Iván Miguel Thisted
Indice
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Introducción: de la observación de un docente a la
indagación |
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Algunas definiciones del recorte espacial y
temporal |
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El contexto socioeconómico antes de la década
90’ |
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La movilidad espacial de la población en el Delta hasta la
década del 90’ |
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El contexto socioeconómico en la década del
90’ |
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La movilidad espacial de la población en el Delta desde
mediados de la década del 90’ |
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Conclusiones: el final de un proceso…¿y
ahora? |
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Bibliografía |
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Resumen
El Delta vivió un proceso de despoblamiento desde mediados de la
década del cuarenta hasta mediados de la década del 90. El mismo se debió a
factores de expulsión vinculados a la dinámica local, como la crisis de la
fruta, el mimbre, las dificultades para la renovación de cultivos, la crisis de
los pequeños productores y las inundaciones de implantación lenta del 49, 69 y
83 ante todo. La posibilidad de hallar un empleo industrial en el “continente”
actuó como impulsor de esta migración, más allá de que realmente se lograse o
no. Pero la fuerte desindustrialización que se agudiza a mediados de la década
del 90’ se
proyecta sobre estos “ex isleños” en forma de desempleo de larga duración. Ante
esta situación de encrucijada aparece en algunos casos la decisión de retornar
al Delta, aprovechando las posibilidades múltiples que en él se encuentran. Esto
genera un proceso de migraciones urbano rurales que alcanza una dimensión
observable tanto en estudios cualitativos como cuantitativos.
Introducción: de la observación de un docente a la
indagación
En el siguiente trabajo me propongo avanzar sobre el análisis y la
explicación de un proceso de movilidad espacial de la población planteado en una
zona del Delta bonaerense en la década del noventa. Diversos emergentes que se
planteaban por aquellos años en mi tarea cotidiana como docente de una escuela
de la zona llevaron a plantear este análisis sobre la movilidad espacial de la
población.
Por un lado en innumerables conversaciones con pobladores de la zona
surge la mención directa a los ejes que estructuran este trabajo: empleo,
migraciones recientes y crisis. La persistencia de estos temas genera el deseo
de sistematizar las conversaciones, que devienen en entrevistas. Así H.T. (H.T. es padre de varias
alumnas de Polimodal y EGB,
éste diálogo lo mantenemos durante la realización de la fiesta del Día
del Isleño, en noviembre del año 1999. H.T., que tendrá alrededor de cincuenta
años, es un interlocutor conocido, ya que sus cuatro hijas estudian en el
Polimodal y nos conocemos desde hace tres años, hablamos siempre en las fiestas
y reuniones de la escuela sobre la vida en la “isla” y “el continente”:
“La quinta era de mis padres, ellos la compraron hace muchos años, la
tenían ya en los años de oro del Delta, cuando el formio y la fruta daban sus
buenos mangos. Yo llegue a ver más movimiento, pero después de la inundación del
69’ cambió
todo.”
“...pero cuando subió la marea en el 83’, primero nos quedamos, pero como no bajaba
nos fuimos al continente, a lo de unos parientes”.....
“...para cuando bajó el agua me habían dado trabajo en una fábrica
de clavos en Carupá, porque estuvimos mucho tiempo, además cuando bajó, la fruta
estaba muerta y el barro no dejaba trabajar la
tierra.”
“Entonces nos quedamos, en el
continente...”
“…ahora estamos acá, en la casa de siempre, viendo que pasa…”
Este relato planteaba una inquietud, así como una aparente
contradicción, si bien H.T. había migrado hacia “el continente” en 1999 vive en el
Delta nuevamente. La reiteración de relatos de otros habitantes del Delta en
éste sentido me lleva al planteo de una indagación: ¿Existe un proceso de
migración urbano-rural? Si existiese ¿Cuáles son las razones que lo motorizan?
Como primera hipótesis explicativa planteo que a mediados de la
década del noventa las situaciones de desempleo prolongado han generado
movimientos de población en sentido urbano-rural, que tienen como destino un
área del Delta bonaerense y como
protagonistas principales, pero no excluyentes, a familias o personas individuales
“nacidos y criados” en el Delta.
