba
la Zona de Paz Sudamericana. La CSN nace en Cusco, con la intención de formar un
espacio económico de libre comercio sudamericano, integrado especialmente a
través de obras de infraestructura (puentes, autopistas, etc.), para la libre
circulación de bienes y personas, y para poder explotar los vastos recursos
naturales. Se apoya en tres pilares: a) la cooperación política, social y
cultural, al tratar temas como la democracia, la corrupción y los derechos
humanos; b) la integración económica, comercial y financiera; c) el impulso de
la infraestructura física, la energía y las comunicaciones. En este aspecto la
IIRSA es un tema clave para el ordenamiento del territorio a través de proyectos
de desarrollo entre los doce países en materia de transportes, energía y
telecomunicaciones. La nueva iniciativa no es mala en sí misma, porque
permitiría desarrollar las enormes potencialidades de esta parte del continente
americano, pero cabe preguntarse si los objetivos se van a cumplir, cómo los
realizarán y quienes se beneficiarán.
La
integración de la infraestructura junto con el impulso de intereses comerciales
comunes, la cooperación y el diálogo político en casos de crisis y los problemas
de inserción en la economía internacional, hacen de la CSN un intento de acercar
posiciones sudamericanas ante cuestiones pendientes. Sin embargo, se plantean
dificultades tales como el importante papel que tiene Brasil al que le cuesta
considerar ideas que no parten de ellos, al mismo tiempo que los intereses
exportadores de los países no son los mismos, algunos miran más hacia Europa y
otros hacia Estados Unidos. También, los problemas internos de integración
dentro de los esquemas ya existentes, es decir, las disputas por ejemplo por las
pasteras entre Argentina y Uruguay, son cuestiones aún sin
solucionar.
Además,
es notorio la superposición que existe respecto a otras iniciativas como la
ALADI, etc., siendo que aún no se han podido resolver los problemas dentro de
estos mecanismos, por lo que cabe interrogarse acerca de las posibilidades de
poder solucionar los nuevos (y los viejos) problemas en la nueva estructura ya
que, “el sentido común indica que antes de generar expectativas con una
comunidad sudamericana es indispensable mejorar la calidad de la integración
subregional. Es necesario resolver el manejo de las asimetrías comerciales y las
diferentes potencialidades productivas, entre los países, y el camino para
lograrlo es establecer políticas productivas comunes acordadas entre varios
países. Los gobiernos, en cambio, realizan una suerte de huida hacia delante,
generando nuevos y más amplios esquemas de integración sin lograr resolver la
cotidianidad del funcionamiento de estructuras más viejas y acotadas”.
En
esta nueva comunidad, los que son dejados de lado son los países de América
Central y del Caribe, con lo que se da por sentado el fin de la unidad
latinoamericana (por lo menos por ahora, para ser más optimistas), puesto que la
idea de dejar de lado a México ya estaba presente desde la cumbre de Brasilia.
Justamente esa cumbre sentó un mojón en el empeño de Itamaraty de considera al
sur de América como una zona geopolítica y geoeconómica inserta en su área de
influencia, y como un contrapeso a las intenciones estadounidenses a través del
ALCA. Pero no hay que olvidar que Brasil es el único país que ostenta una
estructura de producción de bienes consolidada, mientras que el resto del
continente lo sigue muy atrás, inclusive Argentina.
Brasil
es el país que va a la vanguardia de esta idea de la Comunidad Sudamericana de
Naciones, el país más industrializado, el más poblado, y el que aspira a ser
reconocido como potencia media, pero el que no estaría dispuesto a ayudar
económicamente a sus vecinos (como Alemania en Europa, por ejemplo), por lo que
esta situación no hace más que generar cierto escozor entre otros estados de la
región. La CSN le permitiría a Brasil el acceso a los puertos del Océano
Pacífico especialmente a través de Perú, y al Mar Caribe, a través de Venezuela,
al mismo tiempo que podría fiscalizar más profundamente la zona del Amazonas con
países como Surinam y Guyana, que son socios de Brasil en el Tratado Amazónico.
