Las elecciones
son un hecho que no se puede ni se debe eludir. Ciertamente, no son el
único acontecimiento político determinante en nuestro destino colectivo. Pero
minusvalorar su importancia sería esconder la cabeza debajo del ala. En países
como el nuestro y en regímenes del tipo del que nos domina, las elecciones son
un momento clave y no sólo para seleccionar los equipos gobernantes. También y
especialmente para hacer balance y medir el alcance de la influencia y
consolidación de los diversos proyectos nacionales y sociales en
conflicto. Por
ello, resulta imposible escurrir el bulto y obligado pronunciarse al respecto,
respondiendo a las cuestiones que suscita la doble convocatoria electoral del
14 de Marzo: elecciones nacionales al Parlamento andaluz y Generales
españolas
Votar o no Votar
El debate sobre votar o no votar es una
discusión recurrente entre sectores nacionales y de izquierda consecuente.
Reaparece ante cada comicio. Los partidarios de la abstención activa inciden
habitualmente en algunos hechos ciertos: 1º. La enorme desigualdad de
partida entre las opciones contendientes que distorsiona los resultados,
siempre en sentido favorable a las fuerzas del Régimen. 2º. La
misma naturaleza del Régimen, cuyo núcleo de Poder esencial y
estable siempre es preservado del escrutinio electoral. Tambien hacen
hincapié en los peligros de la participación electoral como
posible soporte de la corrupción y paulatina integración en el Régimen de
fuerzas anteriormente contestatarias o de la devaluación o
supeditación que puede amparar en cuanto a la importancia central de
la movilización política y social extraparlamentarias. Son argumentos serios,
avalados por múltiples precedentes y referencias.
No obstante, la conclusión en que termina esta
posición encierra diversas carencias. No sólo no tiene en cuenta que,
desgraciadamente, el nivel social medio de claridad y comprensión de la
realidad no tiene ni su lucidez ni su determinación. De lo contrario,
estaríamos evidentemente en muy diferente situación. Su propuesta tampoco
lleva consigo vías que permitan cerrar esa brecha. Su
posicionamiento implica una disociación total, que realmente no existe,
entre la consecución de avances y reformas parciales -o el freno de
contrarreformas y regresiones- y la victoria final; entre los planos de
lucha parlamentario y extraparlamentario, institucional y extrainstitucional y
una incomprensión de los mecanismos por los que es posible -en regímenes y
países como el nuestro- hacer progresar el arraigo y la influencia de un
proyecto nacional y social alternativo. La "negación total" puede
estar al final del camino -o muy cerca- pero no en su comienzo. Es
absurdo, además, pensar que una fuerza que sea ya de entrada incapaz
de superar los obstáculos y las trampas del Régimen para alcanzar un
mínimo respaldo electoral y que renuncie por principio a implicarse, vaya
a ser por contra capaz de afrontar satisfactoriamente otras tareas y
desafíos futuros cualitativamente más serios. De otra parte, si bien el
abstencionismo vacuna contra determinados tipos de colaboracionismo -aunque no
frente a otros- puede implicar un serio y también extremadamente arriesgado
menosprecio de los peligros simétricos de una exaltación de la marginalidad y
la impotencia políticas.
Es verdad que la Independencia y el Socialismo
para Andalucía no se alcanzaran solamente amontonando diputados en Madrid o en
Sevilla y que un profundo enfrentamiento social extraparlamentario con el
Estado español resultará muy posiblemente inevitable, si se
quiere conquistar la Ruptura con el orden político y social vigente.