Para dar cuenta de esta hipótesis el trabajo está dividido en
diferentes partes. En primer lugar se hacen algunas breves observaciones
metodológicas, en segundo lugar se realiza una breve presentación sobre el
contexto socio histórico en escala nacional hasta la década del
90. A
este le sigue el mismo análisis del contexto socio económico local del
Delta y los procesos de movilidad
espacial de población hasta la década del 90. El contexto socio económico de la
década del 90 y sus particularidades en la escala local estructuran una cuarta
parte que antecede la última, que presenta las particularidades de las
migraciones urbano-rurales en década del 90. Por último se presentarán
conclusiones y preguntas que surgen a la luz de nuevas dinámicas sociales
locales vinculadas a nuevas realidades nacionales.
Con ésta estructura pretendo contextualizar y analizar las
mediaciones que resignifican en una escala local las constricciones surgidas en
una escala nacional y como influyen en la movilidad espacial de la población.
Algunas definiciones del recorte espacial y temporal
La principal fuente de información de este trabajo se encuentra en las
entrevistas realizadas desde el año 1999 hasta el año 2002. Las que brindan los
testimonios se han realizado en una yuxtaposición de encuentros casuales y
encuentros planificados, siempre en el Delta. El contacto con los futuros
informantes se origina en las escuelas donde me desempeño como docente al
momento de la indagación. Un momento privilegiado de las mismas son los festejos
escolares, no solo por el encuentro sino por la posibilidad de establecer la
existencia de cambios y permanencias que abren la charla y facilitan la
indagación. Otras fuentes que se utilizaron son los censos agropecuarios y de
población. Estas fuentes por el periodo que se estudia presentan algunas
limitaciones, por lo que se recurrió a otras fuentes cuantitativas alternativas,
como los registros de matrícula escolar.
La realización de esta tarea de indagación requirió la elaboración de
recortes temporales y espaciales. El recorte temporal se elaboró considerando el
emergente de fechas que se presentaba en las entrevistas: casi todos los
entrevistados hablaban de mediados de la década del noventa como un periodo
común para la llegada o retorno a la “isla”. Tomando como base esto consideré
pertinente establecer un recorte a mediados de la década del noventa para la
escala local, como inicio del proceso de movilidad espacial de población en
sentido urbano rural. Pero como en la hipótesis se sostiene que éste proceso se
vincula a una situación de crisis de empleo relacionada con los condicionamientos
generales de la política económica nacional y sus consecuencias socioeconómicas,
considero necesario que en una escala nacional el motor del proceso es
consecutivo de la implementación y profundización de las políticas neoliberales
y sus consecuencias (este planteo se profundiza posteriormente). Entonces en los
planteos referidos a escala nacional toma un recorte temporal que abarca desde los comienzos de la década de los
noventa.
Ahora bien, el Delta no es un todo homogéneo, sino por el contrario, en
el proceso de su estructuración espacial se han ido diferenciando estructuras de
producción bien diferenciadas. Por un lado se articula un Delta vinculado al
turismo recreativo, de fin de semana, donde se suceden viviendas de uso
recreativo y locales vinculados a
la prestación de servicios relacionados con el mismo. En esté Delta los
desplazamientos cotidianos de la población que incluyen “el continente” son
habituales. Esta organización se destaca en el Delta que según la división
política se encuentra en el partido de Tigre, más próximo a los núcleos urbanos.
También se lo conoce como primera sección.
El otro Delta que se puede identificar es aquel donde la
producción agropecuaria es la actividad económica que articula el espacio y los
usos del suelo en torno a su dinámica. “Este” Delta se puede imaginar como una
sucesión de tierras en desuso, gran cantidad de pequeñas producciones y algunas
pocas producciones capitalizadas. Para delimitar nuestra zona de interés estas
características “más rurales” parecían ser importantes.
Pero surgían otros criterios para delimitar la zona de trabajo, el
más destacado quizás es el que surgía en las entrevistas a los pobladores y
donde se podía analizar una percepción habitual de la división en dos Deltas.
Así M.C. mujer de unos cuarenta años, que siempre vivió en el Delta nos contaba
en su casa, a más de dos horas de lancha de la estación fluvial de
Tigre:
“Del Paraná para allá (en sentido
a los más cercanos a los núcleos urbanos) hace años que no hay nada de
producción, son todas casas de turistas. Pero yo era chiquita y eso era así,
ahora más pero siempre…acá es otra cosa…es el
Delta”
Por último existen dos criterios más que guían el recorte, el
primero vinculado a la disponibilidad de información cuantitativa desagregada
como “partido de San Fernando Zona Delta”. Esto tiene mucho peso en el recorte
porque limitaba la disponibilidad de información cuantitativa, en especial la
proveniente de los censos económicos y de
población.
