La cumbre de Charm el-Cheikh, que
debía poner fin a los enfrentamientos entre palestinos e israelíes, ha sido un
fracaso. Desde entonces la sangre ha seguido derramándose: 16 muertos más y más
de 400 heridos del lado palestino. Ningún muerto más del lado israelí. No es
Israel el que está en peligro…
Si el aparato de propaganda israelí y
las grandes cadenas de televisión internacionales ponen en evidencia los
disparos realizados por palestinos en Beit Jala sobre la colonia de Guilo en
Jerusalén Este, el balance de los muertos de esta semana está ahí para recordar
la evidencia: la utilización de tanques se ha convertido en una rutina y los
militares israelíes no dejan de anunciar que, si continúan las manifestaciones,
no dudarán en utilizar medios aún más violentos.
Ni siquiera las presiones combinadas
de Bill Clinton y de Hosni Mubarak han conseguido forzar al presidente de la
Autoridad palestina a utilizar sus fuerzas armadas contra los manifestantes. Y
aunque lo hubiera hecho, las provocaciones del ejército israelí y de los colonos
habrían reabierto
inmediatamente los enfrentamientos.
Ehud Barak, por su parte, no ha ocultado que la retirada simbólica , y
geográficamente limitada, de algunas de sus fuerzas militares estaba ligada a la
cumbre árabe de El Cairo, cuyas resoluciones temía. Acabada esta última, puede
volver a lo que parecen los tres ejes de su política: golpear, golpear y
golpear.
Demostraciones de
fuerza.
¿Con qué objetivo?. Los comentaristas
israelíes se pierden en conjeturas, para llegar finalmente a la conclusión de
que el brillante militar formado en Standford University no tiene ninguna
estrategia, siendo su única preocupación mostrar la fuerza de Israel a los
palestinos, con el fin de que no se atrevan a soñar con la autodeterminación. Es
lo que se esconde tras la
idea de "separación
unilateral".
La separación representa una realidad,
impuesta unilateralmente por Israel, desde hace más de 5 años. Se conjuga con la
prosecución de la dominación militar, espacial y económica, razón por la que se
la define cada vez más como una forma de apartheid. En estas condiciones, el
"nuevo plan" del primer ministro israelí no es más que un eslogan vacío de
contenido, que
debe crear la ilusión de una
perspectiva estratégica y permitir un consenso sobre el que podría estabilizarse
un gobierno de unión nacional con la extrema
derecha.
En esta perspectiva, las negociaciones
avanza, pero son Ariel Sharon y sus amigos los que fijan las condiciones. Todo
parece ocurrir como si, a falta de algo mejor, la clase política israelí se
preparara para una guerra generalizada, que no tiene claro que se desenvuelva a
su favor, pero cuya técnica, al menos, controla.
Ciertamente, la cumbre de El Cairo ha
indicado claramente que los principales Estados árabes no estaban dispuestos a
tomar medidas reales contra Israel. Ha hecho comprender tanto a Yasser Arafat
como a los dirigentes árabes que no querían contentarse con declaraciones, que
Egipto,
Siria y Jordania no querían correr el
riesgo de una confrontación militar con Israel. La situación es sin embargo
demasiado grave para excluir una espiral de la tensión, que conduciría a una
nueva regionalización del conflicto. Sobre todo si se tiene en consideración que
Barak navega sin
brújula y que pasa su tiempo lanzando
ultimátums a los diversos protagonistas del conflicto, si persisten a negarse a
bailar al ritmo querido por Israel.
El comienzo de despertar del
movimiento pacifista israelí es, por ello, aún más positivo, incluso si por
ahora permanece limitado. El 21 de octubre, en Haifa, varios miles de
manifestantes israelíes, en su mayoría árabes, respondieron al llamamiento de
sesenta movimientos y asociaciones, para exigir que el ejército dejara de
disparar y que el gobierno retomara las
negociaciones para una paz basada en
el derecho. La asociación Paz Ahora se encontraba allí al lado de las
organizaciones radicales y de las estructuras representativas de la población
árabe de Israel. Entre los numerosos oradores, Shulamit Aloni, antigua ministra
de educación del gobierno de Rabin, exigió el desmantelamiento de las colonias y
una soberanía palestina
en Jerusalén Este. En cambio, el apoyo
del alcalde de Haifa, el general de la reserva Abraham Mitzna, a Ehud Barak, ha provocó abucheos
de una multitud que, en su inmensa mayoría , había votado a favor suyo el año
pasado. Sería sin embargo prematuro afirmar que la población árabe y una parte
del movimiento pacifista israelí estarían dispuestos a rechazar el chantaje
al
voto Barak frente al tandem
Sharon-Netanyahu, en elecciones que parecen disiparse para la próxima primavera.
