EL SECTOR ENERGETICO EN LA INICIATIVA
PARA LA INFRAESTRUCTURA
REGIONAL SUDAMERICANA (IIRSA).
ROL Y PERSPECTIVAS COMPARADAS DE LOS PAISES SUDAMERICANOS.
Rodolfo López.
Mónica Romegialli.
ABSTRACT
En el año 2000
a solicitud de Brasil el Banco Interamericano de
Desarrollo (BID) elabora un documento sobre la integración de infraestructura
regional para la región sudamericana. En el mismo, entre otros temas, sienta el
modelo que deberá regirse el sector energético. Los proyectos de energía de la
IIRSA buscan crear las condiciones necesarias para el desarrollo de una
interconectividad eficiente de energía regional, dentro de un marco
reglamentario que promueva la competitividad y el libre comercio. El objetivo
subyacente de dichos proyectos es el de crear una agenda unida entre los
gobiernos participantes en torno a las estrategias de mercado para la
organización de la generación y transmisión de energía en Sudamérica. Los países
sudamericanos respondieron con distintos énfasis a ese modelo energético de
integración energética impulsado por Brasil.
Entre ellos merece una mención especial la perspectiva del
gobierno venezolano de Hugo Chávez quién en el 2004 impulsó la iniciativa de
Pretroamérica, una propuesta energética de los pueblos del continente, basada en
los principios de solidaridad y complementariedad de los países en el uso justo
y democrático de los recursos en el desarrollo de los
pueblos.
El objetivo de este trabajo es analizar el rol y las perspectivas
comparadas de la integración energética entre los países sudamericanos, con
especial referencia a la República Federativa de Brasil y la República
Bolivariana de Venezuela.
I
La energía en Sudamérica
En la región sudamericana cuenta con vastas reservas energéticas
de distinto tipo, pero al no encontrarse distribuidas de manera uniforme en el
territorio, determina que, como señala Sennes (2007), al mismo tiempo, casi
todos los países tienen niveles superavitarios o deficitarios, ya sea en el
rubro del petróleo, del gas o de la energía eléctrica. Esto significa que son
importadores o exportadores potenciales de esos insumos. Así tenemos que
la República
Bolivariana de Venezuela es el país que posee las mayores
reservas de petróleo y gas de la región (aunque todavía sea un importador neto
de gas al no explotar sus ingentes recursos gasíferos), Bolivia posee la segunda
reserva de gas natural, que exporta a Brasil, y en menor medida a Argentina.
La Argentina
tiene la tercera reserva más grande de gas natural, y la cuarta de petróleo.
Chile es un importador neto de insumos energéticos, sobre todo de gas de
Argentina. Brasil por su parte, posee la tercera reserva de petróleo de la
región, pero es un importador neto de gas, principalmente de Bolivia y en menor
medida de Argentina. Colombia es autosuficiente en petróleo y exporta el
excedente de su producción. Paraguay no posee reservas de petróleo ni gas
natural para su consumo interno, pero cuenta con un gran superávit de energía
hidroeléctrica que exporta a Brasil y Argentina. Ecuador es un importante
exportador de petróleo y Uruguay, por su parte, no posee reservas de petróleo ni
de gas, e importa esos insumos para su consumo
interno.
A
mediados de la década de los noventa, según el informe elaborado por Wieger
(2996, p. 1) para el Banco Interamericano de Desarrollo, expresa que Argentina y
Bolivia presentan situaciones energéticas equilibradas ya que se abastecen y
tienen recursos exportables, mientras que Chile muestra una situación
deficitaria en general puesto que, disponiendo de una variedad de recursos
básico, los mismos no son suficientes o su explotación es antieconómica lo que
hace conveniente su importación; mientras que Brasil, a pesar de producir y
contar con petróleo y gas, sus recursos no cubren los requerimientos de la
demanda, sólo es superavitario en materia de energía hidroeléctrica. Perú, por
su parte, cuenta con una importante reserva de energéticos, siendo la más
abundante la hidroeléctrica, y dispone también de reservas de gas natural aún
sin explotar como es el yacimiento de Camisea. Venezuela es un exportador neto
de hidrocarburos, sobre todo petróleo al mercado internacional.
II Las interconexiones energéticas
Las primeras interconexiones energéticas en Sudamérica
correspondieron al sector gasífero, conectando a través de gasoducto
Bolivia-Argentina desde 1975
a 1993, reanudando en forma reciente la importación por
parte de la
Argentina del gas proveniente de Bolivia. Este sector tuvo
especial dinamismo a mediados y fines de la década de los noventa, cuando se
produce la reforma estructural del sector energético. En la actualidad la República
Argentina cuenta con 10 conexiones a través de gasoductos,
discriminándose 7 con Chile, 2 con Uruguay y 1 con destino a Brasil. Por su parte Bolivia está unida entre San Cruz de
la Sierra-San
Pablo por el gasoducto Bolivia-Brasil, que opera a partir del
año 1999, y el Cuibá que entró en operación en el año
2000.
Como señala Kozulj (2004, p. 51) la región se presentan
considerables asimetrías tanto en la producción de gas como en los respectivos
países importadores, siendo Bolivia y Argentina el principal proveedor del
energético en el ámbito del Cono Sur, aunque con dispares oportunidades, hacia
fines de la década de los 90´; mientras que Chile y Uruguay son grandes
deficitarios del recurso gasífero. Brasil, que si bien cuenta con reservas
probadas, por características técnicas y económicas, siguió dependiendo de la
importación del gas boliviano.
Con respecto a la interconexión eléctrica, los mayores vínculos se
han concretado mediante la construcción de dos aprovechamientos hidráulicos
compartidos, como son la represa de Salto Grande, entre Argentina y Uruguay,
situada sobre el río Uruguay, entrando en operaciones en 1979, y la presa de
Yaciretá, entre Argentina y Paraguay, que entró en funcionamiento en 1985,
contraída sobre el río Paraná. En el alto Paraná, un emprendimiento compartido
entre Paraguay y Brasil, dio lugar a la construcción de la represa más grande
del mundo Itaipú, que en entró en funcionamiento en mayo de 1984, culminando su
producción al 100% de sus generadores en abril de
1991.
Cabe destacar que los emprendimientos e interconexiones
energéticas entre los distintos estados sudamericanos se enmarcaron en proyectos
promovidos por los gobiernos de los países involucrados, hasta la década de los
años ochenta del siglo pasado.
III Del Estado empresario al Estado
regulador
Desde principios del siglo pasado, el sector energético fue una
cuestión de estado. La exploración, explotación y distribución de los recursos
energéticos hidrocarburíferos y eléctrico estaban en manos de empresas estatales
monopólicas, la participación privada era marginal en con conjunto del negocio.
