Asunto: | [AndaluciaLibre] nº 307 - Venezuela: Ganó Chavez | Fecha: | Miercoles, 6 de Diciembre, 2006 20:35:48 (+0100) | Autor: | Andalucia Libre <andalucialibre @.......es>
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Porque el Estatuto reformado es neoliberal
y españolista. Sólo cabe VOTAR
NO
Por la Independencia
Nacional de Andalucía: No a otro Estatuto
de Dependencia
nº 308 -
Especial Venezuela
*Chávez ganó en todos los estados del país, ABN
*Presidente Chávez:
'Los
venezolanos votaron por la vía socialista' ,
Aporrea *Chávez gana y proclama el socialismo, Humberto Márquez
*Cronica de la
Campaña - Elecciones: debate pendiente, Julio Fermín
*Informacion
Venezuela
*“Nuevo triunfo popular, debe abrir etapa
para profundizar Revolución y avanzar al
socialismo”, Orlando
Chirino, Stalin Pérez
*Opinión -
Venezuela: las
piezas del puzzle bolivariano, Juan Torres López
*Correspondencia Escuálida, Te invito a vivir en
Venezuela, Margarita Belandria *Respuesta a una escualida
venezolana, Andalucía Libre
*VENEZUELA en Andalucía
Libre
*Breves y
Sugerencias - Asamblea de Jovenes de
Mijas -- Quebec y Escocia
* Andalucía Libre es Andalucía Laica
*
Directorio de Andalucía en Internet
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Especial
Venezuela
Ganó
Chávez
Venezuela
Chávez ganó en todos los estados del
país ABN, Caracas, 4/12/2006

El presidente reelecto, Hugo
Chávez Frías, resultó ganador en todos los estados que integran la República
Bolivariana de Venezuela, según el último boletín emitido por el Consejo
Nacional Electoral (CNE). La presidenta del órgano electoral, Tibisay Lucena,
informó al país que se han computado 90.96% de los votos, lo
que representa en números absolutos un total 11.110.140 votos.
Asimismo,
indicó que del total escrutado, 6.857.485 venezolanos
sufragaron por la opción encarnada en Hugo Chávez Frías,
arrojando un 62,57%, mientras que su más cercano contendor,
Manuel Rosales, recibió un 37.18% en la
votación.
La funcionaria también dijo que la participación
en estas elecciones alcanzó un 74.97% de un total de
14.822.144 ciudadanos inscritos para el evento comicial.
Chávez
también ganó en Zulia y en Nueva Esparta
Caracas, 4 Dic. ABN.-
El presidente reelecto de la República Bolivariana de Venezuela, Hugo Chávez
Frías, obtuvo en el Zulia el respaldo de
50,57% de la población votante, con un total de 630.207
sufragios escrutados, y en Nueva Esparta,
58,49%, lo que representa 109.273 votos.
Según el primer
boletín emanado del Consejo Nacional Electoral (CNE) a las 11:26 de la noche de
este domingo, el Jefe de Estado reelecto obtuvo la victoria en los 24
estados del país.
De acuerdo con los datos preliminares,
Chávez Frías tuvo un apoyo irrestricto del Zulia, actualmente
gobernado por el candidato opositor, Manuel Rosales, al obtener el respaldo de
50,57%, con un total de 630.207votos escrutados, mientras que su principal
contrincante obtuvo 49,26%, de un total de 613.881
En Nueva Esparta,
también gobernado por un opositor al Gobierno, Morel Rodríguez, el Presidente
reelecto se alzó con la victoria al obtener 58,49%, lo que
representa 109.273 votos, contra 41,27%, que significa 77.110
sufragios que obtuvo Rosales.
En el estado donde Chávez tuvo mayor
porcentaje de votos fue Portuguesa, con
75,27%, de un total de 205.601 sufragios, mientras que Rosales
consiguió en esa entidad 24,44%, de un total de 66.759 votos.
Presidente Chávez:
'Los
venezolanos votaron por la vía socialista'
Prensa Presidencial (05.12.2006).- En
un encuentro con los medios de comunicación públicos y privados de Venezuela,
agencias internacionales y enviados especiales a nuestro país, a escasas horas
de haber sido proclamado como presidente reelecto de la República Bolivariana de
Venezuela, Hugo Chávez Frías ratificó que “el socialismo es el camino”.
Compartió con los profesionales de la comunicación y el país la
idea de que los más de siete millones de votos obtenidos durante el reciente
proceso electoral no fueron por Chávez sino en apoyo al proyecto socialista.
Invitó a quienes no votaron por el socialismo a incorporarse al debate de las
ideas.
A juicio del Presidente el modelo capitalista sufre una nueva
crisis. Explicó que este sistema es una dictadura de la élite. “Nosotros no
tenemos esa dictadura de la élite, tampoco la dictadura del proletariado, no
queremos dictaduras, queremos democracia”, enfatizó. Tras resaltar el
éxito, transparencia y buen desenvolvimiento del proceso electoral del 3 de
diciembre, dijo que quienes votaron por Chávez no votaron por un nombre, un
hombre, una consigna o un producto manejado sino que lo hicieron por la vía
socialista. En su mensaje llamó a todos y todas las venezolanas y venezolanos a
aportar en la construcción de la vía venezolana hacia el socialismo. “Es el
camino hacia una verdadera democracia que es imposible en el capitalismo:
igualdad y libertad”, acotó.
Recordando las palabras de Eduardo
Galeano, quien dijo que “no hay nada menos foráneo que el socialismo”,
reiteró que se busca volver, en la nueva etapa de Gobierno Revolucionario,
al socialismo indo americano, inspirado en Simón Bolívar, Ezequiel Zamora, Simón
Rodríguez, y que mire hacia nuestras raíces. Agregó que el socialismo venezolano
apunta en lo político hacia la democracia. En lo económico es desarrollo
productivo para satisfacer las necesidades de los pueblos pero no para que una
minoría se enriquezca en detrimento de un mayoría pobre y miserable. En lo ético
se busca consolidar la moral socialista, que no es otra cosa que la moral
cristiana, porque a su juicio el modelo debe ser, ante todo, cristiano,
socialismo de amor. Mientras, en lo social persigue una sociedad de incluidos,
de respeto a los valores, con visión integracionista de nuestros
pueblos.
Chávez gana
y proclama el socialismo
Humberto Márquez
Hugo Chávez fue reelecto presidente de
Venezuela. El candidato Rosales dio la cara en el comando opositor y declaró:
"No puedo mentir. Reconocemos que, aunque el margen es más estrecho que el
anunciado por el CNE, hoy nos vencieron, pero seguiremos en la lucha en las
calles, defendiendo la libertad y la democracia".
Chávez se asomó
apenas se anunció el resultado oficial parcial al "balcón del pueblo" en
el palacio de gobierno, donde miles de enfervorizados
seguidores desafiaban la lluvia para aclamarlo, y anunció que "éste es un
punto de partida en la vía venezolana al socialismo". "Comienza una nueva era
dentro del proyecto de desarrollo nacional bolivariano, y la idea fuerza
fundamental, estratégica, es la profundización de la revolución, de la
democracia revolucionaria", clamó.
Repetidamente evocó a "Cristo
Redentor" y a los próceres de la independencia de Venezuela frente a España
de hace 200 años, al pedir "que nadie le tenga miedo al socialismo, porque
el nuestro es fundamentalmente amor, humanidad, solidaridad, originario,
indígena, cristiano y bolivariano: construyámoslo". "Quienes votaron
por mí, más del 60 por ciento de los venezolanos, lo hicieron por el proyecto
socialista bolivariano, lo hicieron por ustedes, es el pueblo el que manda y así
lo reconozco", dijo Chávez, "e incluso a quienes votaron por otra
opción". El presidente aseveró que "es
sumamente positivo que las fuerzas de oposición se olviden de las trochas
cortas, de las emboscadas traicioneras. Ojalá que demuestren comprensión de que
la victoria bolivariana es contundente e inobjetable y se sumen a la
construcción de una nueva Venezuela".
En el referendo sobre
su mandato, en agosto de 2004, el mandatario se impuso
con 59% de votos a favor frente a 41% en contra, pero la
entonces Coordinadora de oposición desconoció el resultado y alegó fraude,
aunque nunca pudo demostrar sus denuncias.
En la elección
parlamentaria de 2003, los principales partidos de oposición, alegando
falta de transparencia en el proceso, se retiraron a última hora de la
competencia, y el oficialismo se adjudicó todos los 167 escaños de la Asamblea
Nacional.
Rosales denunció ventajismo oficial durante
la campaña que emprendió en agosto como abanderado de unos 40 grupos opositores
y sostuvo que reconocería el resultado que anunciase el CNE si era producto de
un proceso "limpio y transparente". Durante la jornada del domingo hubo algunos
retrasos en la instalación de las mesas, en el flujo de electores, e incidentes
puntuales a la hora de cierre en algunos centros de voto, pero en general el
proceso "transcurrió con normalidad", según los observadores de la Unión
Europea, la Organización de los Estados Americanos y el grupo local Ojo
Electoral. La abstención fue derrotada en el proceso, pues los votantes se
volcaron masivamente a las urnas desde la madrugada, haciendo largas colas para
sufragar. Una proyección de las cifras entregadas por el CNE indica que habrían
votado al menos 12 de los 16 millones de empadronados, dos millones más que en
el referendo de 2004.
Rosales "perdió con un excelente balance
de casi 40%, con la política en la calle, que va a continuar dándole organicidad
al movimiento opositor para ponerle remedio a ocho años de errores",
comentó a IPS su jefe de estrategia, el ex dirigente socialista Teodoro
Petkoff, director del vespertino Tal Cual. Para Petkoff "tenemos
que actuar en forma extraparlamentaria, lo que quizás sea bueno, volver a lo que
llamábamos política de masas", pues en su opinión los votantes de Rosales,
cuya principal baza se ubica en las clases media y media-baja, "son el 40
por ciento más dinámico de la sociedad venezolana".
La oposición
intentó sacar a Chávez del poder que ocupa desde febrero de 1999, sobre todo a
partir de 2001, con marchas callejeras, un efímero golpe de Estado en 2002, una
huelga petrolera de dos meses entre ese año y 2003 y un referendo en 2004 que
ganó el mandatario. Llegados los comicios parlamentarios de 2005, la oposición
se retiró a última hora de la contienda, por lo que el oficialismo ocupó todos
los 167 escaños en la Asamblea Nacional.
Venezuela - Cronica de la
Campaña
Elecciones: debate pendiente
Cuando
faltan pocos días para la cita electoral del 3 de diciembre, todo hace pensar
que salvo que se produzca un milagro, el presidente Hugo Chávez será reelecto
con amplia ventaja sobre su adversario Manuel Rosales, actual gobernador del
estado petrolero de Zulia. Sería la primera vez que un presidente en Venezuela
sea reelegido de manera inmediata, con lo cual Chávez tendrá por delante otros
6 años de gobierno que sumados a los 8 que tiene en el poder, le podría
permitir consolidar “el proyecto y el proceso bolivariano”.
Las
encuestas que se quisieron poner en guerra
Aunque parte de la
estrategia de los medios de información fue declarar una guerra de encuestas,
el hecho es que tal guerra no ha existido. Desde bien comenzada la campaña, la
mayoría de las encuestadoras nacionales e internacionales dan como vencedor de
los comicios de diciembre al Presidente Chávez, dejando clara constancia de su
popularidad, la intención de voto y las percepciones de triunfo del
presidente-candidato.
Algunos sondeos le dan hasta un margen de 20
puntos de diferencia, al candidato a la reelección presidencial, de su más
cercano competidor, Manuel Rosales, el candidato que ha aglutinado a la
mayoría de los partidos y agrupaciones políticas de la oposición.
Hay
una evidente polarización en las elecciones presidenciales, por eso la gente
sólo reconoce a dos candidatos: el presidente Chávez y Manuel Rosales. Ningún
otro de los veintitantos candidatos presidenciales cuenta. Al revisar el
tarjetón electoral, la mayor parte de los 88 partidos inscritos tienen las
figuras de estos dos candidatos.
Para Oscar Schémel, director de otra
empresa encuestadora, los venezolanos atraviesan una suerte de adolescencia
política, en la que comienzan a madurar. El especialista opina que Manuel
Rosales y Hugo Chávez no podrán subir sus niveles de preferencias. Sin
embargo, hasta el momento el Presidente tiene más ventaja en la tarea de
seducir al adolescente inconforme del electorado venezolano.
La
campaña del Presidente-Candidato
Luego de mucho tiempo
invertido en la política internacional al principio de la campaña, el
presidente Chávez tuvo que asumir más decididamente el trabajo electoral
recorriendo varias veces el país para entrar en contacto directo con sus
seguidores.