El último criterio se enraíza en que las prácticas de enseñanza
que dan inicio a los contactos para hacer las entrevistas siempre suceden dentro de las escuelas
del partido de San Fernando. Esto también limitaba la disponibilidad de
información cualitativa.
Con la construcción de estos criterios, entonces, quedaba definida
como área de trabajo el Delta de San Fernando, conocida también como la segunda
y tercera sección del Delta Bonaerense.
El contexto socioeconómico antes de la década 90’
En la década del setenta el Estado argentino comienza un período de
transformaciones en el papel que desempeña en la economía nacional. El Estado se
debilita en forma sistemática (sobre todo a partir de 1976), con la
desmantelación progresiva de las empresas públicas. Desde mediados de la década
del ‘70 apunta a generar una serie de políticas económicas cuyas directivas de
largo plazo modificaron el modo de funcionamiento de la economía nacional,
disrumpiendo con la industrialización creciente que caracteriza al período
anterior (desde fines de la década del 30’ hasta aproximadamente fines de los años
’60). Esta industrialización se encuentra acompañada por un rápido proceso de
urbanización del país que encuentra su
motor en las migraciones internas en sentido rural-urbano vinculadas a
diferentes causas (existe amplia bibliografía sorbe este tema).
Las repercusiones de éstas políticas instaladas en los
70’ se
hicieron sentir ostensiblemente en el sector industrial. Este sector que se
había constituido en el motor del desarrollo económico y del empleo durante
aproximadamente veinte años, comenzará una nueva trayectoria. A partir de
mediados de la década del ‘70 y
durante el ’80, el quiebre de la industria sustitutiva de importaciones dará
lugar a que el sector industrial argentino inicie un proceso de profundas
transformaciones que se expresan en una reducción de la actividad industrial,
que se agudizará con el tiempo. Es en este período que puede afirmarse que se
inicia un proceso de desindustrialización, o como dicen Kosakoff y Aspiazu
(1989) “El sector industrial sufrió una profunda crisis que significó una caída
de más del 20% de su producto en el período 1975-82, y una significativa
disminución de su participación en el Producto Bruto Interno”. A pesar de esta
retracción del sector industrial, este seguirá siendo importante como demandante
de empleo. Según el Censo Nacional Económico (1985) el promedio de personal
remunerado en el conjunto de las ramas del sector industrial en el total del
país era en 1973 de 1.133.788, y en 1984 de 1.175.601.
La
movilidad espacial de la población en el Delta hasta la década del
90’
Si bien se inicia este proceso de desindustrialización, situaciones
particulares del Delta Bonaerense generan una contradicción entre este proceso
de desindustrialización y la migración rural-urbana producto de la existencia
posible de un trabajo industrial.
Para dar cuenta de esta contradicción es necesario destacar una serie de
problemáticas que se acentúan en el Delta a partir de principios de la década
del ‘70: la caída de los precios agrícolas (entre ellos los de la fruta), en
relación a la aparición de otros centros productores (Tucumán), la situación de
crisis de las pequeñas unidades agrarias, la pérdida de plantaciones por
inundaciones excepcionales y a partir de esto la
disminución del empleo temporario (aquel que se realiza durante breves períodos
como una o dos semanas, con el cultivo de las frutas o el varéo del mimbre “...siempre que se podía se sumaban unos
pesos para la olla trabajando en alguna quinta, por unos días, o un par de
semanas...”C.G. ).
A pesar de la existencia de un proceso de desindustrialización el proceso
de movilidad rural-urbana, que se expresa en las migraciones de origen rural
(Delta) con destino urbano (mayoritariamente en el partido de San Fernando), se
explica por la coexistencia de los cambios antes mencionados que tornan
problemática la permanencia de la población de menores recursos en el Delta y
hacen visible el empleo industrial como salida a las dificultades que se
viven.
Pese a que los
pobladores nombran a las inundaciones extraordinarias de 1969 y 1983 como el
factor único que los lleva a migrar, es necesario plantear que por si mismo es
limitado y por lo tanto existen otros procesos que subyacen a esta
lógica,
“ ...en el año 83’ con la inundación nos fuimos al continente,
el agua estuvo alta mucho tiempo y como la marea no bajaba....y los chicos que
eran recién nacidos, no nos podíamos quedar....”H.T. Consideramos que es explicativo de los procesos migratorios
rurales-urbanos, pero no explica por si sólo el proceso de migraciones. Más aún
considerando que la inundación del año 1949 con su carácter de extraordinaria no
generó dichos procesos, aún en época de pleno proceso de Industrialización por
Sustitución de Importaciones. Es centralmente la pérdida de posibilidades de la
pequeña unidad de producción la que impulsa fuertemente en las migraciones, que
ante cada inundación recibe un empujón hacia la ciudad, pero no son las
inundaciones factores explicativos por si mismos. Esta crisis se expresa en
la desaparición de gran cantidad de pequeñas explotaciones.