Esto modelo estatal obedecía a dos principios, por una parte, la energía era
considerado un recurso estratégico para el desarrollo de los países y un tema de
“seguridad nacional”, por lo cual no podía estar en manos del sector privado; y
por lado, las grandes obras de infraestructura que el sector energético
demandaban, desalentaba en buena medida al capital privado por los altos costos
de inversión que requerían y la incertidumbre política y económica que
envolvieron a los países sudamericanos a lo largo del siglo XX, que le asegurara
obtener una rentabilidad a mediano y largo plazo.
La banca multilateral, como el Banco Mundial (BM) y el Banco
Interamericano de Desarrollo (BID) eran los agentes financieros que
posibilitaban la construcción de la infraestructura y los activos energéticos
que quedaban bajo el control estatal (HONTY, 2006, p.
123).
El modelo de empresa estatal de energía en los países
sudamericanos comienza a modificarse en el año 1982 con la experiencia chilena
en el sector eléctrico. En esta instancia los promotores de la reforma aducían
que representó una transformación profunda que cambió de manera fundamental el
modo de mirar el sector y su regulación. De hecho, el modelo chileno sirvió de
inspiración para las reformas seguidas en otros países de América Latina, tales
como Argentina en 1992, Perú en 1993, Bolivia y Colombia en 1994 y
posteriormente países de Centroamérica como El Salvador, Guatemala, Honduras y
Costa Rica en 1997 (SANCHEZ, p.236). Esta nuevo modelo emergente prometía
“eficiencia” “competencia” y cobertura universal del servicio eléctrico. Por
otra parte implicaba una comercialización a precios “reales”, la
corporatización, desconcentración y desintegración del sector y por último su
privatización. Pero hay que destacar que en los basamentos corría un nuevo
paradigma económico denominado comúnmente como “neoliberalismo” que se emergió
en la región en la década de los noventa. Los bancos multilaterales acogieron y
ponderaron el experimento chileno y los diseñadores originales se convirtieron
en los consultores más buscados por los países que pensaban reformar el
sistema.
No es hasta el año 1993 cuando el Banco Mundial en el documento
oficial The World Bank´s role in the electric power sector: policies for
effective institucional, regulatory, and financial reform, sienta las
directrices que impulsarán para las reformas del sector eléctrico, y luego es
tomado como base para todos los sectores energéticos. En su informe el BM señala
que la situación macroeconómica se ha deteriorado en los países envías de
desarrollo y el pago de la deuda externa de la década de los
80”
exacerbó los problemas financieros. En los noventa, los problemas
macroeconómicos continuos en muchos de los países en vías de desarrollo
reducirán la disponibilidad de fondos públicos para financiar programas de
inversión planificados en el sector eléctrico. Además, el ambiente global ha
cambiado en los noventa y habrá una competencia por el acceso a los recursos
financieros, los que se destinarán prioritariamente para la adquisición de
alimentos. Por lo tanto dadas las circunstancias, ni los países en vías de
desarrollo ni las políticas del banco pueden seguir con el antiguo enfoque de
otorgamiento de créditos al sector energético.
El informe se concentra en los temas de la reforma institucional,
reguladora y financiera, de manera interrelacionados que son la esencia para
mejorar el rendimiento del sector eléctrico.
El doble papel de los gobiernos como operador y propietario de los
servicios energéticos, ha provocado que las administraciones realicen
permanentes intervenciones en el sector. Por lo tanto hay necesidad de formar un
cuerpo regulador como parte de un esfuerzo gubernamental más amplio para
redefinir los roles respectivos del gobierno, los servicios públicos y los
consumidores. Esto implica un cambio del control monopólico del estado hacia un
sistema descentralizado y de mercado. El gobierno conservará la responsabilidad
para fijar los objetivos y articular las políticas en conjunto y para planear y
coordinar el desarrollo del sector. También establecerá la base legislativa y
legal para proteger los intereses públicos y privados. Pero los enfoques
reguladores debe establecer une equilibrio entre la protección del interés
público con la necesidad de interpretar la autonomía apropiadamente. Esto podría
requerir cuerpos reguladores independientes tanto de los ministerios de gobierno
como de las mismas empresas. Con un cuerpo más independiente y transparente, los
consumidores, inversionistas y ambientalistas podrán ser escuchados en
determinadas políticas relacionadas con los programas de inversión, la fijación
de precios, el acceso para los servicios, la conservación de la energía, la
ubicación de las plantas y los asuntos de desarrollo. Las características
esenciales para un marco regulador sano incluyen: transparencia y franqueza;
articulación clara de los objetivos de la reforma, incluyendo las políticas
arancelarias; una estructura legal que define las reglas y los procedimientos
para reducir el nivel de participación del gobierno e incrementar la autonomía y
la rendición de cuentas por parte de los directores de las empresas. Tal marco
regulador debe inculcar la confianza al inversionista y facilitar por lo menos
la competencia entre los proveedores. También destaca que la efectividad de las
instituciones reguladoras de los países en vías de desarrollo tomarán tiempo, y
existen preocupaciones por las interferencias políticas y la corrupción que
entorpecen la eficiencia del proceso. Pero los beneficios de abandonar las
prácticas ineficientes actuales, superan ampliamente los gastos de de
implementar las reformas estructurales.
En el documento, también se expresan las condiciones que deben
cumplir los gobiernos para recibir nueva financiación al sector energético,
quedando condicionado éste a que la privatización de las empresas estatales. Por
lo tanto, el sector privado debe participar en la comercialización y
corporatización del sector energético en los países en vías de desarrollo. Las
empresas privadas deben ganar tasas de rentabilidad comercialmente competitivas
sobre el capital social; deben tener la autonomía para dirigir sus propios
presupuestos, préstamos, la adquisición, los sueldos y las condiciones en
relación con su personal. El BM, puede facilitar la comercialización y la
corporatización del sector energético vinculando el apoyo para la reforma del
sector financiero con la financiación del sector energético. Esto podrá ser
hecho canalizando alguna parte de la concesión de préstamos del banco a las
empresas del sector a través de intermediarios financieros de conformidad con
las pautas del banco existentes. Teniendo en cuenta la importancia potencial del
sector energético para el desarrollo del mercado de capitales y la estabilidad
de los precios y ganancias comparativas, que sobrevivirá a las reglas más
transparentes y a la comercialización, el sector energético podrá estar mejor
posicionado para canalizar los ahorros internos hacia los bancos y fondo de
pensiones e inversiones en bonos a largo plazo, y las emisiones patrimoniales de
las compañías de energía eléctrica. La competencia en el suministro de energía
dependerá de las presiones sobre el mercado de capitales, para poder ampliar su
financiamiento, y ésta puede proveerse de la mayor participación del sector
privado solamente. Esto puede incluir la participación de compañías privadas y
la privatización completa del sector. Por lo tanto el compromiso de financiar
nuevos emprendimientos para la generación de energía eléctrica por parte del BM
se concentrará en países con un claro compromiso para mejorar la performance del
sector de acuerdo con los principios ya enunciados. El BM ha dejado de financiar
los emprendimientos del sector energético en varios países debido al
incumplimiento persistentes con la fijación de precios y los acuerdos
financieros acordados (Brasil desde 1986, Egipto entre 1980-89, México entre
1972-88, entre otros). El BM brindará créditos solamente cuando los gobiernos
hayan realizado las reformas institucionales y estructurales del sector
energético.