En ese lapso, la constante en su campaña ha sido
identificar y personificar su adversario en el presidente norteamericano Bush
y su política imperialista, apenas denominando a los adversarios nacionales
como lacayos de aquel. En la segunda parte de la campaña, introdujo una
variante al vestirse de azul e impregnar de amor su mensaje. Esto que fue
duramente criticado por la oposición, se convirtió en un bálsamo ante el
discurso rojo radical que posiblemente le hizo ganar terreno en sectores de la
clase media. Al mismo tiempo, el presidente candidato consciente de su
ventaja, se ha negado a debatir con el “aspirante a
frijolito” como denominó al adversario.
El Presidente
Chávez ha sabido administrar los beneficios de las misiones, que contribuyeron
de forma decisiva a que Chávez ganara el referendo. Según Schémel,
“…alguna gente ya comenzó a reinterpretarlas. Consideran que son buenas
pero no funcionan por la corrupción y la falta de eficiencia. Alivian la
pobreza pero no saca a las personas de ella; prefieren un buen trabajo”.
Sin embargo, en términos sociales, es indudable que juegan a favor del
Presidente-candidato: la democratización de la renta y el aumento de la
inversión social hacia la mayoría del pueblo. Sólo que nos debemos interrogar
sobre la sostenibilidad de esta inversión que es a largo plazo y que no
soportaría un descenso brusco en los precios del petróleo. Es indudable la
penetración y los beneficios de las misiones sociales educativas, de salud,
trabajo, alimentación, etc., también se puede comprobar, con las recientes
inauguraciones, la alta inversión en infraestructura, transporte, vialidad,
vivienda, etc. que buscan cubrir la inmensa deuda social acumulada, pero al
mismo tiempo habría que interrogarse sobre las nuevas formas de clientelismo
que podrían estarse generando, ya que se están generando protestas en todo el
país de personas aún excluidas de programas, tales como de vivienda. Millones
de ciudadanos/as venezolanos/as han sido alfabetizados, atendidos o
beneficiados por programas de salud, vivienda, capacitación laboral,
microcrédito, etc., pero aún la disminución de la pobreza es tímida, debido a
que se trata de un asunto estructural y a que no se está cambiando
sustancialmente el modelo capitalista que predomina en la economía venezolana
y que en la coyuntura reciente está lejos de generar empleo productivo. El
salario mínimo y el poder adquisitivo de los sectores D y E de la población ha
aumentado de manera espectacular, producto de múltiples subsidios, y al mismo
tiempo se puede comprobar que ello apenas sirve para la subsistencia y gastos
superfluos (como demuestran estudios de consumo de bienes no esenciales).
Aún cuando ha contado con la ventaja de una obra de gobierno que se
nota a simple vista en términos de las altas inversiones realizadas y la
amplia cobertura de los programas ejecutados y en marcha, en el cierre de
campaña recientemente en Caracas el Presidente-candidato hizo un llamado a no
caer en el triunfalismo, por lo que declaró que “vamos a ganar pero aún no
hemos ganado”, invitando a los testigos de los batallones, escuadras y
pelotones que conforman la organización electoral de los militantes a redoblar
sus esfuerzos.
La campaña de la oposición
unificada
Luego de un proceso de lucha interesante entre
grupos de presión de la “sociedad civil”, los tres precandidatos:
Teodoro Petkoff, Julio Borges y Manuel
Rosales, tomaron las riendas de la oposición y mediante estudios
realizados determinaron que el candidato ideal era Manuel Rosales, quien una
vez que obtuvo el visto bueno del Consejo Nacional Electoral para separarse de
la Gobernación del rico estado Zulia, y asegurarse de no
perder el cargo, se dispuso a realizar una ardua tarea: unificar a la
oposición, así como aislar y disminuir la fuerza de los
abstencionistas.
Para tal fin, la estrategia electoral ha sido bastante
original. Promete conservar todo lo bueno del gobierno de Chávez y
mejorarlo. Pero a esto agrega una propuesta calificada de demagógica que
consiste en depositar directamente en la cuenta de cada hogar venezolano pobre
una significativa suma de dinero fruto de las entradas petroleras, mediante
una tarjeta de débito denominada “Mi Negra”.
Esta propuesta sigue los pasos de aquellos años 90’s donde los pobres podrían
disponer de bonos en dinero efectivo para decidir por las distintas ofertas de
servicios educativos, de salud, etc.
En el camino, se fueron olvidando
las exigencias de condiciones para la elección y fueron desapareciendo las
expectativas de que ocurriera un retiro al igual que en las elecciones
parlamentarias del año pasado. En general, se disminuyeron las posturas
extremistas de la oposición y hasta agrupaciones como el “Comando de la
Resistencia” se han sumado a la convocatoria electoral.
Desde temprano,
el discurso del candidato opositor ha sido “Vamos a ganar y vamos
a cobrar…”, no dejando dudas de los objetivos finales que tiene
aún cuando habla de gobernar para los 26 millones de venezolanos, unificar al
país y no pasarle facturas a ningún sector. Lo novedoso del período ha sido la
rápida recuperación de la oposición, a raíz de una estrategia inteligente de
autoproclamar una candidatura unitaria que logró recuperar la movilización de
calle para quienes han adversado al gobierno todos estos años, y con ello la
recuperación casi total del capital político que poseía en 2004 en el momento
del referéndum revocatorio presidencial que posteriormente fue dilapidado por
la campaña abstencionista
Esto es considerado un saldo muy positivo y
de legitimidad para el proceso, ya que en las últimas semanas es increíble
observar inusitados llamados a votar por parte de la oposición. Ya no se
piensa en el fraude, en la vulnerabilidad del secreto del voto o las dudas
sobre las máquinas de votación.
Poco debate o el “marketing”
electoral en juego
El período de la campaña estuvo marcado por
un debate de poca profundidad. Comenzando porque no se produce un
reconocimiento del adversario. Para Chávez el enemigo a vencer es Bush y el
Imperio, y el triunfalismo es un riesgo; Manuel Rosales es uno de los veinte
candidatos. El Presidente Chávez apeló a manejarse en el rol de Presidente con
inauguraciones por doquier y en el rol de candidato promoviendo las mareas
rojas, con un evidente ventajismo en los medios de comunicación del Estado.
Para Rosales, devolvió los golpes con certeza: 26 millones, cuestionar la
“regaladora” de recursos a otros países, la tarjeta Mi Negra para otorgar a
cada venezolano de entre 600 mil y un millón de bolívares mensuales, pero que
no se atreve a cuestionar directamente a Chávez.
El director de
Hinterlaces, Oscar Schémel asegura que gran parte de la
población rechaza la tarjeta que promete Manuel Rosales para distribuir la
riqueza petrolera. Los estudios cualitativos de la empresa advierten que la
mayoría de los venezolanos prefiere empleos estables y una economía moderna
antes que las medidas asistencialistas. En este sentido, sostiene que con este
análisis, el país da los primeros pasos hacia una madurez política.
Sin embargo, no hubo espacio para visibilizar y aprovechar tal madurez
política. No hubo debates en torno a modelos económicos, políticas sociales
más allá de misiones y programas compensatorios. Al revisar la oferta de
Rosales, salvo la política económica y algunas pinceladas, el resto del
programa de gobierno se parece mucho a la gestión actual. De hecho, Rosales ha
mantenido programas similares a los nacionales en la gobernación del estado
Zulia. Sólo en algunas oportunidades arrecia la lucha ideologizada que coloca
la elección de diciembre entre Capitalismo y Socialismo. Pero ambas terminan
presas y cautivadas por el “jingle” de “Uh Ah Chávez no se
va” y “Atrévete”, respectivamente. Por
momentos se ha reeditado la campaña de 1998, cuando la lucha se planteaba como
en contra del diablo (Chávez). Ocho años después las fuerzas opositoras siguen
considerando el mismo enemigo sólo que ahora es tan o más rojo que antes. Lo
previsible es que la relación de fuerzas pueda volver al 60/40 del referéndum.
60% será el piso probable de Chávez. 40% puede ser el techo de
Rosales.
El debate sigue pendiente luego de las
elecciones
Con nuevos elementos en el frente internacional
como la victoria de Correa en Ecuador, el avance de las reformas en Bolivia,
la incertidumbre en Cuba, la segura reelección de los presidentes en MERCOSUR
y nuevos escenarios en Centroamérica, el proceso bolivariano parece contar con
una posibilidad de consolidarse a lo interno y seguir contando con un soporte
externo
El mayor reto pendiente de avanzar serán las definiciones y
praxis del “Socialismo del Siglo XXI”. Cuestiones tales como el partido único
o la democratización de las organizaciones políticas existentes (incluidas las
opositoras); el modelo económico de desarrollo endógeno que de manera
incipiente se comienza a levantar y las insuficiencias de la economía social
como parte de ese modelo.
El aspecto económico es particularmente
importante. Puede que la coyuntura nos apunte a "una película que ya vimos".
Los indicadores macroeconómicos expresan una vuelta a la "bonanza petrolera"
de los años 70's y 80's. El alto crecimiento económico (PIB), las altas
reservas internacionales, el exceso de liquidez, disminución del desempleo, el
alza desmedida del consumo y de las importaciones, etc., nos señala un cuadro
al parecer positivo, pero que al mismo tiempo tiene su otra cada de la moneda:
altos precios (inflación) y escasez (a pesar del control de cambio y el
control de precios) todas figuras ya conocidas por la sociedad venezolana,
amén de altos niveles de endeudamiento interno. Como también es conocida la
fragilidad de este modelo mono-productor que profundiza la dependencia de un
recurso y su aporte fiscal. El resto lo pagan los propios ciudadanos a través
de los impuestos que han mantenido su peso en el presupuesto nacional. En todo
caso, están avanzando proyecciones que nos recuerdan "La Gran Venezuela"
con toda su carga de obras y sueños que generaron tras de sí pobreza y
corrupción.
Finalmente, para comentar sobre los movimientos sociales.
Podemos observar el incremento de la participación ciudadana por todos los
rincones del país, alentada por la mano del Estado/Gobierno que cada vez es
más larga y poderosa. Es decir, si bien proliferan por todos lados los comités
de tierra, las mesas técnicas de agua, los comités de salud, las mesas de
energía, y ahora los consejos comunales, todas estas iniciativas está de
alguna manera u otra subordinadas a entes gubernamentales/estatales o responde
a un programa de la administración pública. Esto nos interroga sobre la
capacidad real de incidencia política y la autonomía de estos "nuevos
movimientos sociales" que de hecho expresan una institucionalización de la
participación y de los movimientos sociales como ya venía ocurriendo con el
movimiento de mujeres, por ejemplo, pero que ya alcanza a sectores indígenas y
juveniles, entre otros. En sectores como el sindical, los problemas internos
como divisiones y personalismos impiden mayores controles. Es muy pobre y muy
poco el debate que se produce al interior de estas organizaciones y la
alineación directa con las políticas gubernamentales encubre el problema de
fondo de la sociedad venezolana: una desarticulación y poco desarrollo del
tejido social, incluidas las organizaciones políticas que hagan la
intermediación entre el Estado y la Sociedad, teniendo que sustituir las
organizaciones populares a los partidos para poder alcanzar los objetivos del
gobierno.
Pero al mismo tiempo, muchos de los debates desde las
organizaciones de base y en los movimientos sociales se han pospuesto debido a
la ofensiva de sectores de la derecha opositora para derrocar el proceso
bolivariano, especialmente en lo relacionado con la participación protagónica.
Según Marta Harnecker “Todo indica que a medida que la
llamada revolución bolivariana se consolide, la contradicción entre
centralización y participación se irá acentuando. La coyuntura postelectoral
parece favorable a la ampliación de esos debates que, casi inevitablemente,
chocarán con funcionarios gubernamentales proclives a tomar decisiones desde
las alturas”.
* Julio Fermín es miembro de ALAI y
del Equipo de Formación, Información y Publicaciones (EFIP) de Caracas.
Tras las elecciones del
3-D
Orlando Chirino y Stalin Pérez
Borges
En el día de ayer millones de
trabajadores, campesinos y sectores populares hemos acompañado con nuestro voto
a Chávez, y hemos logrado su reelección. Desde horas de la madrugada el pueblo
se volcó a los lugares de votación para defender y consolidar el proceso
revolucionario. Con paciencia y firmeza el pueblo dijo presente, convirtiéndose
en el gran protagonista de esta nueva victoria.