Es central en estos procesos
la posibilidad de acceder a un empleo industrial “seguro” puesto que en
los diferentes relatos surge la idea de una postergación del deseo de retornar a
la “vida del Islero”, donde el retorno no representa la misma seguridad
económica que el empleo industrial, ya que las plantaciones han de ser
reconstruidas cada vez luego de las inundaciones.
“...para cuando bajó
el agua me habían dado trabajo en una fábrica de clavos en Carupá, porque
estuvimos mucho tiempo, además cuando bajo la fruta estaba muerta y el barro no
dejaba trabajar la tierra.”
“Entonces
nos quedamos, en el continente...”H.T.
“...cuando
yo era chico teníamos fruta, pero después empezaron a traer fruta de todos lados
y bueno...con la inundación del 69’se terminó la fruta y con
2,5
hectáreas de álamo no vivís, así que nos quedamos en el
continente (en otra charla comenta que estaban en Virreyes, partido de San
Fernando) donde había mucho trabajo, te echaban de uno y al día siguiente tenías
otro. Mi padre me metió en la fábrica de aglomerado donde estaba el, allá por el
73’,74’ y
ahí estuve por años. Antes tuve otros trabajos.” Relato
reconstruido de C.G., que hoy vive en Manzano de la Barca, donde explota las 2,5
has que antes mencionaba.
En el
contexto de crisis propia del Delta reforzada por la inundación de implantación
lenta y permanencia prolongada de 1988, que se suma a la situación antes
comentada sobreviene la hiperinflación de 1989. Esté es un momento de
aceleración del “éxodo rural” (Melliasoux 1975). El ritmo de partida es muy
elevado, se nota esto en una nota de campo de Neufeld, M.R.
En una
escuela isleña, en la que la investigadora conversaba con docentes y personal
auxiliar acerca de las mejorías visibles en el edificio, decía una de las
interlocutoras:
"...ahora que tenemos escuela no tenemos chicos!" (nota de campo
12/9/89).
Los datos de los censos constatan este proceso: mientras el Censo
Nacional de Población de 1960 registraba 14700 habitantes, ésta había disminuido
a 12646 en 1970 y en 1991 había más de 9531 habitantes en el Delta. En San
Fernando, (2da y 3ª sección) en 1991 había 3600
habitantes.
Las
notas del trabajo de campo en el Delta permiten percibir la disparidad de
"suertes" frente al embate de la hiperinflación y la crisis económica y de producción local. Por un lado,
dentro del conjunto de los pequeños productores isleños, estaban los
considerados localmente como "ricos": los que habían podido concretar a tiempo
el reemplazo o complementación de los frutales por plantaciones de madera. Y
dentro de éstos, había un pequeño puñado de “exitosos”,
que habían logrado desarrollar estrategias cuya combinación resultó eficiente.
El caso paradigmático es el de los “vascos del
Carabelas”.
“...tienen otro tipo de ganancias, tienen mucha extensión de
tierra...producen mucha madera o tienen otras cosas, como por ejemplo, te puedo
hablar [que hay entre ellos] gente que ha estudiado ingeniería...inventaron sus
propias máquinas...además, pusieron un transporte en Escobar que cruza autos
desde allí al camino isleño”...
Frente
a estas excepciones la población conocida incluía una mayoría de familias
isleñas (en su mayoría integrada por núcleos domésticos que no emigraron) que
ocupa viviendas que no son propias, en las que se han instalado o recibido “en
cuidado” de manos de pobladores propietarios que dejaron las islas, y que
subsisten sobre la base de una combinación de recursos: principalmente tareas
agrícolas a jornal, irregulares, que se complementan estacionalmente con el
corte de junco, repicado y corte de mimbre y caza de nutrias, en las que se
ocupa todo el grupo familiar, que en muchos casos se caracteriza por un número
elevado de hijos.
En algunos de estos casos, al cerrarse las fuentes locales de trabajo, los jefes
de familia emprenden periplos por la zona, en busca de changas forestales u
hortícolas, acompañados a veces por sus hijos varones entre 12 y 14
años.