De este modo el BM decidió que no iba a seguir sustentando las
inversiones energéticas de la región y que los países debían atraer fondos
privados para financiar las obras del sector.
Este modelo de inversión de la banca multilateral, se adapta al
nuevo “paradigma” para la triunfadora economía capitalista, comúnmente
denominado “consenso de Washington”, cuya primera formulación se debe a John
Williamson, y data de 1990. “Washington” significa el complejo
político-económico-intelectual integrado por los organismo internacionales,
Fondo Monetario Internacional, Banco Mundial, el Congreso de los Estados Unidos,
La reserva Federal, los altos cargos de la Administración y los grupos de
expertos, cuyos temas centrales sobre los cuales existiría acuerdo eran:
disciplina presupuestaria, cambios en las prioridades del gasto público (de
áreas menos productivas a sanidad, educación e infraestructura, liberalización
financiera, especialmente de los tipos de interés, búsqueda y mantenimiento de
tipos de cambio competitivos, liberalización comercial, apertura a la entrada de
inversiones extranjeras directas, privatizaciones, desregulaciones, garantía de
los derechos de propiedad.
Bajo el nuevo paradigma del denominado “consenso de Washington”, y
el documento oficial del Banco Mundial que condicionaba los préstamos a los
países en “vías de desarrollo” a la adopción de medidas impuestas por los
organismo internacionales, sumado al aumento del consumo y producción de
petróleo en América Latina y el resto del mundo en desarrollo, ha venido de la
mano de un proceso de reestructuración del sector energético que significó la
desmonopolización, y en la mayoría de los casos la privatización de las empresas
del sector.
Este nuevo modelo de desarrollo energético está basado en la
integración regional, la extensión del uso del gas natural y el ingreso de
compañías privadas en todas las áreas del negocio energético. Este fenómeno no
es casual, sino que responde a las nuevas tendencias económicas e ideológicas de
la globalización, y a condiciones establecidas por la banca multilateral de
desarrollo para financiar las necedades del sector. (…) A partir de la década de
1990, los bancos multilaterales de desarrollo percibieron que las necesidades
energéticas del Tercer Mundo eran crecientes, y que las grandes empresas de
energía encontrarían excelentes oportunidades de ganancias que las llevaría a
invertir en esos países. La lógica de los bancos fue entonces, cortar el estilo
de financiamiento impulsado hasta ese momento, que tenía a las monopólicas
empresas estatales de energía como destinatarias de sus proyectos, y promover
una reforma del sector que le fuera atractiva a las grandes empresas de energía.
(HONTY, 2002, pp. 28-29).
En algunos países de la región, sobre todo Bolivia, Argentina
primero al que se le suma Perú, adoptaron acríticamente este modelo atraídos por
la idea de que la inversión extranjera directa era beneficiosa para el
desarrollo del sector y quedaron a merced del mercado el desarrollo del sector
energético. Como señala Honty (2002), el primer resultado de esta política es
que de cada 10 proyectos que financia el Banco Mundial es el sector energía, 9
benefician a grandes corporaciones de los países industrializados. Las alianzas
empresariales dentro del sector son muchas y variadas. Gasoductos y
termoeléctricas son construidas por holdings de varias empresas en los cuales
algunas veces participan empresas estatales. El centro de las preocupaciones de
los dirigentes de éstos países dejó de ser el aumento de viviendas con servicio
eléctrico o la autosuficiencia energética y pasó a concentrarse en la atracción
de la inversión privada.
Cabe destacar que no todos los Estados adhirieron fervientemente a
los lineamientos de la nueva política, así en Colombia y Ecuador el sector
energético, más precisamente el hidrocarburífero presenta una gestión mixta con
predominio estatal. La República
Bolivariana de Venezuela sigue el modelo estatal; Brasil, a
través de PETROBRAS sigue controlando el sector energético de gas y petróleo en
manos del Estado, a pesar que dicha empresa cuenta con capitales
privados.
IV La
Iniciativa para la Infraestructura
Regional Sudamericana
En el marco de las transformaciones globales, y en una nueva
reconfiguración espacial de la región el presidente brasileño Fernando Enrique
Cardozo, le encomienda al Banco Interamericano de Desarrollo (BID) un estudio
sobre la viabilidad y factibilidad de la Integración
Física en Sudamérica.
El documento del BID señala la importancia de la integración y del
desarrollo de la infraestructura física para la formación del espacio económico
ampliado sudamericano fue destacada por los gobernantes de los 12 países de la
subregión en la primera reunión de Presidentes de América del Sur realizada en
el 2000, en Brasilia convocada por el presidente de dicho país. En esa
oportunidad, los presidentes consideraron prioritaria la identificación de obras
de interés bilateral y subregional y señalaron la necesidad de recurrir a
fuentes de financiamiento públicas, privadas y de instituciones financieras
multilaterales, entre las cuales se encuentran el Banco Interamericano de
Desarrollo (BID), la Corporación Andina de Fomento (CAF), el Fondo Financiero
para el Desarrollo de la Cuenca del Plata (FONPLATA) y al que luego se
incorporaría el Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social (BNDES).
Reconocieron igualmente, la importancia de la iniciativa del BID para elaborar
lo que más tarde configuraría el “Plan de Acción para la Integración de la
Infraestructura Regional en América del Sur”, el cual contiene propuestas para
la ampliación y la modernización de la infraestructura de la región en un plazo
de diez años, especialmente en las áreas de energía, transportes y
telecomunicaciones, con el objetivo de configurar ejes de integración y
desarrollo económico y social para la región.
Para facilitar el reordenamiento territorial de América del Sur,
la IIRSA divide el continente en 10 Ejes de Integración y Desarrollo (EID),
mediante los cuales se diseñan y arman tramos o franjas que unen varios países y
sectores productivos. Además de estas transformaciones geográficas, IIRSA
impulsa transformaciones en los sistemas regulatorios y normativos de los
países, lo que constituye el segundo pilar de la iniciativa, son los Procesos
Sectoriales de Integración, que tienen como fin la armonización de políticas,
planes y marcos legales e institucionales referentes al uso de la
infraestructura, ellos son: los instrumentos de financiamiento, la facilitación
de pasos de frontera, los sistemas operativos de transporte aéreo, los sistemas
operativos de transporte marítimo, los sistemas operativos de transporte
multimodal, las tecnologías de la información y las comunicaciones y la
integración energética.