Pese a la ola de rumores y de hechos
comprobados que mostraban la posibilidad de acciones
desestabilizadoras por parte de la oposición; pese a la campaña de los medios
privados de mostrar un supuesto empate técnico y/o posible fraude; pese al
descontento creciente con gobernadores, funcionarios e incluso con el Comando
Miranda, que en el caso de los sectores sociales, los trabajadores no pudieron
ni organizar un acto de masas propio; pese a todo, el pueblo derribó cada traba
y estuvo claro en un objetivo: había que votar por Chávez, para defender nuestro
proceso revolucionario y para derrotar al imperialismo, también por esta
vía.
Los resultados electorales han sido un
nuevo y duro golpe para el imperio que vio nuevamente frustrado sus deseos de
terminar con nuestra revolución. No pudieron con el golpe, ni con el paro
patronal y sabotaje petrolero. Tampoco con el referéndum, ahora, también los
derrotamos en las elecciones. Como gritaban ayer cientos de miles de
compatriotas "más nunca seremos colonia del imperio".
La oposición pro imperialista, que hace
meses se unificó tras la candidatura de Rosales, pese al gran
esfuerzo económico, publicitario y militante que hicieron, no pudieron torcer el
rumbo de la historia. A medida que se comenzaron a percibir los resultados, la
desazón ganó a algunos de sus dirigentes, otros querían salir a "cantar
fraude" con la gente en la calle y con las guarimbas que tenían montadas y
a la espera. Finalmente, Petkoff y Rosales, encabezaron al conjunto,
reconociendo la derrota, para desde allí, y con cerca del 40%
de los votos, seguir planificando políticamente como avanzar en sus planes
imperialistas contra nuestra revolución. Quienes tenían todo listo para la
guarimba tuvieron que guardar sus intenciones, bajo el torrente popular que
acompañó a Chávez. Una vez, el pueblo puso las cosas en su lugar.
Por la noche, y ni bien el CNE
transmitió su primer boletín anunciando el triunfo de Chávez, en todo el país
comenzaron los festejos. En Caracas, y bajo una lluvia intensa trabajadores,
jóvenes y sectores populares llegamos hasta Miraflores donde Chávez hizo su
discurso. En el mismo volvió a declarar que Venezuela ya es independiente y que
más del 60% votó por el socialismo. Además manifestó que se abre una etapa donde
también se luchará contra la corrupción y por profundizar el proceso
bolivariano.
Desde la UNT/CCURA, así como hemos
estado todos estos meses poniendo nuestra fuerza en la campaña electoral ahora
consideramos, como plantea Chávez, que entramos en una nueva etapa. Este nuevo
triunfo popular, abre una nueva etapa para profundizar la revolución y avanzar
al socialismo. Millones votamos por Chávez mientras a la vez vemos crecer el
burocratismo de sectores gubernamentales, la corrupción en algunas esferas, y la
falta de respuestas a muchos problemas pendientes. Y así como no dudamos en dar
esta batalla electoral contra el imperio, no dudamos ahora que no hay lugar para
vacilaciones.
Por la calle del medio queremos avanzar
en la solución de todos los problemas sociales y en el camino del socialismo.
Enormes desafíos y debates vienen con el nuevo año que está por comenzar. Los
trabajadores, cansados de atropellos patronales lucharemos para terminar con ese
poder capitalista aún existente, por mejoras salariales, por nuevos contratos
colectivos, por seguridad social y por una nueva Ley del Trabajo que refleje el
peso de la revolución. Los campesinos querrán avanzar de frente contra el
latifundio y por el derecho a sus tierras. Los sectores populares querrán ver
solucionados sus problemas de vivienda, de inseguridad y otros males sociales
vigentes.
En nuestro caso, como dirigentes
sindicales, este nuevo triunfo debemos aprovecharlo también para fortalecer a la
UNT, como herramienta unitaria, revolucionaria, clasista y autónoma de millones
de trabajadores del país. Con estas elecciones Chávez ha sido votado por el
pueblo por cuarta vez. De la misma manera, ya es hora que en nuestra central
sindical, avancemos a realizar elecciones democráticas, libres y por la base,
para que millones de trabajadores elijan a sus representantes, y así poner a la
UNT, legitimada y fortalecida, al servicio de lucha por profundizar la
revolución. Todo esto es posible de lograr, si el pueblo bolivariano así como se
movilizó para votar por la reelección de su presidente, mantiene esa
movilización ahora por todas nuestras luchas. Se abre una nueva etapa en el
país. Hace falta mas poder protagónico y popular, mayor decisión y mano firme
para sacar del medio a cuanto burócrata quiera seguir debilitando el proceso.
Hace falta poder de decisión para las organizaciones obreras, populares y
campesinas ante cada problema económico, político y social.
Entramos en la etapa de profundizar la
revolución y en unidad con todos los que compartan este objetivo, construiremos
una Venezuela socialista sin poder patronal, sin burócratas y sin corruptos.
Para conquistar en nuestro país la justicia, la igualdad y plenos derechos
sociales para el pueblo. Y para que desde esa perspectiva, ayudemos a
Latinoamérica a seguir por el mismo camino.
Orlando
Chirino y Stalin Pérez Borges son Coordinadores
Nacionales de la Unión Nacional de Trabajadores (UNT) y referentes de la
Corriente Clasista, Unitaria, Revolucionaria y Autónoma C-CURA,
El
patriotismo también se mide en Euros
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Opinión - Remitido
Venezuela: las piezas del puzzle bolivariano
Contrapunto de América
Latina
Los medios que hoy día están a
nuestro alcance para conocer con exactitud lo que ocurre a nuestro alrededor son
más sofisticados que nunca y podrían permitirnos descubrir claramente la
naturaleza efectiva de las realidad sociales.
Sin embargo, quizá nunca
como ahora hayan estado tan velados los fenómenos sociales que ocurren a nuestro
lado.
Los científicos sociales tienen a su alcance todo tipo de medios
para estudiar la historia de nuestros días, los cambios que se están produciendo
y la orientación en que efectivamente se realizan. Pero nada de eso proporciona
un mínimo saber objetivo sobre la naturaleza de los episodios recientes, de modo
que la controversia, que además suele hacerse permanente, tiende a ser bastante
infundada y, por tanto, demasiado confusa.
Puesto que es evidente que
este fenómeno, casi una especie de impuesto relativismo cognitivo, no es el
resultado de la escasez de medios de conocimiento, no hay más remedio que
achacarlo al hecho, creo yo que así mismo innegable, de que el análisis de las
realidades sociales nunca estuvo tan influido como hoy día por intereses
políticos, económicos, mediáticos y de todas clases que tratan de oscurecerlo y
difuminarlo.
El caso del proceso de transformación social que se vive en
Venezuela es una prueba paradigmática de esto.
Hay estadísticas
suficientemente fiables, por ejemplo, que podrían mostrar sin lugar a dudas el
uso que se hace de los recursos, los logros o fracasos del gobierno en materia
económica, en asuntos como la lucha contra la pobreza, el suministro de
servicios públicos o en la construcción de infraestructuras. Disponemos de
películas, grabaciones, testimonios de todo tipo... que nos informan, la mayoría
de las veces sin resquicio alguno para la duda, de lo que en realidad sucedió o
sucede en hechos discutidos, en conflictos sociales, en muertes, asesinatos, o
golpes de Estado... Pero a pesar de eso, no hay manera de que prevalezca una
lectura objetiva de esos asuntos que contenga el mínimo común denominador que
permita cierto acuerdo o consenso social sobre su naturaleza real.
Valgan
solamente un par de ejemplos recientes sacados del diario español EL
PAÍS, especialmente útiles por venir de un medio que durante tantos
años viene siendo una especie de "biblia" mediática para los sectores
progresistas de habla castellana.
El día 27 de marzo de 2006 se publicaba
en ese diario el primero de la que iba a ser una serie de tres largos artículos
de "Investigación y Análisis" sobre el Gobierno de Hugo Chávez, serie
que finalmente se quedó reducida a dos textos, al parecer, por las protestas que
suscitaron sus escandalosos errores y su evidente falta de
objetividad(1). Al inicio del primer artículo se afirma que
"lo único que parece estar haciendo Chávez es continuar la triste línea de
inmenso desperdicio de los ingresos por petróleo, desorganización e inversiones
fracasadas que, en las últimas décadas, ha empobrecido al pueblo
venezolano". Sin embargo, sólo unas líneas más adelante decía que las masas
de pobres son "el sector de la población en el que Chávez está tratando de
construir su base política mediante generosas inversiones en proyectos
sociales". ¿Con qué debería quedarse, entonces, el lector?: ¿dilapida el
gobierno de Chávez los ingresos petroleros o los invierte generosamente en
proyectos sociales para las masas de pobres?, ¿o es que quizá se quiera hacer
entender que una y otra cosa son lo mismo?
Un segundo ejemplo extraído
del mismo diario progresista es el artículo más reciente de un intelectual de
larga trayectoria de crítica al neoliberalismo y compromiso
social(2). En un texto de muy pocas líneas, Luis de
Sebastián se refería al Presidente Chávez y al proceso venezolano para
establecer que ni uno ni otro pueden considerarse como ejemplos de lo que hace o
debe hacer la izquierda y lo hacía aplicándoles términos o juicios como los
siguientes: "caudillos que se creen elegidos no por los ciudadanos sino por
la Providencia", "sin una concepción integral y
coherente de la sociedad que quieren crear", "ser de izquierda no consiste en
lanzar a los desposeídos contra los ricos y a los impotentes contra los
poderosos, y de ninguna manera es de izquierda sembrar el odio y la
intranquilidad en la sociedad", "la izquierda moderna tiene que actuar dentro
del marco de la democracia parlamentaria, en una pugna respetuosa con los demás
partidos que compiten por el poder, sin ventajas, ni atajos, ni abusos", "el
mesiánico Hugo Chávez se ha dedicado a sustituir los anteriores proyectos de
integración en Latinoamérica por un ilusorio mercado bolivariano a través del
chantaje del petróleo y el gas natural".
Si un pensador honesto,
crítico de las políticas neoliberales y comprometido con lo que, al menos
convencionalmente, llamamos izquierda en su versión más abierta, renuncia a los
datos y a los hechos para razonar sobre lo que ocurre en Venezuela, como en este
caso, a base de juicios de intenciones, de descalificaciones nominales o de
faltas evidentes de veracidad, ¿cómo se forjará, entonces, la opinión de alguien
que no comparta los principios que inspiran a quienes dirigen el proceso de
cambio social en Venezuela?
Como es natural, con la reflexión que hago en
estas páginas no trato, ni mucho menos, de solventar esa impresionante
disonancia que desde el principio está asociada al proceso venezolano. Pretendo
limitarme, simplemente, a exponer lo que a mi modo de ver son sus elementos
cruciales, los que me parece hay que tener necesariamente en cuenta para
comprender lo que allí viene ocurriendo. Aunque, seguramente, algunos de ellos
resultarán también esenciales para explicar esa disonancia.
Una
revolución compleja y paradójica
Las mayores dificultades para poder
establecer puntos de acuerdo acerca de lo que realmente está ocurriendo en la
Venezuela bolivariana de nuestros días provienen, sin duda, del conflicto de
puntos de vista, de los intereses cruzados y del poder enorme de los medios de
comunicación cuyos propietarios están directamente afectados por las medidas de
gobierno que allí se toman.
Los medios y los grandes poderes oligárquicos
que sintieron que se les expropiaba un país al que consideraban una propiedad
más, han creado un entorno endiablado en donde no existe la ecuanimidad ni la
serenidad necesarias para deducir los elementos objetivos que precisa el
conocimiento riguroso de los hechos. Basta leer la prensa o ver los programas de
televisión para comprobar que se difunden claves radicalmente diferenciadas que
crean apariencias distintas de lo que es una misma realidad.
Los medios
ocuparon el lugar de la oposición política y en lugar de proporcionar
información se dedican a combatir al gobierno por todos los medios, manipulando
la realidad según convenga a sus intereses en todo momento. La emisión de
dibujos animados en abril de 2002 en lugar de informar a la población de que se
estaba desmoronando un golpe de Estado debe pasar a la historia como uno de los
grandes hitos en la historia de la manipulación de los medios de
masas.
Pero aunque eso es un problema cierto que dificulta el hacerse una
idea cierta de lo que viene ocurriendo en Venezuela no es solamente eso lo que
ocurre.
Es verdad, también, que la propia revolución es compleja y muy
paradójica, llena de tonalidades que producen sombras que pueden confundir
fácilmente al observador.
El proceso político es compulsivo y lo primero
que no es fácil dilucidar es si ésta es una característica buscada para mantener
una constante pulsión movilizadora, una componente deseada de la estrategia del
cambio social, o si, por el contrario, es más bien una calentura y, por tanto,
una auténtica herida abierta en el proceso que terminará provocando, en un
futuro más o menos inmediato, el cansancio, el hastío y con ellos la deserción y
la desmovilización.