También Brasil se vería beneficiado por el potencial petrolero venezolano, el
hidroeléctrico también de Venezuela y de Guyana, y el gasífero de
Bolivia.
Esto
no significa menospreciar la importancia de Brasil en América del Sur. Nadie
desconoce los esfuerzos diplomáticos brasileños ante crisis en otros países de
la región, como el conflicto entre Perú y Ecuador en 1995. Sin embargo, es
notable que un país que busca la integración con otros, no pueda controlar sus
fronteras, y ni siquiera la región más importante en cuanto al medio ambiente
como es el Amazonas, donde campesinos, indígenas y terratenientes llevan a cabo
una disputa por la propiedad de la tierra, que está lejos de solucionarse.
Asimismo, se deben llegar a acuerdos políticos para que los beneficios
económicos lleguen a todos los estados, y no se repitan experiencias fracasadas
del pasado.
Por
otra parte, el país es poco proclive a aceptar iniciativas que provienen de
otros países o acuerdos de cumplimiento obligatorio, porque se considera la
potencia que impone la agenda de la región, aunque necesita de la región para
poder discutir con algún éxito con Estados Unidos y lograr una mayor inserción
internacional. El gobierno brasileño pretende una liberalización del comercio,
apuntalando la IIRSA, porque prefiere expandir su propio mercado, pero sin
aceptar la implementación de normas supranacionales, basando su política
exterior en compromisos intergubernamentales.
Como
mencionábamos al principio, muchos piensan que dado que esta parte del
continente ha exportado por más de 180.000 millones de dólares, posee un
producto interno bruto de mas de 970.000 millones de dólares y un ingreso per
cápita de casi 3.000 dólares, para una población de 361 millones de personas que
representan el 6% de la población del mundo, puede llevarse a cabo finalmente la
integración tan deseada desde hace casi doscientos años. A esto se suma una
historia compartida, dos idiomas que están muy relacionados, una religión
mayoritaria, casi un 5% de reservas de gas y un 9% del petróleo, con un 20% del
agua dulce del planeta. La integración permitiría llevar a buen término, aunque
esto es bastante relativo, las disputas fronterizas, como por ejemplo entre
Chile y Perú. Económicamente se conseguiría atraer inversiones, crear fuentes de
trabajo, mejorar la infraestructura, poseer mayor autonomía a nivel
internacional, etc.. Políticamente, se podría tener también autonomía a nivel
internacional, aunque es muy evidente que la política exterior del Mercosur no
es consensuada, por lo que se dificulta creer que también lo sea la de la
CSN.
Sin
embargo, se deben resolver problemas tales como las desigualdades de ingreso, la
pobreza, la situación de los sectores sociales excluidos de los grandes negocios
de la IIRSA, los problemas políticos internos de los países como los intentos de
autonomía en el caso boliviano, los problemas económicos y sociales internos que
tienen que ver con el acceso a la salud, a la educación, a la vivienda, a los
servicios. Además, se firman declaraciones, pero no tratados con lo cuál si no
existe voluntad política, es difícil que se lleguen a cumplir los objetivos, y
en definitiva las intenciones se convierten palabras huecas. De igual forma,
falta una coordinación macroeconómica en cuanto a políticas fiscales,
cambiarias, monetarias, lo que serviría para aumentar el comercio
intraregional.
Asimismo,
cabría preguntarse cuando han sido exitosas las integraciones, puesto que sin
meterse en la historia económica y política latinoamericana, uno podría inquirir
sobre si los beneficios de la globalización y en ese contexto del Mercado Común
del Sur, llegan al común de los ciudadanos, o solo a las grandes empresas
nacionales o multinacionales, puesto que como menciona María Lecarotz (2004),
“el poder de las corporaciones, se transforma en ‘autoridad de los diferentes
estados naciones’ a través de un orden jurídico, surgido por los representantes
políticos, que ungidos por el voto popular, traicionan su mandato en beneficio
propio y de los grandes grupos concentrados de la economía”.