La integración energética indicada como plan de trabajo de
la
Iniciativa persigue la interconexión de ductos y redes a fin de
facilitar la fluidez de los hidrocarburos hacia los grandes centros de consumo,
lo que permitirá hacer funcionales los corredores, y sobre todo movilizará los
sistemas de producción: petróleo, gas y electricidad (plantas nucleares,
termoeléctricas/geotérmicas, hidroeléctricas, tendido e interconexión eléctrica,
gasoductos/oleoductos, etc.).
Esta Iniciativa tiene a la energía como uno de los mayores
desafíos a partir de la importante influencia que la misma representa para el
desarrollo de las economías y el bienestar de las
poblaciones.
El objetivo de largo plazo de la Iniciativa es desarrollar un
mercado energético regional por medio de un proceso gradual. En principio se
busca el aumento de la eficiencia de la infraestructura de interconexión
internacional existente por medio de la armonización de la normativa que regula
a las transacciones internacionales. En el mediano plazo se busca que las
transacciones se basen en el incremento en mecanismos de mercado y que las
regulaciones disminuyan progresivamente las distinciones entre actores locales y
otros actores de la región para lograr finalmente la apertura total de los
mercados, tanto de electricidad como de gas
natural.
La integración energética constituye un importante proceso
sectorial dentro del marco general de IIRSA. Los proyectos en energía de IIRSA
buscan de este modo crear las condiciones necesarias para el desarrollo de una
interconectividad eficiente de energía regional, dentro de un marco
reglamentario que promueva la competitividad y el libre comercio. Por
consiguiente, el objetivo subyacente de dichos proyectos es el de crear una
agenda unida entre los gobiernos participantes en torno a las estrategias de
mercado para la optimización de la generación y la transmisión de energía en
Sudamérica.
En los últimos años, el sector de energía se ha constituido en uno
de los principales inductores de la integración económica, especialmente en el
ámbito de los países del Cono Sur, dado que las reformas estructurales y la
privatización de las empresas públicas que en él actúan contribuyeron en el
desarrollo del mercado interno de energía eléctrica. No obstante, muchos países
aún carecen de una mejor percepción acerca de la importancia del desarrollo de
una estrategia de integración de los mercados nacionales en este sector. En
consecuencia, la mayoría de las conexiones de los sistemas eléctricos entre los
países de la región deriva de acuerdos bilaterales que involucran la
construcción de interconexiones y la provisión de energía, hecho que implica el
uso de un operador específico para cada
interconexión.
La concepción de proyectos de ámbito regional, a su vez, permite
la exportación de economías de escala y un mejor aprovechamiento de los recursos
nacionales, al viabilizar obras importantes, como el Gasoducto Brasil-Bolivia y
aquellas interconexiones eléctricas que solamente se tornan económicamente
viables bajo la óptica de dos o más países y contribuyen a la construcción de
verdaderos mercados regionales de energía. Wiegers, M. (1996, p.
72).
En el contexto de la construcción de mercados regionales de
energía, se destacan dos iniciativas. La primera está relacionada con la visita
a Brasil en julio de 2001 de una misión de alto nivel del gobierno argentino
integrada por los Ministros de Infraestructura y de Relaciones Exteriores, con
el objetivo de ofrecer 650 MW de energía eléctrica, adicionales a los 2000 MW ya
contratados por la Compañía de Interconexión Energética, que opera una usina
conversora en Garabí en el estado brasileño de Río Grande do
Sul.
La segunda iniciativa se relaciona también con Argentina, quien
está discutiendo con Brasil el proyecto de construcción de una usina
termoeléctrica, alimentada con gas natural, en la provincia de
Misiones.
En el caso de la energía eléctrica, en particular, el desarrollo
de mercados regionales posibilitará un mejor aprovechamiento de las
interconexiones existentes a través del comercio de energía secundaria, así como
el aumento de la confiabilidad de los sistemas nacionales mediante la ampliación
de la base de recursos disponibles a nivel regional, aunque aún existen fuertes
asimetrías estructurales a superarse.
La generación hidroeléctrica es responsable por más del 80 % de la
oferta total de energía de la mayoría de los países de América del Sur. La
elevada dependencia sobre esta fuente de energía aumenta el grado de
vulnerabilidad de las matrices energéticas e impone la necesidad de grandes
volúmenes de reserva excedente para atender la demanda durante los períodos más
secos. En América del Sur la demanda se concentra básicamente en tres países:
con más del 50% Brasil, seguido por Venezuela y por Argentina, que juntos
consumen el 25 %.
Según un informe del INTAL (Instituto para la Integración de
América Latina y El Caribe) la creciente participación del sector privado en el
sector energético, en particular en materia de instalaciones de distribución,
requiere una reformulación de las relaciones entre gobiernos e iniciativa
privada en lo que respeta a la viabilidad de las inversiones en el sector, desde
la evaluación de los proyectos de inversión pasando por el financiamiento, la
construcción y hasta su operación. En la escala regional, será aún necesario
garantizar una mayor coordinación entre los gobiernos en lo concerniente a la
planificación y ejecución de los proyectos regionales de inversión. El desafío
actual es avanzar hacia acuerdos regionales más amplios lo cual implica mayores
niveles de compromisos por parte de cada uno de los
países.
Las eficiencias que aporta la integración de los mercados de
energía, en términos de una visión regional, son de una magnitud tal que
viabilizan y hacen rentable la construcción de obras de infraestructura
necesarias para esa integración. Analizada desde una óptica regional, la
integración aporta varios elementos positivos tales como la optimización del
stock de capital dedicado al suministro energético; la disminución del precio
marginal de largo plazo promedio para el abastecimiento del mercado global como
consecuencia de un uso óptimo de los recursos energéticos primarios; la mejora
de la calidad y seguridad del abastecimiento; la reducción de los impactos
ambientales por mejor uso y ubicación de los centros de producción y el
incremento del tamaño de los mercados facilitando la competencia y la
participación de inversores privados.
Ahora bien, la
IIRSA identifica dos caminos para alcanzar los objetivos de
integración regional y mercados únicos de energía, uno es a través de una
transformación profunda en lo regulatorio y en lo físico (instalaciones para
transportar energía), que tienda a un marco regulatorio (casi) único y una
fuerte capacidad de intercambio y el otro camino sería posibilitando el
comercio, el cual por un crecimiento eficiente tiende a largo plazo a integrar
los mercados.