En cualquier caso, el movimiento acelerado y
compulsivo del proceso de cambio político, económico y social que se vive en
Venezuela dificulta su conocimiento. Se suceden y muchas veces se superponen las
estrategias, los horizontes se redefinen casi constantemente, a menudo, sin que
hayan cambiado las circunstancias que justificaron los anteriores. En apenas
seis años y casi sin solución de continuidad se ha pasado de proponer cambios de
naturaleza realmente moderada, orientados a lograr equilibrios básicos en la
vida política, económica y social del país y que en realidad no afectaban a la
estructura esencial del capitalismo allí existente (aunque, como señalaré más
adelante, sí a la pauta de distribución y eso fue lo que inevitablemente lo hizo
saltar velozmente hacia adelante), a orientarse hacia el llamado "socialismo del siglo XXI".
Por otra parte, en ese
periodo se han producido cambios muy notables en la legislación y en el uso de
los recursos. Su naturaleza es muy evidente e incluso sus primeros efectos, pero
su complejidad y calado hacen que todavía sea casi imposible determinar su
exacta profundidad, sus efectos reales a medio y largo y plazo, y, por supuesto,
la sostenibilidad de los procesos en que se vienen basando.
La ausencia
de una auténtica administración pública de los recursos hace que sea factible
conocer el origen de los cambios pero mucho más problemático determinar hasta
dónde han llegado verdaderamente y a quién han afectado de verdad. Eso es
seguramente lo que contribuye a generar la contradictoria impresión que se tiene
sobre lo que en realidad está significando la revolución bolivariana: muchos de
los cambios no están todavía sino en su primitiva etapa de gestión conflictiva,
siendo todavía meros proyectos de transformación social que no llegan a
consolidarse como modificaciones reales de las estructuras sociales o
económicas.
El problema, pues, es doble. La beligerancia política y
mediática contra el proceso bolivariano siembra confusión y ruido pero sus
propias debilidades internas y su desarrollo aún escaso impiden que pueda
conocerse su naturaleza profunda y sus efectos reales sobre el bienestar social
en la medida necesaria para generar en torno a sí todo el consenso y la
confianza que sería deseable(3).
Eso significa que para
entender la revolución bolivariana, si es que de verdad se la quiere entender y
no sólo combatir o defender por encima de cualquier otra consideración, es
imprescindible afinar muy bien la perspectiva, contemplar desde muchos ángulos
lo que está ocurriendo, despojarse de prejuicios y analizar lo que sucede con la
generosidad de quien es consciente de la limitación de su conocimiento y con el
rigor de quien no sólo percibe en el otro aquello que le
conviene.
Naturalmente, si eso es una tarea extraordinariamente ardua
incluso para el observador externo y más o menos imparcial, podemos fácilmente
imaginarnos en qué medida será difícil de practicar cuando quienes tengan que
hacerlo sean los propios protagonistas o afectados por esos cambios. Y eso es lo
que lleva a que la revolución bolivariana transcurra con protagonistas (no solo
de la oposición sino incluso dentro de las propias filas que lideran el proceso)
que se enfrentan a una misma realidad pero que es percibida como radicalmente
diferente por cada uno de ellos: la peor condición que puede darse para que los
seres humanos convivan pacíficamente y lleguen a entenderse.
Algo más
que un nuevo Presidente, la V República
Otro elemento que hay que
tomar en consideración para entender la llamada "revolución
bolivariana" es que su punto de partida radica en la completa degeneración
del régimen político que había nacido en el llamado "Pacto de Punto
Fijo"(4).
La mejor expresión de lo que éste significaba es
el acuerdo elemental que unió a los partidos que, en virtud de ese pacto, se
disputarían amigablemente el poder: nadie perderá aunque el otro gane.
Un
pacto de esta naturaleza facilitó una alternancia política relativamente estable
basada también en un reparto oligárquico de las rentas petroleras: las clases
altas se beneficiaban principalmente de ellas, pero permitiendo que se produjese
el "derrame" suficiente hacia las clases medias urbanas como para que estas
legitimaran la situación al sentirse también como sus beneficiarias.
El
problema apareció, sin embargo, cuando se fueron combinando, principalmente,
tres circunstancias que los corruptos dirigentes políticos de la época no
supieron anticipar. En primer lugar, un impresionante crecimiento demográfico;
en segundo lugar, el uso irresponsable de los recursos sociales y, finalmente,
una despreocupación de las clases dirigentes hacia la elemental redistribución
de la renta y la riqueza social que hubiera podido garantizar una mínima e
imprescindible legitimación y paz social.
Así, entre 1970 y 2000 la
población aumentó de 10,7 millones de personas a 24,1, un incremento que iba
generando una masas de pobres y marginados cuyas necesidades no se estaba
dispuesto a satisfacer en lo más mínimo porque eso hubiera obligado a
replantearse la distribución privilegiada de las rentas petroleras. Las clases
dirigentes vivieron completamente de espaldas a este cambio, ignorantes de que
ahí se encontraba el origen de un nuevo sujeto social que, antes o después, iba
a exigir un lugar en la mesa donde se repartía el pastel.
El uso
irresponsable de los recursos nacionales que hizo la oligarquía venezolana, e
incluso gran parte de las clases medias, se manifestó principalmente en el
continuado proceso de externalización de las rentas petroleras que, cada vez en
mayor medida se situaban fuera del propio país. Sus estrategias completamente
ajenas a las demandas básicas que planteaba incluso el más elemental modelo de
desarrollo nacional se tradujeron, al mismo tiempo, en la evasión permanente de
capitales (calculada entre los 80.000 y los 100.000 millones de dólares de 1974
a 2000).
Para colmo, las políticas neoliberales que comenzaban a
aplicarse siguiendo las directrices de los centros del poder económico
internacional agudizaban el problema, destruían tejido industrial, empobrecían
la actividad productiva, externalizaban las fuentes de creación empleo y riqueza
y terminaban por crear más y más pobreza,
El incremento de la población,
la salida de capital y las políticas neoliberales que se fueron aplicando desde
los años ochenta provocaron la continuada degradación de las condiciones de vida
de la mayoría de los ciudadanos de un país que había llegado a tener una renta
per capita igual o incluso superior a la de los países más avanzados de Europa
occidental. El salario real descendió un 40% en ese periodo, la
informalidad se adueñó del mercado de trabajo y eso provocó que el consumo per
capita cayera en un 25%. Algunos estudios llegaban a cifrar el nivel de
pobreza en el 70% de la población a finales de los
años noventa(5).
La llegada al poder de Carlos
Andrés Pérez, concebida como un cambio de rumbo para salir airosamente
de la crisis que afectaba al régimen de la IV República, significó en realidad
su definitiva condena de muerte. La aplicación contundente de las medidas
neoliberales del Consenso de Washington produjo en muy poco tiempo efectos aún
más traumáticos sobre las condiciones de vida de millones de personas. Empezaron
a empeorar, no sólo para los grupos sociales hasta entonces más desfavorecidos
sino incluso para cada vez más amplios sectores de las clases medias
(6).
Las continuas movilizaciones que culminaron con las
matanzas del llamado "caracazo" o la simpatía que
despertaría el golpe fallido que protagonizó Hugo Chávez con otros oficiales
fueron síntomas bien evidentes de que lo que se había podrido no era solamente
un momento político sino todo un régimen y de que la salida no podía ser otra
que su cambio radical.
Si fue sintomático que Hugo Chávez barriera a los
demás candidatos en las elecciones de 1989, obteniendo en la
primera vuelta el 56,2% de los votos, lo que realmente muestra
el clima social y la contundente voluntad ciudadana que iba a inspirar los
cambios que se avecinaban fue que la propuesta de iniciar un proceso
constituyente para elaborar una nueva Carta Magna fuese aprobada poco más tarde
con el 86,4% de los votantes.
Lo que se produjo en
Venezuela, y lo que se viene dilucidando desde entonces, no fue solamente una
alternancia o una simple modificación en la velocidad de crucero de la política
sino el establecimiento de un nuevo espacio político.
Este cambio fue
efectivamente deseado inicialmente por una proporción casi masiva de la sociedad
(algo menor una vez que la Constitución se aprobara definitivamente) pero en su
interior se contenían intereses y demandas implícitas de muy diferente signo y
que pronto iban a comenzar a mostrarse como muy difícilmente conciliables. Sobre
todo, cuando comenzó a hacerse evidente que el factor que estaba impulsando
realmente los cambios que se estaban dando era la irrupción en la vida social de
un nuevo sujeto colectivo formado por una masa ingente de desheredados que,
hasta entonces, habían sido literalmente excluidos de todo tipo de participación
en la vida pública, que no habían participado en "el derrame" y que a partir de
ahora iban a comenzar por demandar, primero, su espacio correspondiente en la
vida política e, inmediatamente después, una parte privilegiada en el reparto de
la renta. Lo primero se lo iba a dar la nueva Constitución que erigiría a ese
sujeto innominado en sujeto político. Lo segundo, las políticas sociales que
tratarían de darle al sujeto político todos sus derechos económicos y
sociales.
La irrupción de ese nuevo sujeto es lo que no ha sido ni bien
entendida ni, mucho menos, bien aceptada, por quienes habían considerado que la
situación de exclusión era un problema menor y consustancial a la sociedad
venezolana y, por tanto, por quienes creyeron que los cambios que iban a
producirse no iban a afectar a la pauta de distribución de los recursos
sociales..
La comprensión de este fenómeno es también crucial para
entender lo que desde fuera se percibe que ocurre en la Venezuela bolivariana:
dos sociedades que no se reconocen una a la otra o que ni siquiera desean
admitirse como parte integrante de un mismo espacio social y político. La de los
beneficiarios de un régimen de privilegios y de sosiego tan aparente que
creyeron real, y la de los advenedizos. Por un lado, la gente
guapa de los comercios y los aviones dispuestos a salir para
Estados Unidos a cualquier hora, la de las cuentas en dólares, la de las
urbanizaciones cerradas y la de los bares elegantes abiertos sin parar, la gente
bien de Caracas y su secuela de profesionales, profesores, médicos, abogados,
comerciantes, o contables... Por otro, los buhoneros, los trabajadores de mil
oficios, los habitantes de los cerros, los negros, los desclasados, los
campesinos pobres, o simplemente lo que se hartaron de seguir viviendo como
antes. Cualquiera puede apreciar el desprecio, la lejanía, la brecha abierta,
incluso el racismo que destilan las relaciones sociales y el abismo que hay
entre ambos.
De esa desigualdad nace un clima enrarecido en donde se hace
muy difícil alcanzar el diálogo y el reencuentro y que la sociedad se entienda y
se perciba en su compleja totalidad, como una sola parte aunque en su interior
esté diferenciada. Una tarea que está resultando prácticamente imposible
conseguir en Venezuela.
Y de ahí nace uno de los elementos problemáticos
de la revolución bolivariana que la hace sufrir una tensión sin descanso, que la
obliga a vivirse como un pulso permanente, en el ínterin de una amenaza
constante, en un íntimo y continuo sobresalto.
Otra Constitución, una
nueva democracia
Lógicamente, la revolución bolivariana no puede ser
entendida sin considerar el papel de la Constitución, que es extraordinariamente
complejo y muy distinto al que en otros países desempeñan estas normas
superiores. De hecho, algo que siempre y a cualquier observador seguramente debe
haberle sorprendido fue el sentimiento de propiedad que las clases populares
tuvieron del nuevo texto constitucional desde que comenzó su
gestación.
La Constitución bolivariana iba a ser el texto que reconociera
nuevos derechos (por ejemplo a los indígenas, a las mujeres, a todos los
ciudadanos), nuevas formas de propiedad y gobierno de la economía, nuevos
poderes (el Ciudadano y el Electoral), procedimientos novedosos de revocación de
todas los cargos electos, una nueva estructura del Estado, nuevos regímenes y
procedimientos de representación política, incluso un nuevo lenguaje. Pero,
sobre todo, iba a ser la base un nuevo tipo de democracia, más directa que
indirecta y más participativa, y que, sin renunciar (como efectivamente ocurre a
pesar de las acusaciones verdaderamente injustas por infundadas que proliferan)
a la democracia formal al uso en el resto de los países, avanza en nuevas formas
de protagonismo civil. La nueva Constitución supuso un doble avance político y
social en Venezuela.
