El Centro Humboldt, la globalización y la geografía

Prof. Omar H.
Gejo
A mediados de la década pasada se conformó el Centro Humboldt.
Este hecho fue producto, como es lógico, de una compleja trama de
circunstancias, entre las que cabe
hacer notar el peso decisivo del vuelco de expectativas generado por el comienzo
del fin de la euforia finisecular hasta allí imperante, consistente ésta,
básicamente, en la apología del capitalismo globalizado .
Precisamente, la organización humboldtiana en la Argentina surge
como un intento de confrontar conceptualmente con los supuestos de la presumida
nueva etapa, signada, definida, determinada por la globalización. Todos sus primeros pasos se encaminaron a dar la batalla a esta
omnipresente interpretación que entendíamos que constituía un embuste y era,
además, decididamente, un manifiesto antigeográfico. Así, la revista Meridiano,
en su primer número, en agosto de 1995, blandía una esclarecedora respuesta de
la conservadora The Economist, que colocaba en su lugar a los afiebrados
seguidores del nuevo culto, y que estaba sustentada en una abierta y clara
reivindicación de la Geografía . Con este antecedente dimos a conocer el rumbo que elegíamos:
defensa a ultranza de la geografía como punto de apoyo para derrotar la
vulgaridad reinante, la de los globalizadores, tanto en su versión ortodoxa
economicista como en el enfoque heterodoxo sociologizante, a menudo presentado
este último como progresista. Para este último, sobre todo, acopiamos algunos
materiales, siempre de fuentes inobjetables, es decir reconocidamente
sistémicas, que reprodujimos a través también de Meridiano. No hubo tregua pues para unos, pero tampoco tuvieron resuello
los otros, los posaban de opositores, los que se presentaban como una falsa
alternativa.
En resumen, sería imposible escindir la creación y construcción
del Centro Humboldt al margen de aquel contexto, del que éramos plenamente
partícipes conscientes.
- Enfrentando a la "Globalización"
Una de las primeras tareas que el Cehu llevó a cabo, por lo tanto,
fue la de establecer un cuadro de situación que diera cuenta de aquella realidad
que enfrentábamos. El análisis de la globalización, por ende, nos distrajo
cierto tiempo. Este seudoconcepto, de fulminante desarrollo, lo abarcaba casi
todo. Superficialmente implicaba una geografización, pero en lo profundo, en lo
esencial consistía en una tajante negación de las bases mismas de la geografía.
Y como el manifiesto antigeográfico que era, por lo tanto, no podía ser más que
una burda tergiversación conceptual de la realidad, un fallido abordaje de la
problemática del presente.
La globalización era presentada como una divisoria de aguas. En
términos históricos representaba una nueva época; en términos geográficos
implicaba la dramática reducción, cuando no la desaparición, de las distancias.
Producto de la revolución científico-tecnológica el pasado era pasado
definitivo, intrascendente y la fricción del espacio también estaba llamada al
ocaso irreversible. El mundo se transformaba así en un mundo virtual. Pero
detrás de estas ensoñaciones se movía el carácter fundamental de esta
imposición, la supuesta disolución de los mecanismos históricos de
diferenciación material que, aparentemente, habían dejado de actuar
milagrosamente por obra y gracia de la fenomenal mutación tecnológica de las
últimas décadas.
Por supuesto que un factor aun más gravitante que el salto
tecnológico para esta formidable ofensiva ideológica era el derrumbe del orden
de posguerra, hecho que trastrocó definitivamente casi medio siglo de un
determinado equilibrio que involucraba a naciones, regiones y clases. Este
orden, surgido tras la segunda guerra mundial, estuvo signado por las
diferenciaciones y desigualdades. En cuanto a la política internacional se
conformó en base a un mundo bipolar, bajo la tangible división este-oeste, que
se sobrellevó hasta la caída del muro berlinés a fines de los años ochenta. A
nivel estatal, este período fue el gestor definitivo de la estatalidad nacional,
ya que en su transcurso se triplicaron los estados nacionales existentes, fruto
del desenvolvimiento de los procesos de descolonización que involucraron a las
ex geografías coloniales de las potencias europeas, por entonces asumiendo su
declinación por el advenimiento de
la hegemonía estadounidense. Desde el punto de vista económico, la dicotomía
desarrollo-subdesarrollo fue el telón de fondo de esa media centuria, señalando,
claramente, las pronunciadas diferencias socioeconómicas entre el capitalismo
avanzado y el mundo capitalista rezagado, aquel conformado por las zonas de las
ex colonias europeas.