La Iniciativa reconoce que existen dos factores que constituyen
los drivers naturales de la integración energética: la diversidad de reservas de
gas natural y la importante participación de la hidroelectricidad en la mayoría
de los países de la región. El aprovechamiento de estas características se logra
a través de las interconexiones que permiten que se mejore el uso de los
recursos existentes incrementando la eficiencia de producción y que se obtengan
beneficios de las ventajas relativas de cada país.
Así, los proyectos del sector energético de la IIRSA se dividen en
dos amplias categorías: “Interconexión” y “Generación”. Los proyectos
relacionados con la primera categoría tienen que ver en su mayoría con la
extensión o el mejoramiento de líneas de transmisión eléctrica, aunque también
existen algunos proyectos de construcción de gasoductos y cañerías para el
transporte de petróleo. Los proyectos relacionados con la segunda categoría
enfocan principalmente la generación de energía
hidroeléctrica.
Para que se desarrolle un proceso de integración energética
regional eficiente se debe tratar e impulsar la existencia de una serie de
condiciones básicas, tal lo acordado en la Reunión de Trabajo con Organismos
Especializados de energía que se realizó en diciembre de
2002:
Un ambiente político y económico favorable, que promueva la
concurrencia de inversiones para el desarrollo de infraestructura dedicada al
comercio de energéticos por redese en la región y que a su vez permita sostener
los compromisos de los países con el proceso de
integración.
Una institucionalidad regional adecuada, que permita que las
decisiones de Gobierno se apoyen en decisiones de Estado, dotándolas de alcance
regional o supranacional y, por lo tanto, de
estabilidad
La no discriminación entre agentes del mercado interno y los
internacionales, que asegure la igualdad de tratamiento de los agentes externos
respecto de los nacionales, tanto para la demanda como para la
oferta,
Mecanismos que permitan el uso eficiente de las interconexiones,
respetando los derechos que se otorguen a quienes las desarrollen y asegurando
que el flujo que se produzca por las mismas converja al despacho óptimo del
conjunto.
Precios de energía eficientes, que deriven de asegurar condiciones
competitivas en el mercado del gas natural y de generación de energía eléctrica
y metodologías de formación de precios que respondan a costos económicos. Debe
evitarse la asignación de cargos a las exportaciones e importaciones de energía
por costos no atribuibles a ellas.
Libre acceso al sistema de transporte, respetando el acceso
abierto a la capacidad no asignada como firme y sin discriminaciones que tengan
relaciones con la nacionalidad y el destino (interno o externo) de la
energía.
Tarificación y expansión del transporte eficiente, que evite la
superposición de peajes por uso de las instalaciones de transportes,
propendiendo a una tarifación representativa de los requerimientos que introduce
el intercambio internacional.
Fortalecer la existencia de compromisos comerciales de largo
plazo, que permitan disponer de garantía de suministro que los agentes
compradores requieren de los agentes vendedores de otro
país.
Asegurar la confiabilidad de suministro establecida en cada país,
que significa respetar los criterios generales de seguridad y calidad del
abastecimiento de cada país definidos para la operación de sus propias redes y
sistemas.
De esta manera, la IIRSA se enmarca en la “era del nuevo
regionalismo”, propuesta desarrollada y promovida por el Banco Interamericano de
Desarrollo que impulsa la formación de mercados regionales para avanzar hacia un
sistema integrado de libre mercado, la promoción de la iniciativa privada y el repliegue del Estado de la
actividad económica directa.
“La
IIRSA obedece al modelo de liberalización de los mercados,
privatización y extracción de recursos. El objetivo es el de acelerar la
exportación de materias primas”, opinión de la mexicana Paulina Novo,
coordinadora del Proyecto Biceca (Construyendo Consciencia Cívica Informada para
la
Incidencia y la Conservación en la Amazonia
Andina).
Para el sociólogo, Luis Fernando Novoa, de la Red Brasil sobre
Instituciones Financieras Multilaterales, la Iniciativa representa la etapa
final de las reformas neoliberales llevadas a cabo desde 1990. “Los sectores
económicos que sobreviven a los procesos de reestructuración son absolutamente
dependientes de los mercados internacionales como proveedores, intermediarios o
distribuidores. A contrapelo del trípode desarrollista de los años 1960/1970
(Estado, capital nacional y capital extranjero), lo que se prefigura en este
tipo de proyectos es un organismo público-privado que operacionaliza y
naturaliza la lógica del capital financiero y de los sectores privatistas, en
nombre de la competitividad, de la productividad y del
crecimiento”.
Un proyecto a medida de las transnacionales brasileñas,
efectivamente Brasil aprovecha. La IIRSA si bien ha sido concebida para
beneficiar a los mercados de ciertos países, esta siendo ejecutada, sobre todo,
para favorecer a los sectores económicos
brasileños.
“El BNDES y las empresas transnacionales brasileñas son algunos de
los principales actores en la implementación de la IIRSA”, analiza Ricardo
Verdum, del Instituto de Estudios Socioeconómicos (INESC), para quien el país
busca “el desfogue de su producción y el acceso a los recursos que son de
interés de su sector industrial”.
“La internacionalización subordinada del continente suramericano
se entrecruza con una regionalización activa de los capitales de origen nacional
o asentados en Brasil, con hegemonía del agronegocio y sectores de servicios
bajo control o con fuerte participación del capital extranjero”, explica el
sociólogo Luis Fernando Novoa, de la Red Brasil sobre Instituciones Financieras
Multilaterales.
Brasil está en condiciones muy similares a los países del primer
mundo a la hora de sacar provecho de la IIRSA. En los hechos, Brasil tiene
una relación con los demás países sudamericanos –con la parcial excepción de
Argentina– similar a la que tienen los países del centro con los de la
periferia. En primer lugar, Brasil
es el más interesado en la región en poder sacar su producción industrial
y del agrobusiness por el Pacífico. En segundo lugar, son brasileñas algunas de
las empresas que construyen parte de la infraestructura, como la Constructora
Norberto Odebrecht, que tiene inversiones en casi todos los
países de la región, o como la petrolera Petrobrás. En tercer lugar, el Banco
Nacional de Desarrollo Económico y Social (BNDES) es uno de los principales
financiadores de la
IIRSA. (Zibechi, R. 2006).
El Complejo Río Madera, que es uno de los núcleos del Eje
Perú-Brasil-Bolivia, es quizá el mejor ejemplo. El complejo incluye dos
hidroeléctricas en Brasil, esclusas para hacer navegable el río, lo que supone
la eliminación de una zona de cachelas que interrumpen la navegación, una
hidroeléctrica en el Río Beni (Bolivia) y puertos para la hidrovía de los ríos
Madera-Guaporé-Beni-Madre de Dios (Brasil-Bolivia-Perú). El proyecto permite la
generación de energía en cantidades significativas y a bajo costo y para la
consolidación del polo de desarrollo del agronegocios en la región oeste de
Brasil pero inundará enormes áreas del territorio de la amazonia boliviana. Pero
el proyecto permitirá la reducción de los costos de transporte de granos y otros
commodities, es el proyecto más grande de la Iniciativa, y cuenta con un
presupuesto oficial de $10.500 millones.