Por un lado, proporcionó instrumentos para una vida
mucho más democrática, que vienen siendo utilizados no sólo por el Gobierno sino
-como ocurriera con el referendum revocatorio, o con la mayor independencia de
los poderes judicial o electoral- por la propia oposición que luego se deshace
en crítica a la democracia existente. Por otro lado, la Constitución -y el
desarrollo normativo que ha tenido en este sentido- ha servido para encauzar la
participación política de los ciudadanos en moldes más flexibles y auténticos
que los de la tradicional maquinaria electoral o de los partidos políticos (que,
de hecho, apenas si se mencionan en el texto constitucional). Se han impulsado y
creado estructuras participativas en forma de comités, asambleas u organismos
más abiertos y descentralizados que lógicamente confieren mucho mayor
protagonismo a la voluntad ciudadana, en tanto que esta no queda encorsetada en
los aparatos o procesos de participación política tradicionales.
Esto
último es lo que ha podido ir configurando como sujetos políticos en acción,
como titulares de derechos y portadores de capacidad de decisión, a los meros
rebeldes que creó la IV República y que habían ido adquiriendo carta de
naturaleza como titulares de derechos y obligaciones a medida que avanzaba el
proceso.
Uno de los hechos políticos más significativos y quizá menos
conocidos o incluso mal valorados de la revolución bolivariana es el simple acto
de conceder la "cédula", la documentación civil necesaria para existir
como ciudadanos o ciudadanas, a millones de hombres y mujeres que, hasta
entonces, sencillamente no lo eran a efectos de las relaciones civiles más
elementales. Se estima que antes de que se pusiera en marcha la Misión
Identidad (encargada de resolver ese problema de cedulación) tenían
problema con su cédula 8 de cada 10 venezolanos, mientras que ahora esos
problemas afectan a menos de 2 de cada 10. Sólo entre octubre de 2003 y octubre
de 2004 se tramitaron 8.212.659 de cédulas a los venezolanos que necesitaban
adquirir su documento de identidad o simplemente no estaban
registrados.
Es frecuente oir decir que esta medida se hizo para que los
pobres votaran a Chávez sin percatarse ni valorar que antes de ello no podían
votar ni al actual presidente ni a nadie.
Sin tomar en consideración el
sentido de autopertenencia y autoestima civil que supone el mero hecho de poder
ser identificado como ciudadano, no se entiende que el efecto primero de la
Revolución Bolivariana fue propiciar el alumbramiento (para muchos inesperado)
de un nuevo sujeto político venezolano.
La Constitución bolivariana
responde o contiene, por tanto, dos grandes lógicas. Una, la que inspira la
arquitectura formal de los poderes, la lógica institucional que por definición
es más rígida y predecible. Otra, la lógica de la participación, la que inspira
la nueva democracia "protagónica" y que también es por naturaleza más flexible,
menos formal y más dúctil, menos dada al control y poco susceptible de ser
encorsetada en los aparatos formales.
Se trata de un binomio que
enriquece la democracia pero que la hace compleja y más difícil de vivir y
ejercer porque, como señalan los constitucionalistas, tiende a crear problemas
de conciliación, sobre todo, cuando uno de los sujetos, carente y deseoso de los
privilegios que históricamente han correspondido a otros grupos sociales, tiene
prisa por disfrutarlos en igualdad de condiciones(7).
El
problema principal que plantea este nueva dimensión de la democracia es que, en
la medida en que quiere hacerse más auténtica por ser más protagónica, necesita
ser más deliberativa y, por tanto, esencialmente inclusiva y nunca exclusiva.
Pero eso requiere el que toda la sociedad acepte el marco de juego democrático.
La trágica paradoja de la democracia (que tan crudamente se está viviendo estos
años en Venezuela en medio de una gran incomprensión exterior) es que ninguna
puede llegar a serlo cuando alguna parte implicada se arroga el derecho a
excluirse si lo deliberado o decidido no le satisface, lo que quiere decir que
quien no quiere la democracia tiene un poder efectivo para hacer que la
democracia, si no les complace, no llegue nunca a serlo.
En las últimas
elecciones legislativas celebradas en Venezuela el poder electoral aceptó
prácticamente todas las exigencias de la oposición pero, incluso así, ésta
decidió retirarse: después de la votación su discurso es que en Venezuela no hay
legitimidad democrática a través de las urnas porque la oposición no está
representada. Y lo que es peor no es esa retórica, sino que, al no estar
representada, la democracia efectivamente se resiente.
En cualquier caso,
los problemas que acabo de plantear se refieren naturalmente a los que ha de
resolver, entre demócratas, un proceso que se abre a un nuevo tipo de
democracia. Pero la situación es otra aún más compleja desde el primer momento
en que las viejas oligarquías optan expresamente por destruir la propia
democracia mediante el golpe de Estado de 2002 (llamado "vacío de poder" por el
poder judicial que la oposición acusa de estar al servicio del gobierno), por el
golpe petrolero de 2003-2004 o por los continuos actos de sabotaje y agresión
que en cualquier otro país serían calificados como simples acciones terroristas
pero que, tratándose de Venezuela, se contemplan con simpatía o reciben el
apoyo, sobre todo, de Estados Unidos.
Todo ello es lo que hace que en
lugar de que la constitución como sujeto político de una parte de la sociedad
que el régimen anterior había condenado al ostracismo y a la exclusión social se
perciba como un (necesario) momento superior de la democracia, ese trance se
convierta en un motivo de ruptura y negación de la democracia.
La
inclusión de los desheredados en la polis se concibe como una negación de la
democracia. Pero, obviamente, no porque su carácter incluyente la haga menos
“democrática, sino porque la presencia de nuevos sujetos obliga a modificar el
criterio de reparto y disfrute de los derechos y libertades que, hasta entonces,
habían sido exclusivos de los privilegiados.
El
nuevo sujeto político, un sujeto de derechos sociales
Desde que en Venezuela se inició el cambio revolucionario que lidera Hugo
Chávez, se ha producido un proceso que es innegable: la transformación
sustancial en la pauta distributiva que siguen las políticas estatales, incluso
teniendo en cuenta la brecha que en este aspecto abrió en su día el golpe de
Estado y, más adelante, el paro petrolero.
Los adversarios del proceso de
cambio suelen argumentar que lo ocurrido es, simplemente, que el gobierno de
Hugo Chávez se encontró con una fase de precios del petróleo muy elevados que le
ha permitido hacer enormes dispendios y elevar el gasto público.
Pero eso
no es la verdad.
Según los datos que proporciona el Ministerio de
Economía y Finanzas, los ingresos petroleros que se recibieron
en 2003 fueron, en términos reales, aproximadamente la mitad de
los que se registraron en 1974. Respecto a los que se recibían en el primer
gobierno de Carlos Andrés Pérez, no alcanzan ni el 27%. Unos
porcentajes que han mejorado en 2005 y 2006 pero que aún quedan lejos de los de
aquellos años de la "Venezuela saudí", sobre todo, si se tiene en
cuenta que la población prácticamente se ha duplicado en esos últimos 32
años.
Cuando Chávez ganó las primeras elecciones, el ingreso fiscal de la
renta petrolera fue el menor de la historia, una de las circunstancia que indujo
a una doble estrategia: procurar unos precios internacionales más justos y una
asignación menos dilapidadora de la renta de la empresa petrolera nacional
(PDVSA) al Estado.
En cualquier caso, es un hecho innegable de que la
principal riqueza de Venezuela es el petróleo y, por tanto, la cuestión que hay
que discutir es la del destino que se la ha dado a sus frutos y cómo se
distribuyen los ingresos que genera, porque es natural que los principales
recursos de un estado petrolero sea esos y no otros. Otra cosa es, como
analizaré más adelante, en qué medida se utilizan esos recursos para avanzar
hacia un modelo de crecimiento menos dependiente de un recurso que es agotable y
más sostenible a largo plazo. Los ejes de esa nueva pauta redistributiva han
sido la alimentación, la salud, la educación y, en general, todos los gastos
sociales.
El peso del gasto público total en el PIB ha aumentado 5,4
puntos y el del gasto social 3,9, mientras que los incrementos que han
registrado los diferentes conceptos de gasto real por habitante (más
significativos de su beneficio final sobre las personas que del esfuerzo del
estado para financiarlo) son aún más importantes. En todo el periodo ha ido
aumentando el esfuerzo realizado por el Estado para financiar los gastos
sociales, lo que se mide por el porcentaje que representan sobre el
PIB.
Lógicamente, ese mayor gasto es lo que ha permitido que millones de
ciudadanos que antes no disfrutaban apenas de ningún derecho social hayan
comenzado a ser sus titulares. Sin tratar de realizar aquí un análisis
exhaustivo de esos logros (que pueden consultarse en las estadísticas oficiales
o en las de los organismos internacionales(8)), se puede
destacar la alfabetización de más de un millón y medio de personas, la inclusión
de tres millones en las diferentes etapas del sistema educativo, o el aumento
del 83% de la matrícula en la enseñanza preescolar, del
13% en la básica o del 55% en la media.
Por otro lado,
la puesta en marcha de Misiones sanitarias (principalmente la
de Barrio Adentro) ha permitido realizar del orden 70 millones de actuaciones y
establecer 20 millones de tratamientos.
Del avance que esto supone es un
buen ejemplo un dato que me proporcionó en alguna ocasión el propio Presidente
Chávez y que no he visto después publicado: quirófanos ambulantes que actuaban
en las zonas más pobres estaban realizando en una semana el mismo número de
pequeñas operaciones que antes se realizaban en siete años.
Han sido más
de cien mil las personas que, en mayor o menor medida, han vuelto a ver y muchos
más las que han sido curadas de dolencias antes crónicas, y millones las que han
comenzado a tener atención médica asegurada por primera vez en su
vida.
En el campo de la seguridad alimentaria destaca la actuación de los
mercados populares de alimentos (MERCAL) que han proporcionado productos
alimenticios de diferentes clases con descuentos de entre el 25 y el 50% a más
de quince millones de personas, hasta el punto de que es cada vez más habitual
que las propias clases medias los usen cada vez más frecuentemente.
Hay
que tener en cuenta, además, que al gasto público consignado en los presupuestos
del Estado hay que añadir las cantidades millonarias que la empresa pública de
petróleo (PDVSA) transfiere cada año a las Misiones, integradas a su vez en los
correspondientes ministerios, por un montante que se ha calculado incluso en el
50% del correspondiente presupuesto estatal.
Eso significa que en
términos reales y efectivos, el gasto que está llegando a los sectores
populares, los que normalmente son beneficiarios de estas políticas, es mucho
más elevado que el que parece en las cifras oficiales que provienen de fuentes
presupuestarias.
Todo ello puede interpretarse de muchas formas, como de
hecho ocurre. En los círculos de opinión opuestos al gobierno prevalece la idea
de que éste "compra" las voluntades de los ciudadanos. El profesor del
Centro de Políticas Públicas José Manuel Puente estima, por ejemplo, que se
trata de una "estrategia política para moldear la percepción de los
ciudadanos votantes" (9).
Es, sin duda, una opinión
legítima, aunque basada en juicios de intenciones o en una idea bastante
simplista, porque estaría por ver qué gobierno del planeta hace gasto público
sin la intención de aumentar el número de sus votantes. Pero, en cualquier caso,
lo que parece que debería ser lo relevante y merecedor de ser destacado es que
ahora perciben beneficios sociales ciudadanos que antes no los percibían.
Porque, por otro lado, es bastante fácil adivinar que a quienes no podían ir a
las escuelas, ni tenían médicos, ni agua en sus viviendas... seguramente no le
hubiera importado que los gobiernos de la IV República hubieran tratado de
"moldear sus percepciones" si era a cambio de los bienes sociales que ahora
reciben del gobierno chavista.
Lo que está ocurriendo es que no se
percibe el fenómeno esencial: que ahora hay millones de nuevas personas que se
sienten titulares de nuevos derechos (por muy imperfecta que sea todavía la
forma en que los disfrutan), que perciben beneficios antes impensables y, como
no podía ser menos, que se sienten dueños de las rentas (principalmente
petroleras) que se producen en su país. Eso es lo que ha dado carta de
naturaleza como sujetos político a quienes se habían sentido siempre como
simples desheredados.
¡Claro que los triunfos electorales de Chávez y de
los partidos que gobiernan Venezuela están ligados a esas políticas sociales, a
ese reparto de la renta petrolera, al incremento del gasto social, a las
inversiones dedicadas a satisfacer las necesidades de los más pobres ... ! Es
normal, e incluso parece que debe ser lo lógico y deseable que así ocurra en las
democracias. Lo que no parece tan lógico es criticar esto y, al mismo tiempo, no
reconocer que quizá se está en contra de ese gobierno justamente porque ha
establecido prioridades de reparto que no resultan tan satisfactorias para los
demás o, al menos, tanto como las anteriores que dejaban fuera del reparto a
millones de conciudadanos (10).
Los dos espacios de la política económica
Uno de los rasgos más interesantes del proceso revolucionario venezolano
es, al mismo tiempo, el que quizá cuesta más trabajo reconocer a sus
adversarios.