El contexto socioeconómico en la década del 90’
El Estado argentino sufrió a partir de la década del
90’ una
amplia reforma en clave neoliberal (desregulación de las actividades económicas
y financieras, abdicación de facultades decisorias en beneficio de actores
externos, privatización amplia, etc). Las reformas institucionales introducidas
constituyeron un nuevo orden económico, caracterizado por la liberalización del
comercio exterior y de circulación de capitales externos, la desregulación del
mercado y el traspaso de monopolios de los servicios públicos a manos privadas.
A partir de este período comienza una situación de “estabilidad” con
desocupación ( dada una reversión de los mecanismos que condujeron a la
hiperinflación).
Es indudable que cualquier análisis del mercado laboral argentino
a partir de los años ‘90 concluye en que el desempleo es la manifestación
extrema de un proceso de degradación de la situación ocupacional. En tanto se
degrada el mercado laboral por vía del incremento del desempleo y el deterioro
de las ocupaciones existentes, crece la presión de la oferta laboral en búsqueda
de empleo.
El sector
industrial argentino a partir de principios de los ’90 expresa una gran
reducción de la actividad industrial, que se mantiene y agudiza hasta fines del
año 2002. Si bien la industria nacional se encuentra inmersa en un continuo
proceso de transformaciones (en términos de retroceso) desde mediados de la
década del ’70, será a partir de principios de la década del ‘90 que el proceso
llamado “desindustrialización” adquirió una particular intensidad. De acuerdo
con los resultados provisorios del Censo de 1994, entre julio de ese año (1994)
y abril de 1985 se suprimieron en la industria 257.163 puestos de trabajo. A
partir de 1994 el proceso de eliminación de puestos de trabajo en la industria
continuó su marcha, tanto que en la década del ‘90 hay un 18% menos de
establecimientos industriales que los de principios de la década del ’70. Así
también un 23% menos de mano de obra industrial que los de principios de la
década del ’70.
La movilidad espacial de la población en el Delta desde mediados
de la década del 90’
En el periodo final de análisis, mediados de la década del noventa
hasta el fin de la convertibilidad, es en el que hacen crisis las políticas
instrumentadas durante la década de los 90, de hegemonía neoliberal. Nos referiremos a las características
que adquiere esta etapa en el Delta en particular. Al igual que en el resto del
país, es un período de profunda recesión. El registro elaborado como docente,
recupera esto de los diálogos y situaciones a las que hacen referencia los estudiantes y sus padres: buena
parte de estas conversaciones están
profundamente relacionadas con la falta trabajo en todos sus aspectos.
Así se puede hacer un rápido repaso por diversas actividades tradicionales del
Delta. En la lectura de las notas se interpreta que una fuente laboral como el formio
esta completamente cerrada, ya que no quedan plantas trabajando sobre este
producto, con la consecuente perdida de empleos tanto industriales como
agrarios. A veces, se hace
referencia a las causas (que a su vez remiten a políticas macroeconómicas
propias del menemismo). Por ejemplo,
“el mimbre entra de Chile”. En
este caso el mimbre ha sido una actividad llevada adelante en forma familiar. Es
interesante observar que ante a pesar de esta problemática planteada existe una
gran cantidad de productores de mimbre que pueden ser llamados “ricos”, que no
encuentran en la llegada de mimbre chileno obstáculo alguno para su negocio. Es
así que observamos que el mimbre se sigue plantando y hay familias de gente que
retornó al delta o que vino recientemente (5 a 8 años) que plantan, procesan y tejen mimbre
vendiendo el resultado en el mercado con excelentes ingresos.
A esto se agrega la importación de pasta de papel de Brasil, por
lo cual “la madera se paga poco”. Quien realiza
esta importación es la misma empresa Papel Prensa, propietaria de importantes
extensiones en el Delta. Por esta
razón, explican los bajos jornales,
al tiempo que aparece la queja
típica de ese momento de que los mejores trabajos “quedan en manos de los Paraguayos”. Sin
embargo, a pesar de las afirmaciones anteriores los productores de madera siguen trabajando, en especial
los que poseen barco propio, que les permite mayor margen. Es decir que los
pequeños, que no poseen barco propio, no están en condiciones de explotar en
forma rentable la madera plantada. Los productores mayores y medianos
siguen plantando madera aunque insistan en que no es rentable. Respecto de
oferta laboral ofrecida por la madera es notorio observar que algunos
productores (en especial Papel Prensa) han invertido cantidades importantes en
tecnología de explotación forestal y han tecnificado el corte y traslado de la
madera, reduciendo en grandes cantidades el personal que requieren para las
explotaciones. En Carabelas algunas
familias adoptan como política de mitigación de riesgos un sistema de
silvicutura y ganadería de cría, para paliar la situación de bajo precio de la
madera.