Observando en perspectiva, proyectos como el Complejo Río Madera
forman parte de la geopolítica brasileña de expansión hacia el oeste y de
ocupación de territorios “vacíos”, de control de recursos estratégicos como los
hidrocarburos bolivianos, y confirma la impresión de que “los gobernantes
brasileños parecen haber llegado a la conclusión de que el aumento de la
competitividad brasileña en el mercado internacional depende, en gran medida, de
la integración sudamericana. Se trata de una integración doblemente subordinada:
a Brasil, por parte de los países sudamericanos, y del conjunto de la región al
mercado y al empresariado mundial.
En realidad la
IIRSA en el sector energético se constituye en un instrumento
de la consolidación de las reformas estructurales y reguladoras emprendidas en
los años noventa.
Es un proyecto a la medida de los intereses brasileños. Prepara el
escenario para profundizar la regionalización activa de los capitales brasileños
o los capitales extranjeros asentados en Brasil. Son brasileñas algunas empresas
que construyen la infraestructura como la constructora Odebrecht, la minera Vale
Do Río Doce, la siderurgia Gerdau o PETROBRAS, la Furnas Centrais Elétricas y
al grupo Tudesco Maggi (el mayor exportador de soya de Brasil); mientras que el
Banco Nacional de Desarrollo (BANADES) se convirtió en uno de los principales
financiadotes de los proyectos IIRSA.
La
IIRSA delinea una
integración doblemente subordinada: de los países sudamericanos a Brasil y del
conjunto de la región al mercado y al empresariado
global.
V
Análisis comparado del sector energético entre Brasil y
Venezuela
Con respecto a la estrategia empresarial de PETROBRAS, se registra
que en los años 90 aprovechó la apertura y desregulaciones de los países
sudamericanos. Realizó inversiones en el exterior con el fin de garantizarse
reservas operando en otros países que contaran con hidrocarburos suficientes y a
precios baratos para exportar a Brasil, en especial gas para abastecer a sus
centros industriales. Más que asociarse compró empresas e integró sus
operaciones en toda la cadena energética.
Se transformó en una gran transnacional, la más importante del
sector en la región, superando a REPSOL y a las grandes petroleras
internacionales.
Su estrategia central es no descuidar el autoabastecimiento (en el
año 2006 llegó a la autosuficiencia petrolera pero mantiene la dependencia del
suministro externo de gas natural).
Su actuación no dista mucho del resto de las transnacionales que
funcionan en cada país.
Ø
Acumula
utilidades.
Ø
Aumenta la extracción
de las reservas existentes.
Ø
Apenas perfora pozos
de exploración para buscar nuevas reservas.
Ø
Adeuda impuesto y se
apone a pagar más en concepto de regalías y precios de los productos que importa
(gas boliviano).
Ø
Exige garantía de
inversiones.
Por su parte el esquema ideado por el presidente venezolano
Chávez, al igual del de Brasil trasciende las fronteras de su país, no encuadra
y entró necesariamente en tensión con el propuesto por Brasil y aceptado sin
discusión por los mandatarios sudamericanos.
Cuando asumió en 1999 Chávez se propuso dos objetivos: el control
de Petróleos de Venezuela S. A. (PDVSA) y la recuperación de los precios
internacionales del crudo (que representa casi el 78% del valor de las
exportaciones) que al momento de asumir estaba por debajo de los 9 dólares el
barril de crudo.
Fue un actor clave en relanzamiento de la OPEP (Sólo en parte los precios
internacionales del petróleo subieron por ello).
No sin pocas vicisitudes, incluido un fallido golpe de estado
contra él y el llamado sabotaje petrolero de fines del 2002 y principios del
2003, consiguió el control de PDVSA y la transformó en el eje de su política
exterior.
El deseo del gobierno venezolano es definir la agenda energética
latinoamericana y liderar, de acuerdo con sus propios criterios un proceso de
integración regional basado en la energía. En su visión esencialmente
bolivariana la soberanía nacional y la idea latinoamericanista constituyen
factores cruciales.
La disponibilidad de recursos le posibilitó una agresiva
diplomacia petrolera que ha ido desarrollando progresivamente una crítica a los
postulados del Consenso de Washington y a las iniciativas de Estados Unidos en
la región.
Su concepción geopolítica difiere de la de Brasil. Para Brasil su
espacio de proyección es Sudamérica (recientemente ha cambiado, en virtud de la
estrategia brasilera de fomentar la producción de agrocombustibles en países
centroamericanos, y utilizando el marco regulatorio del CAFTA, poderlos exportar
a los Estados Unidos. De esta manera se amplia el área geográfica de influencia
de Brasilia) para Venezuela importa el Caribe y
Centroamérica.
Cuando el presidente Chávez concurre a Brasilia para el
lanzamiento de la
IIRSA, apoya la idea impulsada por el país anfitrión y al mismo
tiempo realiza una insistente llamada en pos de la idea de PETROAMERICA en plena
maduración:
v
la creación de una
empresa multinacional que estaría integrada por el conjunto de empresas
estatales de la región, destinada a atender inversiones conjuntas en
exploración, explotación y comercialización, en proyectos que promuevan la
integración energética de la región. En realidad después fue variando y se
asocian dos empresas estatales, manteniendo la mayoría el país receptor de la
inversión conjunta.
v
Coordinación y articulación de
las políticas de energía..
v
Dicha iniciativa
asume que la integración energética regional es un asunto estratégico, de
Estados, lo cual no implica la exclusión de los sectores empresariales
privados
v
El esfuerzo tiene que
estar acompañado por voluntad política y visión económica pero con vocación
social. No puede evaluarse sólo con criterios comerciales y de eficiencia
empresarial
v
Rescata un papel más
activo del Estado en la actividad empresarial lo que no implica monopolio
estatal de la actividad. Los acuerdos con las empresas privadas deben alinearse
con las necesidades de los estados. No se aceptan imposiciones del sector
privado. Se aceptan socios no dueños.
v
la valorización justa
y razonable de los recursos energéticos y el derecho soberano de los países a
definir el ritmo de explotación de sus recursos.
v
El último objetivo
plateado por Chávez es la firma de un Tratado de Seguridad Energética que se
discute en el seno del Consejo Energético Sudamericano para acoplarse a
la UNASUR.