Es una evidencia que la economía se encontraba en una
situación realmente catastrófica a finales de los años noventa y que estuvo a
punto de volver a estarlo en 2003, como consecuencia del paro petrolero. Pero lo
que ha resultado sorprendente es que el gobierno de Hugo Chávez haya sido capaz
de devolverle la senda del crecimiento y lograr resultados positivos en periodos
de tiempo tan relativamente breves.
Es muy difícil, por no decir
imposible, encontrar en la historia económica de nuestros días una experiencia
semejante a la venezolana, que acumule en un lapso de tiempo tan corto salidas
millonarias de divisas, un golpe de Estado, un ambiente de constante
movilización y altercados callejero, cierres patronales y, sobre todo, un golpe
tan dañino como el que supuso la huelga petrolera que durante más de dos meses
produjo más de 13.000 millones de dólares en daños directos y otros indirectos
sencillamente incalculables y que provocó una caída del PIB del 7,6% y del 8,9%
en 2002 y 2003 respectivamente. Y, al mismo tiempo, que muestre un mejoramiento
neto de la situación económica en un lapso de tiempo tan breve.
Sin duda,
esta intensa y tan efectiva capacidad de reacción tiene que ver con las nuevas
estructuras y con la política económica que el gobierno bolivariano ha sabido
imponer en la economía venezolana. No puede haber caído del cielo.
En
concreto, creo que se deben destacar tres circunstancias que la
explican.
En primer lugar, que se ha rechazado explícitamente aplicar las
recetas neoliberales del Fondo Monetario Internacional e incluso que se han
aplicado orientaciones claramente contrarias a esa ortodoxia, lo que ha
procurado independencia y capacidad de maniobra sin la cual hubiera sido
imposible salir de las situaciones problemáticas a las que se ha enfrentado el
país.
No sólo se han aplicado políticas expansivas que han resultado ser
muy convenientes, como señalaré enseguida, sino que, a diferencia de lo ocurrido
en otros países, se han instrumentado otras como el control de cambios,
extraordinariamente razonables e imprescindibles para que las economías se
defiendan de la fuga de capitales o de la especulación financiera tan nefasta
para la economía productiva y para los negocios creadores de riqueza
real.
En segundo lugar, que esas medidas han dado resultados bastante
positivos hasta el momento tanto en el equilibrio macroeconómico como en los
procesos reales de creación de actividad, empleo y riqueza mejor
distribuida.
Cuando Hugo Chávez fue elegido por primera vez sólo el 25%
de los trabajadores cotizaban a la seguridad social, el salario medio era solo
un 20% mayor que el ya reducidísimo salario mínimo. En 1998 los salarios
reales eran el 56,8% de los de 1990, el 20% hogares no tenían ingreso
fijo, el 50% hogares no recibía agua potable diariamente, el 89% de los niños
entre 4 y 15 estaban en situación de pobreza. En aquel momento, Venezuela era el
octavo productor de petróleo y había sido el primero durante muchos años pero
era el tercer país más desigual del mundo. De 1990 a 1998 el 70% de los puestos
de trabajo creados habían sido en el sector informal y en 2000 había 4,7
millones de trabajadores en esa situación. Durante los años 90 el PIB por
persona tuvo un crecimiento del 0% y el PIB por persona cuando Chávez llegó al
poder era el 75% que el de 1977(11).
Los gobiernos
anteriores nunca se habían preocupado por establecer instrumentos fiscales
eficaces que permitieran alcanzar equilibrio macroeconómico y justicia social.
La recaudación del impuesto sobre la renta en Venezuela representaba
aproximadamente el 0,2% PIB cuando Chávez comenzó a gobernar y
la formación bruta de capital privada que en 1978 representaba el 24% del PIB
bajó al 8% en 1998, y la pública pasó del 18% al 9% (12).
Los ingentes
ingresos petroleros de los que disfrutó el país en todos esos años no se
dedicaron a mejorar o incrementar la capacidad productiva del país sino todo lo
contrario. Venezuela se convirtió en un país rentista en el peor sentido del
término, que repartía los ingresos de la explotación petrolera entre los
sectores privilegiados y los consumía sin más, en la confianza de que los pozos
no iban a parar nunca de dar oro negro a los mercados.
En contra de lo
que venían siendo las directrices neoliberales del Fondo Monetario
Internacional, las primeras medidas económicas del proceso se dirigieron a
recobrar el pulso productivo mostrando, al mismo tiempo, su expreso y rotundo
compromiso popular. Se decretaron subidas de sueldos y salarios tanto en el
sector público como en el privado, de modo que solo entre 1998 y 2001 se produjo
un incremento del 12% en los salarios reales promedio (que, recordemos, habían
bajado un 20% en los últimos diez años). Además, se pusieron en marcha las
políticas sociales que he comentado antes, además de otras de reestructuración
de la actividad productiva, para lograr más equilibrio e integración
internos.
Los resultados de estos primeros años del proceso bolivariano
fueron real y objetivamente exitosos. Frente a los datos de crecimiento negativo
del PIB a finales de los años noventa, en 2000 ya se alcanzó un crecimiento
positivo del 3,2%. En 2001, el PIB no petrolero (más significativo de la
evolución del total de la economía y no sólo del "tirón" del petróleo) aumentó
el 4%, la construcción el 12,5%, las comunicaciones el 13,2, las manufacturas el
4,2. La consecuencia de ello fue que el PIB per capita aumentó un 1% en
2001.
La inflación había sido del 30% en 1998, pero bajó al 20% en 1999,
al 13,4% en 2000 y al 12,3% en 2001. El saldo positivo de la balanza de pagos
por cuenta corriente casi se multiplicó por cuatro entre 1999 y 2001 y las
reservas internacionales aumentaron en casi 5.000 millones de dólares. La
ocupación aumentó en casi 550.000 personas, de ellas, más de 315.000 empleadas
en el sector privado. El paro juvenil se redujo solo entre 1990 y 2000 del 28%
al 22,3%.
Una expresión evidente de esta mejora, incluso desde la
perspectiva de los parámetros más ortodoxos, era que la inversión extranjera
casi se había doblado desde 1998 a 2001.
A finales de 2001 se podía
decir, por lo tanto, que la evolución de la economía venezolana era realmente
positiva.
Como he señalado antes, el golpe de estado primero y el paro
petrolero después paralizaron la economía, provocando la pérdida de cientos de
miles de puestos de trabajo, de inversiones, de capitales que salieron por
millones fuera del país, e incluso de casi 3.800 pozos petroleros. Pero, lo
sorprendente fue que, una vez vencidas esas resistencias antidemocráticas, la
profundización en las políticas expansivas y redistributivas permitió que ya en
2004 se alcanzase un crecimiento del PIB del 17,3% y, después de diez trimestres
consecutivos con crecimiento positivo, del 9,4 en 2005.
En este último
año se consolidó la recuperación económica de forma palpable y no solamente como
consecuencia del tirón de la industria petrolera, puesto que el PIB
correspondiente al sector no petrolero aumentó incluso más, el 10,9%.
En
2005 aumentó una vez más el gasto público, un 39%, y la inversión; y
disminuyeron la inflación (que se situó en el 14,5%) y el desempleo (que alcanzó
el 10,1 frente al 18% de 2003). Los ingresos del Estado aumentaron un 80%, en
parte como consecuencia de la subida de las regalías petroleras y en parte
también como efecto de la mayor recaudación fiscal conseguida. Eso permitió que
el déficit público haya pasado de representar el 4,4% del PIB en 2003 al 1,5%.
Aumentó la entrada de capital hasta los 7.500 millones de dólares y las
exportaciones se incrementaron un 44%, frente a un 30% las
importaciones.
Puede decirse, por tanto, que la revolución bolivariana ha
logrado mantener, a pesar de los ingentes problemas que se le han plateado, los
equilibrios macroeconómicos básicos. Incluso desde esta perspectiva más bien
ortodoxa (reducción de los déficits, de la inflación, del desempleo, atracción
de los capitales...) ha logrado resultados que son claramente superiores a los
alcanzados en otros países en los que se vienen aplicando las recetas
neoliberales.
Es obvio que eso lo ha podido hacer gracias a la inmensa
riqueza petrolera que posee el país, pero se diría una verdad a medias si, al
mismo tiempo que se dice esto, se olvida que la misma riqueza estaba en manos de
los gobiernos de la IV República que llevaron la economía a la ruina, o incluso
de otras grandes potencias económicas: en 2002 el gobierno bolivariano había
logrado reducir el porcentaje de personas cuyo ingreso estaba por debajo del
ingreso medio per capita del 70,8% en 1997 al 68,7%. Sólo en el año siguiente,
en 2003, el número de pobres aumentó en Estados Unidos, bajo la administración
de George Bush en 1,3 millones de pobres. Es una diferencia bien notable en
cuanto a "performance" económica de un gobierno y de otro.
Pero si ese
factor de éxito en la gestión macroeconómica es realmente distintivo, un tercer
elemento que resulta ser una de las claves fundamentales de la transformación
bolivariana es que, al mismo tiempo que se ha realizado ese tipo de gestión más
bien anclada en una ortodoxia no neoliberal, se ha abierto un profundo espacio
para el desarrollo de nuevas relaciones económicas, tal y como señala la
Constitución al hablar del fomento de una economía diferente basada en
“mecanismos autogestionarios y cogestionarios” o en "asociaciones solidarias, corporaciones y
cooperativas”.
Sobre todo después del paro petrolero el gobierno
impulsó la estrategia llamada de desarrollo endógeno que pretende, básicamente,
potenciar el autoabastecimiento, reducir las dependencias indeseables,
diversificar la producción y aumentar la producción y exportación de bienes
industriales. Es decir, generar alternativas a la enorme extraversión y
desintegración que han producido las políticas neoliberales.
En los
últimos años se han creado miles de cooperativas o Empresas de Producción Social
y se han puesto en funcionamiento múltiples instrumentos de financiación
alternativos (bancos públicos especializados en diferentes sectores o
actividades económicas o abundante microfinanciación)
(13).
Su desarrollo, sin embargo, es todavía muy
limitado (e incluso muchas de ellas ni siquiera funcionan con efectividad),
sobre todo, debido a que se carece del suficiente mercado interno, de redes de
transporte y comunicación adecuadas y, en general de la integración que resulta
necesaria para que todas esas actividades generan las economías y sinergias que
las hagan competitivas.
Pero, incluso a pesar de ese escaso desarrollo,
este nuevo espacio económico representa la realidad más interesante del panorama
económico venezolano, la auténtica vía por la que se podría avanzar hacia una
transformación social que garantice mayor satisfacción general y mejor
rendimiento económico. De su futuro dependerá, seguramente, no sólo lo que
ocurra con la economía venezolana sino quizá con todo el proceso político que la
dirige y sostiene.
La ambiciosa sombra de la Espada de Bolívar ... y
la larga mano del vecino del norte
Para finalizar este comentario que
trata de subrayar los elementos que me parecen centrales en la revolución
bolivariana hay que mencionar a su proyección exterior.
Esta ha sido,
efectivamente, uno de los ejes sobre los que ha gravitado la acción del gobierno
de Hugo Chávez, empeñado siempre en rememorar los sueños integradores de Simón
Bolívar. Como otros tantos aspectos de la política de la República, ha sido
interpretada de mil formas, pero la mayoría de las veces apresurada y
equivocadamente.
Por parte de sus adversarios se resuelve el asunto
señalando simplemente que el presidente venezolano es un revolucionario
interesado nada más que en exportar su experiencia o su modelo social a otras
latitudes, recurriendo a los tópicos más primitivos que tratan de descubrir por
todos lados "la amenaza comunista".
Es verdad que los regates en corto
(aunque en muchas ocasiones sean inevitables), la precipitación, el histrionismo
ocasional y la imprudencia con que Hugo Chávez aborda a veces las cuestiones
internacionales (más que cualquier otra exigentes de tacto y diplomacia)
provocan confusiones e incluso problemas que a veces se vuelven contra los
propios intereses progresistas que trata de defender (como puede haber ocurrido
en Perú con sus desesperados intentos de "ayudar" a la candidatura de
Ollanta Humala). Pero los detalles accidentales no deberían ocultar la
naturaleza real del papel que el entorno internacional juega en la revolución
bolivariana, y viceversa.
La primera orientación internacional del
gobierno de Chávez se dirigió inteligentemente a fortalecer la posición de los
países exportadores de petróleo, algo que sus antecesores habían descuidado y
que provocó la perdida de millones de dólares en ingresos como consecuencia de
los precios tan bajos del crudo.