Por último la fruta casi ha desaparecido como explotación
comercial en el Delta, luego de la inundación del 83’ ha perdido total importancia y son raras las
quintas que se dedican a su explotación.
En este marco de crisis profunda de las explotaciones
tradicionales aparecen algunas explotaciones novedosas, como ser la apicultura
que lentamente va ganado espacio e importancia, la producción de jazmines para
corte, pequeñas producciones
hortícolas de zapallo o sandía.
A la par de la crisis de la producción del Delta, profundamente
vinculada a cuestiones macroeconómicas relacionadas con la predominancia de las
políticas neoliberales a nivel nacional, coexisten situaciones derivadas de
problemáticas internas que generan la crisis de producción.
Curiosamente un
dato llama la atención en nuestras observaciones de campo, gran cantidad de los
estudiantes de las escuelas son hijos de nacidos en el Delta pero ellos han
nacido y han pasado su niñez en planta urbana. En algunas escuelas estas
situaciones aparecen en gran parte de la matrícula. Al indagar sobre esta
situación entre las familias que provienen de planta urbana notamos que son
muchas las que han llegado desde 1995 en adelante, mayormente motivados por la
falta de empleo o de expectativas. En general influidos por poseer propiedades
familiares en la isla, aunque sea pequeñas parcelas o viviendas optan por “el
retorno”. En muchos casos la existencia de familia funciona como una suerte de
enlace en este proceso de “vuelta al Delta”. “...cuando
lo echaron a mi papá hace unos años no le daban trabajo en ningún lado porque no
terminó séptimo grado...además le decían que estaba grande.”“...cuando se puso
muy jodido por la guita nos vinimos para la quinta que había sido de mis
abuelos, porque acá comés seguro, lo que plantás, lo que caza mi viejo, además
no hay que pagar gas, luz y todo eso que en el continente nos mataban...”
S.T.
“...nosotros
hace poco que vinimos del continente, porque nosotros somos de acá....nos fuimos
porque con la fruta no alcanzaba para comer...allá en el continente vivíamos con
mis abuelos y mi papá trabajaba en una fábrica, pero esta cerró...y mis viejos
decidieron venir para acá...”G.G.
A partir de estos relatos y otros de este trabajo es posible
suponer que el creciente retroceso de la actividad industrial y del empleo,
dieron lugar a que la permanencia en “el continente” se tornase dificultosa, y
aunque la situación en el Delta no era del todo óptima, igualmente se viese como necesario el
retorno al lugar de origen, generando un proceso de migraciones urbano-rurales
hacia el Delta.
Los movimiento espaciales de población pueden describirse de la
siguiente manera, durante los años 1994 hasta el 2000-2001 lejos de existir
inmovilidad poblacional es un periodo sumamente dinámico, Los hijos raramente se
van a planta urbana, ya que la falta de trabajo parece haber retrasado el
casamiento y la maternidad además de haber cancelado el deseo de migrar “al
continente”. M.C de dieciocho años nos
cuenta “…nosotros (por el y su novia, también de dieciocho) no os vamos, va no
se va nadie, a que te vas…nos quedamos, no porque querramos, pero no hay nada de
trabajo. Además queremos casarnos, pero no por ahora, no podemos irnos, hace
falta plata, igual que para los chicos.”
Asimismo se nota
una sensible tendencia de retorno de población de la ciudad al campo. En las
escuelas casi un tercio de los chicos, aunque a veces menos, pertenecen a
familias que han venido a vivir, o
vuelto, al Delta en los últimos diez años. Los casos que mencionan la seguridad
como causa son mínimos. En general se menciona una conjunción de causas
diversas. Por un lado la existencia de vivienda familiar sin costos
prácticamente, esto acompañado a que una combinación de trabajo doméstico y
alguna otra opción como pueden ser artesanías para vender en ferias o comercios,
algún cultivo o salario derivado de empleo estacional o un plan social permiten
solventar las necesidades de una familia, apretadamente pero lo permiten. Otras
familias vinieron a invertir indemnizaciones o en situaciones similares, casi
siempre aprovechando los lazos familiares en la isla y “escapando” periodos de
desempleo sostenido.