Para detener la locura asesina en
curso, es precisa una intervención internacional, decidida a imponer al menos la
retirada de las fuerzas militares israelíes y la redefinición de un marco de
negociaciones que pueda poner fin al diktat israelo-americano. Los palestinos
piden una protección internacional y este llamamiento debe ser retomado con
vigor por el movimiento de solidaridad que comienza a reorganizarse en todo el
mundo, tras siete años de confusión mantenida por los acuerdos de
paz.
Michel
Warshawski,
Desde Jerusalén
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DETENER EL PLAN DE GUERRA
IMPERIALISTA
1. Con la aprobacion por el Congreso de Estados
Unidos del llamado Plan Colombia, el conflicto politico, social y militar
colombiano se puede convertir en
unos de los principales escenarios de confrontación antiimperialista a escala
del Tercer Mundo.
La decision norteamericana
de financiar y comandar directamente el Plan Colombia, es presentada como una
operacion de lucha contra la droga y el narcotrafico; sin embargo, el 80% de los
7.500 millones de dolares del Plan Colombia, tiene un objetivo politico
contrainsurgente y a la vez, de
destruccion de los cultivos de sobrevivencia de 400.000 familias
campesinas.
Destruccion de cultivos y
depredacion ecologica-etnica-cultural, que cuenta con la experiencia cercana de
la "Operacion Dignidad" en Bolivia; operación conducida por los
"consejeros" yanquis, los militares
de ese pais, y la agencia USAID.
El Plan Colombia, significa
la mas grave agresion extranjera de los ultimos tiempos sobre un pais del
continente, y confirma la voluntad
imperialista de asegurar su hegemonia sobre America Latina y el Caribe. Se inscribe en la vision norteamericana
de que el "desorden colombiano se transforma en un riesgo regional", aumenta la
"inseguridad hemisferica" y pone en
peligro la "seguridad nacional" de Estados Unidos. En tal sentido y con la
prepotencia de siempre, el imperio ha resuelto convertir a Colombia -y la region
andina- en un nuevo terreno de guerra.
2. El decreto del 23 de agosto emitido por la
administracion Clinton que aprobo una "ayuda" militar de 1.319 millones de
dolares al gobierno del presidente Pastrana, solo puede tener una lectura: es
una declaracion de guerra contra la insurgencia armada (FARC, ELN, EPL), y
tambien contra el movimiento sindical, campesino, popular, de derechos humanos,
partidos politicos de izquierda y, en fin, contra todos los actores democraticos
de la sociedad colombiana.
En el cuadro de un conflicto
politico, social y armado que solo en los ultimos años ha provocado 35.000
muertos, 1.000.000 de "desplazados internos" (una cifra solamente superada por el
drama ruandes-congoles) y 800.000 exiliados, el Plan Colombia lejos de ser una opcion de paz, es un
instrumento para fortalecer la capacidad represiva del Estado, tanto como la de
las organizaciones criminales del paramilitarismo.
3. Esta redimension de la estrategia
intervencionista norteamericana, se ubica en un paisaje latinoamericano dibujado
por la crisis economica, el crecimiento de las resistencias sociales, y la
perdida de legitimidad del "modelo neoliberal". En algunos paises, incluso, las elites
gobernantes enfrentan situaciones de ingobernabilidad y crisis de dominacion
(Colombia, Ecuador, Peru, Bolivia).
Los sucesivos levantamientos
indigenas en Ecuador, populares y campesinos en Bolivia, tanto como la descomposicion
del regimen de Fujimori por un lado, y los pronunciamientos nacionalistas de
Chavez, por el otro, han activado los vientos de tormenta en la region andina.
Simultaneamente, se asiste a un
aumento del descontento y la resistencia antineoliberal en otros paises de
America Latina y el Caribe.
El imperialismo
norteamericano juega entonces, todas las cartas por obtener una
"estabilizacion", al precio que sea. El Plan Colombia no es solo la apuesta por
modificar decisivamente las relaciones de fuerzas en el conflicto interno
colombiano, sino por establecer un control sobre el Amazonas y las riquezas
petroleras del Orinoco, o reafirmar la presencia militar en la zona del Canal de
Panama y el Caribe.
4. El argumento de la "seguridad nacional" para
Estados Unidos expresa la manifestacion de tutelaje y el desconocimiento mas
completo y arrogante de cualquier intencion de soberania nacional sobre aquellos
asuntos que puedan "afectar" a Estados Unidos.
Esta politica somete a los
paises y a los pueblos latinoamericanos al control economico y al pillaje
neocolonial de los organismos financieros internacionales y las firmas
multinacionales (pago de la deuda externa, intercambio desigual,
privatizaciones) y acelera el camino hacia la creacion del Area de Libre
Comercio Americana (ALCA) que busca una "integracion" subordinada a los
intereses norteamericanos y que en muchos aspectos, que cuestiona a los bloques
regionales actualmente existentes, en particular al
Mercosur.