Además, Latinoamérica tiene poco peso internacional por la impericia para
concertar políticas comunes, por eso “sin una concertación y una coordinación
mínima la región deberá acomodarse al sistema de reglas que definan otros,
América Latina será objeto de quienes toman y definen las reglas. En este
sentido, el déficit señalado pesa más por la falta de desarrollo y uso del poder
tangible, aunque reducido, y de las capacidades políticas y el poder de
incidencia que puediésemos tener como región”.
Para
finalizar, se habla de una integración de los pueblos y para los pueblos, y sin
embargo, no se ha convocado a la gente a opinar sobre los temas desarrollados en
las cumbres que parecen lejanas a los intereses de la gente común. De todos
modos, más allá de las dificultades, esperamos que este nuevo intento de
integración consiga los objetivos planteados por el bienestar de nuestros
pueblos, ya que como menciona Diego Cadona (2005), “el proyecto de construcción
de la Comunidad Sudamericana de Naciones es sin duda ambicioso, va más allá de
los simples acuerdos de libre comercio, y representa una extraordinaria
oportunidad política para la mayor parte de sus integrantes. Implica también un
intento de redefinición estratégica en el continente americano. Su impacto puede
ser importante para el futuro armonioso de las relaciones interamericanas. Sin
embargo, el camino de la integración real, más allá de la retórica, no está
exento de dificultades y de tareas monumentales que sobrepasan la simple
voluntad política. Es necesario, en especial, afrontar los obstáculos
estructurales o de largo plazo”.
Bibliografía.
Argemi, Daniel y, Luchetti, Javier: Argentina y el Alca: una reflexión,
en; Relaciones Internacionales. La
Plata, Instituto de Relaciones Internacionales, junio-noviembre de 2003, año 12,
nº 25.
Asociación Latinoamericana de Integración: Foro: “Un nuevo tratamiento de
las asimetrías en la integración sudamericana”, en; Www.aladi.org.
La Paz, octubre de 2005.
Asociación Latinoamericana de Integración, Comunidad Andina, Mercado
Común del Sur: Convergencia comercial de los países de América del Sur hacia la
Comunidad Sudamericana de Naciones. Sudamérica y la Economía Internacional, en;
Www.comunidadandina.org.
2006.
Bernal-Meza, Raúl; América Latina
en la economía política mundial. Buenos Aires, Grupo Editor Latinoamericano,
1994.
Bernal-Meza, Raúl; Sistema
Mundial y Mercosur. Globalización, Regionalismo y Políticas Exteriores
Comparadas. Buenos Aires, Grupo Editor Latinoamericano,
2000.
Boccardo, Ana: El desafío de la Unión Sudamericana, en; Www.acader.unc.edu.ar.
Córdoba, agosto de 2005.
Cardona, Diego: ¿Tiene futuro la Comunidad Sudamericana de Naciones?, en;
Www.foreignaffairs-esp.org.
Abril-Junio de 2005.
Comisión Económica para América Latina y el Caribe: Diagnóstico de las
asimetrías en los procesos de integración de América del Sur, en; Www.cepal.org.
2006.
Comunidad Andina: Hacia la Comunidad Sudamericana de Naciones: elementos
para un plan de trabajo, en; Www.comunidadandina.org.
Marzo de 2005.
Da Silva, Luiz Inácio: La política exterior del nuevo gobierno brasileño,
en; Www.foreignaffairs-esp.org.
Enero-Marzo de 2003.
Ferrer, Aldo; De Cristóbal Colón
a Internet: América Latina y la globalización. Buenos Aires, Fondo de
Cultura Económica, 2000.
Gudynas, Eduardo: Creación de la Comunidad Sudamericana de Naciones
genera expectativa pero sus bases son todavía débiles, en; Www.integracionsur.com.
Enero de 2005.
