Asunto: | [CIO_Chile] OVNIS NAZIS SUDAMERICA Y ANTARTIDA... | Fecha: | Domingo, 24 de Noviembre, 2002 20:38:10 (-0600) | Autor: | Guillermo Aguilera <repovni @.....com>
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http://elastral.iespana.es/elastral/ufo/articulo/nazi_ufo.html
La luftwaffe que no conocimos A pesar de que dentro del estudio del
fenómeno ovni la hipótesis más extendida sea la de su presunto origen
extraterrestre, existen numerosos expertos que opinan que hay suficientes razones
de peso como para considerar que en muchas ocasiones nos encontramos ante
aparatos fabricados por el ser humano.
Durante el mes de diciembre de 1944 corrían intensos rumores entre las
fuerzas aliadas sobre el desarrollo por los alemanes de nuevas e increíbles armas
secretas llamadas a cambiar el curso de la contienda. El autor Renato Vesco, en
un libro de una gran riqueza técnica aunque muy poco conocido titulado
Intercetelli sensa sparare, defiende la existencia real de inéditos desarrollos
aeronáuticos construidos durante las postrimerías de la guerra en las
instalaciones de la Wiener Neustadt. Otro gran historiador militar, el mayor
Rudolph Lusar, en su antológico German secret weapons of world war II, nos
introduce igualmente en el fascinante mundo de la tecnología secreta
nazi.
"Interceptar, pero no disparar?" esta ha sido la orden que pilotos de
combate de todo el planeta han recibido desde que en 1947 comenzaran a ser
acosados sistemáticamente por estos misteriosos aparatos. El 24 de junio de aquel
año, un piloto privado llamado Kenneth Arnold inauguró la edad moderna de los
ovnis al divisar una formación de nueve aparatos que parecían sacados de la
imaginación de un escritor de ciencia-ficción. Más de medio siglo ha transcurrido
desde aquel histórico momento y, a pesar de ello, nadie ha sido capaz de dar
respuesta al enigma más apasionante del siglo XX: la naturaleza y procedencia de
estos aparatos.
En las jornadas que siguieron a este primer avistamiento, los
periódicos americanos se llenaron con casos semejantes. Aquel mismo día, el
prospector de minerales Fred Jonson declaró haber presenciado el paso de la misma
"escuadrilla" avistada por Arnold. El avistamiento se prolongó por espacio de
unos cincuenta segundos, durante los cuales estos aparatos sobrevolaron a baja
altura la posición del señor Jonson, que observó como mientras esto sucedía la
aguja de su brújula comenzaba a girar de manera incontrolada. A este siguieron
otros casos que acapararon la atención del público durante todo el mes, los
cuales, curiosamente, parecían verse limitados exclusivamente a la esquina
noroeste de los EE.UU.
Un poco de ciencia-ficción Durante la primavera de
1949, contando con apenas una docena de informes repletos de datos irrelevantes,
que fácilmente podían ser relacionados con fenómenos ordinarios que nada tenían
que ver con los ovnis llevó a los investigadores de la comisión Hyneck a esperar
cándidamente que los avistamientos se irían desvaneciendo de una manera gradual y
espontánea. No fue así, y nuevos casos fueron contrariando sistemáticamente estas
expectativas oficiales. Mientras, los medios de comunicación se convertían en
foro abierto en el que se discutía la naturaleza y procedencia de estos aparatos.
Sesudos profesores adoctrinaban a la población sobre las posibles virtudes de la
antigravedad mientras una trouppe de desaprensivos pretendía montar fraudulentos
espectáculos mediáticos a costa del fenómeno (en realidad la cosa no ha cambiado
tanto en cincuenta años).
A principios de junio de 1952, la fuerza aérea
estadounidense tenía que vérselas con otra gran oleada. Esta vez, los no
identificados se permitían el lujo de jugar impunemente con los pilotos que
pretendían interceptarles y en el colmo del descaro incluso sobrevolaban el
espacio aéreo de la Casa Blanca a velocidades cercanas a las 7.200 millas por
hora. Los expertos militares sacaron de esta experiencia una conclusión
inequívoca. Fuera lo que fuera aquello, indudablemente estaba controlado por
algún tipo de inteligencia. Más tarde, las apariciones se trasladaron a la zona
de los grandes lagos. La prensa no dejó de hacerse eco de esta nueva oleada y
esta vez el tono de los periodistas tenía un cierto tinte acusador hacia unas
fuerzas aéreas que permitían que aparatos desconocidos sobrevolasen sin control
el cielo de su país.