Se pretende con ello,
disciplinar aun mas a los gobiernos latinoamericanos, y cerrar el paso a todo
proyecto alternativo de desarrollo democratico y soberano propuesto desde la
izquierda y el campo popular. Al mismo tiempo, el Plan Colombia persigue una
delimitacion de areas de influencia con los imperialismos de la Union Europea,
en la disputa por los mercados latinoamericanos, las riquezas bioenergeticas y
estrategicas del Amazonia, asignandole a los gobiernos de la Union Europea el
papel de donadores "humanitarios" sobre todo para equilibrar los desajustes
macroeconomicos, el pago de la deuda publica y privada, y los efectos sociales
"colaterales" de la politica de tierra arrasada.
5. A diferencia de otras operaciones
intervencionistas norteamericanas, el Plan Colombia utiliza la presion militar
para asegurar la aplicacion del Plan de Ajuste antipopular y desnacionalizador
que el gobierno de Pastrana y el FMI acordaron en 1999. Este acuerdo establece
las condicionalidades para avanzar en las contrarreformas que apuntan a
desarticular la educacion y la salud publica gratuita y los sistemas de
seguridad social solidarios; profundizar la flexibilizacion laboral; la
privatizacion de empresas estatales, carreteras y rios; la venta de la
biodiversidad: la explotacion privada de los recursos energeticos; y la negacion
de los derechos de los pueblos indigenas. Este Plan de Ajuste, agrava el
desempleo y la miseria en un pais donde el 50% de la poblacion sobrevive con
menos de dos dolares diarios, y en donde una pequena minoria oligarquica (3%)
ostenta el 70% de la propiedad.
Estas contrarreformas que
tienen un caracter antidemocratico -y solo pueden aplicarse expropiando derechos
sociales basicos y violando derechos humanos elementales- ha venido siendo
contestadas por los movimientos sociales a traves de Paros Civicos, huelgas y
diversas manifestaciones de masas.
6. Ante la gravedad del momento, y teniendo en
cuenta que ya esta en marcha la "Operacion
Sur" en la region de Putumayo (como escenario piloto del
Plan Colombia), las organizaciones,
redes y movimientos sindicales, campesinas, indigenas, barriales, de mujeres,
religiosas, Amnistia Internacional, y el Servicio Paz y Justicia, tanto como los
partidos y frentes politicos de America Latina (en particular los agrupados en
el Foro de Sao Paulo), comienzan a movilizarse contra esta agresion
norteamericana y en solidaridad con el pueblo colombiano. Tambien diversas ONGs,
grupos de solidaridad en Europa, Estados Unidos y Canada, junto a personalidades
como Noam Chomsky, Eduardo Galeano, Jose Saramago, Dario Fo, y Danielle
Mitterrand, entre otras, han firmado un Manifiesto por la Paz y los Derechos
Humanos en Colombia. Todas estas movilizaciones y campanas confluyen en exigir
el respeto pleno de la soberania nacional y los derechos humanos; el
desmantelamiento del paramilitarismo, el cese inmediato del terrorismo de
Estado, y el fin de la impunidad para los culpables de las innumerables
masacres; el retiro de los 300 "asesores" militares norteamericanos y el rechazo
a cualquier intervencion extranjera; tanto como el respeto a la autonomia de los
movimientos sociales, campesinos e indigenas -inclusive en las zonas controladas
por la insurgencia armada- y la reivindicacion del "dialogo con justicia
social" como condicion para la
paz.
7. Las secciones, organizaciones simpatizantes y
fraternales de la IV Internacional participan de estas movilizaciones y
campañas, y en la batalla contra la intoxicacion mediatica que, bajo el manto de
la lucha contra el narcotrafico, apunta a neutralizar las acciones de un gran
numero de ONGs y movimientos sociales y democraticos.
Simultaneamente, insistimos
en la necesidad de comprometerse con el desarrollo de una campana de solidaridad
amplia, plural y unitaria, con los movimientos y organizaciones populares e
indigenas tanto de Colombia, como de Ecuador y Peru, que son blanco directo de
la estrategia represiva del Plan Colombia.
Las fuerzas de la IV
Internacional coinciden, tambien, en la necesidad de poner enfasis sobre la
naturaleza de clase de esta guerra, y sobre la legitimidad de las luchas
insurreccionales que, de hecho, son luchas de resistencia anticapitalista contra
las oligarquias locales y expresion de un antiimperialismo
concreto.
En tales condiciones, la realizacion del
proximo Foro Social Mundial(Porto Alegre, enero 2001), es una oportunidad
militante para incorporar las consecuencias del conflicto colombiano y regional,
a las reflexiones y debates contra la mundializacion capitalista, y sobre los
proyectos politicos y sociales de transformacion radical de la
sociedad.
Comite Ejecutivo Internacional
de la Cuarta
Internacional
29 de octubre de
2000