Tambien lo es que esta confrontación sólo es planteable a partir de una
previa realidad de fuerza política y social organizada que, en nuestras
condiciones, ha de manifestarse con anterioridad en la capacidad
contrastada de aparecer y actuar como opción política representativa y
articuladora de sectores sociales significativos (lo que encierra
necesariamente un combate exitoso por una presencia parlamentaria e
institucional). Cabe la posibilidad de que el Régimen se proteja
preventivamente, vulnerando su propio discurso, ilegalizando
fuerzas realmente antagónicas para cortar en seco su
progresión -hipótesis siempre a tener presente- pero para ser merecedor
de esta "atención" hay que haberse ganado antes una base social
y política y además -en un juego a dos- siempre cabe bien trabajar para
que el gasto le sea impagable o para preparar la confrontación en mejores
circunstancias. La abstención o la no presentación, planteadas como
formula de deslegitimación radical del Régimen, pueden tener sentido y
utilidad practicas en momentos en que sirvan como formulas de expresión de una
amplia y radical movilización social y cuando se les acompañe de propuestas
efectivas de poder alternativo. No es nuestro caso ahora; ni nada indica que
lo sea en el futuro inmediato. En nuestras circunstancias -cuando la mayoría
de los abstencionistas realmente existentes lo son por apatía, confusión o
ignorancia- y las fuerzas de izquierda nacional consecuente son
pequeñas, la postulación de la abstención se reduce inevitablemente a una
forma de escape político e intelectual para encubrir -bajo resultados
incuantificables- la propia debilidad.
Hay también quien recurre para justificar su
abstención a resguardarse tras las huelgas o los movimientos de masas.
Serían ejemplos de otra correlación más favorable. Valorándolos en su extrema
importancia -como experiencias de lucha y como espacios de gestación y
formación de militantes- no cabe honestamente olvidar sus limites. Lo
importante aquí es reconocer que sus mismos protagonistas en amplísima
proporción no los confrontan como soportes antitéticos a la representación
electoral; más aún, participan mayoritariamente y lo hacen dándole
respaldo a fuerzas políticas que incluso han estado ausentes o
presentes de mala manera en su propia practica de movilización. Conseguir ser
referencia política de la movilización social es una tarea que tiene sus
propias reglas y en la que han de combinarse el plano inmediato con la
consecución de credibilidad como proyecto político global alternativo.
Otros abstencionistas, desde presupuestos más o
menos neoanarquistas, justifican su postura considerando
esencialmente ajena o éticamente negativa la lucha por el Poder político,
valorada como consustancialmente perversa. Sin embargo, es forzoso
reconocer racionalmente que conseguir la liberación nacional de Andalucía
-construir una nación andaluza alternativa- y acceder a la emancipación
socialista -una sociedad igualitaria colectivamente dueña de su destino- es
una tarea imposible de culminar y consolidar bajo la bota de España y el
Estado español. Es verdad que el avance del proyecto nacional andaluz implica
la construcción progresiva de bases sociales y políticas organizadas
y alternativas, pero también lo es que la consumación de este objetivo
requiere como condición inesquivable la ruptura irreversible con España y la
destrucción del Poder capitalista español sobre Andalucía y su sustitución por
un nuevo Estado nacional andaluz; una República democrática andaluza. No cabe
apostar por la coexistencia estable e indefinida entre fenómenos enemigos
irreconciliables. En la plasmación de esa estrategia de emancipación
nacional y liberación socialista, no cabe confundir tampoco conceptos
básicamente distintos como "mayoría social" y "mayoría
parlamentaria" (y menos aún otros, esencialmente tramposos, como
"mayoría estatutaria" o "mayoría constitucional") que pueden
o no corresponderse, según la coyuntura. Pero en nuestra realidad -y salvo
cambios muy importantes que no se atisban- conseguir esa mayoría social
-sostén y palanca de la Ruptura independentista y socialista- es sinónimo
de alcanzar una fuerza capaz de traducirse en una sustancial
representación parlamentaria en el Parlamento andaluz -y muy posiblemente en
la Junta- que permita usar ambas instituciones como plataformas de
confrontación. Construirla es una tarea ineludible para poder estar en
condiciones de iniciar, con la debida legitimación y soporte social, la
etapa de ruptura política con España y de eliminación del orden social español
en Andalucía.
Ahora mismo en Andalucía, si es posible,
participar y contarse -sean cuales fueren los resultados- es mucho mejor y más
educativo que esconderse. Sea bajo la abstención o sea diluyéndose
en forma de un voto nulo importado que, como es obvio, no se
corresponde a ningún proceso político propio.