La globalización, en este sentido, vino a zanjar este mundo de
diferencias, y si no hizo desaparecer las desigualdades por lo menos las
desproblematizaba. En primer lugar, la desaparición del bloque del este,
comunista, dejó abierto el horizonte a un único sistema, el capitalista,
quedando planteado entonces el desafío de la absorción por parte del "mercado"
de la inmensa geografía euroasiática del socialismo. En segundo lugar, la
consolidación del fenómeno transnacional erosionó los marcos nacionales,
relativamente impenetrables en la etapa previa, señalando las cuestiones de la
integración productiva, de la reducción efectiva de las soberanías nacionales y
de la pérdida de vigencia de los instrumentos clásicos de planificación
político-económica. En tercer lugar, finalmente, y no tan sólo por la sumatoria
de las dos característica previamente descriptas, la desaparición de las
categorizaciones problemáticas, ya que el mercado mundial volvía a ser
identificado plenamente como una oportunidad y no como un obstáculo . Una consecuencia directa de esto fue la irrupción del concepto
de mercados emergentes, que reflejaba plenamente la renovada ilusión en el
desarrollo espontáneo .
La globalización se presentaba, entonces, como una ruptura
taxativa respecto del pasado y, además, como un fenómeno inevitable. Estas dos
características aunadas la muestran claramente como "ideología", entendiendo por
esto un intento de reinterpretar el mundo desde el poder, tendiente a quebrar
estratégicamente a la resistencia de los explotados, a incrementar la opresión
material baja la daga del terrorismo intelectual . Este escenario reforzaba el instrumentalismo, es decir, el
tecnocratismo, y este papel degradante le cupo, en gran medida, a los
economistas, portadores de una especie de ciencia suprema.
- La Cuestión Periférica
Desde el Cehu, a partir de este análisis, se decidió un curso de
acción concreto, enderezado a reintroducir cordura frente al frenesí
globalizador, tan insustancial y deletéreo como rabiosamente lesivo del abecé de
la geografía. Había que dotar de materialidad al dominio irrestricto de la
abstracción, pues ese era el legado fundamental de la pretenciosa cosmovisión de
fin de milenio.
Así nació "La
cuestión periférica o Periferias en cuestión", un programa de actividades
decidido con el fin de restablecer la discusión geográfica, articulando al paso
los desperdigados esfuerzos de los geógrafos de carne y hueso.
Como primer tarea se produjo una revisión de la globalización.
Esta fue redefinida mediante una conceptualización previamente utilizada, la
"transnacionalización madura", cuyas implicancias más evidentes eran la aceleración de los
cambios, la imposición inevitable de la escala mundial como marco comprensivo de
los fenómenos y la necesaria impronta espacial de estas mutaciones. Por último,
como corolario de lo antedicho, y directamente concernido por el título del
programa de actividades, sostuvimos que estábamos en presencia de una etapa
donde las periferias se hallaban sometidas a una presión como, tal vez, jamás
antes se había visto. En otras palabras, asistíamos a una profundización de la
internacionalización, que reforzaba la unidad de los procesos - claro que no la
unificación, fútil idea transmitida por la cantinela globalizante- así como
también agudizaba la diferenciación, las
desigualdades.
La transnacionalización madura, pues, refrendando el carácter
sistémico de los procesos de diferenciación territorial, convalida tanto la
categoría periferia como la categoría región, y sobre todo esta última, ya que
siendo una especificidad concreta, superior, puede dar cuenta de ciertas
connotaciones territoriales (heterogeneidad situacional) que la periferia
(heterogeneidad posicional) no alcanza a vislumbrar, a
discernir.
Panel El Mundo como Geografía. Décimo Encuentro Internacional Humboldt.
Rosario, Santa Fe, Argentina. 13 al 17 de octubre de
2008.