Pero lo cierto es que esta historia había comenzado mucho
años antes, en 1944, con unas misteriosas luces que aparecieron sobre los cielos
de la cuenca del Rhin. Debajo, en la agonizante Alemania de las postrimerías del
Tercer Reich, técnicos y científicos se afanaban en ultimar armas secretas que
cambiasen el curso de la contienda. Aparecieron nuevas tecnologías como los
infrarrojos, que dotaron a los pilotos de cazas y bombarderos nocturnos de unos
ojos mágicos que les permitían taladrar las tinieblas para descubrir al enemigo.
En este entorno fue donde aparecieron los llamados Foo Fighters o Kraut Balls,
misteriosas esferas luminosas que acosaban a los pilotos aliados durante sus
incursiones.
El revolucionario armamento antiaéreo alemán Los servicios de
inteligencia aliados comenzaron de esta manera a saber de la existencia de toda
una nueva generación de armas que, de haber llegado antes, podrían haber supuesto
una última esperanza para el régimen nazi. Los químicos desarrollaban proyectiles
cargados con gases que explotaban violentamente al penetrar en los carburadores
de los motores enemigos. Los ingenieros trabajaban en los llamados cañones sin
proyectil, destinados a derribar a los bombarderos americanos mediante violentas
corrientes de aire a presión. Los laboratorios de Telefunken trabajaban sin
descanso en el desarrollo de mísiles guiados por televisión, en cuyas pruebas se
consiguió hundir un par de buques aliados sin que ni siquiera supieran de donde
les había venido el golpe mortal.
Al final de la contienda, todos estos
desarrollos fueron sistemáticamente por las autoridades de los países aliados.
Mucho se ha hablado del papel de los norteamericanos en este sentido, pero mucho
menos conocido e igualmente relevante es el de los británicos, en cuya zona de
influencia quedaba el llamado reducto alpino, la zona de Alemania donde se
encontraban la mayor parte de los laboratorios secretos. Su industria aeronáutica
se vio beneficiada por múltiples de estos nuevos conceptos, entre los que
destacaba el denominado avión de succión, que empleaba la succión de aire como
parte de su fuerza sustentatoria, lo que le permitía despegar en espacios muy
cortos y alcanzar velocidades inusitadas para la época.
Así, los años 50
constituyeron una época de espectaculares posibilidades para la industria
aeronáutica, coincidiendo con la época de mayor esplendor del fenómeno ovni. Como
continuación de los trabajos iniciados con el avión de succión, se comenzó a
experimentar con la aerodinámica de las superficies porosas, un concepto que
permitía que el propulsor se encontrara encerrado dentro de la propia superficie
de sustentación del aparato. A este respecto, el ministro de aeronáutica Sir Ben
Lockspeiser anuncio públicamente el desarrollo por parte de la industria
británica de nuevos modelos de aeronaves que en nada se parecían a las conocidas
hasta ese momento. En realidad se refería al desarrollo de un aparato similar a
un platillo volante y basado en un proyecto alemán llamado Luftschwamm (esponja
aérea), que se desplazaba sobre un colchón de aire generado por una potente
turbina encerrada en el interior de un casco poroso.
Proyectos fantasma A
pesar de la considerable propaganda que en su momento se hizo alrededor de estos
proyectos, en un momento dado desaparecen totalmente de la escena pública
envueltos en una niebla de endebles justificaciones y dejando sin justificar un
agujero de cientos de millones de libras. Tras los espectaculares anuncios de
"aeronaves sin piloto", "aviones sin necesidad de combustible" y aparatos con
velocidades de crucero de más de 3.000 millas por hora sólo quedaron un montón de
preguntas y ninguna respuesta satisfactoria. No obstante, queda constancia de que
los ingenieros británicos trabajaron por aquellas fechas en lo que denominaban
aparatos de estabilización giroscópica, naves discoidales cuyos bordes giraba
rápidamente sobre sí mismos mientras que en la cabina, en forma de cúpula,
permanecía estacionaria en el centro.
Durante la gran oleada de 1954, el
periodista Franco Bandini hacía retóricamente a sus lectores la siguiente
pregunta: "a la luz de la lógica y de nuestra experiencia sobre los métodos
generalmente empleados por las grandes potencias en el desarrollo de armamentos,
¿Podemos barajar de una manera razonable la posibilidad de que estemos ante algún
tipo de arma secreta?" ¿Es posible mantener un secreto de estas características?
Por supuesto que sí, no tenemos más que recordar que los ciudadanos americanos
supieron de la existencia de la bomba atómica al mismo tiempo que los desdichados
habitantes de Hiroshima. sin ir más lejos, los propios alemanes fueron capaces de
ocultar factorías enteras bajo tierra que jamás fueron descubiertas por la
multitud de espías y aviones de reconocimiento que intentaban infructuosamente
dar con los centros secretos de la producción bélica germana.