La coyuntura electoral y
los argumentos-trampa
Andalucía -para quien desde la izquierda piense
políticamente en andaluz y no en "surespañol"- es una nación
privilegiada para valorar ecuánimemente la coyuntura electoral. Aquí
llevamos soportando no sólo ocho años de Gobierno español del
PP sino también veintidós años de Gobierno
andaluz ininterrumpido del PSOE (los ocho últimos en coalición con los
andalucistas). Tenemos pues sobrada experiencia de lo que son y lo que
pretenden PP y PSOE, PSOE y PP.
A la hora de hacer política, forjar tácticas y
construir discurso, es cierto que conviene tener siempre presente las
singularidades que definen respectivamente a PSOE y PP; sus diversas matrices
nutricias y sobre todo la diversa percepción social que provocan. En
general, en política siempre conviene atender a los matices y tenerlos en
cuenta. Ahora bien, también es conveniente no verlos distorsionados
colocándoles forzadamente lentes de aumento para justificar
subsidiariedades y encubrir carencias propias. En dos palabras, PP y PSOE no
son lo mismo; pero son sustancialmente parecidos. Sus diferencias, son datos a
tener presente a la hora de diseñar las respectivas formas de combatirlos; sus
acuerdos y coincidencias, elementos esenciales a la hora de caracterizarlos y
definir. PSOE y PP son fuerzas capitalistas que asumen esencialmente el mismo
modelo neoliberal, que comparten una idéntica fe española y un similar
compromiso con el Estado español; proyectos que comulgan con la misma
visión de Andalucía dependiente, sumisa y alienada. PP y PSOE son fuerzas
enemigas de la emancipación nacional y la liberación socialista de
Andalucía.
Políticamente, el dato esencial es que tanto
PSOE como PP asumen y defienden el pacto constitucional español, es decir, la
formula que saldó la Transición del franquismo a la Monarquía parlamentaria,
dándole sustento jurídico-político, alterando las formas pero manteniendo los
beneficiarios y controladores de la dominación. Con sus diferencias tácticas
-derivadas de sus diversas posiciones, alianzas e intereses coyunturales-
ambos asumen como intocable el acatamiento a los procedimientos trucados
vigentes para bloquear la emersión de nuevos poderes y procesos constituyentes
nacionales y preservar a España. La defensa de los limites y requisitos
establecidos por la Constitución española de 1978 los sitúa juntos. De igual
manera, la deslealtad ante esas condiciones y la voluntad de subvertirlas,
constituye el elemento delimitador más nítido de las fuerzas realmente de
izquierda y andaluzas. No se puede votar a favor de Andalucía, es decir o lo
que es lo mismo, contra el Régimen español, sosteniendo a una u otra de sus
versiones o lecturas. Una prueba de los vínculos existentes entre PSOE y
PP es que, incluso ahora -sea desde la oposición en Madrid o desde el Gobierno
en Andalucía- nunca el PSOE ha defendido el aislamiento total del PP, su
deslegitimación absoluta como expresión social de la derecha neofranquista.
Muy al contrario, ha rubricado y aún propuesto abundantes acuerdos y le
ha manifestado solidaridad siempre que se han planteado cuestiones de entidad
para la perpetuación del orden político, económico y social. De hecho, por
encima de las aspiraciones por sustituirse en las poltronas, prima la
conciencia de continuidad que vincula entre si -desde hace más de un cuarto de
siglo- a los gobiernos que se han sucedido desde el tardofranquismo a Aznar,
pasando por los de Felipe González. No es un fenómeno políticamente
irrelevante -que dice mucho sobre la naturaleza del Estado español- que la
actual dirección del PSOE siga reivindicando vigorosamente la etapa felipista
como patrimonio partidario y que ni siquiera se haya planteado
utilizar como recurso oportunista para recuperar el Gobierno español un
tipo de "alejamiento" como el que en su día asumió en
Francia Jospin en relación a la desacreditada gestión de
Mitterand.