El relato sigue ahora de lo charlado en una clase, sobre problemas laborales y
transformaciones en la industria, el comentario surge de S.T. (hija de H.T.) de
dieciocho años, está en primer año de polimodal: “cuando lo echaron a mi papá hace unos años
no le daban trabajo en ningún lado porque no terminó séptimo grado...además le
decían que estaba grande.”“...cuando se puso muy jodido por la guita nos
vinimos(1993) para la quinta que había sido de mis abuelos, porque acá comés
seguro, lo que plantás, lo que caza mi viejo, algo que vendés (cueros,etc.)
además no hay que pagar gas, luz y todo eso que en el continente nos
mataban...”. Para sorpresa del profesor hablan sin problema sobre las
dificultades, e incluso del hambre, que enfrentaron en continente, y no sólo lo
hace S.T. sino también varios compañeros. Parece no serles extraña la idea de
volver al Delta ante la desocupación, pero sigamos con S.T.
“nos volvimos por eso, acá por
más que no te den trabajo algo podés hacer siempre...”
En los últimos años
(2003-2004-2005) no parece haber nuevas familias.
De alguna manera
se pueden describir dos situaciones muy distintas, por un lado hay quienes
vienen a producir, aprovechando la propiedad de la tierra o la disponibilidad de
capital. Estos en general se vuelcan al turismo recreativo o al mimbre,
dependiendo en general si han sido o no previamente habitantes del Delta. Por
otro lado se puede encontrar un grupo mayoritario de “retornados” en situación
más precaria, que recurren a estrategias mixtas entre empleo estacional y la
subsitencia obtenida por medio de diversas alternativas.
Al intentar de verificar estas notas de campo con los datos de los
Censos de población surgían dificultades. Si para 1991 en la zona del estudio
había 3600 personas, en 2001 solo alcanzaban las 2900 aproximadamente. Existen
dos explicaciones: o el proceso de migraciones urbano rural no es tan importante
como se lo plantea o se enfrenta una dificultad que surge justamente de los
plazos de realización de los censos. Luego de revisar notas de campo opté por
considerar la segunda opción: se trataría de una dificultad surgida con la
utilización de datos Censales de los años 91 y 01 que surgía es justamente el
periodo en el que se supone comienza y finaliza el proceso. El análisis se
corresponde con un proceso intercensal, es decir que no quedaba claramente
registrado en los datos censales. Esto se debe a que luego del Censo
91’ la
movilidad de población en sentido urbano era muy rápida a consecuencia de los
efectos post-hiperinflacionarios en las pequeñas producciones locales. A esto se
sumaban la persistencia de efectos negativos de las inundaciones, así como las
restricciones de políticas estatales generadoras de empleo. Pero luego y
aceleradamente, cambia está
dinámica revirtiéndose el sentido
de la migración, por dinámicas ya explicadas, pero la magnitud del proceso no es
suficiente para que se contabilicen un crecimiento en la cantidad de efectivos
entre los censos. Para superar las limitaciones que genera esta situación recurrí a datos cuantitativos
alternativos, como las matrículas escolares del Delta que reflejan la cantidad
de estudiantes de cada escuela en cada año.
El análisis de estos datos refleja que tomando cinco escuelas
representativas se puede constatar el violento descenso que se produce desde el
89’ al
91’, cuando
se estabiliza. Luego crece lentamente la matrícula escolar, hasta que la
implementación de la ley Federal supone la extensión de la primaria. Aquí los
datos sufren un aumento significativo, dado que la incorporación de los 8º y 9º
años suponen un aumento de un diez a un quince porciento de la matrícula en
promedio, pero el crecimiento ronda entre el veinte y el cincuenta porciento.
Esta diferencia en la matrícula supone un incremento de la población que se da a
mediados de la década de los noventa, ya que no solo no se da un aumento de la
fecundidad sino lo contrario.
Matrícula escolar según por años, según
escuelas.
AÑO |
Escuela A |
Escuela B |
Escuela C |
Escuela D |
Escuela E |
TOTALES |
1989 |
79 |
80 |
102 |
88 |
158 |
507 |
1990 |
85 |
73 |
107 |
80 |
150 |
574 |
1991 |
84 |
77 |
121 |
74 |
176 |
532 |
1996 |
92 |
80 |
117 |
72 |
113 |
474 |
2001 |
103 |
106 |
210 |
96 |
195 |
710 |
FUENTE: DGCyE, Pcia. de
Buenos Aires
Considero que, a partir del proceso de movilidad de población
hacia las el Delta iniciado a mediados de la década del ’90, las formas de
producción realizadas por los “isleños” del Delta (mayoritariamente
agrícola-artesanales), articuladas con las formas de reproducción de la fuerza
de trabajo (combinación de tales formas de producción con la venta de fuerza de
trabajo para empresas agropecuarias), formarían parte del proceso de
reproducción social de la población campesina del
Delta.