Un segundo eje de la política exterior
venezolana ha consistido en forjar la mayor solidaridad posible con el proceso
de cambio que se viene realizando o, al menos, la neutralización de las
posiciones poco amistosas que Estados Unidos, principalmente, ha ido cultivando
en la diplomacia internacional desde que "le vio las orejas" al lobo
chavista.
Esta estrategia se ha complementado con la apertura o
fortalecimiento de lazos comerciales con países hasta ahora alejados de los
intereses venezolanos, como China, Rusia o Irán, pero con quienes está abriendo
una vía de proyección exterior que sin duda va a proporcionarle no sólo mercados
muy rentables sino también una gran dosis de independencia en sus relaciones
exteriores.
En este sentido, ha modificado también sus relaciones con
países de la Unión Europea, especialmente con España, o quizá a través
justamente de España, lo que ha permitido desbloquear relaciones comerciales y
ganar posiciones de mayor neutralidad a la hora de hacer frente a los conflictos
que inevitablemente le comporta a la revolución bolivariana el circular contra
la corriente política e ideológica dominante en casi todo el planeta.
Sin
embargo, en donde Venezuela está desplegando una mayor actividad es en el
espacio que se constituye como el ámbito natural de la transformación social que
allí se lleva a cabo: América Latina.
No puede ser de otra manera. En
nuestra época de redes e interrelaciones de todo tipo, de inmediatez,
flexibilidad y de transnacionalismo el ámbito en el que inexcusablemente tiende
a proyectarse cualquier proceso de transformación social es internacional. Sin
este, es muy difícil que cuaje el cambio productivo, o incluso el político o el
cultural en el interior de cualquier país. Es injusto que se defienda
continuamente la globalización "realmente existente", bastante imperfecta,
desequilibrada y asimétrica y que, al mismo tiempo, se critique que la
revolución bolivariana tienda a crear un espacio propio, aunque por definición
compartido y, por tanto, consensuado y diseñado en conjunto, en el espacio
internacional en el que se inserta.
Lo que ocurre es que esa tendencia a
la proyección exterior no es exclusiva de Venezuela sino que es buscada
igualmente por quienes tienen proyectos de transformación social muy diferentes,
lo que provoca que la correspondiente búsqueda del espacio exterior natural se
haga en condiciones conflictivas, de choque y contradicción de intereses. Y en
esa situación, las respuestas que se ofrecen no suelen ser las democráticas
porque los más fuertes no admiten reglas del juego y se empeñan siempre en
imponer sus condiciones.
La paradoja es que en nombre de la libertad y la
democracia se niegue el espacio, por ejemplo, para un proyecto de integración
continental como el que propone y está empezando a construirse bajo el impulso
venezolano (el ALBA, la integración energética, comunicativa, educativa, etc.)
mientras que se da por hecho que el proyecto centrado exclusivamente en la
integración de los mercados (como el ALCA o los Tratados de Libre Comercio que
tratan de paliar su paralización) es solamente el que tiene derecho a existir
legítimamente.
Es un simplismo creer que la política exterior bolivariana
busca que Chávez se convierta en el dueño de América, una expresión que aunque
parezca exagerada puede escucharse habitualmente en comentaristas o ideólogos
que no simpatizan con su gobierno. Se quiera o no, una integración regional de
nuevo tipo es imprescindible para los países que quieran no ya iniciar un
proceso de cambio radical (que ni siquiera se está dando en Venezuela) sino,
simplemente, reutilizar mejor sus recursos endógenos para hacer frente a la
desertización productiva que ha provocado el neoliberalismo, reorientar su
economía hacia la satisfacción de las necesidades sociales, mejorar la
distribución de la renta y lograr un poco más de capacidad de maniobra a la hora
de hacer frente a los desequilibrios económicos
(14).
Bien es verdad, sin embargo, que todo ello tiene
una restricción fundamental: el hostigamiento continuo de Estados Unidos que va
desde la financiación a la oposición (una práctica que sería condenada en
cualquier otro lugar del mundo) hasta la protección a terroristas como Posada
Carriles, pasando por el sabotaje económico, por la práctica de bloqueos
comerciales de hecho o por la constante preparación de todo tipo de ataques al
orden constitucional y al gobierno legítimo de Venezuela.
Estados Unidos
es la fuente principal de agresión a un gobierno legítimo y que, según las
encuestas nacionales e internacionales, además de los propios resultados
electorales, goza de un inmenso apoyo popular.
No deja de sorprender el
continuo discurso descalificador procedente del gobierno de Estados Unidos
cuando los ciudadanos venezolanos expresan, seguramente más a menudo y en mayor
medida que los de otros países, una gran confianza en su gobierno. Una encuesta
realizad en 2005 indicaba que sólo un 23% de la población consideraba que vivía
en una dictadura, mientras que el 74% afirmaba vivir en democracia.
El
Latinobarómetro que anualmente proporciona información sobre el grado de
aceptación de la democracia y satisfacción con los gobiernos en América latina
viene mostrando en los últimos años que Venezuela es el país que proporciona
datos más satisfactorios. Por ejemplo, es en el que desde 1999, año en que
comenzó a gobernar Hugo Chávez, hay más confianza en la democracia y en donde
más se confía en las elecciones. Otras encuestas ha mostrado que casi la mitad
la población, el 45%, afirma sentirse beneficiada por el reparto de la riqueza
petrolera, cuando ese porcentaje rondaba el 20% en los años anteriores a la
revolución bolivariana. Aunque no suelen reconocerlo los adversarios del
proceso, lo cierto es que los porcentajes de popularidad y aceptación de la
gestión del Presidente Chávez suelen estar entre el 50% y el 60% en las
encuestas (15).
Pese a ello, es muy difícil encontrar
otro país en el mundo que se enfrente a un entorno internacional tan complicado,
que sufra una descalificación tan constante sobre su experiencia democrática, un
desconocimiento tan profundo sobre lo que allí sucede y una agresión tan
explícita a sus instituciones legítimas.
También hay lugar para las
sombras
Como es natural, la revolución bolivariana no está exenta de
problemas sin resolver, de limitaciones graves y de desviaciones que en muchas
ocasiones desfiguran su auténtica naturaleza o impiden que se logren los
objetivos de bienestar humano que se persiguen.
Analizarlos obligaría a
comenzar de nuevo otro texto y no es esa mi intención aquí, aunque sí me parece
necesario apuntar, al menos, los que me parecen más relevantes.
En primer
lugar, hay que tener en cuenta que, aunque la elección de Hugo Chávez abrió las
puertas a una auténtica revolución que dio la vuelta a la cultura política y a
sus instituciones, a la pauta de reparto y a la forma de gobernar el país, la
administración del Estado prácticamente se mantuvo inamovible. Aún hoy está
formada en su mayor medida por personas opuestas a la transformación social que
se quiere llevar a cabo y eso provoca a menudo que las medidas del gobierno se
desvanezcan en el aire, por la falta de instrumentos administrativos que las
hagan efectivas.
Se trata de una carencia fundamental que ha tratado de
solventarse utilizando el ejército o creando las Misiones pero es evidente que
esa alternativa no es siempre la adecuada, que tiene limitaciones importantes y
que puede ocasionar a la larga más problemas de los que resuelve.
A esa
circunstancia se añade la extendida corrupción que se padece en
casi todas las actividades sociales. Una corrupción que se heredó como una
auténtica cultura, fuertemente arraigada y extendida, pero que nadie ha sido
capaz de erradicar con eficacia. Se trata de prácticas que literalmente minan la
economía, que generan una extraordinaria ineficacia, que desaniman a la
población y que generan impotencia, frustración y desaliento.
Por otro
lado, aunque se han logrado avances, Venezuela sigue siendo un país inseguro y
violento en donde los conflictos se resuelven a menudo de forma incivilizada y
esa es una enfermedad social de la que no están completamente exentas las
relaciones políticas y civiles en general. Más bien al contrario, la presión que
crea ese clima se traduce inevitablemente en un medio ambiente social crispado y
en donde la convivencia no siempre es la que permite cultivar el diálogo y el
reconocimiento social.
La revolución bolivariana es una transformación de
valores que ha tenido como singularidad la de incorporar principios éticos muy
explícitos a la vida política y social. En el mejor sentido del término, desea
ser una transformación social moralizante (y por eso se entiende mal, por
ejemplo, que instituciones como la Iglesia Católica sean tan opuestas a las
políticas de reparto que está inspirando, a las políticas sociales de ayuda a
los más pobres, a su discurso igualitario o a su radicalismo democrático). Sin
embargo, la revolución no ha sido capaz de avanzar suficientemente en la lucha
contra el machismo o incluso contra los brotes (aunque sean más implícitos que
claramente explícitos) de cierto racismo que tantas veces dominan las relaciones
sociales.
La revolución también ha estado y sigue estando lenta a la hora
de hacer frente a algunos problemas de infraestructuras sociales muy graves.
Haber visitado una cárcel venezolana es una experiencia desoladora. Se necesita
avanzar mucho más en esos campos, como también en el de la vivienda (que podría
convertirse en un cuello de botella insalvable en ese país si se sigue
produciendo el actual crecimiento demográfico).
Al parecer, si se tiene
en cuenta la continua controversia que hay sobre ello en círculos más
especializados, tampoco parece que se haya terminado de resolver un asunto tan
crucial en Venezuela como es la gestión y el control de la industria petrolera,
de modo que muchos advierten que lo que se ha hecho es sustituir a una
meritocracia por otra.
Finalmente, hay que señalar que, a pesar de que el
gobierno se propone avanzar en la generación de un espacio económico alternativo
y diseñar un modelo de crecimiento no dependiente de la renta petrolera, esa es
una tarea tan ardua en la que sólo se ha avanzado escasamente. Eso significa que
sigue pendiente, y seguramente lo seguirá estando durante muchos años, la
consolidación de una vía económica más sostenible a medio y largo
plazo.
A esos problemas, en fin, se podrían añadir, sobre todo, los
derivados del escaso control que en realidad se tiene sobre el poder real que
hoy día gobierna nuestras sociedades y que en el caso de Venezuela se traduce en
una oligarquía tan poderosa como egoísta y carente de principios. Su poder no
está incrustado solamente en los grandes escenarios de la economía, de las
multinacionales o de las finanzas, sino que ha generado extensiones en otros
ámbitos más domésticos: en la policía, en la judicatura, en sectores del
ejército (aunque éste quizá más depurado que ninguna otra institución), en la
enseñanza, en las jerarquías de las iglesias...
No son pocos, por tanto,
los escollos a los que se enfrenta continuamente este proceso singular y
complejo pero con una característica que se superpone sobre cualquier otra: la
de haberle dado la voz y la ciudadanía efectiva (la que se expresa con el voto
pero también con la posibilidad de disfrutar de derechos sociales) a millones de
hombres y mujeres antes desheredados.
En definitiva, todo estas
cuestiones son las que plantea inevitablemente un proceso que pretende crear un
socialismo del siglo XXI en una sociedad que padece desigualdad y pobreza del
siglo XIX. Seguramente, sea la primera vez que un proceso revolucionario de esta
naturaleza se da en un país que tiene dinero. Pero, desgraciadamente, no basta
con tener dinero.
Hace unos años un periodista le preguntó a
Jorge Giordani, Ministro de Planificación de Venezuela, que cómo
logrará el país "destetarse" del petróleo. Dice el periodista que antes de
contestar suspiró como diciendo "¡qué ingenuo!" y luego le dijo:
"Desde que asumimos hemos estado continuamente librando batallas políticas.
Mucha gente ha aprendido a leer en los últimos años, pero ¿cuánto tiempo les
llevará poder formarse para trabajar en alta tecnología, o en el campo de la
medicina o de los servicios? ¿Diez años? ¿Una generación? Estamos combatiendo
contra una cultura rentística, y muy individualista. Siempre lo mismo: 'Mamá
Estado, papá Estado, denme algo del dinero que produce el petróleo'. Organizar a
la gente es muy, pero muy difícil".
Luis Althusser habló alguna vez
de "procesos sin sujeto". Si la revolución bolivariana tiene algo,
además de todos los problemas que he mencionado, es eso: un sujeto que no parece
que, de momento, esté dispuesto a dejar de serlo.