La precariedad laboral, la fiscalidad regresiva,
la promoción de los "emprendedores", el cinismo sobre la
inmigración, el amparo al imperialismo español o la ortodoxia neoliberal,
sea privatizadora (recordemos los servicios sociales o la situación del
SAS) o presupuestaria, son elementos que comparten PP y PSOE y que han puesto
en practica -cada cual con su acento- desde sus Gobiernos. Los dos amparan el
modelo educativo que impide una Educación Nacional andaluza y coloca al
sistema educativo bajo hipoteca clerical. Ambos, además -sea desde los
gobiernos o desde la oposición- defienden las bases esenciales que condenan a
Andalucía al subdesarrollo, la dependencia y la subordinación (aun cuando se
boicoteen y confronten en su respectiva gestión).
Desde una perspectiva que asuma los
intereses del pueblo trabajador andaluz y los derechos de la nación andaluza
no cabe sino combatir tanto a los que pretendan negarlos, sea defendiendo
el estancamiento estatutario sea propugnando reformas insustanciales. De
igual manera, no hay motivo para preferir a unos, porque condenen a
Andalucía a vegetar en la uniformidad autonómica "semifederal",
"federal" o "federalizante" -amparándose en el paraguas
paralizante del "agravio comparativo" - o a otros,
ejerciendo así de papanatas, porque estén por su lado en disposición
de comprar nuevamente la estabilidad de España a cambio de conceder
españolidades privilegiadas a determinadas fuerzas catalanas o
vascas. Andalucía, por Sí y por la
Humanidad.
En resumen, el "mal menor" o el
"voto a la contra" no tienen ningún fundamento
político sólido; sólo sirven para fortalecer precisamente aquello que se ha de
derribar. El llamado "voto útil" es otro
argumento-trampa. Al respecto, hace algunos años, el PSR en
Portugal acuño la consigna: "voto útil, diputado inútil". Gran
verdad, avalada por la experiencia. El voto útil es aquel que sirve para
cuantificar las fuerzas de quienes quieren una real emancipación -sean cuales
fueren sus perspectivas de resultados- y que se identifica coherentemente
con sus aspiraciones. Ese otro "voto útil", con que se reclama
apoyos aun tapándose la nariz para ampliar el respaldo de personas indignas o
de políticas que se saben falsas, es una argucia
igualmente tramposa tanto cuando lo esgrime el PSOE -"vótanos,
para vencer a la derecha"-, cuando lo hace el andalucismo -"los votos
andaluces en un partido andaluz"- o cuando lo utiliza el PCE/IU
-"danos fuerza para condicionar al PSOE desde la izquierda"-. Un
recurso hipócrita de quienes se benefician de un régimen político y electoral
que dificulta sobremanera, de múltiples formas, la expresión de nuevas
opciones alternativas y que usan de este canto de sirena con el mismo
desparpajo que a la vez y contradictoriamente ni en sus opciones de
presentación ni en sus prioridades ni en sus alianzas son coherentes consigo
mismos en este punto.
Las fosas sépticas: IU y
Andalucistas (PA y PSA)
Las formulas de voto interpuesto o aplazado al
PSOE mediante el voto a IU o a los andalucistas (que también pueden
terminar incluso nutriendo al PP) son desfiladeros hacia el pozo negro
del oportunismo y la incoherencia política.
Ocho años de Gobierno de coalición han
demostrado sobradamente cuales son los criterios y prioridades andalucistas
(que contaminan de igual modo tanto a PA como a PSA). Su derechismo es
notorio; su inconsecuencia nacional, palpable a cada ocasión que se presente.
La relación de ejemplos sería interminable y agotadora por redundante. Basta
verles y escucharles. Cotidianamente se envuelven en nuestra bandera para
ensuciarla haciendo españolismo tan cobarde como rabioso y para
prostituir con su política sin principios el nombre y la memoria de Blas
Infante, del que se reclaman sin fundamento practico alguno. Si Andalucía es
su excusa, su medro corporativo es realmente su único fundamento. Ni siquiera
tienen imaginación para proponer modelos propios. En lo social, no van más
allá de un híbrido entre PP-PSOE y en lo nacional, su presunta alternativa no
avanza un paso más de la versión más españolista del PSOE o de IU. Que
sean fuerzas de ámbito orgánico nacional con la política y el discurso
español que encarnan resulta irrelevante. Siguen confundiendo
interesadamente como el primer día de su historia
partidaria ser andaluces de conciencia -pervirtiendo conscientemente el
significado de este compromiso- con ejercer de anticatalanes y
antivascos, es decir, actuar como españoles.