Las cantidades de
dinero precisas para llevar a cabo tan magnos proyectos a espaldas del público se
obtienen sin ninguna dificultad (no hay más que recordar el llamado escándalo de
la R. A. F. en la Inglaterra de los años 50, o el estadounidense caso
Irán-contra). Por último, la teoría del origen extraterrestre de estos aparatos
proporcionaría la pantalla de humo perfecta para sumir en la más absoluta
perplejidad a todo aquel que quisiera adentrarse en el estudio de los no
identificados y, de paso, establecería un escenario ideal para la puesta en
práctica de siniestras operaciones de control mental.
Los ovnis de Marconi El
tema de los ovnis fabricados por el hombre no quedaría completo sin hacer
siquiera una mención a una creencia moderadamente popular en Italia y en algunos
lugares de América del Sur según la cual, el inventor Guglielmo Marconi habría
levantado una ciudad secreta en algún lugar del continente americano. Su yate, el
Electra, era un verdadero laboratorio flotante en el que realizaba los más
variados experimentos y con el que hacía continuos y misteriosos viajes a
Venezuela por alguna desconocida razón. Narciso Genovesse, en su libro Mi viaje a
Marte, fue quien hizo la contribución decisiva para popularizar la historia de la
ciudad secreta de los Andes. En él, describe sus viajes interplanetarios a bordo
de los platillos volantes construidos por Marconi y sus descendientes.
Al margen
de estas rarezas, lo cierto es que durante los últimos diez años han salido a la
luz diversas informaciones que parecen apuntar en el sentido del desarrollo por
parte de los alemanes de aeronaves muy poco convencionales al final de la Segunda
Guerra Mundial. De hecho, todo parece indicar que, como de costumbre, algunos de
los pedazos más suculentos de la historia de esta contienda han sido
sistemáticamente sustraídos del conocimiento público en beneficio de la
?seguridad nacional?, incluido el epílogo que protagonizó el almirante Byrd en
1947, al mando de una fuerza de intervención cuya misión era invadir la Antártida
(pero esa historia la reservaremos para otra ocasión). Hay un pequeño detalle,
estúpido si se quiere, pero que siempre me ha hecho reflexionar sobre esta
cuestión: ¿Se han fijado ustedes que los platillos volantes de los 50 tienen
aspecto de aparatos de los años cincuenta, los de los 60 tienen el aire típico de
la década prodigiosa y así sucesivamente hasta llegar a nuestros días? ¿Acaso los
extraterrestres están al tanto de nuestras modas y tendencias en el diseño
industrial? Personalmente no lo creo? Es posible –solo posible- que alguien haya
puesto todo su esfuerzo en condicionarnos para creer los aparatos que llevamos
cincuenta años viendo surcar ágilmente los cielos proceden de otros planetas,
cuando la realidad, podría ser muy distinta y mucho más siniestra. Si la CIA ya
ha admitido públicamente que escenificó avistamientos ovni de cara a la opinión
pública, ¿cuánto nos queda por saber de este tipo de manipulaciones? Por todo
ello, querría acabar este reportaje reproduciendo el decálogo establecido en su
momento por el investigador Renato Vesco y que todo aficionado a los ovnis
debería, cuando menos, tener en cuenta:
1.Muchos de los avistamientos ovni han
sido generados por aparatos completamente terrestres, fabricados con tuercas y
tornillos como cualquier otro.
2.El fenómeno no ha adquirido una dimensión
apreciable hasta finales de la Segunda Guerra Mundial.
3.Antes y durante la
contienda se experimento con toda una panoplia de medios alternativos de
propulsión.
4.Los nazis experimentaron con aeronaves de forma discoidal y
tubular.
5.Durante la invasión aliada, algunos de estos aparatos fueron
utilizados, como los conocidos foo-fighters.
6.Americanos y británicos se
llevaron la parte del león de la tecnogía nazi, incluyendo a sus más brillantes
cerebros.
7.Algunas divisiones alemanas se ocultaron al final de la guerra en
bases secretas en la Antártida y las selvas de Sudamérica.
8.Toda la
tecnología creada por los nazis fue posteriormente desarrollada por los
aliados, incluidos los misiles teledirigidos y los aviones a reacción.
Curiosamente, nunca se volvió a saber de las naves discoidales.
9.Durante la
segunda mitad de la década de los cuarenta y la primera de los cincuenta se
produce un inusitado número de avistamentos en especial en Norteamérica, América
del Sur y sur del continente africano.
10.A pesar de tratarse oficialmente de
alucinaciones colectivas, globos sonda y gas de los pantanos, los documentos
relativos a los ovni siguen siendo guardados con extremado celo bajo sellos de
alto secreto.
Si juntamos todas estas piezas, es difícil no llegar a la
conclusión de que algo muy extraño lleva sucediendo en este planeta desde hace
más de cincuenta años. Tampoco debería extrañarnos. Ya se sabe que la realidad
tiende la mayor parte de las veces a ser más extraña que la ficción.
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