Implica un compromiso para intercambio de energía, sobre una
base doctrinal que esté fundado en la solidaridad, la complementariedad, la
cooperación y la asistencia técnica, para que la energía se convierta en un eje
fundamental para la integración y la unión de nuestros pueblos. Debe contribuir
a eliminar las asimetrías.
Chávez va a aproximarse a su propósito de creación de PETROAMERICA
en forma gradual, a medida que se ha ido concretando se fue diversificando en
mecanismo de alcance subregional, cada uno de ellos de características propias:
PETROCARIBE, PETROSUR y PETROANDINA. Ha empezado a concretarse bajo el impulso
venezolano a través de acciones subregionales y
bilaterales.
El lanzamiento de PETROCARIBE en 2005 sentó sus bases en el
Acuerdo de Cooperación Energética de Caracas del que participan varios países
del Caribe y Centroamérica y el Acuerdo de Cooperación Integral con Cuba, ambos
del año 2000.
Es una organización que coordina y gesta las acciones con una
plataforma institucional, Secretaría que se radica en Venezuela y Consejo
Ministerial compuesta por los ministros de energía de los países
firmantes.
La mayoría de estos países son consumidores de energía y no tienen
el control estatal del suministro.
- Implica acuerdos de suministro de
petróleo.
- Su aplicación es exclusiva para entes públicos (condiciona su
creación).
- Ahorra en costos de transporte para los países destinatarios.
Transporte en buques venezolanos a precio de
costo.
- Evita costos de intermediación.
- Da financiación a largo plazo a precios de mercado pero a bajas
tasas de interés (salvo el caso de Cuba que es
subsidiado).
- El ahorro en la factura energética crea el fondo ALBA de ayuda
al desarrollo económico y social.
- Venezuela construye terminales de almacenamiento, una red de
refinerías Cienfuegos, Jamaica y Nicaragua) y proyecta polos
petroquímicos.
- Prevé la exportación de gas (gasoducto o regasificación) y
desarrollo de energías alternativas.
- Ahorro energético.
PETROCARIBE a la fecha es una realidad. Se han realizado varias
cumbres de Jefes de Estado y ha sumado miembros. En la actualidad 17.
Han firmado un Tratado de Seguridad Energética que contribuye a
eliminar las asimetrías económicas y sociales de la región. Esto se concibe como
una alianza política y estratégica para un mundo multipolar. Se adhesión
política al ALBA se enmarca en la flexibilidad con la que Chávez lo impulsa.
Esto determina que aumenta la influencia política venezolana en él
área y disminuye la de Méjico y EEUU.
Aunque en forma muy limitada asegura demanda para los petróleos
pesados y extra-pesados que se planea extraer de la faja del Orinoco, a través
de la construcción de la red de refinerías.
En conversaciones desde el año 2004 en el año 2005 los ministros
de Energía de Venezuela, Brasil y Argentina (luego Uruguay) constituyen PETROSUR
con un Secretariado rotativo. En PETROSUR coexisten los dos gigantes energéticos
y a su vez rivales Venezuela y Brasil. El grado de avance subregional o
multilateral no ha sido el mismo. Venezuela ha avanzado en acuerdos bilaterales
en los que han participado las empresas estatales de estos países. Ha habido
avances con Uruguay (ANCAP, Refinería La Teja) y Paraguay, aunque no integra
formalmente PETROSUR, (PETROPAR, Refinería Villa
Elisa).
El gesto de Argentina con PETROSUR fue la creación de ENARSA
convirtiéndola en la contraparte estatal necesaria de la organización. Esta
acción permitió a Argentina establecer una agenda de intercambio, inversiones
conjuntas y cooperación con Venezuela.
La relación entre Venezuela y Brasil se enrareció y avanza o
retrocede al ritmo de los acontecimientos.
PETROANDINA tuvo similares dificultades que PETROSUR, pero en este
caso por la falta de coincidencia entre las visiones geopolíticas de los países
de la Comunidad
Andina de Naciones (CAN), que desencadenaron incluso en el
retiro de Venezuela de la organización. La CAN quiere inserción en mercados
internacionales, discutir la energía en la OMC, desarrollo empresarial privado,
clusters energéticos.
No obstante Venezuela logró fundar en agosto de 2007 PETROANDINA
con la asociación de PDVSA y Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos
(YPFB), habiendo cambiado el escenario con Evo Morales. Hay buena cooperación
entre Ecuador y Venezuela e incluso con Colombia y Chile (obviamente sólo
considerando el sector energético).
En el ámbito regional:
Lanzada como idea en Brasilia en el año 2000 y comenzada a
concretarse como PETROCARIBE y PETROSUR desde el año 2005 PETROAMERICA va a
dejar de ser el proyecto del presidente Chávez para adquirir adhesión regional
en el mismo año en la reunión preparatoria de Ministros de Energía de
la Primera
Reunión de Presidentes de la Comunidad de Naciones Sudamericanas
realizada en Brasilia.
Es recogida en la Declaración de Brasilia en
delicado equilibrio con la
IIRSA. Pero Brasil y Venezuela comienzan sus
roces por la nacionalización de Morales a partir del 2006 y en la Segunda Reunión de
Presidentes de la Comunidad
Sudamericana de Naciones realizada en Cochabamba a fines de
2006. Chávez y Morales se enfrentaron abiertamente a la IIRSA, mientras que Lula la defendió
abiertamente.
En este contexto de enfrentamiento del gran proyecto integrador
impulsado por Brasil se produjo la gira de Bush por América Latina y el
entendimiento por el etanol en marzo de 2007.
Aumentó la fricción entre Venezuela y Brasil y pretendió disminuir
la dependencia de Centroamérica y el Caribe de
Chávez.
Guardaron las apariencias en la Cumbre de Margarita de abril de 2007,
pero Brasil rechazó OPPEGASUR y no se mencionó el Gasoducto del Sur.
Luego vinieron las giras competitivas de Lula y Chávez por América
Latina en el mes de agosto de 2007. Lula va Centroamérica y Méjico rivalizando
en el área de interés de Chávez. Luego tras meses de desavenencias limaron
diferencias en la reunión bilateral de Manaos en septiembre de
2007.
Algo cambió luego de la crisis política entre Colombia y Ecuador a
comienzos de este año.
PETROAMERICA e IIRSA avanzan simultáneamente y en tensión. Brasil
si desea posicionarse globalmente necesita distanciarse de la zona TLCAN y de
las aventuras militaristas de EEUU.
No puede seguir confrontando con Chávez, necesita de él para
conformar el Consejo de Defensa Sudamericano y la integración de la industria
militar que lleva implícita. Va a dejar el liderazgo en hidrocarburos y va a
quedarse con la hidroelectricidad, los biocombustibles y la energía
nuclear.
La intención de Chávez es que los países que promuevan políticas
privatizadoras queden aislados.