Nada puede esperarse de los andalucistas
mientras sigan representados por los Ortega, Del'Olmo, Benavides, Pacheco,
Vivancos, Rojas Marcos, Calvo, Valenzuela, Checa... Y estos continuaran al
mando mientras tengan resultados electorales que los sostengan. De ahí que el
desastre electoral andalucista sea precondición para su refundación y
depuración. De ahí que cada voto recibido sea un voto contra la posibilidad de
desparasitarse y contribuir así de alguna manera a partir de entonces a la
tarea de levantar Andalucía.
Por lo que respecta a la sucursal andaluza
de IU, se presenta a la espera de ser necesaria para el PSOE (como no
hace mucho describía con todo detalle su hoy candidato Rejón). Carece de todo
proyecto y modelo nacional para Andalucía, que no sea la perpetuación de orden
existente, en la forma que concreten aquellos que la compensen (como en su día
se analizó extensamente en este mismo boletín)*. Su demagogia y deshonestidad
política e intelectual es palmaria, como ha tenido ocasión de manifestar en
incontables ocasiones y en todas las circunstancias políticas definitorias,
desde la elaboración constitucional y estatutaria hasta hoy día (por no
remontarnos más atrás). Notoria es su practica en la tradición de utilizar
quejas y expresar demandas genéricas, rechazando luchar por los instrumentos
políticos imprescindibles para hacerlas efectivas. Su lealtad de fondo al
Régimen español está acreditada y es flagrante su condición de sucursal
(esencial, por otra parte, para la continuidad de su matriz estatal). Su
trayectoria afirma con reiteración su versatilidad y disponibilidad para
adecuarse prestamente a los limites impuestos, archivando con toda diligencia
anteriores declaraciones hechas cara a la galeria. La fuerza de IU no
potencia las luchas y protestas actuales ni desarrolla las posibles sino
que las integra y reconduce.
Al votar IU se vota Alcaraz, Romero, Rejón,
Valderas, Aguilar, Meyer, García, Vaquero, Cervantes...; este es un hecho
objetivo inapelable. El programa político del PCE-IU empieza y
acaba con esta sucesión de nombres propios que la definen y en sus ansias
de perpetuación. Nadie puede equivocarse. La inclusión supeditada e
instrumental en sus listas de personas que responden a otros presupuestos
políticos y éticos (llámense Gordillo o Villa) no altera el hecho de que
lo que realmente se vote en esos casos sea en la practica Caballero,
Alcaraz o Vaquero. Lo que es la sucursal andaluza de IU se
ejemplifica con el mero dato de que su cartel
Valderas sea un dirigente eterno -experto en transformismo interno-
tan singularmente lucido que apoyó públicamente con vigor la
invasión militar española del islote marroquí Perejil por un retraso
técnico en recibir la correspondiente consigna desde Madrid. Y se remacha con
que, incluso con esas características, reciba hoy el apoyo unánime -integrando
sus candidaturas y silenciando sus criticas- de quienes hasta hace poco lo
consideraban en sus mismas filas, expresamente impresentable (en toda la
extensión de la palabra).