Gudynas, Eduardo: Los caminos de la Comunidad Sudamericana de Naciones,
en; Www.ircamericas.org.
Marzo de 2005.
Gudynas, Eduardo: El camino de la Integración Sudamericana, en; Www.integracionsur.com.
Noviembre de 2006
Lecarotz, María: América Latina: perspectiva y posibilidades de inserción
en el contexto global, en Liberali, Ana y, Sánchez Crispín, Álvaro (comp.); Geografía(s) de América Latina. Buenos
Aires, Camail, 2005.
López, Rodolfo y, Luchetti, Javier: Brasil y la Comunidad Sudamericana de
Naciones, en; III Congreso de Relaciones
Internacionales. Universidad Nacional de La Plata, Instituto de Relaciones
Internacionales. La Plata, 23 y 24 de noviembre de
2006.
Luchetti, Javier: Un camino más hacia la integración en el sur de
América: La Comunidad Sudamericana de Naciones, en; I Encuentro del Centro de Estudios
Sudamericanos y III Encuentro del Centro de Reflexión en Política
Internacional. Universidad Nacional de La Plata, Instituto de Relaciones
Internacionales. La Plata, 27 y 28 de septiembre de
2007.
Quintanar, Silvia y, López, Rodolfo: La Integración de la Infraestructura
Regional en América del Sur (IIRSA) y el eje Mercosur-Chile, en, Bernal-Meza,
Raúl y, Saha, Suranjit (comp.); Economía
mundial y desarrollo regional. Buenos Aires, Grupo Editor Latinoamericano,
2005.
Rojas Aravena, Francisco: La integración regional: un proyecto político
estratégico, en; Www.flacso.org.
San José, 17 de agosto de 2007.
Zibechi, Raúl: La integración regional después del fracaso del ALCA, en;
Www.ircamericas.org. Marzo de
2005.
Diarios.
Diario
Clarín.
Documentos.
Comunicado de Brasilia. Reunión de Presidentes de América del Sur.
Brasilia, 1 de septiembre de 2000.
Consenso
de Guayaquil sobre Integración, Seguridad e Infraestructura para el Desarrollo.
II Reunión de Presidentes de América del Sur. Guayaquil, 26 y 27 de julio de
2002.
Declaración de Ayacucho. Ayacucho, 9 de diciembre de
2004.
Declaración
del Cusco sobre la Comunidad Sudamericana de Naciones. III Cumbre Presidencial
Sudamericana. Cusco, 8 de diciembre de 2004.
Declaración sobre Zona de Paz Sudamericana. Guayaquil, 26 y 27 de julio
de 2002.
Informe del Comité de Coordinación Técnica (CCT) “Iniciativa para la
Integración de la Infraestructura Regional Suramericana”. Guayaquil, 27 de julio
de 2002.
Iniciativa para la Integración de la Infraestructura Regional
Sudamericana. Reunión de Ministros. 4 y 5 de diciembre de
2000.
Sitios
web.
Www.aladi.org.
Www.cepal.org.
Www.comunidadandina.org.
Www.flacso.org.
Www.foreignaffairs-esp.org.
Www.iirsa.org.
Www.integracionsur.com.
Www.ircamericas.org.
Www.lafogata.org.
Www.liberacion.press.se.
Www.sela.org.
Asociación Latinoamericana de Integración, Comunidad Andina, Mercado
Común del Sur: Convergencia comercial de los países de América del Sur hacia la
Comunidad Sudamericana de Naciones. Sudamérica y la Economía Internacional, en;
Www.comunidadandina.org.
2006.
Luchetti, Javier: Un camino más hacia la integración en el sur de
América: La Comunidad Sudamericana de Naciones, en; I Encuentro del Centro de Estudios
Sudamericanos y III Encuentro del Centro de Reflexión en Política
Internacional. Universidad Nacional de La Plata, Instituto de Relaciones
Internacionales. La Plata, 27 y 28 de septiembre de 2007.