NOTAS
1. Norman Gall, "La dudosa obra
de Chávez", El País, 27 de marzo de 2006. 2. Luis de
Sebastián, "El reparto de la globalización", El País, 28 de
mayo de 2006. 3. Sobre la "guerra de los medios"
vid. Emilia Bolinches "Venezuela traicionada por sus
medios". Agora, Revista de Ciencias Sociales, nº 10
(pp.187-198). 4. Una análisis histórico resumido de este
proceso en el capítulo “De Punto Fijo a la Constituyente. Los
bolivarianos, entre la acción y la reacción” de Rubén Martínez
Dalmau en Juan Torres López, "Venezuela a contracorriente. Los
orígenes y las claves de la revolución bolivariana". Icaria
2006. 5. Juan Torres López y Alberto Montero, “¿Hay más
pobres en Venezuela con Hugo Chávez?”. 6. Algo que se escucha muy frecuentemente en
Venezuela es que Chávez ha destruido a la clase media venezolana. Muchos
estudios, sin embargo, muestran que el deterioro de las clases medias (algo
que no deja de ser un eufemismo en un país donde más de la mitad de la
población está bajo el umbral estadístico de la pobreza) comenzó mucho antes.
Así, Patricia Máquez y Ramón Piñango afirman
que entre 1975 y 1997 la clase media venezolana se redujo del 56,9% al 31,3%.
En Patricia Márquez y Ramón Piñango (edits): "Realidades y nuevos caminos
en esta Venezuela". IESA 2003). 7. Sobre este asunto
pueden verse los capítulos 2 y 3 de Juan Torres López, "Venezuela a
contracorriente…”, op.cit. 8. En el portal
del Sistema integrado de indicadores sociales de la República Bolivariana de
Venezuela pueden encontrarse datos actualizados sobre
la realidad social del país. 9. En: http://www.asemaster.com.ve/Jose%20Manuel%20Puente.pdf. 10. Un análisis reciente sobre los efectos de
estas políticas sobre la desigualdad de partida en Rodolfo
Magallanes, "La igualdad en la República Bolivariana de Venezuela
(1999-2004)", Revista Venezolana de Economía y Ciencias Sociales, 2005,
vol. 11, nº 2, pp. 71-99. 11. Vid. Juan Torres
López, "La economía en tiempos de convulsión: luces y
sombras" en "Venezuela, a contracorriente...",
ob.cit. 12. Juan Torres López, "¿Ha
hundido Chávez la economía venezolana?" en Pascual Serrano (Coord.), “Mirando
a Venezuela”, Editorial Hiru. San Sebastián 2004. 13.
Cuando Chávez llegó al poder, existían algo menos de 900
cooperativas, aunque sólo la mitad funcionaba con algún
éxito. En el año 2001 surgieron más de 1.000, y más de 2.000 el año siguiente,
pero desde que el gobierno comenzó a fomentarlas y a financiarlas con gran
generosidad su número creció exponencialmente: se crearon 18.000 en 2003,
36.000 en 2004 y 41.000 en 2005. Lógicamente, no todas, ni mucho menos, tienen
una actividad potente ni contribuyen en igual medida a la creación de riqueza
y al desarrollo económico nacional. 14. Como es fácil
comprobar, y en contra de la caricatura que suele predominar en muchos
análisis de la proyección externa de la revolución bolivariana, el papel real
que desempeña Cuba en esas estrategias, dada su situación geopolítica, no es
desde luego nada determinante, aunque es obvio que la isla es la primera
interesada en que América Latina se dote de un espacio económico integrado que
favorezca proyectos de esa naturaleza. Quienes sólo quieren ver en la política
exterior venezolana una alianza entre comunistas gobernada por el viejo
comandante de Mayarí simplifican hasta la exageración y lo que les ocurre es
que no pueden detectar el auténtico cariz que están alcanzando los procesos de
integración en el continente. 15. Los datos del Latinobarómetro. Los demás
están recogidos en Ernesto Fidel de Cházaro, "Buscando
la Revolución Bolivariana" (2006),
pendiente de la edición escrita
Juan Torres López
es Catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de Málaga (Andalucía) y
coordinador del libro “Venezuela a contracorriente. Los orígenes y las
claves de la revolución bolivariana” (Barcelona, Icaria
2006)
Desde
Venezuela para Andalucía Libre
Correspondencia Escuálida
La publicación en ANDALUCÍA
LIBRE 306 de nuestra adhesión al Llamamiento Internacional:
¡Si fuéramos venezolanos, votaríamos
Chávez! nos ha deparado diversas reacciones. Entre ellas un
correo de la Sra. Margarita Belandría, remitido desde Mérida
(Venezuela). Aunque no es nuestra costumbre introducir nuestra correspondencia
-que es copiosa y variopinta- en el Boletín, en esta ocasión nos
hacemos eco por lo que tiene de exponente sociológico y político de la situación
venezolana. Así pues, reproducimos el correo en cuestión y a continuación una
breve respuesta de nuestra cosecha. ANDALUCÍA LIBRE.-
Te invito a vivir en
Venezuela
Qué fácil es
opinar desde lejos... Qué bonitas son las 'revoluciones' fuera de España...
Venga, viva aquí, observe objetivamente los hechos a ver si luego puede escribir
una línea de lo que ha escrito.
El presunto
antiimperialismo de Chávez no es más que hueca retórica que junto con la
"chequera" (robando a los venezolanos)maneja hábilmente para conquistar
la aceptación internacional. Por un lado lanza palabrones a Bush y por otro lado
mantiene sustanciosos negocios con el imperio. Si usted desea más información,
distinta a la que hasta ahora tiene, se la puedo proporcionar. Para que vea por
los dos lados y pueda opinar con conocimiento de causa.
En estos momentos me dispongo a salir para el centro de
votación, no precisamente a votar por Rosales, sino a votar en contra del
candidato por el cual votamos llenos de esperanza en el año 98, y que pretende
entronizarse en el mando hasta el 2021 ó 2031, diciendo que únicamente él está
capacitado para gobernar a Venezuela; ya eso es suficiente para uno darse cuenta
de lo desquiciado que está ese militar tirano que ha llenado de sangre, odio y
miseria al país. Yo sé que el candidato de oposición no es 'lo máximo', pero
tengo la certeza de que si gana y no hace un buen gobierno, lo sacaremos con un
referéndum revocatorio, y él se irá sin hacer trampa. Estoy segura de eso.
Finalmente, pienso que para defender al militar golpista hay que ser o
muy ingenuo o estar recibiendo una bola de dinero.
Atento saludo, Margarita
Belandria Profesora de Lógica y Filosofía del Derecho -
Directora de la Revista Dikaiosyne
Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas de
la Universidad de Los Andes Mérida - Venezuela
Respuesta
a una escualida venezolana
En
primer lugar aclararle que no opinamos sobre Venezuela 'desde
España' sino desde Andalucía, que no es lo mismo.
Somos andaluces, no españoles. Si no lo sabe, le informamos del dato.
En
segundo lugar, le reconocemos que nos encantaría visitar Venezuela, ciertamente,
pero el no haberlo hecho no nos impide tener informaciones plurales y
criterios rigurosos al respecto de lo que allí ocurre y ha ocurrido.
Hemos seguido el proceso bolivariano desde un
principio y creemos tener suficientes elementos para poder valorarlo y
posicionarnos ante el. Así lo hemos venido haciendo cuando nos ha sido
posible y lo hemos considerado oportuno. Sin perder nunca el espritu
critico, pero sabiendo siempre distinguir entre lo fundamental y lo accesorio y
estableciendo las prioridades consecuentes. Como
quiera que a partir de una breve excursión por Internet, hemos advertido que Ud.
también opina sobre lo que acaece en otros países ajenos al suyo y toma
partido al respecto, no creemos que nos niegue a nosotros en relación a
Venezuela del lado bolivariano lo que Ud. practica con singular desenvoltura,
por ejemplo, del lado gusano en relación a Cuba.
No
vamos a responder en detalle a sus apreciaciones en forma de exabruptos
sobre la situación venezolana. Están suficientemente rebatidas documentalmente
punto a punto en otros artículos del ultimo numero de ANDALUCÍA LIBRE.
Sólo nos permitimos advertirle que su furia
escuálida le lleva directamente al ridículo y a la inconsistencia
intelectual.
No
puede Ud. hablar de 'tiranía y persecución en Venezuela y
pretender que se le crea mientras sigue tranquilamente disfrutando de su
condición de profesora en una Facultad de Derecho y Ciencias Políticas
venezolana. Si en Venezuela ocurriera lo que Ud. dice que ocurre, una
activista antichavista como Ud. no podría utilizar su cargo para
difundir propaganda antigubernamental(*) pretendiendo camuflarla como
la opinión de la intelectualidad venezolana o utilizar reiteradamente órganos
académicos con este objetivo. Menos aún puede
Ud. reclamarse de ninguna legitimidad democrática porque Ud. en pleno Golpe de estado de 2002 -del
que nos ocupábamos en el ANDALUCÍA LIBRE nº 112- tuvo la desfachatez de
declarar: "Quiero manifestar
contundentemente dos cosas: una, la satisfacción de que
finalmente, aunque con un saldo doloroso, nos hayamos liberado del
régimen de Chávez. Indiscutiblemente, su salida era
absolutamente necesaria para restablecer el orden constitucional y la paz
ciudadana. Necesaria era también la destitución de los magistrados del
Tribunal Supremo y otros jerarcas nombrados según el arbitrio del
expresidente".
Para que compruebe que nuestro alineamiento con
Venezuela bolivariana no es acritico hacemos constar al respecto
nuestra inquietud y nuestro respetuoso desacuerdo con la benevolencia
bolivariana que permite que tras tan expresivo pronunciamiento
progolpista y tan provocativa muestra doctrinaria, una presunta
'jurista y filosofa del derecho' -como dicen sus títulos- siga cobrando
su sueldo y ejerciendo sus funciones docentes e investigadoras y no haya
sido, como mínimo, inhabilitada a esos efectos. Mal
servicio se hace a la formación académica -y aún a la moral- de los alumnos y
alumnas de la Universidad de Los Andes dejándolos en manos de gente
golpista como Ud. que sólo admite el funcionamiento de los mecanismos
democráticos en tanto en cuanto favorece a sus intereses. Si algún día nos
encontramos en Andalucía en disposición similar a la que han vivido Uds. en
Venezuela, confiamos en que no caeremos en esos errores. En
fin, su adscripción política y
catadura ética queda bien reflejada al rubricar el manifiesto
sionista Venezuela con
Israel, (1/10/2006) que utiliza como excusa al régimen iraní para avalar
la represión sionista en Palestina y Oriente
Próximo.
A Ud., en resumen, le vienen que ni
hechas a medida las valoraciones que José Sant Roz desgranaba
en Aporrea el 16/05/06 en
su articulo La inteligencia que se fue de
culo.
Finalmente, de lo dicho confiamos que advierta y
constate que nuestra defensa critica del proceso bolivariano no deviene de
ingenuidad alguna. En cuanto al dinero -a la vista está- no hemos visto
un bolivar (sin que ello signifique que no sea en el futuro bienvenida toda
ayuda y contribución solidaria e internacionalista a la causa de la
independencia de Andalucía, por supuesto; sea desde Venezuela o sea desde donde
sea, faltaría más).
Atentamente,
ANDALUCÍA LIBRE
VENEZUELA
en
Andalucía
Libre
- Andalucía Libre nº 112, Venezuela,
El Golpe y el Imperialismo español, 18 de Abril de 2002
- Andalucía Libre nº 149, Opiniones
imprudentes sobre la situación de Venezuela,
12 Diciembre de 2002
- Andalucía Libre nº 150, Alerta
por Venezuela, 19 de diciembre de 2002
- Andalucía Libre nº 151, Noticia
de Venezuela, 23 de diciembre de 2002
- Andalucía Libre nº 153, Solidaridad activa con
Venezuela, 9 de enero de 2003
- Andalucía Libre nº 162, Venezuela:
Debate Petrolero, 20 de febrero de 2003
- Andalucía Libre nº 243. Venezuela:
políticas sociales y
economía venezolana. 28/9/2004
- Andalucía Libre
nº 299, Acercamiento
al Sindicalismo en la Revolución Bolivariana, 8 de octubre de 2006
Breves:
La Asamblea de Jovenes de Mijas nos
informa de la puesta en funcionamiento de su sitio en Internet. Desde alli
podeis tener información de las luchas que se desarrollan en Mijas.
Quebec y
Escocia
--oOo--
Andalucia Libre es Andalucia
Laica
POR UN SISTEMA ANDALUZ DE ENSEÑANZA , LAICO,
PUBLICO, NACIONAL.
NINGÚN PRIVILEGIO LEGAL NI FISCAL PARA LAS ENTIDADES
RELIGIOSAS.
POR LOS DERECHOS DE LAS MUJERES Y LOS HOMOSEXUALES:
TOLERANCIA CERO A TODAS LAS INTROMISIONES
CLERICALES
¿Inquisiciones,
Teocracias, Integrismos...?. NUNCA MÁS
Música de
fondo: Canción con todos, Mercedes
Sosa
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 [Adjunto no mostrado: Venezuela, Alma llanera.mid (audio/mid)
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