Se equivocan quienes como Corriente Roja, El
Militante, Nuevo Claridad, Espacio Alternativo, PRT-IR o CUT-BAI repiten por
enésima vez, de una forma u otra, sus criticas a IU desde la izquierda
para terminar concluyendo forzadamente en una nueva petición de apoyo a la
formación que los acoge (pero que, por otra parte, no parece muy predispuesta
a reconocerles alguna capacidad para representarla). Sus aspiraciones y
propuestas poco tienen que ver con las que animan a IU y con las que en la
practica está comprometida. IU no está siquiera por una ruptura franca con el
modelo neoliberal (a manera de ejemplo, aún esta reciente su ultimo Congreso
en que optó por aplazar un pronunciamiento expreso sobre la Constitución
europea para evitarse una definición incomoda para sus aspiraciones de
acuerdo con el PSOE); menos aún por combatir por el ejercicio real del derecho
a la autodeterminación y a la Soberanía Nacional a partir de la apertura de
reales procesos constituyentes nacionales. Quienes de entre estos -como
Espacio Alternativo- además, manifiestan apoyo político a los
Gobiernos tripartitos de Euskadi o Cataluña (ninguno de los cuales asume ni
posiciones socialistas o antineoliberales ni tampoco propugna la plena
Soberanía Nacional respectiva ni aspira a romper con España) y aún confían en
su capacidad de influir positivamente sobre el escenario político general y en
particular sobre IU, evidencian que no sólo no leen bien la realidad
multinacional del Estado español -condicionados quizá por sus patronazgos
particulares en esas naciones- sino que tampoco la ven con ojos andaluces (que
han de ser solidarios con quienes aspiran a su libertad nacional pero no con
quienes sólo pretenden su privilegio dentro de España).
Quienes no lo hacen, pero tampoco apuestan por la lucha por
la independencia nacional y un marco de construcción
política nacional y se quedan, por ejemplo, en la defensa de una
hipotética "neoEspaña", reformada en forma de III Republica
española, denotan de otra manera -pero con similares consecuencias- los costes
políticos de actuar bajo criterios españoles o con anteojeras
doctrinarias.
Tanto el andalucismo como la sucursal andaluza
de IU no defienden alternativas a la dependencia y a la explotación de
Andalucía; más aún, retienen en su espacio fuerzas necesarias para
construir la izquierda andaluza y el movimiento nacionalista. Cuantos menos
votos reciban, más fácil será que las crisis subsiguientes puedan concluir en
la apertura de nuevas propuestas y expectativas.
¿Qué hacer el 14 de
Marzo?
El 14 de Marzo concurren muchas formaciones -y
especialmente las parlamentarias- que se presentan con gruesos librotes a
la espalda que tienen la desfachatez de denominar "programas". Es
verdad que en esos pesados recetarios hay dispersas entre sus paginas -aquí y
allá- algunas propuestas sectoriales interesantes en algún caso. Sin
embargo, les falta lo esencial: un diagnostico claro de los
objetivos por los que luchar y de las tareas a concluir para
conquistar la liberación de Andalucía.
No obstante, hay una
candidatura que, en sólo unas cuantas paginas, exige:
"Parlamento, Gobierno y Poder Judicial Andaluces con
competencias plenas en materias legislativa, ejecutiva y
judicial" (es decir, Soberanía Nacional plena, capacidad para
desde Andalucía y por Andalucía resolver nuestras carencias y autoorganizar
nuestra vida). Tambien esa candidatura
reclama: "Creación de una Hacienda Andaluza, con capacidad de
recaudación y administración de todos los impuestos pagados en
Andalucía" (es decir, soberanía fiscal, lo que implica
demandar una renegociación global de la relación fiscal de Andalucía con
España). Podría seguirse enumerando y encontrar otras propuestas de
calado pero, ya sólo con estas dos y en cuatro fases, esta formación se
sitúa políticamente en solitario en el único espacio político capacitado
para combatir eficazmente la dominación política y económica española
sobre Andalucía y abrir puertas a otro modelo social. Quienes la integran
-además- son fuerzas andaluzas -o lo que es lo mismo, fuerzas que no tienen su
cerebro en Madrid o en cualquier otro punto del Estado- que piensan en y desde
Andalucía, incluso para ejercer su internacionalismo. La lista que asume estos
objetivos y estas tareas es la que presenta la federación de partidos
Asamblea de
Andalucía. Votándola el
14 de Marzo, se sostienen y apoyan ambos. Con todas sus debilidades y con
todas sus carencias (incluso con las diferencias que pueden existir con tal o
cual de sus reivindicaciones o tal o cual aspecto de su practica) lo
cierto es que es el único voto -en nuestra opinión- que se postula el 14 de
Marzo comprometido con las necesidades de Andalucía y de su clase trabajadora
y que asume y exige honestamente instrumentos políticos consecuentes para
satisfacerlas.