En cuanto a sus intereses nacionales disminuir la dependencia del
mercado norteamericano y dar salida segura a sus petróleos
extra-pesados
VI Conclusiones
La integración económica en Sudamérica data de una larga
tradición, pero cuya característica ha sido los continuos fracasos en alcanzar
las ambiciosas metas que se proponían. Los procesos como la ALAC, ALADI, MERCOSUR, siempre
privilegiaron el modelo integracionista de tipo comercial, pero en general,
siempre colisionaron con los intereses particulares de los estados miembros en
dichos procesos integratorios. A esto coadyuvó las tradiciones geopolíticas
expresadas en durante muchos años en las hipótesis de conflicto, los grandes
espacios “vacíos” al interior sudamericano, la desigual distribución de la
población y centros de producción y consumo localizados sobre la costa atlántica
y pacífica, las grandes barreras naturales como la cordillera de los andes, la
selva amazónica o los desiertos, hacían muy elevados los costos de transporte;
además de las asimetrías económicos dentro de la región y la nula voluntad por
parte de los gobiernos para articular y consensuar políticas macroeconómicas que
brindaran un horizonte de previsibilidad a cualquier proceso de integración
económico basado en el libre comercio como punto de partida. A esto se le debe
sumar la inestabilidad política, la región ha sufrido continuas interrupciones
de los procesos democráticos, produciendo cambios radicales en sus políticas
económicas.
En la década de los ochenta, con la re-democratización, que
continúa hasta la actualidad, sembró las bases para un nuevo proceso de
integración, dando el primer paso los gobiernos de Argentina y Brasil
conformando el PICAB, para en los noventa dar paso al MERCOSUR con la
incorporación de sus vecinos Uruguay y Paraguay. Pero como consecuencia de las
crisis económicas producto de las crisis de la deuda, procesos inflacionarios e
hiperinflacionarios consideró desde el punto de vista económico a la región
sudamericana como la “década perdida”. Para subsanar los problemas de la década
anterior, la banca multilateral de crédito, el gobierno de Estados Unidos y
académicos de los países desarrollados y sus adherentes en nuestros países
(escuela de Chicago) diseñaron un nuevo paradigma a ser implementado en los
países subdesarrollados, denominado comúnmente como el “Consenso de Washington”
promovido por John Williamson en 1990.
El Banco Mundial, parte formulante de las nuevas políticas a
implementarse, diseñó una serie de estrategias para el sector energético que
debía implementarse por parte de los Estados subdesarrollados a los fines de
continuar solicitando financiamiento externo preferencial. Los países de la
región recibieron con beneplácito el nuevo modelo para el “desarrollo” e
impulsaron los cambios radicales en el sector energético, tradicionalmente en
manos de empresas monopólicas estatales. Si bien el acatamiento a las nuevas
premisas no fue uniforme, países como Argentina, Bolivia, Perú impulsaron
reformas de la legislación para permitir el ingreso del capital privado a las
firmas dedicadas a la exploración, explotación y distribución de recursos
energéticos. Chile había sido pionero en la década de los ochenta en el sector
eléctrico, que también se tomó como modelo. Brasil también permitió el ingreso
de capitales externos, pero su burguesía nacional, más que a trasnacionalizar el
sector, apuntó a consolidarla y asociarse con el capital privado. Distintos
fueron las políticas en el sector petrolero de Venezuela y Ecuador, que
siguieron manteniendo el monopolio del sector, pero lo abrieron para el sector
gasífero.
Un cambio tecnológico como el desarrollo de las termoeléctricas de
ciclo combinado, acercaron al sector eléctrico con el gasífero como combustible,
lo que determinó una nueva dimensión para el negocio energético, que por las
sucesivas crisis económicas-financieras y la propia ineficiencia de las empresas
estatales, hacían ineficiente al sector, según los dictados del Banco Mundial y
del Banco Interamericano de Desarrollo.
A
esto se le sumó un nuevo potencial para el negocio energético, pero se requería
una economía de escala, por lo cual era necesario interconectar a través de
ductos las reservas de gas con los centros de consumo, sean éstos para la
generación de electricidad, o para la demanda domiciliaria e industrial. Pero
ante la reticencia de los organismos de crédito internacional a otorgar a los
estados nacionales los fondos para el desarrollo de la infraestructura
necesaria, los gobiernos decidieron privatizar sus empresas estatales de energía
y de esa forma obtener las ganarías de la exportación en el ámbito regional e
internacional de energéticos
Esto originó que muchas empresas transnacionales del sector
energético pasaran a controlar de manera oligopólica, la exploración,
explotación, transporte y distribución del gas en los países del Cono Sur
sudamericano, si bien se computa como inversión extranjera directa en las
cuentas nacionales, lo que hicieron las grandes empresas transnacionales no
hicieron más que comprar por valores, en muchos casos irrisorios, los activos de
las empresas estatales, y se dedicaron a la explotación de los yacimientos
existentes, sin realizar mayores inversiones en la exploración de nuevos
depósitos de hidrocarburo. Las mayores inversiones que realizaron apuntaron a la
construcción de gasoductos como los que se construyeron entre Argentina y Chile
y entre Bolivia y Brasil, países con superávit energético a países con déficit.
La consecuencia es que ante la falta de inversión directa en exploración provocó
que los yacimientos se fueran agotando, lo que provocó las fuertes crisis en el
sector energético en muchos países de la región, como es el caso de
la
Argentina, Chile, Brasil e incluso Bolivia. Estas crisis
impactaron fuertemente en las distintas administraciones e incluso fuertes
tensiones políticas entre los países.
Pero a pesar de las políticas diseñadas en los noventa, cuyo
impacto se proyectó en el actual siglo, otros elementos fueron dando una nueva
reconfiguración del sector energético Sudamericano y la entrada en escena
regional de las políticas de “renacionalización” de los recursos energéticos por
parte del gobierno de Evo Morales en Bolivia, le quitó a la IIRSA uno de los pilares
esenciales que era la de formar un mercado energético regional. Por otra parte
el cuestionamiento del modelo IIRSA por parte del presidente de la República
Bolivariana de Venezuela Hugo Chávez, y la disputa política por
la influencia en la región, determinó que se configuraran dos modelos
energéticos antagónicos, por un lado Brasil a través de la IIRSA cuyo brazo ejecutor es
PETROBRAS, y Venezuela con PETROSUR/PETROANDINA apoyada como núcleo operante en
PDVESA. El modelo brasilero se estructura a través del modelo de libre comercio,
comportándose PETROBRAS como una trasnacional más, mientras que el modelo
venezolano se organiza a través de la asociación de empresas estatales de
energía. Pero de todas maneras no impide que exista asociaciones entre ambas
empresas energéticas para realizar actividades en común en
Sudamérica.
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