“...yo trabajaba como tornero en una
fábrica de bombas de agua, que había en San Fernando al fondo...viajaba todos
los días hasta allá...estuve siempre ahí porque entré de aprendíz a los 18
(alrededor de 1980 n/e), después fui aprendiendo y cambié de puesto...en 1991
cerró porque ya no vendíamos nada...una pena porque nos trataban bien...yo
busqué trabajo por unos meses, pero después agarré todo me vine a la quinta de
mis viejos en el Canal N°4, con mi familia... porque acá de alguna forma,
con la quinta, con los frutales, el
mimbre y algo de álamo, más un amigo, un pariente que tire una changa, siempre
vivís...”M.A.
“...nosotros
cuando nos vinimos de vuelta a la quinta, para 1994, ya no teníamos los frutales, ni plata
para plantar, porque estuve sin trabajo mucho tiempo...entonces plantamos mimbre
que no necesita mucho...con eso mi mujer hace cosas artesanales como cestos....yo varéo el
mimbre en el invierno (esto es para su producción), además mi hijo mayor cría
conejos (para carnear) que vende en un par de carnicerías del continente y en
primavera planto madera para Papel Prensa...en otoño corto madera para la
papelera.”I.M.
A
partir de estos relatos es posible afirmar que algunos de los “nuevamente”
habitantes del Delta inician un
proceso de combinación de actividades dentro de las formas de producción
(agrícola-artesanales como “producción simple de mercancias”) como también fuera
de ellas, a través de la venta temporaria de fuerza de trabajo. Esta combinación
de actividades, da cuenta de las formas de reproducción de la fuerza de trabajo
de la población.
Sosteniendo esto es que se puede afirmar que este proceso de
movilidad espacial de población se realiza siguiendo la lógica de las
necesidades de subsistencia de la población, pero al mismo tiempo es funcional a
la reproducción del capital, ya que abastece de mano de obra barata a la
industria y luego a las empresas agrarias. Estas actividades mixtas antes
mencionadas son las que permiten a los habitantes del Delta que han vuelto
vender su fuerza de trabajo por debajo de las necesidades de
reproducción.
Conclusiones: el final de un proceso…¿y
ahora?
El Delta vivió un proceso de despoblamiento desde mediados de la
década del cuarenta hasta mediados de la década del 90. El mismo se debió a
factores de expulsión vinculados a la dinámica local, como la crisis de la
fruta, el mimbre, las dificultades para la renovación de cultivos, la crisis de
los pequeños productores y las inundaciones de implantación lenta del 49, 69 y
83 ante todo. La posibilidad de hallar un empleo industrial en el “continente”
actuó como impulsor de esta migración, más allá de que realmente se lograse o
no. Pero la fuerte desindustrialización que se agudiza a mediados de la década
del 90’ se
proyecta sobre estos “ex isleños” en forma de desempleo de larga duración. Ante
esta situación de encrucijada aparece en algunos casos la decisión de retornar
al Delta, aprovechando las posibilidades múltiples que en él se encuentran. Esto
genera un proceso de migraciones urbano rurales que alcanza una dimensión
observable tanto en estudios cualitativos como cuantitativos.
El nuevo cambio de modelo económico, el crecimiento industrial y a
la par la revalorización de algunos productos que se elaboran en el Delta, como
la madera y el mimbre así como la
incorporación de otros nuevos como la miel y los jazmines abren un nuevo
horizonte para los habitantes y productores del Delta. Aparentemente el proceso
en sentido urbano-rural se ha paralizado, pero esta nueva etapa invita a
plantear nuevos interrogantes y desafíos, ya que tanto a escala local como
nacional no parece haber demasiadas continuidades con las condiciones que
generaron el proceso antes analizado.
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La
fuerte disminución de la cantidad y superficie en hectáreas de las explotaciones
que se registra entre los Censos Agropecuarios de 1969 y 1988, de 1945
explotaciones con un total de 65.243 has. en el primer año a 161 explotaciones,
con un total de 20.814 hectáreas en el segundo año.
Ponencia presentada en el
Simposio "El Espacio Rur-Urbano". Octavo Encuentro Internacional Humboldt.
Colón, Entre Ríos - Argentina. Jueves 28 de setiembre de
2006.